17 sept 2021

Serdica ayer, Sofía hoy

Y la cuenta atrás llegó a su fin: hoy acaba el viaje pero aún nos quedan unas cuantas horas antes de coger el avión de vuelta a Madrid. Lo primero, organizar un poco el equipaje; después de tantos días de sacar y meter cosas, las mochilas las tenemos como unos cestos de ropa sucia de adolescentes, y eso no es propio de nosotros... ¡¡si nos inspeccionan el equipaje en el aeropuerto que vean que está todo, literalmente, en orden!! Eso sí, hay algunas prendas que no volverán con nosotros... a lo largo del viaje hemos regado el país de ropa interior, camisetas y pantalones que ya no queríamos conservar, y en este nuestro último hotel dejamos unos cuántos regalos que requerirán de un buen lavado. Después de este ritual, lo que nunca entendemos es que la mochila nos pese más que al principio... ¡¡pero si los recuerdos no pesan!!

La mañana de hoy la dedicaremos a realizar un tour de esos supuestamente gratuitos. Es algo que no solemos hacer, porque un par que hemos hecho anteriormente han resultado ser bastante flojos y poco preparados por parte de los guías. Vasil, el joven que nos explicará durante dos horas la historia de su ciudad y país, resulta que sabe castellano; sin embargo, el tour en nuestro idioma es sólo en días concretos, así que no había otra opción que hacerla en inglés. Poco a poco veremos que tanto las explicaciones como la pronunciación son casi profesionales, y, además resulta ser muy entretenido.


Lo primero que nos cuenta es que la ciudad la fundaron los romanos bajo el nombre de Serdica y que, incluso, pretendía hacerle competencia a la mismísima Roma. Pasaron los siglos y la ciudad terminó llamándose Sofía debido a una iglesia que estaba extramuros, la de Santa Sofía, y que la gente mencionaba porque era lo primero que veían al entrar a la ciudad. También nos cuenta que el país en su momento fue una monarquía, pero que en la actualidad es una república... y el "rey", Simeón de Bulgaria, está retirado en España, lo cual el guía dice comprender (anteriormente había dicho que nuestro país le encantaba)... ¡¡con el palacio tan bonito que tiene aquí!!

Aunque algunas cosas que nos cuenta ya las conocemos, la visita resulta muy interesante. Una de las cosas más emotivas es cuando nos cuenta la transición al comunismo y luego de éste a la democracia. Nos dice que su abuelo es un nostálgico del comunismo, ya que para él fue una etapa en la que tenía garantizados el trabajo y la seguridad; sin embargo, su padre estaba en contra del comunismo, ya que no disponía de libertad en todos los sentidos; Vasil nos cuenta que para él lo mejor es que el país siga la senda de la Unión Europea, pero que también hay que entender las diferentes formas de pensar y de lo que cada régimen ha tenido de bueno.


Un lugar que representa ese choque entre comunismo y democracia es la iglesia de San Jorge, del siglo IV. Cuando llegó el comunismo las religiones fueron prohibidas porque nada podía estar por encima del poder comunista. Sin embargo, no destruyeron los lugares de culto de las diferentes confesiones, sino que se dedicaron a alienar a la población muy sutilmente. Por ejemplo, si te veían ir a la iglesia tarde o temprano alguien te apuntaría en una lista, por la cuál terminarías perdiendo el trabajo e, incluso, tendrías que terminar yéndote de la ciudad. La iglesia de San Jorge, es un ejemplo único de cómo intentaron alejar a la gente ocultando la iglesia rodeándola de edificios gubernamentales.

La visita guiada toca a su fin y damos por muy buen empleados el donativo y el tiempo empleado: ha resultado enriquecedor y muy ameno. Además, nuestra última foto en la iglesia de San Jorge representa bastante bien lo que ha sido nuestro viaje: muchos lugares de culto (iglesias, monasterios, mezquitas), muchos monumentos comunistas (nuestros bautizados como OCNI) y la lucha de poder entre ambos para definir las naciones que hemos visitado de la península balcánica.

Y ahora ¡¡qué rollo!! Ya sólo queda desandar todo el camino... regresar al hotel a por las maletas, ir al aeropuerto y volar hasta casa. Y como no, cuando ya estemos reposados de esta aventura, sacar nuestras conclusiones en la distancia.

16 sept 2021

Sofía, capital de Bulgaria

Seguimos con nuestra cuenta atrás y con el de hoy ya sólo nos quedan dos días de viaje. Hoy será, sin duda, el día más relajado de todo el viaje: sin coche, sin horarios, sin trámites, sólo dejarse llevar por el bullicio de la ciudad o de huir de él. Aunque ayer ya tuvimos una primera aproximación a la ciudad, hoy recorreremos de forma algo más ordenada los lugares más interesantes de la capital búlgara.

A decir verdad, Sofía no tiene grandes monumentos que la conviertan en un lugar de obligada visita en la vida. Quizá por su tamaño, la Catedral de Aleksander Nevski es el mayor reclamo de la ciudad y, a menudo, es el emplazamiento más representativo de la misma. Sin embargo, al igual que ocurre en muchas otras ciudades, lo más interesante es callejear, perderse un poco y ver cómo viven sus habitantes. Al fin y al cabo, si todas las ciudades tuviesen una Torre Eiffel, ésta dejaría de ser interesante, ¿no?


Sorteando tranvías y trolebuses, llegamos al mercado central, un "no tan típico" mercado de abastos, ya que no sólo venden comida sino que también hay hasta joyerías. Visitamos también el mercado Zhenski Pazar, en este caso descubierto, donde predominan las frutas y curiosas verduras pero donde también se pueden encontrar productos de artesanía. En muchos puestos durante todo el viaje le habían hecho "tilín" a Pablo unos calcetines de lana que, aunque no se caracterizan por bonitos, sí que parecen muy calentitos para estar en casa durante el frío invierno. En un puesto, el propio vendedor se "autoregatea" bajándonos el precio mientras nos dice que los ha hecho su abuela, lo cual pensamos es cierto ya que son bastante rústicos, sin ningún tipo de etiqueta y hasta un poco diferentes entre los de cada pie.


En cuanto a construcciones religiosas, esta ciudad las tiene todas: iglesias ortodoxas, iglesias ortodoxas rusas, iglesia católica, sinagoga y mezquita. La mezquita Banya Bashi es la única que está en uso en la ciudad y data de 1576, construida por Sinan, el arquitecto que construyó la mezquita de Solimán de Estambul. Pero, ¿qué es lo que más nos gusta de esta zona? ¡¡Un parque que hay al lado del teatro Nacional!! Nuestros biorritmos han caído en picado y nos sentamos más de una hora a ver gente pasar, vaguear un poco y hasta echar una cabezada.


Quizá una cabezada era también lo que necesitaba la mujer que estaba en la "no oficina" de turismo. Resulta que queríamos un mapa y preguntar algunas cosas, así que nos dirigimos a donde marca en nuestra guía que está la oficina de turismo. La mujer, que no sabe inglés y nos lo indica orgullosa y enérgicamente, casi nos lanza el mapa a la cara... y porque no le ha dado tiempo a ir al baño para dárnoslo con regalo. ¡¡Menudo carácter y qué malas formas!! Vamos a tener que llevarla con el del hotel de Vanarasi a España para que vean cómo se trata a los turistas. Luego, vemos que la Oficina Nacional de Turismo del país la han puesto en el Palacio Nacional de la Cultura, un edificio enorme y enormemente raro. Ah, pues si no querían que nadie fuese a molestarlos es el sitio ideal, porque tendrían que poner una oficina de información para encontrar la oficina de información turística. Al llegar, el hombre que nos atiende es muy agradable y al trasladarle la queja de la mujer de la otra oficina, nos dice que ya allí no atienden a turistas, que es sólo para empresas. Ah, pues genial, pero ¿podíais quitar el letrero que sí que lo indica, no?


Seguimos nuestro recorrido y de entre los monumentos que visitamos destacaremos la iglesia rusa. Como no hemos estado en Rusia y, dada su actitud ante muchos temas sociales, no prevemos ir a medio plazo, visitar estos lugares de culto que parecen hechos con algodón y caramelos, simplemente nos fascina. Esta de San Nicolás (raro que se llame así, ¿eh?) es pequeñita pero curiosa: por un lado, nos llama la atención que el altar no esté de frente según se entra; por otro, tiene una pequeña cripta donde descansan los restos de un arzobispo, de cuya tumba se dice que cumple deseos si la besas y depositas tu petición en una urna.

