Ciudades fronterizas del noroeste

A las 6.45 suena el despertador para ir a Indra. Ah, no... que menos el despertador el resto estamos de vacaciones!! Hemos dormido bien pero gracias al cansancio, porque desde luego las sábanas 'Made in Lilliput' y la almohada que es un folio no invitan precisamente al descanso. El entorno de los apartamenos es un paraje verde, todo un remanso de tranquilidad cerca de Esztergom, donde el día ha amanecido fresco y nublado. Salimos de los apartamentos y nos dirigimos a ver el centro de la ciudad. Qué curioso, caracoles y lombrices habían puesto el despertador a la misma hora.

Con sus casitas de colores y calles peatonales, esta ciudad fue la capital del país del siglo X hasta mediados del sigo XIII. De hecho, en ella fue coronado San Esteban, el primer rey húngaro, donde, para aprovechar el convite, ya que estaba, se convirtió al cristianismo, haciendo de la ciudad el centro del cristianismo húngaro. Para conmemorar tal acontencimiento, en 1869 se construyó una basílica con una cúpula de 100 metros de alto, sostenida por 24 columnas, y que hoy en día es el quinto templo cristiano más grande del mundo. La basílica se sitúa en lo alto de una colina en frente del Danubio, con vistas a la vecina Eslovaquia. Subimos colina arriba hasta la basílica, pero lamentablemente lo único que se divisa es niebla, niebla y más niebla. Hasta Heidi quedaría saturada. Para haceros entender con la jubilada de los tickets, no os molestéis en ir a la escuela de idiomas cinco años... con un efececiano 'Basilica-pay?' - 'Nain, nain' - 'ok thank you' estaréis dentro. Por dentro es amplia y merece una visita, aunque sin duda la monumentalidad exterior es la que más impresiona. De vuelta, degustamos unos hermosos bollos dulces y salados a precio de risa.

Nos ponemos en ruta y a medida que pasa el tiempo empieza a salir el sol y a retirarse la niebla. Llegamos a Pilicsaba, donde visitamos el Stephaneum, una especie de seminario construido por el arquitecto Macovecz Imre en 1995. Este arquitecto podría decirse que es el Gaudí húngaro, ya que realiza edificios y construcciones de formas caprichosas. El Stephaneum es como un edificio que parece que se lo estuviese tragando la tierra, con sus dos cúpulas derrumbándose hacia el interior. A lo largo del viaje visitaremos otras obras suyas... ¡¡pura creatividad húngara!!

Continuamos la ruta y Beckie, nuestra GPS particular, ha pasado tanto tiempo con nosotros que ya nos conoce... y, muy disimuladamente 'recalcula el recorrido' y nos lleva 'ligeramente' a ver una iglesia abandonada en un pueblecito en el que muchas casas tienen pozos de agua decorados. Ay, picarona.

Como somos carne de centro comercial, paramos en un Tesco, que podría definirse como el Carrefour del Este. Sí, es domingo y está abierto. Y lo más curioso es que abre 24 horas, por si a las 3 de la mañana quieres ir a comprar unas sartenes. Esperanza Aguirre aquí se sentiría satisfecha...

Seguimos el curso del Danubio, ese río que une países pero que, a veces, también separa ciudades, como es el caso de Komárom o Komárno. Esta ciudad quedó separada en dos países tras el tratado de Trianon, adoptando el primer nombre en húngaro y el segundo en eslovaco. Como lo de cruzar fronteras nos gusta más que la aspiradora a nuestra vecina castreña Maruri, allá que vamos. Dejamos el coche en Hungría y nos vamos de paseo a Eslovaquía, cruzando un enorme puente con sus señales fronterizas. Más vale ir bien de salud, porque a juzgar por el espacio que han dejado entre las señales, como te dé un chungo entremedias seguro que nadie se hace cargo y te tiran río abajo.

Ya en el centro, visitamos la 'Europa Budvar'. Es una plaza rodeada de edificios creados con diferentes estilos europeos: nórdicos, holandeses, venecianos... todo muy ecléctico según Pablo. También hay esculturas de reyes muertos rodeando una fuente, para completar la postal. Es tan bonito que parece un decorado... es como ir a la Warner pero sin pasar por caja. Hemos hecho ya hambre, así que va siendo hora de echarle alguna delicia eslovaca al diente. Con mucha alegría comemos en el restaurante 'Penita', un sitio muy recomendable porque la comida esta bien presentada y las cantidades son generosas.


Como quien pasa del Zara al Bershka, nosotros nos volvemos de Eslovaquia a Hungría. Antes, preguntamos a una estirada rubia de bote en la oficina de cambio a ver si nos puede cambiar euros españoles por unos eslovacos, para la colección. El tinte debió de tener alto contenido de amoniaco, porque no le da más que para cambiarnos dos monedas.

Otra de las ciudades que visitamos es una de las dos ciudades sagradas marurianas: Györ. Esta ciudad con nombre de detergente es la tercera más grande de Hungría. Tiene un precioso centro histórico, con sus casitas de colores y calles peatonales. La ciudad está muy animada, con mucha gente paseando por las calles. Hay un festival de música tradicional donde la gente come platos y vinos de la zona. Nos llama la atención un pan cilíndrico que se cuece girando lentamente sobre las brasas. También visitamos la sinagoga, el ayuntamiento (con un notable estilo austriaco) y el símbolo de la ciudad: el gallo dorado encima del pozo. Esta visita no quedará completa hasta que visitemos la otra tierra santa maruriana... Marsella.

Continuamos por la carretera donde posiblemente todos los ópticos estén en paro, ya que todas las señales digiren a Bécs-Wien, y llegamos a la última ciudad que visitaremos hoy: Sopron. Esta ciudad está muy cerca de la frontera con Austria y, de hecho, debido a la diferencia de precios entre los dos países, mucho austriacos vienen a la ciuadad al dentista, al médico y seguramente a hacerse las íngles brasileñas. Según la información turística, esta ciudad no fue invadida por los turcos, por lo que conserva muchos monumentos de diferentes épocas. Además, es la única que tiene el título de 'Civitas Fidelissima' o 'Ciudad fiel', ya que, cuando cayó el imperio austro-húngaro fue la única a la que se le permitió decidir si querían ser austriacos o húngaros, y decidieron mediante un referéndum en 1921 lo segundo. De entre los monumentos, destacamos dos: por un lado, la torre del fuego de 60 metros de alto y símbolo de la ciudad; por otro, una placa donde pone 'cardus máximus', quizá haciendo alusión a que allí vivió la mujer más fea de todo el imperio romano...

Bueno, va siendo hora de irse a descansar. Esta noche nos alojamos en el hotel Löver, un hotel lleno, cómo no, de austriacos a las afueras de esta elegante ciudad.