La India es un estercolero. No hemos visto mayor cantidad de suciedad, mugre y miseria en toda nuestra vida. Y es así todo el país: ciudades, pueblos, ríos y parte del campo. Por el suelo siempre hay líquidos de dudosa procedencia, restos de escupitajos, heces de animales y porquería. Antes de ir pensábamos que los centros de las ciudades serían lugares bonitos y cuidados, y que la pobreza se limitaría a los suburbios, pero no pudimos estar más equivocados. De hecho, hay ciudades en las que ni tenemos constancia de que hubiera un centro.
El tráfico es caótico: en las calles, carretera y autovías hay gente, bicicletas, motos, tuc-tucs, coches, camiones y autobuses, pero también perros, cabras, vacas y cerdos. El ruido es constante a todas horas, y el claxon de los coches puede hacerte enloquecer. Debe ser que están acostumbrados... y se ve que les gusta, porque en la parte trasera de los camiones y autobuses tienen escrito "toca la bocina, por favor"... masoquismo puro.
La comida es siempre picante. Y siempre significa siempre. Además, cuando ves cómo cocinan en la calle y las medidas higiénicas, te dan ganas de declararte en huelga de hambre. Apenas hay lo que entendemos por restaurante y, buscándolos, puedes encontrar algunas cadenas como McDonald's, Burger King o Domino's que te salvan de morir de desnutrición. El movimiento vegetariano es mayoritario, así que la única vitamina D te la da el sol, porque hace mucho calor, pero mucho.
Los hoteles que no tengan cinco estrellas no deberían llamarse "hoteles". Que las palabras Deluxe o Palace no consigan despistarnos. Y eso que hemos ido a hoteles caros con buenas opiniones... no nos queremos ni imaginar la fauna y flora que puede haber en la gran mayoría de hoteles de muy inferior precio. Las fotos de los hoteles representan el día de inauguración, que fue el único día en el que realmente limpiaron.
Pero aún así, la experiencia ha sido extraordinaria. Es el único país que conocemos en el que todo el mundo te sonríe. Su respeto al prójimo hace que, incluso en las situaciones difíciles, te traten con amabilidad. Con nuestro carácter occidental ha habido cosas que nos han sacado de quicio, y aún así nos han aguantado con respeto. Además, la seguridad es total. Habiendo tanta pobreza uno podría sentirse inseguro, y, sin embargo, ha sido todo lo contrario. En ningún momento hemos sentido que nos pudieran robar, estafar o agredir. A altas horas de la noche, e incluso en calles no ainhoanas, nos hemos sentido totalmente seguros. Salvo en los últimos días en la capital, apenas nos han pedido dinero. Es cierto que nos ven como cajeros andantes e intentan sacar más dinero, pero tras pactar un precio son honrados y fieles a su palabra.
Les llamamos la atención por nuestro color de piel, pelo y ojos; y quieren hacerse constantemente fotos contigo. Y eso es todo un halago. Te sientes admirado y agradeces la sinceridad cuando expresan esa admiración. Con la arrogancia de occidente nadie le echa piropos a nadie, y aquí está a la orden del día. La sinceridad y la mirada cálida no es sólo cosa de niños como en Europa, sino que los adultos conservan esa dulzura que nadie debería perder a lo largo de la vida.
Y por supuesto, hay lugares preciosos para visitar. La armonía del Templo Dorado en Amritsar fue uno de los lugares que más nos cautivó; los templos jainistas de Khajuraho nos encantaron; las piras funerarias de Venarés nos dejaron mudos; montar en elefante fue muy divertido; los palacios de los maharajás nos transportaron en el tiempo; los enclaves árabes nos hicieron tener la sensación de estar en varios países a la vez; las estatuas en la roca de buda nos trajeron paz en el caos... un sinfín de experiencias han compuesto esta atípica y emocionante aventura.
Muchos dicen que la India o la odias o la amas; otros muchos dicen que un viaje a la India te cambia la vida. Nosotros no diríamos tanto. Es cierto que es una lección de vida para aprender a valorar lo que tenemos. Algo tan sencillo como abrir el grifo y beber agua o darte una reconfortante ducha son experiencias que te hacen llorar de alegría cuando acabas de volver. Pero también percibes la frialdad de la gente al compararla con la calidez india. No sé si la India te cambia, pero sí te revuelve por dentro, te cambia la visión de las cosas. La pregunta es, ¿hasta cuándo dura el efecto? Esperemos que esta lección nos acompañe de por vida... o habrá que volver a ese estercolero, pero estercolero encantador.
Jo que bonito...yo creo que sí os ha cambiado porque la manera en que empezasteis contando vuestro viaje evolucionó...y del rechazo por la higiene empezó una especie de cariño y ternura por el país....
ResponderEliminarJo que bonito...yo creo que sí os ha cambiado porque la manera en que empezasteis contando vuestro viaje evolucionó...y del rechazo por la higiene empezó una especie de cariño y ternura por el país....
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