Después de comer y tomar unos cafés, elegimos otro parque para pasar el rato viendo a la gente pasar. Si te fijas, no son tan diferentes a nosotros, ya que no hay un prototipo de 'búlgaro'. Hay gente moderna y anticuada, gente sonriente y gente seria, gente guapa y gente "no guapa"... y también hay señoras con el pelo largo y rizado que parecen seguir creyendo en la Perestroika.

Hoy ha sido un día de transición, pasando de la actividad frenética de los últimos diecinueve días a un día mucho más relajado. Quizá es una forma de adaptación para la vuelta, quizá es simplemente síntoma de la saturación balcánica que tenemos, quizá es simplemente cansancio. Así que hoy, prontito a la cama.

15 sept 2021

Últimos kilómetros

La cuenta atrás para que termine nuestro viaje ha comenzado: sólo nos quedan tres días de aventura balcánica. A estas alturas hay sentimientos encontrados; por un lado, el deseo de no volver para evitar la reincorporación a la rutina; por otro lado, el deseo de volver para descansar de verdad, comer más sano y ¡¡volver al alfabeto latino!! Ya somos todos unos expertos leyendo letreros de un tirón y en la carretera hay veces que ya ni necesitamos que nos pongan los nombres en nuestro alfabeto. El hecho de que se escriba todo de forma diferente, aunque pueda resultar complicado al principio, es una riqueza cultural que no se debería perder; antes de venir pensábamos que nada iba a estar con nuestras letras y que leeríamos todo a velocidad de párvulo... pero en todos estos días hemos visto que la mayoría de señales, muchos nombres de establecimientos y los anuncios "modernos" utilizan el alfabeto latino debido a la globalización. ¡¡Hay si Cirilo y Metodio levantaran la cabeza!! ¿¿Qué pensarían si vieran el estado de su éxtasis ortográfico doce siglos después?? De lo que estarían contentos es de que, en pleno siglo XXI hayamos descubierto sus cinco reglas: 1) cambiar unas letras por otras ('R' por 'P', 'S' por 'C'); 2) voltear algunas letras (la 'N', la 'R'); 3) incluir letras de otros alfabetos (fi, omega) ; 4) incluir símbolos (el marcianito, el ahorcado); y 5) incluir algún número (el '3'). ¡¡Vaya panda de gamberros!! Es de tal demencia que hasta les reconocemos el mérito de que hayan convencido a tantos millones de eslavos. A nuestra vuelta, vamos a tener que escribir de vez en cuando en cirílico para que este pedazo de nivel no lo perdamos.

Lo que no echaremos de menos son las carreteras de los cuatro países visitados. Aunque las de Bulgaria son las mejores de los cuatro, siguen distando mucho de las españolas (aunque luego nos quejemos también de ellas). Parcheadas, sin arcenes, con velocidades reducidamente imposibles, con pequeños lugares de descansos en los que siempre hay alguien, con señales que te indican un lugar sólo cuando ya has llegado, con policía controlando la velocidad, con adelantamientos en los peores momentos, con tractores, con enormes camiones que se te pegan, ... Creo que nunca llegué a la etapa final del mítico Out Run, pero para vencer a la máquina la última prueba debería ser algo así como el Balkan Tour. En nuestro caso, como hoy es nuestro último día de alquiler de coche, nuestra última "pantalla" será Koprivshtitsa y el "monstruo final" será la agencia de alquiler.


Sinceramente, habíamos puesto Koprivshtitsa porque pilla de paso. En la guía indicaba que era otro de los pueblos más bonitos de Bulgaria y teníamos la intención de no volver a caer en la trampa... pero hemos caído. Sin grandes expectativas, dejamos el coche en un parking a la entrada del pueblo, en el que no está claro si hay que pagar o no. Después, siguiendo el transcurso del río llegamos al núcleo de esta pequeña población y donde descubrimos que tiene preciosas casas otomanas pintadas de colores, calles empedradas y ese aire rural edulcorado que encanta a los urbanitas (sí, ése escenario en el que todo está perfectamente colocado como en La Casa de la Pradera y en el que, siendo supuestamente "rural", no ves boñigas por ningún lado).


También habíamos dudado sobre la grandísima importancia que tiene esta localidad en la historia búlgara, ya que, después de haber visto innumerables monumentos a gente supuestamente imprescindible para el país, pensábamos que iba a ser más de lo mismo. Pero no... resulta que aquí se gestó el movimiento revolucionario que desencadenó el conocido como 'Levantamiento de abril de 1876'. El imperio otomano estaba en decadencia y los búlgaros querían separarse después de estar quinientos años bajo el mandato de los turcos (los cuáles les permitían construir iglesias sólo si el suelo de éstas estaba unos escalones por debajo del nivel de la calle). Un grupo de rebeldes se organizó para atentar contra los turcos y cuando se precipitaron las cosas, todo salió bastante mal (a algunos los mataron, otros se suicidaron y otros huyeron). Sin embargo, este levantamiento fue el germen para que finalmente se consiguiera la independencia y, el puente donde asesinaron al primer turco, se convirtió en el lugar que simboliza el inicio del cambio.

Para nosotros, este punto también simboliza el cambio, pero para nuestro viaje: toca devolver el Renault Clio que nos ha acompañado durante 19 días y 4.275 km, y que se ha comportado como el mejor de los SUV. Llegamos a la terminal 2 del aeropuerto de Sofía y... ¡¡a pelear!! La devolución del coche de alquiler siempre es un momento de alta tensión, porque siempre intentan colarte algún desperfecto que no has hecho, una limpieza que estaba incluida en el precio o que justo los días impares hay un recargo especial. Además, debido a que sacábamos el coche a varios países y que en especial Kosovo era peligroso, nos bloquearon una cantidad bastante elevada en concepto de depósito. Así que, llegamos con las uñas limadas para pelear y, contra todo pronóstico, todo va como la seda. Revisan el coche sin entrar mucho en detalle, nos realizan el desbloqueo del depósito y el que nos atendió cuando cogimos el coche charla distendidamente con nosotros sobre el viaje. Lo que nos pide como favor es que le pongamos una buena opinión en TripAdvisor, así que, después de lo bien que ha ido todo, les califico con un Excelente muy gustosamente.

Por delante nos quedan unas 48 horas para conocer Sofía, la capital búlgara. Lo primero que hacemos es coger el metro hasta el hotel, un Best Western de categoría superior a todos los hoteles previos de nuestro viaje. Al tratarse de una ciudad más grande y ser los últimos días, queríamos un alojamiento que nos dejase buen sabor de boca, que fuese la guinda del pastel en cuanto a alojamiento se refiere. Cuando llegamos un joven trajeado que chapurrea el castellano, nos atiende muy amable y servicialmente, indicándonos que él es el manager y que si necesitamos cualquier cosa está a nuestra disposición. No somos mucho de que nos hagan la pelota, pero bueno, de vez en cuando no viene mal.


Lo que queda de tarde lo dedicamos a pasear por la ciudad, sin una ruta fija y picoteando lugares que en los próximos dos días visitaremos con más detalle. En una primera aproximación, vemos que es una ciudad muy del 'este': pasas por barrios con calles y edificios decrépitos, y justo al lado encuentras otro barrio con calles peatonales y todo bien cuidado. El centro, como siempre, está muy limpio, ordenado y agradable; hay edificios gubernamentales imponentes, parques con flores y monumentos con paneles explicativos. Casi de casualidad, encontramos ¡¡una calzada romana que sigue en uso!!


A eso de las ocho de la tarde, y ya siendo de noche, vamos al Bulevar Vitosha, una zona peatonal llena de tiendas y de restaurantes. Para ser un miércoles está realmente animado y todas las terrazas están a rebosar. Como casi nadie lleva mascarilla (excepto nosotros), y en esta calle Vitosha vi-tosher a más de uno, preferimos no tentar a la suerte y buscar un lugar más alejado para nuestra última comida del día. Sin buscarlo, hemos caminado bastante y estamos ya agotados, así que, toca retirarnos a nuestro hotel 'el Mejor del Oeste' en esta ciudad de lo mejor del 'Este'.

