Cuatro y media de la mañana: suena el despertador. Empiezo a pensar que en algún momento voy a terminar durmiendo un número de horas negativo, pero seguro que merece la pena. Es de noche y hará unos treinta grados. A pesar de estar al lado del mar a éste no se le oye, porque no hay oleaje, porque está muerto. En el silencio de la noche nos vestimos, cogemos el coche y nos dirigimos a Masada, a unos 15 minutos. Se trata de una meseta de unos 450 metros de altura en la que se encuentra la fortaleza de Herodes. Objetivo: ver desde la cumbre el amanecer.
Llegamos a la base, donde sólo está el de seguridad del Parque Nacional, quién nos valida las entradas. Empezamos el ascenso por el denominado 'camino de la serpiente', casi a oscuras porque la luna ha desaparecido; tenemos una linterna, pero se queda enseguida sin pila. El suelo es pedregoso ya que estamos en un desierto, y el ascenso es muy empinado. Empezamos con fuerza, sudando por el calor, en algunos momentos hasta jadeando. Miramos al otro lado del Mar Muerto, el sol aparecerá por Jordania. Hay momentos en los que el camino, con sus más de 700 escalones, parece conseguir vencernos. Miramos a la cima, comprobando que ningún rayo de sol impacta sobre la ladera, signo de que aún no ha amanecido. Casi sin respiración, ¡¡encumbramos!!
Lo que no esperábamos era que ya hubiese algunos grupos de gente sentados en la ladera. ¡¡¿¿Han dormido aquí o qué??!! Pensábamos que íbamos a estar solos y habrá unas cien personas... incluso una hippie mística termina gritando malhumorada a un grupo de americanos que dan un poco de guerra. Mirando hacia oriente, aparecen los primeros rayos de sol... Naaaah sigüennnaaaaaa, namari diaboooooooo... No conseguimos saber si algo oficial o alguien se ha llevado un altavoz, pero se oye la banda sonora de El Rey León. Es un momento estremecedor, allí, en lo alto, con el Mar Muerto en los pies, y con el sol creciendo en el horizonte. Se para el tiempo y una sensación de calma te recorre el cuerpo en uno de esos momentos en los que te reencuentras a ti mismo... Simba, ¿se te ha secado ya el sudor de la camiseta?
Recorremos el último bastión judío en caer ante los romanos. Bueno, en realidad no cayeron, porque, cuando vieron que los romanos iban a conseguir hacerse con el poder, prefirieron suicidarse colectivamente... y por eso hoy este lugar es un símbolo de resistencia de los judíos. Después, Herodes construyó aquí su fortaleza y un palacio, en una de las laderas. Es un lugar difícil de plasmar en una fotografía, a no ser que dispongas de un helicóptero o algo así. Si el ascenso duró 50 intensos minutos, el descenso lo hacemos en unos 20 minutos. Aún no son las 8 y ya estamos agotados... ¿reponemos fuerzas con el desayuno?
Nos despedimos del Mar Muerto y de sus aguas potásicas, y entramos en la ciudad palestina de Jericó. Se trata la ciudad más antigua del mundo que sigue habitada y la que está a un nivel más bajo con respecto al nivel del mar; o al menos eso es lo que se muestra en la fuente de Elías.
Uno de los puntos de interés es la Higuera de Zaqueo. Se trata de un árbol en el que, según cuenta la Biblia, el prestamista Zaqueo, cuando supo que Jesús estaba en Jericó, como era bajito se subió a esta higuera para poder verlo; Jesús le recompenso con su presencia, quedándose en su casa a dormir para recompensar el esfuerzo que había hecho. Jesús también le echaba morro al asunto, ¿no?
El plato fuerte de Jericó es el Monasterio Cristiano Ortodoxo de la Tentación o Carantal. Según la historia, aquí estuvo Jesús haciendo ayuno 40 días sentado sobre una piedra y es donde satán le empezó a ofrecer todo lo que veía a cambio de venderle su alma, cosa que no consiguió. La piedra está señalizada, pero, digo yo... ¿y estuvo los 40 días en la misma? Digo yo que variaría, ¿no? El lugar es espectacular: se accede por teleférico y el monasterio es un lugar muy acogedor, con pequeñas celdas con vistas a Jericó. Eso sí, hay que admitir que, como Belén, las ciudades palestinas tienen una apariencia bastante decadente.
Y de un monasterio en una pared a otro monasterio en una pared. En este caso el de Nahal Prat. Es curioso porque en varias ocasiones hemos tenido que pasar por asentamientos de colonos. En la entrada hay controles de seguridad y en ninguno nos ponen pegas para acceder... aunque vemos coches con matrícula palestina en la entrada del asentamiento, como si los palestinos que trabajan en los asentamientos no pudieran acceder con su propio vehículo. El monasterio solo lo vemos por fuera por estar cerrado, pero como está en un Parque Natural, disfrutamos refrescándonos los pies en un arroyo... ¡¡hasta que los peces nos empiezan a morder!! Qué, ¿unos callos a la madrileña?
El tiempo se nos echa encima y tenemos que dejar las tierras de Judea para llegar hasta las de Galilea. Pasamos cerca de Jerusalén y cerca de Tel-Aviv, donde empiezo a dislocarme el cuello porque no puedo más del sueño. La última visita de hoy la hacemos en Cesarea, ciudad romana construida por Cesar Augusto, aunque luego también perteneció a los bizantinos y a los cruzados. Al borde del mar Mediterráneo, los tonos crema de la piedra contrastan con los azules y verdes del mar. ¡¡Vaya resort que se montaron aquí los romanos!!
Una cosa que no acabamos de entender es... si el shabat va del atardecer del viernes al atardecer del sábado, y los domingos es día laborable... ¿cuándo se casan los judíos? Es que hemos visto un montón de bodas entre semana y no conseguimos entender como lo organizan... ¿hacen una cena entresemana? ¿los invitados se tienen que pedir el día? Lo que sí que tenemos claro es que va siendo hora de ir a descansar. Hoy hacemos noche en Haifa, mañana veremos qué nos ofrece esta ciudad.
seguimos vuestros comentarios y fotografias todos los dias.pasarlo bien de parte de aita y ama.
ResponderEliminarQue envidia. En Manada.... Jo si que me gusta este viaje....no dejéis de contarnos todo.
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