5 sept 2014

Todos jerosolimitanos, todos diferentes

Siguiendo los horarios marcados en nuestro estrel, desayunamos a las seis y media para salir del Gold Hotel Jerusalem dirección a uno de los lugares más importantes de la ciudad: el Santo Sepulcro. Pasamos por la mezquita de Omar y enseguida encontramos la iglesia, que pensábamos iba a estar abarrotada y, sin embargo, está bastante tranquila. Nada más entrar está la piedra de la unción, lugar donde, después de bajarlo de la cruz, envolvieron el cuerpo de Jesús con paños. A diferencia de otras iglesias, al menos para nuestra sorpresa, ésta es algo sombría, sin grandes adornos, mármoles o imágenes. La sencillez del lugar hace que realmente se magnifique lo que realmente es importante.


El lugar más importante, sin duda, es la tumba de Jesús. Se trata de un santuario en el centro de una rotonda bajo la cúpula principal de la iglesia. Se accede por una pequeña puerta y, tras pasar un pequeño habitáculo se accede a otro en el que hay una losa sobre la roca sobre la que yació el cuerpo de Jesús. En la época de Jesús esta roca se ubicaba en una pequeña cueva de una cantera, que posteriormente fue eliminada, por lo que su forma actual no tiene nada que ver con la original, pero sí su ubicación. Produce una sensación extraña visitar la tumba de Jesús: cuando piensas que ése es el origen de una fe que ha movido a millones de personas, se le ponen a uno los pelos de punta.

Otro de los puntos importantes del Santo Sepulcro es la Roca del Gólgota o del Calvario. Sobre esta roca fue crucificado Jesús y por una pequeña abertura bajo el altar se puede tocar esa misma roca. Aunque todo está diferente con respecto a hace dos mil años, parece que hay evidencias decisivas que demuestran que las rocas del calvario, la unción y la tumba son los emplazamientos reales de los momentos previos y posteriores a la muerte de Jesús en la cruz. Se sea creyente o no, este lugar no te deja indiferente.


La Iglesia del Santo Sepulcro esconde muchos rincones interesantes, como por ejemplo la capilla de Santa Elena, quien, sin haberse sacado la carrera de arqueología, supo determinar qué cruz entre varias fue la verdadera de la crucifixión... ¡¡una tía lista!! Visitamos también el tejado, donde hay un monasterio etíope y otro sitio que la gente no suele visitar... la Iglesia Ortodoxa Copta de Santa Elena en la que hay un aljibe enorme con un eco sorprendente. Está visto que nos encanta meternos en las cavidades subterráneas que la ciudad esconde.


La ciudad vieja de Jerusalén se divide en cuatro barrios: cristianos, judíos, armenios y musulmanes. Hemos visitado ya un poco de los cuatro, y, tenemos que decir, que el de los musulmanes es el más dejado, ya que lo han convertido prácticamente en un zoco. En el judío visitamos la Sinagoga Hurva y las Cuatro Sinagogas Sefardíes, en donde resulta que el de la entrada es un judío de Albacete que se ha venido a vivir aquí. Aprovechamos a preguntarle algunas dudas que tenemos. Entre ellas, que para qué es una especie de cajita que llevan en la frente; nosotros pensábamos que era para no golpearse la cabeza al orar en el muro de las lamentaciones pero resulta que es que llevan la toráh para tener siempre en mente las leyes sagradas.

Como unos topitos, volvemos a bajar al subsuelo, en este caso para asistir a una visita guiada sobre el Muro de las Lamentaciones. Más de uno dirá... pero si muro está al aire libre. Pues craso error... resulta que lo que se ve es sólo unos 80 metros de muro, pero en realidad la fachada occidental del Segundo Templo tiene más de 500 metros, habiendo hoy en día casas que lo ocultan. En la visita, se recorre una calle que data de la época de Herodes y se pueden algunas piedras de cientos de toneladas cuya colocación sigue siendo hoy en día un misterio. A la salida, pedimos algún que otro deseo en el muro, que nunca se sabe el criterio con el que se conceden...

Y de nuevo nos metemos bajo tierra porque se está muy fresquito. En este caso en San Pedro in Gallicantu, donde se supone que Pedro negó a Jesús tres veces antes de lo que canta un gallo. La Iglesia es muy bonita, pero el lugar más importante es que, en la parte inferior está la prisión de Jesús, donde estuvo encerrado antes de ser juzgado. Muy cerca de esta Iglesia, se encuentra el Cementerio Católico, donde se encuentra enterrado Oskar Schindler, quien salvó a 1.200 judíos y cuya fábrica visitamos años atrás en Polonia.

En una ciudad con tantos años de historia, cada rincón esconde algo a la espera de ser descubierto: la calle del cardo de la época romana, la casa dónde nació la virgen María, mezquitas, las puertas de la muralla, etc. Por haber, hay hasta una versión alternativa del Santo Sepulcro, que se encuentra en el denominado Jardín de la Tumba, donde los protestantes creen que es realmente donde se hallaba el Jardín de José de Arimatea y la tumba de Jesús.











Como llevamos todo el día andando... ¿por qué no hacemos la vía dolorosa? No, no estamos pensando en echar chinchetas sobre la calle, sino a recorrer las 14 estaciones del Vía Crucis. Cinco de ellas las hemos hecho ya, pues se encontraban dentro del Santo Sepulcro. Biblia en mano, leemos los relatos que según los evangelios ocurrieron en el recorrido que hizo Jesús con la cruz, para poder imaginarnos qué fue lo que se vivió en cada estación, que se encuentra señalado con una chapa marrón oscura. Es curioso, porque, los lugareños pasean, venden productos o charlan en lugares que parecen más reservados a la espiritualidad.

Se está poniendo ya el sol ¿y qué está pasando? No paran de verse grupos de ultra-ortodoxos calle abajo, con cara de prisa y con sus mejores galas... ¿a dónde irán? Empieza el shabat, que dura desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado. En Jerusalén se juntan para orar, charlar y festejar en el Muro de las Lamentaciones, y verlos allí es una experiencia.


El día se nos ha pasado volado, y con tanta actividad ni hemos comido, así que vamos dispuestos a homenajearnos con una buena cena... ¿pero dónde? ¡¡Está todo cerrado!! Definitivamente no he heredado los genes de mi aita para saber localizar desde primera hora un buen restaurante donde comer, pero hasta él lo tendría difícil en un país que se paraliza totalmente durante el shabath... ¡¡no funciona ni el transporte!! Cansados, hambrientos y con un largo camino hasta el hotel, ¿acaso no es una segunda Vía Dolorosa? Hagamos la penitencia, ¡¡que todo tiene su recompensa!!

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