14 sept 2021

Rosas, Reyes y OCNI

Un día más, el momento desayuno nos da mucho juego. Para empezar, ¿por qué en muchos sitios se empeñan en ponerte el café lo primero cuando lo habitual es que sea el colofón final? ¿Y por qué en este país tienes que especificar que la leche del café la quieres caliente o si no te la traen recién sacada de la nevera para terminar tomando un café con leche tirando a templado? Mientras nos hacemos estas preguntas, el hombre de un matrimonio alemán se pone a abrir puertas a ver si encuentra al camarero, con exigencia pero con pocos resultados, como los compañeros germanos del trabajo de José Luis. Y, a su vez, leer en el periódico las medidas que Sánchez va a tomar para bajar el recibo de la luz provocan en mí un efecto laxante. ¡¡¿¿Más modificaciones en el recibo de la luz??!! Entre la discriminación horaria, el nuevo formato de factura, la reducción del IVA... no veo la luz al final del túnel, seguramente porque esté apagada para ahorrar. Mi tránsito intestinal se lo agradece, a la espera de una vuelta a la oficina apoteósica.

Estamos en Kazanlak, en pleno Valle de las Rosas, donde se produce el 85% del aceite de rosa del mundo. Este aceite se utiliza en la mayoría de perfumes que encontramos en las tiendas de todo el planeta y su precio puede alcanzar los seis mil euros el litro. A lo largo de nuestro recorrido por el país hemos visto en muchas tiendas cosméticos y colonias hechos con la famosa Rosa de Bulgaria y, cómo no, hemos sucumbido a comprarnos algunos productos de marcas búlgaras como Refan; como en muchos hoteles te ponen champús y geles basados en este aceite, y nos ha dejado la piel suave y aterciopelada, hemos querido exportar esta sensación a nuestra ducha de casa. Un momento interesante de este valle es cuando a finales de mayo se hace la recolecta de las flores, ya que el olor a rosa es intenso y ver los campos floridos es todo un lujo; pero estamos en septiembre, así que poco podemos hacer a parte de imaginárnoslo.

Ya en carretera, descubrimos en varios letreros que esta zona también es conocida como el 'Valle de los Reyes'; esto es debido a que hay numerosas tumbas tracias, algunas de las cuales se pueden visitar. Teníamos pensado visitar una en concreto, pero anoche leímos que lo que se visita en la actualidad es una réplica, lo cual hace que desistamos. Paramos cerca de otra tumba, para preguntar a ver si se puede visitar y es original; pero unos obreros que están acondicionando los exteriores para que se pueda visitar en el futuro nos dicen una y otra vez el nombre de la que se puede visitar y es una copia. Así que, con la de Sveshtari que vimos anteayer damos por alcanzado el objetivo de tumbas tracias en este viaje.


Sin ver rosas ni reyes tracios, lo primero que nos echamos a la retina es la Iglesia Memorial de Shipka, un templo ortodoxo de estilo ruso con cinco cúpulas doradas bien brillantes. Cuando preparamos el viaje, pensando que las iglesias búlgaras al ser ortodoxas iban a ser muchas de este estilo, cometí el error de decir 'va, si como ésa va a haber muchas'; llegados a este momento, me tengo que comer mis palabras en formato gyros, es decir... con patatas; porque, ésta es la primera iglesia de estas características que vemos hasta el momento, con sus colores vivos, decoración que parece de algodón de azúcar y cúpulas relucientes. ¿Y por qué es singular? Pues porque se construyó en recuerdo de los rusos que lucharon en contra de los turcos para defender a Bulgaria, cuyos restos (los de los rusos, claro) yacen en la cripta.


Además, del de las Rosas y de los Reyes, esta zona la podríamos llamar la de la Ruta de los OCNI (nuestro palabro para los Objetos Comunistas No Identificados), ya que aquí está el máximo exponente de ese estilo brutalista impuesto por el social-comunismo: visitamos el Monumento Buzludzha. Esta construcción con forma de platillo volante se finalizó en 1981 y se hizo para conmemorar el 1300 aniversario del Estado Búlgaro. Oficialmente, se construyó gracias a "donaciones" y por parte de "voluntarios"... igual de real que cuando las norkoreanas se desmayan de la emoción al ver a Kim Jong-un como si del quinto Beatle se tratara. El caso es que, a la inauguración de esta especie de pequeño palacio de congresos los ciudadanos acudían en masa y, curiosamente, fue caer el comunismo nueve años más tarde y el edificio se abandonó por completo. Y así estuvo, a la merced del deterioro causado por las inclemencias del tiempo y del vandalismo hasta el año 2020, en el que se cubrieron los mosaicos que hay dentro y se prohibió el acceso, con el fin de preservarlo para algún día poder darle alguna utilidad con la que el pueblo esté de acuerdo. Mientras tanto, muchos somos los turistas que venimos a ver este monumento igual de decadente que de desproporcionado, allí en lo alto de un monte.


Para visitarlo, dejamos el coche en lo que pensamos es el parking, y donde un joven solitario nos hace unas fotos y nos pregunta si vamos a subir. Le decimos que sí, y cuando ya hemos iniciado el ascenso a pie, vemos que se va en su coche. ¡¡Pues no estaría muy interesado!! Una vez encumbramos, el edificio resulta espectacular: su inmenso armazón redondo de hormigón resulta estremecedor, y sus inmensas letras en cirílico (algunas desaparecidas) te sumergen en una película de extraterrestres... ¡¡y zas!! Aparece el joven que estaba abajo... ¡¡Había una carretera que llevaba hasta la cima!! Bueno, por algo tenemos estos cuerpecitos serranos, ¿no?


Siguiendo esta peculiar ruta de OCNI, llegamos al Monumento a la Libertad en la cima del monte Shipka. Al igual que la Iglesia Memorial rusa, también sirve para conmemorar la guerra contra los otomanos pero, en esta ocasión también con un tinte comunista en plan "hago monumentos descomunales para el pueblo para que su orgullo esté colmado pero su bolsillo quede vacío"... ¿Pero era necesario hacer un león gigante para reforzar el pensamiento de libertad y la fuerza de la bulgariedad? Si lo que querían era poner algo independiente e intrépido pero a la vez amable y representativo del pueblo búlgaro, tenían que haber puesto ¡¡al rey gato!!

El Monumento Buzludzha y el Monumento a la Libertad son las dos obras más impresionantes de la zona pero, además, hay salpicadas por aquí y por allá pequeños memoriales que dan hasta miedo. Por lo general, cuando pones una escultura de una persona ilustre o importante para la historia, se intenta que sean decorativos y agradables de ver, para así ser también agradables de recordar. Pero aquí (y por todo el país), hay algunos estropicios escultóricos para los cuales habría que inventar la lista de Patrimonio de la Un-Asco... ¡¡Sonsoles aquí hay mucho por hacer!!


Para relajar un poco la vista y para hacer las paces con nuestras córneas, iris y retinas, visitamos el monasterio de Sokolski. Estando en la ladera de un monte, tiene unas bonitas vistas sobre el valle, contrastando el verde de su vegetación con los frescos pintados en la fachada del monasterio.


Nuestra última visita nos lleva hasta Tryavna, uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria. Sus calles empedradas y sus casas de estilo otomano son como un museo al aire libre. En la guía leemos sobre algunas personas que vivieron aquí y que contribuyeron a la historia del país, pero como son desconocidas por nosotros lo mejor es dejarse perder por sus calles y curiosear en la multitud de tiendas de artesanía que hay. Comemos en una terraza en la plaza del pueblo, en la que hay comida rica y precios normales, y después caemos en la tentación de degustar un par de trozos de tarta en una pastelería que hemos visto... ¡¡como no abundan hay que aprovechar cuando se encuentra algo así!!


Ya está atardeciendo y regresamos a Kanzanlak, donde dormiremos en el mismo hotel que anoche. Hoy se suponía que íbamos a ir hasta Belogradchik, pero ayer estuvimos valorándolo y decidimos que era mejor no hacer tantos kilómetros y cambiar el hotel por uno en esta zona. Y, la verdad, ha sido una buena decisión: hemos hecho menos kilómetros y hemos visto lugares igual de interesantes... ¡¡e igual de llenos de gatos dispuestos a posar!!

