15 oct 2017

Nueva Delhi sorprendente

Hoy es la última etapa de nuestro Pekín Exprés particular, una gran jornada que no finalizará con besos de Cristina Pedroche pero sí con nuestra limpia, ordenada y tranquila casa. Pero antes de eso, aprovecharemos nuestra última jornada en la India tan intensamente como el resto de días. Además, ayer Pablo reparó en que voy vestido con los mismos colores que los tuc-tuc, lo cual añade una dosis de vacile extra.

Nueva Delhi siendo la capital india tiene una pequeña representación de casi todas los lugares que hemos visitado: templos Sij, templos jainistas, fuertes, palacios... pero como ya hemos visto mucho de eso, nos hemos reservado para el final algunos lugares curiosos y visualmente llamativos a la par. El primer lugar que visitamos es el Qutab Minar, un minarete de ladrillo que con sus 72,5 metros es el más alto del mundo. Finalizado en 1368 parece mentira que hace tantos años se pudiesen construir estructuras tan altas y, más aún, que el ser humano haya conseguido preservarlo durante más de 600 años. No es de extrañar, que este monumento forme parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad, para ver si dura otros 600 años más.

En el mismo recinto encontramos una cosa que podría pasar desapercibida: un pilar de hierro. A simple vista, con sus siete metros no parece gran cosa... Pues resulta que lleva ahí 1600 años de pié y desconcierta a los arqueólogos: no se explican ni cómo pudieron erigirlo con sus seis toneladas ni cómo es posible que no esté corroído.

Ya que el día va de peculiaridades, visitamos la tumba cercana de Adham Khan, un general del emperador mogol Akbar. Resulta que este general asesinó al general favorito de Akbar, y éste último lo defenestró en el fuerte de Agra... dicho de otra forma, lo lanzó muralla abajo. Mucho ejército, pero la historia huele a amor y pasión, ¿eh?

Tras un recorrido en el fresquito metro de la ciudad, al cual hay que acceder como si a un aeropuerto se tratase, llegamos a uno de los enclaves que deseábamos ver: la Flor de Loto. Es uno de los nueve templos de adoración de la fe bahá'í que hay en el mundo. Para nosotros es el segundo templo de adoración que visitamos, pues estuvimos en el de Chicago; además de haber tenido el honor de haber visitado el Centro Mundial Bahaí en Haifa (Israel). Como todos los centros bahá'í, éste tiene también una forma circular de nueve lados, en este caso compuesto por 3x9 pétalos realizados en mármol. Otra característica es que en su interior no hay imágenes ni púlpitos, tan sólo está lleno de ... ¡¡tranquilidad y silencio!! Ahora me explico por qué la India es el país con más fieles bahaís, ¡¡para descansar aquí del ruido!!

Otro lugar que descubrimos ser muy tranquilo es el "baori" Agrasen ki Baoli. ¿Y eso qué es? Un baori es una construcción india que consiste en un aljibe de agua pero que tiene escalones y que a menudo tiene detalles arquitectónicos decorativos. Dicho de otra forma, un pedazo pozo con escaleras superchulo. Aunque no hubiese gustado ver el Chand Baori a un par de cientos de kilómetros de Jaipur, nos hacemos a la idea viendo éste bastante más modesto. Resulta agradable sentarse a descansar como la casta adinerada de la zona.

La última bizarrería del día nos lleva hasta la estación de metro de Karol Bagh, en cuyo recorrido entramos en conversación con una pasajera. Le preguntamos por el templo del dios mono... y nos corrige diciendo que no, que es el templo de un hombre que se convirtió en mono... ¡¡pero si es lo mismo!! Mira que hemos visto cosas raras, pero esto se lleva el premio. El templo Hánuman tiene 33 metros de altura y no tiene desperdicio... se entra por otra cabeza que hay en los pies, dentro hay esculturas de dioses, algunos monjes queriendo hanumanizarnos, pasillos con boca de lagarto... es un parque temático sagrado. Salimos despavoridos y horrorizados, pero a la vez gratamente alucinados por haber podido visitar un sitio tan raro. Y por si fuera poco, el dios mono mueve los deditos a determinada hora para dejar ver los dos dioses que tiene en su pecho. Esto último como no sabemos el horario no lo conseguimos ver... pero nos hacemos una idea de la frikada.

Cae la tarde y nosotros terminamos nuestras últimas horas en la India como en el resto del viaje: cruzando carreteras haciendo el pajarito, esquivando tuc-tucs bailando aurreskus, o reclamando nuestro espacio vital como si bailásemos ballet. ¡¡Qué locura!! Seguramente en algún momento, lleguemos a echar de menos este caos... pero para no enloquecer preferimos poner el broche final en un lugar muy simbólico: en Connaught Place, en el centro de Nueva Delhi, en una isla de tranquilidad rodeada de caos, y donde se alza una enorme bandera de la República de la India. Un lugar, donde nos despedimos de este país increíble (lo de "increíble" tanto para bien como para mal).

Aquí se acaban los dieciséis intensos días que hemos vivido recorriendo el país. Un país que hasta el final nos enseña sus contrastes, pues la línea de metro que va al aeropuerto es la más moderna que hayamos visto, pero que recorre la mayor miseria que también hemos visto. Un avión que despega de madrugada nos lleva de nuevo a la modernidad y al progreso; aterrizamos ya de día en la terminal cinco de Heathrow en Londres. Un autobús nos lleva hasta el aeropuerto de Gatwick, al sur de la metrópolis. Y finalmente un avión de Iberia nos devuelve a casa, a un limpio, moderno y fantástico país que sufre por peleas internas... ¿acaso este viaje nos ha cambiado la percepción de las cosas y a valorar lo que tenemos? Seguro.

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