25 sept 2010

Parques Naturales del Norte

El Hotel Tokaj es un sencillo hotel, donde una manta extra sólo se consigue con mímica, pero suficiente para recuperar las fuerzas y empezar el día. Nos encontramos en la Rioja de Hungría, donde se hacen algunos de los mejores caldos vinícolas del país, los Tokaj. Como hay que conducir y la tasa de alcohol es estricta, tendremos que comprobar si los vinos locales son redondos en boca en Madrid, y para ello, adquirimos una botella de vino blanco. La noche no nos lo dejó ver, pero el día nos descubre a nuestro alrededor multitud de pequeñas zonas de parras, donde los aromas afrutados aromatizan las uvas.


Por carreteras con cráteres lunares, nos dirigimos hacia la frontera con Eslovaquia, para visitar las cuevas de Aggtelek. Éstas se encuentran en el Parque Nacional que lleva el mismo nombre y que se extiende tanto por Hungría como por Eslovaquia. En una ladera de un monte vemos una salamandra gigante dibujada en el terreno, ya que ésta es el símbolo del Parque. Por una pequeña puerta accedemos a las cuevas, tras una guía que únicamente habla en wachi-wachi y que entre 'caramba' y 'caramba' nos informa de que nada más salir se va a comer un bocata de 'salami'... Es lo que tiene no saber el húngaro, que te quedas sólo con lo que oyes. Las cuevas tienen el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco, y deducimos que se debe a sus grandes pasillos y galerías. Para unos expeleólogos expertos como nosotros que hemos pasado frío en cuevas de todos los países que hemos visitado, no nos llama la atención, pues no se aleja mucho de lo que se pueda encontrar en cuevas de este tipo. Lo único especial que encontramos es una placa escrita en Esperanto... vamos, wachi-wachi estandarizado.



Y ahora, toca un lugar casi único... los travertinos de Egerszalók. Se trata de un manantial que brota de los montes Mátra a 68ºC, con tan alto contenido en carbonato cálcico que en el transcurso de los años ha formado una pequeña montaña blanca. Sólo hay unos cinco lugares en el mundo en los que haya algo parecido y nosotros con este ya vamos dos, ya que el año pasado estuvimos en Pamukkale (Turquía).






El de Egerszalók es mucho más pequeñito, más explotado (al lado hay un hotel) y además no te puedes bañar en las piscinas naturales, sólo en unas a las que llega el agua canalizado. Pero es tan bonito... parece nata montada donde hacer 'el ángel'; eso sí, te partirías la cabeza. Dicen los expertos que las aguas son curativas... aunque seguro que acabas como un huevo cocido, a juzgar por el olor.






Hoy las carreteras hacen las distancias más largas de lo que son realmente, ya que muchas de ellas tienen baches y muchas curvas. La última etapa de hoy está en Eger, con sus casitas de colores ya tan habituales. Sin embargo, esta ciudad jugó un papel clave en la historia del país ya que aquí, 2.000 soldados húngaros consiguieron evitar la invasión turca luchando contra más de 50.000 turcos, algo muy desproporcionado que los elevó a calidad de héroes nacionales. También, según cuenta la leyenda, para coger fuerzas y valentía bebían un vino local... debido a las manchas que dejaba, los atacantes pensaban que era sangre de toro y que eso era lo que les hizo salir victoriosos. De ahí se adoptó el nombre de uno de los vinos locales más famosos. Sin embargo, posteriormente, los turcos (igual bebiendo sangre de elefante, digo yo), consiguieron invadir la ciudad. De los años de la ocupación turca sólo queda un minarete de 96 metros, y que hoy en día es el monumento otomano más al norte de Europa.




La noche se ha echado en cima, y, exceptuando la gente que asiste a una boda en el centro, el resto de las calles están bastante desiertas a las 7 de la tarde. Así pues, toca recogerse y nos vamos al Hotel Nomad, en Nosvaj, muy cerca de Eger. El hotel tiene un aire rural, situado en plena naturaleza. Además, tiene una terraza con sillones en plan chill-out-rural, donde degustamos el famoso vino Sangre de Toro. Seguramente los soldados de aquella batalla no habían estado de vacaciones, porque a nosotros, más que energía, nos da un muuuuuuuucho sueño.

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