13 sept 2021

Veliko Turnovo

Café con bollo... ¿existe algo más habitual para desayunar? Ni desayuno continental, ni inglés, ni con diamantes, la típica fórmula de un café con algo dulce existe en todo el mundo... excepto en Bulgaria. Mira que hay máquinas de café por absolutamente todos los lados, y que las "pecaras" o panaderías tienen un buen surtido de panes y bureks salados; pero cuando quieres un bollo, napolitana, croissant o unas simples tostadas con mermelada, olvídate. A las ocho de la mañana es más fácil encontrar una ensalada de pepino, tomate y queso, antes que un café en taza con algo dulce y esponjoso para mojar. Como hoy no tenemos desayuno en el hotel, mendigamos un triste café con la leche fría y en vaso de cartón... definitivamente, para tomar café con bolo, mejor haber ido de vacaciones a Portugal, o a Toledo.

Claro que en ninguno de esos dos sitios podríamos visitar, que yo sepa, monasterios ortodoxos. Aunque pueda parecer un poco repetitivo, la visita a estos remansos de paz es todo un atractivo turístico. Quizá el país no tenga grandes monumentos reconocidos por todo el mundo, como la Tour Eiffel o la Estatua de la Libertad; ni tampoco tiene lugares que Hollywood haya convertido en iconos cinematográficos: aquí lo que abundan son los iconos religiosos. Los monasterios, a diferencia de los occidentales, no son centros religiosos en los que monjes o monjas viven de puertas para adentro; aquí, suelen ser pequeños recintos en los que en el centro está la iglesia y en los alrededores es donde viven los religiosos y, nos da la sensación, las familias que cuidan del recinto. Lo habitual es que los feligreses entren al monasterio, recen en la iglesia y que después se queden charlando con el cura. De la misma forma, los turistas son igual de bienvenidos, y muy rara es la ocasión en la que hay que pagar por entrar a verlos. Otra cosa curiosa es que las iglesias suelen estar completamente pintadas por dentro; los ortodoxos no tienen tallas de santos o vírgenes, sino que es todo pintado. Resulta bastante espiritual entrar en las iglesias y ver todos esos frescos por todos los lados, hasta en el último recoveco; además, el estilo de dibujo medieval (aunque hayan sido pintados recientemente) incrementan ese halo misterioso de estos pequeños templos.


Hoy visitaremos cuatro monasterios, todos ellos cerca de la ciudad de Veliko Turnovo, comenzando por el Monasterio de la Transfiguración. En este caso, el monasterio tiene pinturas en la parte exterior, donde destaca una Rueda de la Vida movida por unos ángeles y donde los demonios lanzan al infierno a los pecadores. El cuidador del recinto nos enseña la iglesia y nos dice que la están restaurando, ya que el humo de las velas ha terminado por oscurecer las pinturas.


Después visitamos Veliko Turnovo, la que fuera capital del país durante la Edad Media. Para conmemorar esa época se han construido varios OCNI, entre los cuales hay uno que destaca: una escultura en la que alrededor de una inmensa espada están los cuatro zares de la dinastía Assen que gobernó el país.


Una de las imágenes que mejor simboliza la ciudad es la Ciudadela de Tsarevets. Se trata de una suave colina amurallada en la que antiguamente vivía el rey y su corte. Sin embargo, cuando llegaron los otomanos la arrasaron y poco quedó, ya que lo que se ve hoy en día está reconstruido. En lo alto hay una construcción con forma de iglesia, en la que hay pintados murales que interpretamos expresan el horror que sembraron los turcos cuando derrocaron el primer estado búlgaro. Con una temperatura agradable y habiendo ya pateado la ciudad, nos quedamos dormidos en unos bancos (algo que empieza a ser demasiado frecuente) mientras una locución nos despierta constantemente recordándonos en búlgaro y en inglés que compremos entradas para el espectáculo de luz y sonido que se realiza por la noche.

Pero claro, no nos podemos quedar por varias razones... la primera es porque ya hemos visto la ciudad; la segunda es porque no queremos conducir por la noche, dado que tenemos desde el principio del viaje una luz fundida de uno de los faros delanteros. Así que, continuamos nuestro recorrido de hoy.


En lo que queda de tarde visitamos otros tres monasterios: el de San Nicolás, el del Profeta Elías y el de la Natividad de la Virgen. Como llevamos vistos ya tantos, lo que hacemos es pasar, disfrutar de la sensación de penumbra y echar un vistazo general, agradeciendo con unas monedas de donativo aquellos en los que expresamente viene el "bedel" a abrirnos la puerta de la iglesia.

Hoy dormimos en Kazanlak, en un pequeño hotel en el que nos dan la llave tanto de la habitación como de la puerta de entrada. Anoche, estuvimos revisando la ruta para los próximos días y anulamos un hotel en los confines del país para quedarnos dos noches en este de Kazanlak. El recepcionista, al ver que hemos hecho dos reservas separadas (la que hicimos en su momento para hoy y la que hicimos anoche para mañana), nos propone que, al ser habitaciones de precios diferentes, que elijamos una y nos mantiene el precio haciéndonos un descuento en la segunda noche... ¡¡todo un detalle!! Además, al lado del hotel hay un restaurante donde nos indica que si vamos, también nos hacen un descuento por alojarnos en el hotel... ¡¡pues a cenar se ha dicho!! La camarera nos explica la carta en un perfecto inglés, y, en un ambiente tradicional y acogedor cenamos como unos verdaderos zares. Al viajar, hay veces que es difícil buscar un equilibrio entre comida "normal", precio y tiempo, por lo que muchas veces se recurre a comida rápida, que aquí suele ser gyros o kebap. Sin embargo, cuando uno dispone de más tiempo y surge la oportunidad, resulta muy agradable comer o cenar tranquilamente, degustando especialidades locales y música tradicional, y más cuando encuentras a alguien sonriente que está dispuesto a hacer que tu cena sea una experiencia para el recuerdo... y olvidar que no conseguiste encontrar para desayunar... café con bollo.

12 sept 2021

Entre Shumen y Ruse

Desde hace ya mucho tiempo, a la hora de visitar lugares por el mundo, el tener el título Patrimonio de la Humanidad por la Unesco es símbolo de importancia, calidad y singularidad. Es como el Galicia Calidade o el Eusko Label de los monumentos y, a la hora de definir los lugares a visitar, el hecho de que un lugar esté en esa codiciada lista hace que estés dispuesto a desviarte un poco, en plan 100 kilómetros. Hoy visitaremos algunos monumentos del noreste de Bulgaria que gozan de esta categoría.


Salimos temprano de Varna y, dirigiéndonos hacia el oeste, llegamos al término municipal de Shumen, donde se encuentra el Jinete de Madara. Se cree que fue realizado en torno al año 700 y que podría representar el triunfo de las tribus protobúlgaras. Lo misterioso de este lugar es que... ¿cómo consiguieron hacer este relieve a unos 23 metros de altura si prácticamente es inaccesible? Por otro lado, ¿por qué nos resulta familiar esta figura? ¡¡Ah, que la llevamos en el bolsillo!! Resulta que es el motivo elegido para todas las monedas de stotinka, los "céntimos" del lev.


En el mismo término municipal de Shumen, y siguiendo el momento de conmemoraciones, visitamos el Monumento a los Héroes del Estado Búlgaro, construido en el 1300 aniversario de la nación. De cemento y hormigón, y con figuras de líneas severas y frías, parece más bien un homenaje a los transformers. Para denominar los edificios y monumentos brutalistas, hemos creado el concepto de OCNI: Objeto Comunista No Identificado. ¡¡¿¿Pero en qué estaban pensando en el 1981??!! Mientras España diseñaba a Naranjito aquí estaban con esculturas del club de malotes ciclados para servir a la patria. Es un monumento tan chocante que resulta hasta interesante. Desde su construcción seguro que son muchos los que vienen aquí a cantar el 'cara al shock'.


Seguimos nuestro recorrido y llegamos a las tumbas tracias de Sveshtari. El lugar está salpicado de túmulos, unos pequeños montículos, y debajo de algunos de ellos hay unas tumbas que se piensa tienen unos 2.500 años. El guía nos cuenta que la disposición de algunos túmulos podría parecerse a las constelaciones, aunque es tan sólo una teoría. De las tumbas sólo se pueden visitar tres, siendo una de ellas la más importante, ya que tiene una especie de cariátides, mitad mujeres mitad plantas. Para su conservación, se ha hecho una especie de caja fuerte a la que se accede con la broma de '¡Ábrete sésamo!' por parte del guía (y la pulsación de un interruptor, claro). Dentro no se pueden hacer fotos, así que los guionistas de La Casa de Papel tendrán que recurrir a wikipedia si se quieren inspirar para plantear una sexta temporada basada en el robo de esta joya tracia.


