Nos dirigmos a Tapolca, una localidad no muy lejos de la costa del lago Balatón. Allí, desayunamos unas deliciosas pizzas, unos bollos, café y chocolate. Sí, en casa no nos meteríamos entre pecho y espalda una tres quesos a las 8 de la mañana (a no ser que viviésemos en la Toscana o en casa Tarradellas), pero estar de vacaciones abre el apetito o si no que se lo digan a los que se van a un todo incluido al Caribe. Nos damos un paseo por el pueblo y vemos una escultura del Arlequín, muy similar a la que está en Budapest. También comprobamos que en la mayoría de tiendas está prohibido entrar comiendo helados de tres bolas, porque en todas las tiendas tienen un cartel disuasorio. Eso sí, acerca de entrar comiendo un kebap con ketchup chorreante no pone nada, todo será hacer la prueba. Definitivamente un Zara aquí fracasaría, porque a los lugareños les debe de encatar la ropa vintage a juzgar por la ropa oscura y abrigada que utilizan. Eso sí, seguro que se gastarían la paga extra íntegra en modas Memphis.
Tapolca tiene un lugar muy curioso: unas cuevas en el subsuelo de la ciudad por las que puedes ir en barca. Así pues, pagamos los 1000 flines de la entrada y empezamos el descenso. Una vez más, somos los únicos extranjeros de entre los visitantes que nos acompañan, así que el guía nos suelta unas explicaciones en inglés de carrerilla que seguramente ni él mismo entiende y nos suelta en una barca, y a remar se ha dicho. El recorrido es de unos 20 minutos y discurre por una galería en la que es fácil dejarte la crisma, ya que el techo está muy bajo. El agua es cristalina y la temperatura agradable. El paseo en barca resulta muy divertido.
De nuevo en la superficie, el sol ha empezado a calentar, y, entre quinceañeros que salen del instituto, reanudamos la marcha. Bordeamos el lago Balatón, que es el mayor de Europa central y occidental. Se le conoce como el 'Mar de Hungría', debido a su gran tamaño: 77 km de largo y 5km de ancho, con una profundidad media de 2,5 metros. Al cubrir tan poco, el sol lo calienta hasta 25ºC, por lo que eso de entrar despacito en el agua con un ay-ay-ay a medida que te vas mojando, aquí no existe. Es uno de los sitios más turísticos de Hungría, especialmente la margen sur donde se encuentran todos los hoteles. Las poblaciones históricas se encuentran en la parte norte, que es la que estamos recorriendo. Nos llama la atención lo brillantes que están las carreteras... ¿habrá llegado hasta aquí Maruri con su mocho?
Con inmensos viñedos a un lado y nuevas urbanizaciones de residencias de verano para los jubilados de la Merkel, buscamos a alguien a quién preguntar dónde se encuentra un curioso sitio que buscamos. Finalmente, encontramos a la cartera del pueblo que, tras luchar con nuestro mapa y conseguir meter su permanente morada por la ventanilla del coche nos indica dónde están las tumbas antropomórficas que buscamos: en Balatonbudvari. Se trata de un cementerio con tumbas con formas de corazón, del cual se desconoce su procedencia y de cuyo estilo no se ha encontrado ningún otro ni dentro ni fuera del país. Será por lo del apetito en las vacaciones, pero yo sólo veo que tengan formas de manzanas y naranjas. ¿Habra alguna con forma de doble cheese-burguer?
Continuando la carretera llegamos a Tihany, una pequeña península que divide el balatón en dos y que es reserva natural. Es un pueblo encantador, con muchas casitas típicas y tiendas donde comprar artesanía y recuerdos. O también puedes hacer como Pablo, que por poco se compra un salchichón de corcho (aunque con un poco de mayonesa seguro que entra). Eso sí, elegir el restaurante es importante, porque a ver quién vuelve diciendo que ha comido en un restaurante que se llama 'Kakas Csárda'... Hay muchas tiendas donde comprar productos artesanales, y, cómo no, picamos con los tres más típicos de la zona: unos jabones de lavanda, que abunda en la zona; un bote de paprika (pimienta), que es el producto estrella de la cocina húngara; y, mazapán húngaro, que lo elaboran de colores para hacer diferentes figuritas. La duquesa de Alba se daría un atracón de figuritas de Goofy.
