No sé cómo lo hacemos pero los últimos días nos sentimos atrapados en las estaciones de tren. Cada unas cuantas horas tenemos nuestra dosis de andenes abarrotados, pasadizos elevados y la musiquita triunfal que anuncia la llegada o salida de un tren. Y la estación central de Delhi es mucha estación, pero esta vez sólo la cruzamos para coger un tuc-tuc en dirección a Jama Masjid, la mezquita más grande de toda la India... también con el timo más grande de toda la India, porque nos piden 300 rupias por entrar. Como ya no nos cortamos por nada, y viendo que sólo nos piden pagar a nosotros, le vacilo al portero diciéndole que soy musulmán, me responde que sólo es para indios y le digo que soy indio... pero parece que no cuela. Como ya tenemos sobrecarga visual de monumentos, decidimos prescindir de visitarla, no sin antes echarles una buena bronca augurándoles que con estas actitudes acabarán con el turismo en la India.
Quién sí que ha pasado por caja es un joven zaragozano con el que hablamos. Acaba de llegar y aún no se ha hecho con el país... y todo apunta a que el país se va a hacer con él porque nos cuenta que ha alquilado una moto para recorrer durante quince días los estados cercanos. ¡¡Madre mía!! ¡¡Los hay muy locos!! Nosotros le damos nuestras impresiones y algún que otro consejo, mientras caminamos al cercano y conocido fuerte Rojo. Cómo no, él está fresco y lo va a visitar, y nosotros, a estas alturas, con dar un paseo alrededor vamos servidos. De hecho, uno de los lugares más interesantes se ve desde fuera: el lugar desde el que Mahatma Gandhi proclamó la independencia de la India. En tiempos actuales se hablaría más bien la DUI... a la que el Reino Unido no le aplicó el 155.
Muy cerca del fuerte, comienza la zona bazaresca del Old Delhi. Buscando el mercado de las especias nos vemos sumergidos en una vorágine de vendedores, carretas y vacas, hasta el punto de que la masa de gente decide tu destino. Entre desagradables olores y un calor de justicia, decidimos huir del lugar y nos metemos en una estación de tren... ¡¡otra vez en una estación!! Como no conseguimos encontrar la taquilla decidimos ir de polizones y nos montamos en un tren sin billete, somos unos locos y preferimos pagar la multa de unos pocos euros. Es la única forma de volver a la estación central y coger el metro hasta nuestro siguiente destino.
La zona de Central Secretariat es el distrito administrativo de la ciudad, donde se encuentran las instituciones que rigen el país. Es una explanada inmensa salpicada por edificios neoclásicos construidos por los ingleses. Una vez más comprobamos que los pocos edificios "nuevos" arquitectónicamente interesantes son el legado de los ingleses. Es triste comprobar que la relativa joven nación india no se esfuerza por crear estructuras que dejen un nuevo legado a las generaciones futuras... lo cual indica que igual la colonización inglesa trajo un progreso que de alguna forma se cortó de golpe y no se retomó el testigo. En cualquier caso, esta zona está genial y hasta está sirviendo de escenario para rodar una película de Bollywood. Con todo el morro nos acercamos y nos ofrecemos como extras por un puñado de rupias... pero no cuela.
Si la India es el país más contaminado del mundo, Nueva Delhi tiene el rércord equivalente de ser la ciudad más contaminada. Cuesta respirar, tienes una sensación arenosa en la boca y cuesta ver en la distancia debido a la suciedad del aire. En el Rajpath, la avenida que une los edificios administrativos con la Puerta de India, ésta última se ve casi en blanco y negro por la densidad de la polución. Recorremos la larga distancia que lo separa, disfrutando de zonas ajardinadas tan infrecuentes en el país y bajo una especie de águilas que sobrevuelan la zona... e intentando quitarnos de encima a los tuc-tuc que se ofrecen a llevarnos. Estamos desarrollando nuevas habilidades y en esta ocasión decidimos bailar un aurresku cuando se acercan... y huyen despavoridos pensando que estamos mal de la cabeza.
La Puerta de la India es un arco enorme que inicialmente fue erigido para conmemorar a los caídos del ejército indio en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, nosotros estamos ya que no podemos más... entre el calor y la fatiga por no respirar bien. Así que decidimos, una vez más coger otro tren en una estación cercana. ¡¡Esto es vicio!! A diferencia de la de esta mañana en la que no encontramos taquilla pero sí un tren, aquí nos ocurre lo contrario: compramos el billete pero durante una hora no conseguimos encontrar el tren "local" que buscamos y finalmente nos damos por vencidos. El billete de tren de esta mañana, ¡¡queda pagado!!
Tras negociar un tuc-tuc llegamos a otro emblemático lugar de Nueva Delhi: el Raj Ghat. Se trata del lugar donde en 1948 se incineró el cuerpo de Gandhi y es todo un remanso de paz. Ya no hace tanto calor y es agradable pasear entre la gente que ha venido a rendir honores al libertador indio. Es curioso pero la figura de Gandhi no está muy extendida por lo que hemos visto en nuestro recorrido; pensábamos que iba a estar hasta en el café, como Mandela en Sudáfrica o Atatürk en Turquía. Sin embargo, no hemos visto más que algunas discretas estatuas y este memorial en su recuerdo.
Está anocheciendo y terminamos el día en Connaught Place, un distrito comercial organizado en edificios dispuestos en círculos concéntricos que nos sorprende gratamente. Hay tiendas de ropa, restaurantes y mucha animación, algo que no habíamos visto en ninguna otra parte del país. También hay un certamen de gastronomía, bailes regionales y puestos de artesanos. Pero tras tanto folklore, acabamos dándonos un festín en un restaurante con aire americano donde está la gente adinerada de la ciudad. Y después a descansar... mañana es el gran final con una jornada que se alargará hasta llegar a casa. Pero antes, pasamos de nuevo ¡¡por la estación de tren!!
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