Recorremos unos cuantos kilómetros más hasta llegar al cañón del río Rusenski Lom, donde se encuentra el monasterio en la roca de Ivanovo. El monasterio se componía de una serie de cavidades, cada uno para una función; de ellos, lo que aún conserva evidencias de su pasado son la iglesia y la capilla, ambos con frescos que muestran pasajes de la Biblia. En la actualidad el recorrido se hace por un recorrido de escaleras, pero en su momento, se accedía de la forma más extraña posible: a la iglesia y a la capilla se accedían por lo que ahora es un pequeño balcón... así que los monjes tenían que ser verdaderos escaladores profesionales.

Un poco más al norte, llegamos al Monasterio de Basarbovo. Como no queda mucho tiempo para que cierren y no queremos pagar para hacer una visita exprés, nos damos una vuelta por el recinto, sin subir a la parte ganada a la roca. Entramos en la iglesia que hay en la parte llana y un monje, tras preguntarnos nuestros nombres, nos bendice pasándonos un ramillete mojado por la cabeza.


El recorrido de hoy acaba en Ruse, una ciudad bañada por el Danubio que hace frontera con Rumanía. En principio, sólo iba a ser una ciudad donde simplemente dormir y marchar. Sin embargo, tras esquivar edificios decadentes y grises, llegamos al río donde descubrimos un nuevo paseo en el que los ruseños están pasando la tarde de domingo. Como en el resto de ciudades, visitamos después la calle peatonal donde descubrimos que la ciudad tiene edificios muy interesantes y está llena de vida. Los que no estamos llenos de vida a estas alturas somos nosotros: después de cenar nos retiramos a nuestro hotel que con su letrero de 'Hotel Central' nos invita a descansar cuando se quedan iluminadas sólo las letras de 'entral'. Como dijo aquella concursante de la tele, habrá que 'abril', 'cerral'... y 'entral'.

11 sept 2021

Varna

No sé cuándo lo hacen, no se les oye llegar, ni se les puede evitar... los mosquitos me están acribillando y en este viaje están yendo sólo a por mí. La sangre sabor a ternera, a tzatziki y a Coca-cola los debe de volver locos, y cada vez que succionan bajo mi piel la cafeína del café de anoche pasan a ser adictos a mi hemoglobina. Y luego, por la calle, cada tres por cuatro a rascarme como si tuviera la sarna... y llorando; llorando porque es difícil contenerse a no acariciar gatos y al no poder lavarme las manos en ningún sitio, éstas acaban en mis ojos y éstos me empiezan a escocer por la alergia felina; y moqueando... porque aún estoy algo resfriado del frío ártico del paso de Llogara, de la nevera que era el Monasterio de Rila o de la criogenización en la ruta por los Siete Lagos. Pero aquí estamos, dándolo todo y dejando esa mantita y vaso de leche con miel para la vuelta... porque cuando el viaje se acabe y volvamos al trabajo, seguro que desearemos seguir estando de pueblo en pueblo con la mochila a la espalda y los mosquitos perforándome la piel.


Así que nos ponemos en marcha... hoy rumbo a la ciudad de Varna. Pero antes, visitaremos un par de lugares en los alrededores. El primero es un Bosque de Piedras, un conjunto de unas trescientas piedras de hasta seis metros de altura y que se cree que tienen 50 millones de años. Todo apunta a que es una formación natural... nada de rituales sagrados ni de conspiraciones marcianas, tan sólo un conjunto de piedras que ha dado la casualidad que se han quedado en esa disposición. Y es que, si uno lo piensa, el mundo es tan grande que da lugar a que existan lugares tan singulares como éste.

Volvemos a la carretera y, de repente, se enciende en el coche el indicador de que la presión de las ruedas no es correcta. Sí, esa pequeña lucecita con silueta de neumático, minúscula y hasta tímida... que nos pone nerviosos como si fuera una aviso de guerra. ¿¿Acaso hemos pinchado y tenemos que buscar un taller?? Aparcamos y revisamos las cuatro ruedas... todas parecen estar en buen estado. Volvemos a arrancar para ver si al reiniciar no detecta falta de presión; pero nada, después de la discoteca de colores de los indicadores, la dichosa luz roja permanece. Buscamos una gasolinera para comprobar la presión y, una vez en ella, comprobamos que los cuatro neumáticos tienen una presión incluso ligeramente superior a la recomendada, algo que podría deberse simplemente a que los neumáticos no están fríos. Como en YouTube hay tutoriales para todo, buscamos uno en el que se explica cómo reiniciar el detector de presión. Enciendes, eliges una opción, pulsas varias teclas a la vez, y cuando no sabes si con eso vas a hacer una captura de pantalla... ¡¡el indicador se apaga!! Si con un coche propio cada indicador cotiza a 300 euros de taller y a varias muecas de mecánico en plan "van a ser una cuantas horas de faena", con un coche alquilado se traduce a "a ver cómo justificamos esto a la empresa de alquiler", porque, aunque somos el cliente sientes que hasta deberías haber evitado esa diarrea que una gaviota ha regado por el parabrisas del coche. En cualquier caso, lo importante es que esa lucecilla ha sido como un grano en el peor sitio pero que ya se ha curado.


Nuestra segunda visita de hoy es el Monasterio de Aladzha, un conjunto de cavidades excavadas en una pared de la edad media. Pensábamos que iba a ser como algunos monasterios que vimos en Grecia y en Tierra Santa; pero nada que ver, porque el de Aldazha ya no está en uso. Han puesto algunos cuadros por aquí y por allá para que te hagas una idea pero, la verdad, no aporta mucho la visita. De hecho, nos sorprende que justo aquí hayan cobrado entrada ya que, por lo general, los monasterios suelen ser gratuitos y en los pocos sitios que hay que pagar el precio asciende a la calidad de donativo.


Tenemos todo el día aún por delante y lo dedicaremos a ver Varna, la tercera ciudad más grande del país. En cierto sentido, tiene algunas similitudes con Barcelona (o "Barna" para los amigos): está al borde del mar y tiene unas autovías con accesos de locura en plena ciudad. En efecto, en algunos momentos da la sensación de estar en la mismísima Ronda Litoral, con sus accesos frenéticos y rotondas en las salidas que deciden tu destino. Para no complicarnos con el tráfico, dejamos el coche cerca de un centro comercial y así poder pasear por la ciudad.


Varna no es muy diferente a otras ciudades que hemos visitado, en el sentido de que todo gira en torno a una calle céntrica y peatonal, en este caso el bulevar Knyaz Boris I. Para nosotros es como si ésta fuera nuestra segunda vez aquí; la primera vez fue cuando vimos un vídeo en YouTube en tiempo real de una persona que se paseaba por toda la calle. En mi caso, sólo reconozco la primera mitad, porque con semejante chapa de vídeo, caí dormido a la altura del Starbucks.

Otra de las zonas que hay que visitar en la ciudad es la conocida como Sea Garden, un alargado parque con muchos árboles, estatuas y fuentes donde dar un tranquilo paseo. De nuevo, una cosa que nos llama la atención es que, estando el parque al lado de la playa, ésta a penas se ve. Es más, justo al borde de la arena hay una hilera de restaurantes, chiringuitos de moda y bares que hacen que no puedas ver las olas romper. Tan sólo algunos pequeños recovecos son de uso público y, no sabría decir por qué, pero de alguna forma el resto de establecimientos chic te cortan el rollo para que vayas al trozo "gratis". ¿Qué sería Donostia si hubiese un muro de restaurantes entre el ayuntamiento y el Peine de los Vientos, el ancho de la playa fuese de sólo diez metros y repleto de hamacas, y los lugareños fuesen diciendo un 'da, da, da' ('sí, sí, sí') por la calle? Pues ese efecto es el que tienen aquí: un uso privado de la playa que hace que la ciudad pierda su ambiente costero. Seguro que hay lugareños que no saben que el mar lo tienen cerquita.

A excepción del problema con el indicador de la presión de los neumáticos, el día ha sido bastante tranquilo. Hemos tomado algo en alguna terraza, nos hemos quedado dormidos en algún banco y también nos hemos mojado los pies en el mar. También hemos dado una vuelta por un centro comercial, en el que hemos comprobado que tienen todas y cada una de las marcas del emporio textil español Inditex. ¿Quién dijo que sólo exportábamos el jamón ibérico?