Nuestro siguiente destino es una ciudad cuyo nombre suena a crema hemorroidal: Veszprém. Es una ciudad bastante grande, con un centro histórico muy cuidado y con grandes bloques comunistas en los alrededores. Visitamos la zona del castillo, en donde subimos a la torre del fuego por unas escaleras marea-mirandesas... Desde lo alto se ve toda la ciudad, especialmente las buenas calidades de los tejados. De nuevo, la mujer de la entrada nos dice 'Hello, Hello', cuando nos vamos... Esto empieza a parecerse a un problema de salud nacional.
Si David el Gnomo hubiese desayunado todos los días un par de Danoninos, seguro que viviría en Oskü. En esta localidad hay un 'Templom' con forma de champiñón gigante. ¿Cómo os quedáis? Pues eso no es nada...
...porque en Siófok el Evangélikus Templom tiene forma de búho. Es un edificio que construyó Makovecz Imre en 1986. Éste es el arquitecto que hizo el edificio de Pilicsaba, que visitamos unos días antes. Es un lugar realmente curioso, aunque parece más una cabaña de un piel roja en Dakota del Norte. Aún quedan unos cuantos lugares que visitaremos realizados por este arquitecto... ¿qué será lo siguiente con lo que nos sorprenda?
Nuestra ruta de hoy termina en un pueblo impronunciable, Székesfehérvár. Un mes practicando para ser capaces de leerlo y resulta que se pronuncia diferente: Sikeshfejirvar. Este nombre tan complicado (que necesita de señales de tamaño XXL en carretera), significa 'la sede del castillo blanco', que fue el castillo donde vivió el padre de San Esteban, el primer rey húngaro. Por ello, se dice que es el pueblo más antiguo de Hungría, aunque del castillo ya no queda nada.
Uno de los puntos más interesantes de la ciudad es el Glockenspiel, en el museo de los relojes. Es un reloj que cinco veces al día toca música y salen figuras del personajes importantes de la historia húngara. Son cerca de las seis de la tarde, así que nos acercamos a ver si hay suerte, y, efectivamente, ahí están las figuritas danzando. Es la versión sencilla de otros relojes europeos con figuras, pero no por ello tiene menos encanto.
En la ciudad hay multitud de edificios barrocos y curiosas esculturas, como una fuente turca, el orbe del rey, un arlequín entre dos edificios, unos niños jugando, un reloj de flores... pero una de las más entrañables es la de la 'Tía Kati', una mujer del pueblo que iba con su carro arriba y abajo, vendiendo sus productos a la gente.
¿Qué mejor forma de terminar el día que yéndose de compras? ¡¡Pues dicho y hecho!! Aprovechando que hay un centro comercial en plena ciudad, los florines nos arden en el bolsillo. Primero, Pablo que pone coqueto en una peluquería; después compramos unas gafas y ropa; y finalmente cenamos en un asiático. ¿Quién dijo que para viajar por el mundo se necesita saber idiomas? Lo mejor es llevar la lengua al gimnasio Florines First, ya veréis como os entienden. Ahora sí, toca descansar, así que nos vamos directos a Vadaszkurt Panzió.
Vamos, chicos, a disfrutar de este viaje maravilloso. Nosotros hemos llegado ya de París, vuestras recomendaciones nos han servido de mucha ayuda, así que gracias de nuevo.
ResponderEliminarOs veo por el blog. Me encanta la foto de Pablo con el flotador, jajajaja.
Susana