Ponemos el GPS a funcionar para que nos dirija a Croacia, en concreto a Osijek. Poco a poco dejamos el tubo de escape mirando hacia la parte húngara de Baranja, para entrar en la parte croata. Pasamos la frontera sin ninguna dificultad, ya que ahora sólo es necesario el DNI para cruzar a la República Hrvaska. Dado que el país está en trámites de ingresar en la UE, tiene que ir dando estos pasitos para ser aceptado en el club europeo. Esperamos que el siguiente sea sustituir absoluntamente todos los supermercados por unos Dia con tickets descuento.
Ya dentro de Croacia, entramos en la región de Eslavonia, y llegamos a la ciudad más importante de la región, Osijek. Aparcamos el coche y nos dirigmos hacia el centro. En información turística, una mujer entradita en años y en carnes, titubea en su inglés y cuando ya nos da el mapa de rigor y las informaciones necesarias nos sonríe al despedirse y comprobar que ha superado la prueba. En seguida empezamos a ver un montón de tiendas, cafés y supermercados. Pero hay un problema... ¡¡no tenemos kunas!! No, no es que estemos de parto y queramos mecer a unos nuevos pipiolos, sino que no tenemos dinero croata. Como sólo vamos a estar unas horas en el país de Marco Polo, cambiamos un billete de 10 euros en una oficina de cambio ¿seremos capaces de sobrevivir con sólo 72 kunas?
Osijek es la ciudad más verde de todo el país, ya que posee 17 parques... todo un lujo ser un can eslavón. El primer lugar que visitamos es la concatedral de San Pedro y San Pablo, con una altísima torre de 90 metros... Catedral, catedral. El río Drava pasa por la ciudad, y a lo largo del paseo, en una orilla del río, se ve a la gente paseando y disfrutando del buen tiempo. De hecho, un gran número de cafeterías se han establecido tanto en el lateral como flotando en el mismo río. Nos tomamos una coca-cola y un café por muy pocas kunas en el Planet Café, mientras vemos grupos de jovenzuelas que suponemos son participantes de un torneo internacional de futbol femenino. Sobre el río Drava, vemos también la pasarela Most Mladosti (1979), el Puente de los Jóvenes.
Depués del momento terracita, nos adentramos en la parte antigua, donde se encuentra la ciudadela Tvrđa con calles medievales. Volvemos hacia el centro por la Avenida Europa, donde hay un gran número de elegantes edificios de estilo Art Nouveau, que pertenecieron a importantes industriales de la zona. También vemos uno de los iconos de la ciudad, el Teatro Urania, que, según dicen, tiene forma de órgano de iglesia. Caemos en la cuenta de que Croacia, en comparación con Hungría, es mucho más alegre y moderna.
Es curioso pero, mientras que en Hungría no se veía a penas gente con gafas de sol o pantalones cortos, aquí la gente viste mucho más moderna y las calles están llenas de vida. De hecho, todas las terrazas están muy concurridas, especialmente gente joven a la salida del insti (bueno para ellos será el instisko). En la guía, leemos que en esta ciudad nació el único director de cine croata que ha conseguido dos Óscar: Branko Lustig, por la Lista de Schindler y Gladiator ¿quién dijo que eran americanadas?
De nuevo en la carretera, los tractores aguardan en cada incorporación para obstaculizarnos la vía de único sentido. Pero poco a poco, llegamos a Đakovo. Se trata de otra ciudad muy animada y con muchas cafeterías. Son tan modernas que caemos en la tentación y nos tomamos otra ronda en sillones de diseño. Eso sí, la modernidad no ha llegado a la televisión croata porque están echando... ¡¡Sensación de Vivir!! Eso sí, en versión original con subtítulos en wachi-wachi.
De visita por la ciudad vemos primero una mezquita convertida en catedral para después ver la concatedral también consagradas a San Pedro y San Pablo, como la de Osijek... ¿acaso las construían por pares? Toca ir despidiéndose de Eslavonia, así que, apuramos las últimas kunas en comer uno de los platos típicos de esta zona de los balcanes... el burek. Se trata de un exquisito hojaldre relleno, en este caso, de queso... ¡¡mmmmm, qué rico!! Operación superada, con 72 kunas hemos disfrutado de la Eslavonia croata.
Y... ahora... ¡¡empieza la mandanga!! ¡¡wachi-wahi del bueno!! Nos dirigimos hacia Bosnia i Herzegovia. La entrada al país es algo lenta, ya que hay unos cuantos coches en la cola, y menos mal que no nos hemos confundido y nos hemos puesto en la cola de los camiones, porque esa sí que era interminable. En el control, los policías se descojonan de nuestros DNI, ¿tan mal salimos en la foto? Y sí, con el DNI también se entra en BiH. Por cierto, ¿porqué se pone una 'i' y no una 'y'? ¿es en català?
Reanudamos la marcha y vemos el cartel de Bienvenido a la República Srpska. Seguro que lo habéis leido y habéis pensado que está mal escrito... ¡¡pues erráis!! 5 consonantes y una única vocal... aquí son de lengua rápida. Y ya, para facilitar el tema, lo cascan en serbio cirílico: Република Српска. Con esto, el euskera es pan comido.
Por fin llegamos a la capital de la entidad política, Banja Luka (Бања Лука). Al principio da un poco de respeto, porque la ciudad parece industrial, fría y pobre (y eso que esta es la zona más acomodada del país). Pero poco a poco, caminando por la ciudad, vemos que es como otra cualquiera, con gente joven con sus móviles escuchando música, con tiendas que tienen horarios parecidos a los de España y un día a día similar al de cualquier otra ciudad europea. De camino al centro, vemos la oficina de la administración de la república, con sus banderas y policías custodiándola. Ya en la oficina de turismo, el que atiende está encantado de recibirnos, y, aunque no tiene mucha información impresa, nos da indicaciones para disfrutar de la ciudad. De nuevo... ¡¡no tenemos dinero para hacer nada!! Sacamos Marcos Convertibles en un cajero. Esto ya es un lío con tanta moneda y diferentes tipos de cambio... ya podemos echar el currículum en el Banco Central Europeo.
Visitamos las ruinas de la mezquita, o mejor dicho, las ruinas que los serbios quisieron dejar de ella. Después, la fortaleza Kastel, de la que quedan básicamente las murallas y los torreones, pero con unas magníficas vistas al río verde turquesa Vrbas (muy fácil de pronunciar, sí sí).
Con ansias de bulbitos, vemos las dos iglesias Ortodoxas, una con bulbitos dorados y otra con bulbitos verdes. En esta última, asistimos a una misa ortodoxa. No hay ni altar, ni bancos para sentarse, ni tan siquiera hay un cura que dé la misa, sino que la va leyendo desde un lado, casi escondido. Realmente curioso.
En el centro, sólo hay una calle peatonal, que se podría decir que es la Preciados Banialukesca. Tiene edificios de colores y tiendas de marcas, pero también descubrimos entrando por un pasadizo una zona de restaurantes y cafeterías. Como somos de apetito fácil, nos sentamos en uno y pedimos casi al azar... ¡¡vaya cena más Mala que nos pegamos por unos 11 euros los dos!! (eh, que Mala significa grande).
El día ha sido completito, y como mañana BiH nos tiene más sorpresas preparadas para descubrir, nos vamos al hotel Braća Đukić a descansar.
me esta encantando vuestro blog. Es una manera de viajar desde casa. Muy divertido.PAsarlo muuuuuuuuuy bien. Garbiñe,Jon, UNai, Maider
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