Toca recogerse ya, así que nos vamos al hotel que tenemos reservado frente al puerto; donde, por cierto, Pablo solicita una bombilla porque falta en la lámpara de la mesilla de noche... ¡¡hasta hacemos reparaciones!! Tras un paseo final, constatamos hasta el último momento la relación 'un gato, una máquina de café' que se repite también por toda la ciudad de Varna. Son como los bedeles, controlando cada lugar... estoy por subir uno a la habitación, a ver si detecta y mantiene a raya ¡¡a los invisibles mosquitos!!

10 sept 2021

Chernomorie

Abandonamos el corazón de Bulgaria para dirigirnos hacia el este, hacia la conocida como Chernomorie o Costa Búlgara del Mar Negro. Con sus casi 380 km. de costa, son un reclamo vacacional principalmente para los habitantes del país, aunque como veremos a lo largo del día, pensamos que también hay muchos rusos dado que hay carteles traducidos a su idioma (que se diferencia ligeramente de las indicaciones búlgaras) aunque parece que no se llegan a entender (y recurren al inglés).

Hoy la idea era ir a la playa, pero parece que no va a ser posible ya que está nublado si bien la temperatura es agradable. Nuestro primer destino del día es Sozopol, una localidad cuyo casco histórico está situado en una península y que está llena de turistas. En el aire se respira el salitre del mar y se percibe un ambiente relajado, en el que los turistas pasean por las calles repletas de tiendas de recuerdos. Al recorrer sus calles empedradas se puede disfrutar de un estilo de casa otomana que aún no habíamos visto: casas con la madera al natural que acaban oscureciéndose. A diferencia de las casas de colores de Plovdiv y las típicas blancas del resto del viaje, éstas de madera tienen un aspecto más natural y casi hasta más acogedor.

Pero, ¿qué falta en el paisaje? Pues algo que ya vimos en Turquía, Rumanía o Georgia, pero que aquí teniéndolo a cincuenta metros no se ve: el Mar Negro. Lo lógico sería que, estando rodeado por el mar, éste fuera protagonista en Sozopol. Sin embargo, es todo lo contrario, parece que la localidad vive de espaldas al mismo. Si acaso, desde algunos restaurantes puedes verlo, o si vas expresamente... pero salvo el olor a mar y en ocasiones el sonido de las olas, el mar permanece escondido.


Para descansar un poco, aprovechamos a comer en un restaurante en el que traducimos la carta con el Google Lens, cuya traducción no es muy acertada y aparecen algunos disparates. Por si fuera poco, un plato nos intriga... ¿quién comerá 'Mycaka'? Ah, que es 'musaca' en cirílico (una vez más, menudo lío montaron Cirilo y Metodio). El camarero nos pregunta que a ver qué idioma hablamos y Pablo empieza 'english, french, spanish'... y, de nuevo, de spanish nada, así que acabamos eligiendo en english y en français. Las cantidades no son muy copiosas, excepto para unas avispas a las que les hemos caído en gracia y las cuales cortan trozos de los restos de comida como si tuviesen una motosierra, para luego salir volando con ellos. "Bueno, ¿tomamos un café?" pregunto; "Vale, pero en Nesebar" dice Pablo.


Unos cien kilómetros al norte está Nesebar, otra localidad vacacional de la costa del Mar Negro y de parada obligada. Al igual que Sozopol, su casco histórico se encuentra en una península y, de la misma forma, parece que vive de espaldas al mar. Nesebar es Patrimonio de la Humanidad por ser una de las ciudades con más iglesias por habitante del mundo, ya que llegó a tener 42. Ese hecho denota el poder que tuvo en su momento, hasta el punto de que llegó a ser una ciudad estado.


Por sus empedradas calles hay muchas tiendas de recuerdos, de artesanía, restaurantes, iglesias-museo,... y máquinas de vending de café: este país está repleto de ellas. Si buscas una fuente de agua lo tienes realmente difícil, pero como quieras un capuccino en vaso de cartón no tienes más que buscar a tu alrededor. Como los precios en los bares están inflados por ser un lugar turístico, optamos por tirar de café de máquina para recordar el café de la oficina que llevamos mucho tiempo sin probar. ¡¡Al final nos hemos tomado el café en Nesebar!!

Hoy dormiremos en un apartamento que hemos alquilado cerca de la playa sur de Nesebar. Después de registrarnos, salimos a dar un paseo y en una mezcla de panadería y asador cercano una mujer reclama nuestra atención. Nos pregunta a ver si sabemos búlgaro o alemán, pero le decimos que sólo inglés, francés, español y euskera... así que, a pesar de que podríamos montar in situ una Escuela Oficial de Idiomas, tiramos de nuevo de Google Lens para interpretar la carta. Hoy queríamos hacer día depurativo, pero termina siendo depurativo de alimentos saludables, porque acabamos metiéndonos una buena ración de carnaza entre pecho y espalda.


Para terminar el día damos un paseo por el borde de la playa. En España habría un paseo marítimo con bancos donde sentarse y farolas que lo iluminen. Aquí, al contrario, el paseo consiste en caminar entre las mesas de los restaurantes, entre tramos de jardín de hoteles y por zonas de tierra que están completamente a oscuras. Se podría decir que es el mismo concepto que en las casas... si vas a un restaurante, a un hotel o a una playa privada, está todo muy bien; pero las zonas comunes están olvidadas, no hay inversión para lo que es de todos. Por eso España es casi la primera potencia turística del mundo... porque las playas, paseos y zonas de esparcimiento están cuidadas y las puede disfrutar cualquier persona... sin tropezar con un hierro donde hubo un banco, o por la noche por tropezar con una piedra al intentar pasear por la playa. Desde luego que si quieren competir con nosotros, lo tienen... la mar de negro.

9 sept 2021

Plovdiv

Para poder realizar este viaje hemos reservado la friolera de 18 alojamientos diferentes y, aunque intentamos siempre que tengan una relación calidad-precio similar, lo cierto es que acabamos conociendo un abanico de lugares muy dispar. El de ayer y hoy se encuentra en un barrio residencial de Plovdiv, en el que grises edificios de la época comunista se alternan con zonas verdes que conocieron tiempos mejores, y donde se encuentra un bloque de tres alturas dedicado al alquiler de apartamentos. Siendo amantes de las plantas altas ponemos siempre en las reservas un 'upper floor if possible', pero esta vez no ha debido de ser posible y nos han dado en la planta baja. Y la planta baja es exactamente a pie de calle: puedes saludar a Krasimira al pasar, asombrar a Svetoslava si sales de la ducha sin toalla o indicar a Hristo cómo aparcar.

El apartamento en sí, está genial: cocina-comedor, habitación y baño amplios y con una decoración atrevida y moderna... y con mucho sobre lo que reflexionar. Tiene cocina pero los únicos electrodomésticos son la nevera y un hervidor; no habiendo ni fogones ni microondas, ¿qué se espera que te puedas preparar? Si encima comprar lechuga es misión imposible, sólo te queda la opción de cenar o café o kalimotxo. Otra cosa rara es que los techos son muy altos y los interruptores están más o menos a la altura de nuestra barbilla... ¿No tiene nada que decir la Sociedad Nacional de Matemática Aplicada? Otra cosa que ya hemos visto anteriormente es que entre la habitación y el salón no hay puerta, ideal para que cuando haces coliflor se impregne el olor en la almohada... ah, no, que no hay fogones y así tampoco es necesaria la puerta. Y luego está el tema del baño... ¡¡pero por qué se empeñan en los países del este y en casa de Horacio a que la ducha moje todo el baño!! Y, por si fuera poco, en este caso puede mojar también el espejo donde los muy kamikazes han puesto un punto de luz, ideal para electrocutarte mientras te duchas... ¡¡al final sí había fogones!!

Diseño de interiores, fachadas ventiladas, reurbanización de áreas de paso, ... con tanto por hacer todas las plazas de arquitecto municipal deben de estar vacantes y seguro que para conseguir una la única pregunta de fuera del temario es la de poner el nombre y apellidos... ¡¡y seguro que puntúa!! A diferencia de los países más ricos donde la estética y alrededores de un edificio son muy importantes, aquí deben de tener resquicios comunistas en el sentido de que el interior de las viviendas están muy bien pero luego las zonas comunes no han conocido renovación; esto nunca lo he llegado a entender, porque no hay nada más individualista que no poner ni un lev para pintar la escalera, la fachada o mejorar un parque... pero bueno, tampoco entendí la famosa mudanza a Galapagar y la vida continúa. Las cosas son como son, y tampoco hemos venido a invertir en properties ¿no?


Plovdiv es la segunda ciudad más poblada de Bulgaria y es una de las ciudades europeas que ha estado habitada más tiempo. Eumolpia, Philippopolis, Pulpudeva, Trimontim, Puldin y Plovdiv han sido sus nombres a lo largo de la historia, ya que dependiendo de quiénes la habitaran cambiaban el nombre a la ciudad. Bautizadores de ciudades del mundo: toca llamarla ya Felinópolis, porque la invasión de gatos ya se ha completado. Como contaba ayer, y volvemos a constatar hoy, hay gatos en cada esquina. Desde cualquier punto de la ciudad siempre hay en tu campo de visión dos cosas: una máquina de café y un gato.


En el 2019 esta ciudad fue Capital Europea de la Cultura y es que, en sus calles se respira historia. Hay un montón de restos romanos, mezquitas, iglesias católicas, ortodoxas, etc. Pero una cosa que nunca habíamos visto es que, por debajo de un teatro romano hayan construido ¡¡una carretera!!


Sin duda, uno de los reclamos turísticos de la ciudad son las casas otomanas del casco antiguo. A diferencia de las típicas blancas que hemos visto durante todo el viaje, las de aquí están pintadas de colores y están decoradas por fuera. Por lo que hemos leído todas eran de mercaderes del siglo XIX a los que los negocios no les habían ido nada mal.


El centro de la ciudad gira en torno a una calle peatonal llena de tiendas, bares y restaurantes. Es muy agradable pasear por ella y perderse sin rumbo fijo por todas las calles cercanas, donde tomar unos donuts gigantes, preguntar precios de iconos pintados a mano o probar productos de cosmética hechos a base de la famosa rosa de Bulgaria.

Plovdiv nos ha parecido la típica ciudad europea de tamaño medio en la que todo está a mano. Es lo suficientemente grande como para tener todo tipo de servicios, pero es lo suficientemente pequeña como para ir de un sitio a otro andando o en bici. Además, está justo en el centro del país, lo cual la convierte en un interesante punto de partida para moverte por el mismo. Aún le queda un poco para que la gente la conozca y la sitúe en el mapa, pero todo llegará, porque tiene mucho potencial.

Toca ya recogerse en nuestro apartamento de la planta baja, porque mañana tendremos un intenso día por las carreteras búlgaras. Pablo, saluda a Ogniana y a Ludmila, corre la cortina y a dormir.

8 sept 2021

Provincia de Plovdiv

Correr las cortinas y ver unas montañas altísimas vestidas de un manto verde y frondoso, sentir el frescor de la mañana al abrir las ventanas... ¿acaso estamos en el País Vasco? Ah no, porque no amenaza borrasca. Al contrario, parece que vamos a tener otro bonito día de final de verano, luminoso y con temperaturas agradables. Estamos en Bansko, en el Parque Nacional de Pirin, un área protegida en el que el deporte estrella es el esquí y en estas fechas lo es el montañismo. Pero es que está todo tan verde que, si pasasen unos cuántos mendizales diciendo 'Aupa' podríamos decir que estamos en el País Bansko.

A Bulgaria a veces se la denomina el 'Bosque de Europa' y no falta razón: todo lo que hemos visto hasta ahora está plagado de árboles y vegetación, pero con una densidad muy superior a la de otros países. Hay veces que paras en la carretera y al observar algunos bosques piensas 'ningún rayo de sólo ha podido tocar ese suelo', de lo tupidos que están. Y claro, donde hay vegetación también hay animales. Hemos visto ya unos diez zorros atropellados sobre el asfalto, y anoche vimos que un coche había atropellado un ciervo, el cuál yacía ensangrentado en el arcén y el coche presentaba un gran destrozo en toda su parte delantera. También hay otros seres que aparecen sin avisar en la carretera: la policía. De repente, vemos a uno que nos manda parar y al bajar la ventanilla nos dice todo chulito 'Documenti'... le damos todos los papeles que pensamos va a querer y al hablarle en inglés se nos agobia y nos manda que continuemos la marcha: el bulldog era caniche.

Y hablando de perros... en estos países campan a sus anchas. Cuando estuvimos hace unos años visitando Rumanía nos llamó la atención sobremanera que los perros anduvieran deambulando por las ciudades, por las carreteras y por el campo. Esta vez no nos ha sorprendido, y hemos podido comprobar que en los cuatro países que estamos visitando también estén los canes sueltos. No hacen nada, ni te persiguen para que les des comida, ni molestan; simplemente forman parte del paisaje. Lo que sí que nos ha sorprendido es que, además de perros también haya gatos. Si te fijas, están por todas partes, como si pertenecieran al Sigurimi: que llegas a un monasterio, hay gato; que pasas por un pueblo, hay gato; que vas a comer a un restaurante, hay gato. Además, lo curioso es que la gente no los espanta o los intenta asustar, sino que los respeta como si fuesen mascotas comunitarias. Y claro, como encima se dejan, les rascas un poco la cabeza, las orejas y el lomo y se ponen a ronronear como motos. Los macedonios eran tímidos, los kosovares y los albaneses eran más esquivos, y los búlgaros son más confiados. Eso sí, alguno ya me ha dejado sus marcas de guerra y tengo algunos arañazos en la mano... aunque como dice el refrán 'a buen gato, buen rato'.

En ruta, vemos unos cuantos puestos de fruta y verduras, y paramos para hacer la compra. Hemos decidido que esta noche cenaremos ensalada y fruta, para intentar depurarnos del exceso de carne y grasas que estamos ingiriendo. Unos tomates carnosos, unos pimientos de un rojo intenso, unas peras para compartir, unos hermosos melocotones y un buen racimo de uvas ya que estamos en la temporada. "Qué raro... no tienen lechuga" nos decimos; y, revisando el resto de puestos, vemos que ninguno tiene. "Bueno, pues esta tarde en un supermercado".


Después de unas horas de conducción, llegamos al monasterio de Kuklen, consagrado a los santos Cosme y Damián. A estos dos hermanos se les atribuyen poderes curativos, y se dice que un manantial cercano al monasterio cura los problemas mentales. Para nosotros, es otro monasterio en el que nos dedicamos a buscar a Cirilio y Metodio, nuestro nuevo juego de 'Buscando a Wally' a la ortodoxa. También acaricio a un gato, que bien podría ser un primo lejano de Horus.


A unos cuántos kilómetros visitamos la fortaleza de Asenova, o lo que queda de ella que tan sólo es la iglesia de Santa María de Petrich. Está en lo alto de un risco, seguramente por su carácter defensivo. En este caso, para visitarla por dentro hay que pagar unos dos euros, pero decidimos no hacerlo porque justo lo más bonito es ver la iglesia rodeada por los montes. Eso sí, no ticket no cat.


El plato fuerte del día es el Monasterio Bachkovo, el segundo más importante del país después del de Rila y, como este último, también es Patrimonio de la Humanidad. Además de por su antigüedad, el título de la Unesco se debe a que ha conservado varios estilos y a que tiene una capilla, un osario, refectorio y frescos con características singulares o infrecuentes en otros monasterios. En la iglesia principal la gente hace cola para poder besar el Icono del Milagro de la Santísima Virgen, una representación cubierta de plata y oro que durante la ocupación otomana estuvo escondida, se perdió varias veces y siempre volvió a aparecer. Sin embargo, otro icono parece desapercibido: un gato sentado en lo que parece un pequeño trono; se está echando la siesta pero agradece una cuantas carantoñas con el despertar.


Nuestra última visita de hoy nos lleva hasta el Monasterio de Arapovo, a cuya llegada nos reciben cinco gatos que controlan quién entra y sale del recinto amurallado. Este monasterio parece no conocer turistas, ya que tan sólo hay una familia y un cura saludando. Lo curioso de este monasterio es que tiene una torre medieval donde supuestamente vivió la familia que dio el dinero para la construcción y mantenimiento del mismo.

Hoy nos alojaremos en Plovdiv, la segunda ciudad más grande de Bulgaria, donde hemos alquilado un apartamento para dos noches. Antes de retirarnos a descansar, vamos a un supermercado a complementar nuestra compra de carretera. En la sección de verduras, comprobamos que tampoco tienen lechuga... ¡¡pero qué les han hecho las lechugas a los búlgaros!! Así que cargamos en el carrito algunos productos a capricho, para terminar cenando una rica pero cuestionablemente sana ensalada. ¿Y cómo terminamos el día? Echando un ojo por la ventana y viendo pasar ¡¡un gato!!

7 sept 2021

Montañas de Rila

Oh, oh... ayer nos levantamos a las 6 y hoy a las 6 menos cuarto. Si seguimos retrocediendo el despertador a este paso, al finalizar el viaje habremos ganado un día más de vacaciones e Iwan tendrá que pedir a María que prorratee la cotización a la Seguridad Social; ah, no, que eso se hace mediante un proveedor de la India que subcontrata a otro que igual está hasta en el edificio frente a nuestro hotel en Blagoevgrad. Eso sí, para recuperarnos de estrangular sistemáticamente nuestra fase REM del sueño vamos a necesitar un fin de semana de cuatro días a nuestra vuelta.

Pero es que hoy es un día grande, porque vamos a ver la joya de Bulgaria y me atrevería a decir que el monumento más importante de todos los balcanes: el Monasterio de Rila. Así que, recogemos los bártulos y sin desayunar nos metemos en el coche. Acostándome tarde por escribir y levantándome tan pronto me siento como uno de esos niños que sollozan mientras los meten en el coche a primera hora del día... ¡¡el próximo día voy en pijama!!


Mira que habremos visto monasterios ortodoxos: en Rumanía, en los países bálticos, en Ucrania, en Israel, en Altea... pero es entrar en Rila y se te ponen literalmente los pelos de punta, ¡¡porque hace un frío de tres pares!! Está situado en un precioso valle, rodeado de altas montañas y con mucha vegetación, lo cuál hace que la temperatura sea realmente baja. Además, vamos con pantalones cortos y, de lo malo malo, nos hemos puesto en la parte de arriba toda la ropa de manga larga que llevamos, aunque no pegue mucho y parezcamos una combinación cuestionable del juego Crea tu Moda. ¿Pero Rila está hermanada con Groenlandia o qué?


Rila es sencillamente espectacular. El monasterio que fundara San Juan de Rila hace un milenio merece sobradamente el título de Patrimonio de la Humanidad. Es muchísimo más grande de lo que te imaginas al ver las fotos, ya que los edificios circundantes tienen cuatro alturas, algo que no recuerdo hayamos visto en ningún otro monasterio. Además, los frescos en las paredes de la iglesia y esas rayas blancas, negras y rojas lo hacen diferente a todos los demás. El objetivo de madrugar tanto era, precisamente, llegar pronto para que no estuviera abarrotado de turistas. Y no sólo hemos conseguido eso sino que, además, hemos podido asistir a la primera misa del día. El pope vestido de rojo y los curas de negro con un gorro de tela caída generan un halo de espiritualidad mientras cantan, todo bajo la luz tenue y casi escasa del interior de la iglesia. Los pocos feligreses que hay se acercan a santiguarse y besar algo que hay en una caja al lado del iconostasio que un cura abre y cierta. Pablo se acerca y es la mano de San Juan de Rila. Sí, ahí está su mano izquierda y la derecha por lo visto está en Rusia.

¿Y por qué es importante este monasterio? Entre otras cosas porque fue aquí donde se conservó la cultura búlgara a lo largo de todas las invasiones. Gracias a que muchos zares y familias pudientes daban donativos se ha podido conservar aquí esa memoria, historia y cultura que les ha permitido a los búlgaros mantener su identidad a lo largo de los siglos.

Entumecidos, con los dientes rechinando y la piel de gallina, volvemos al coche en busca de cobijo. El termómetro del coche marca... ¡¡3 grados!! ¡¡Pero si una lechuga en una nevera está más calentita!! Con la calefacción a tope, volvemos dirección a la autovía y paramos a medio camino para desayunar algo. Aquí, comer algo dulce que no esté empaquetado en el desayuno parece que es tarea difícil, así que nos comemos un burek de queso, una especie de bizcocho soso y un café que estaba caliente hasta que le hemos pedido leche y nos la han echado directamente de un brik que tenían en la nevera.

Continuamos el camino disfrutando de los frondosos parajes de esta región bañados por un sol que ha empezado tímidamente a calentar. Al igual que Covadonga, Rila también tiene unos preciosos lagos que visitar, así que nos dirigimos al parking donde cogeremos un telesilla que nos llevará al inicio de la ruta. Es aparcar y, por arte de magia, se nubla y empieza a hacer frío. Bueno, es una nubecilla pasajera que tapa prácticamente todo el cielo hasta donde alcanza la vista... pero seguro que pasa pronto.


Compramos el billete del telesilla y nos montamos, con nuestros pantalones cortos y nuestras capas de ropa de verano descasadas... y, mientras seguimos confiando en que todo mejorará, se levanta una brisa he-la-do-ra. "Bueno, seguro que es bueno para la circulación", pienso. El telesilla es larguísimo y da pie a entrar también en una zona de espesa niebla, ejem. Aunque todo el mundo va abrigado como si fuese por lo menos a esquiar, nosotros aparentamos tan pichis con nuestros pantalones cortos. Y claro, otra vez entumecidos y con los músculos de las piernas agarrotados, al bajarnos del telesilla sufrimos calambres, pero conseguimos sortear, con más o menos estilo, caernos o que la silla nos golpee.


Los dos estamos pensando lo mismo pero no lo queremos verbalizar: ya que hemos conducido hasta aquí y hemos subido en el telesilla, al menos vamos a ver uno de los siete lagos de la ruta, y con ese premio de consolación seguro que uno de los dos propone volver a bajar. Sin embargo, a medida que empezamos el ascenso empezamos a estar mejor de temperatura, y se empiezan a abrir los primeros claros. El primer lago que vemos, caracterizado por tener forma de riñón, es espectacular. Como nos ha sabido a poco seguimos el ascenso y, aunque sigue habiendo bancos de niebla intermitentes, el sol ilumina todas las montañas y nos permite disfrutar de este espectáculo natural.


La ruta tiene forma de un ocho, de forma que se tiene la posibilidad de hacer sólo el "circulo inferior" o de hacerlo completo. Como nos está encantando, decidimos hacer la ruta completa, con un ascenso bastante duro ya que hay muchas piedras. En un momento dado, nos percatamos que estamos en torno a los 2.500 metros de altitud, por encima de las nubes y con unas vistas espectaculares. De hecho, la mayoría de toda esa gente preparada con ropa de montaña, bastones y gorros de trekking no ha terminado por hacer la ruta completa... ni de ver un octavo lago desde todo lo alto.


Después de encumbrar, iniciamos el descenso haciéndonos fotos y disfrutando de esta maravilla de la naturaleza. El tiempo se nos ha pasado volando y, después de cuatro horas y media andando casi sin parar, llegamos al telesilla que nos baja hasta el parking. Ha sido una auténtica pasada, los lagos son preciosos y las vistas magníficas. Además, estar en contacto con la naturaleza nos ha hecho "descansar" del turismo cultural que llevamos durante todos estos días.

Agotados, un poco quemados por el sol y aún sin comer, volvemos a la ciudad de Blagoevgrad, donde damos un paseo de media hora por la parte antigua. Después, nos dirigimos a Bansko, la ciudad donde dormiremos hoy. Como ya intuíamos que después de la ruta íbamos a estar para el arrastre, reservamos un hotel con media pensión y con piscina. Al llegar, en recepción nos dicen que el horario de la zona de relax es hasta las ocho, y la cena hasta las nueve. Así que, nos ponemos el bañador y bajamos a la piscina cubierta, donde también hay jacuzzi y sauna. Jo, ya podían todas las rutas que hacemos terminar así, ¿no? Después, nos peinamos un poco para no desentonar y ¡a cenar!

Rila ha superado todas nuestras expectativas con sus dos joyas: el monasterio es sorprendente y la ruta por los siete lagos es espectacular. ¡¡Pero vaya frío que hemos pasado!! Y, seguramente, eso también hará que Rila permanezca en nuestros recuerdos.