En cualquier caso, somos de despertador tempranero y a las séis estamos otra vez despiertos. En el primer desayuno decente que tenemos, unas simples tostadas con mantequilla nos saben a gloria, y tras siete días buscándolo, por fin consigo tomarme un café con leche de los de toda la vida... ¡¡empezaba a tener mono!! Ahora tenemos más fuerzas para poder con Varanasi.
¿Y por qué tanta prisa en levantarse? El objetivo es dar un paseo en barca por el Ganges, cuando el sol ha salido pero aún no calienta. Muchos barqueros piden precios desorbitados a cambio de dar un paseo en una barca privada. Sin embargo, tras rechazar a un par de ellos terminan volviendo y conseguimos que nos suban con hindúes, que es lo que buscábamos para vivir una experiencia real.
La temperatura es muy agradable, el sol ilumina por levante y hay una bruma que le da un aire más místico a la situación. Eso al menos es lo que podría parecer viendo las fotos; pero realmente, el aire está contaminado, hay una humedad que hace que llevemos las camisetas empapadas de sudor y el agua tiene un color marrón opaco que ni el Nervión en sus peores momentos. Aún así, este escenario es mucho más agradable que el de anoche.
El recorrido en barco transcurre mientras una mujer realiza cánticos a los cuales el resto responde con una especie de 'aupa!'. Nosotros observamos todo lo que ocurre en los ghat de la orilla: los hombres se bañan en calzoncillos y las mujeres con todo el sari; algunos utilizan jabón y otros simplemente se frotan; otros lavan la ropa o las sábanas (que luego tienden a secar en los ghats); se preparan cuerpos no sabemos si para quemarlos o lanzarlos al río; y otros... ¡¡hacen gárgaras y se beben el agua!!
Lo peor de todo es que la gente llena botellas con el agua del río... y podemos comprobar que tiene color de té de limón con grumos... ¡¡y traguito por aquí y traguito por allá!! ¿Será apta para vegetarianos?
Ya con todos los pasajeros de la barca purificados tanto por fuera como por dentro, antes de retomar la marcha un niño entra vendiendo una especie de cuencos con flores y una vela hecha con alcanfor. Se trata de una ofrenda al río Ganges, a la que nos sumamos porque tiene su momento emotivo. Aunque necesitamos la ayuda de cinco personas para conseguir encenderla, finalmente conseguimos posarla encendida sobre el agua y así... contribuir más a su contaminación.
Tras un último paseo por los ghats de Varanasi, cogemos un tuc-tuc hasta Sarnath, a unos diez kilómetros del centro. Éste se considera uno de los centros espirituales más importantes del budismo, ya que fue aquí, en la estupa Dhameka, donde buda dio su primer mensaje tras la iluminación. Sinceramente, esperábamos un remanso de paz, un lugar donde meditar o simplemente estar tranquilos. Sin embargo, es también un lugar bastante ruidoso y caótico.
Hace calor, mucho calor. Y hay mucha humedad, así que sudamos y sudamos. Buscamos la tranquilidad en alguno de los muchos templos de diferentes órdenes: japonesa, china, tailandesa, etc. Un sitio donde descansamos un buen rato es al lado de un buda gigante, con unos bonitos jardines y fuentes donde sí que se podría decir que se respira espiritualidad.
Por primera vez, cogemos un tuc-tuc compartido: atrás tres hindúes y delante nosotros a cada lado del conductor, casi con una pierna fuera. Volvemos a la zona pija donde está nuestro hotel, dónde una vaca se cruza delante de la puerta de Tommy Hilfiger. Para estar fresquitos y hacer tiempo, visitamos un pequeño centro comercial, con precios que se acercan a los europeos pero modas que se alejan.
Hoy vamos a coger nuestros dos primeros trenes en India. Como no sabemos lo que nos vamos a encontrar llegamos a la estación de Varanasi con hora y media de antelación. Todo parece que el andén para nuestro tren es el número uno, así que tenemos tiempo para relajarnos. Diez minutos antes de la hora de salida, llega un tren al andén y empezamos a preguntar dónde está el vagón de primera. Unos dicen que para un lado y otros para otro. Desesperados corriendo de un lado para otro, un pasajero nos dice que ese no es el tren, mientras que en megafonía anuncian que el tren saldrá del andén séis. Corriendo por la cochambrosa y abarrotada estación, con dos mochilas por barba, llegamos al andén séis y a pocos minutos de que salga volvemos a empezar a preguntar que dónde está primera clase. Con el miedo de perderlo seguimos las indicaciones de un hombre que nos asegura cuál es, y al entrar se nos viene el mundo abajo al ver gente durmiendo en tres niveles de literas. Entendemos lo que entendemos que es nuestro lugar y... ¡¡está ocupado!! Una joven nos ayuda y nos dice que es en el siguiente vagón... donde finalmente encontramos el camarote privado por el que habíamos pagado. Aunque el aire acondicionado sería capaz de resfriar a un pingüino, sentimos alivio al ver que hemos conseguido encontrarlo en un tren kilométrico, y que el camarote está bien: tiene dos literas, con sábanas y almohada en buen estado. Ocho horas de calma y privacidad hasta las tres de la mañana, donde tenemos que cambiar de tren; pero eso será ya mañana.
Dios mio que estress!!!Bueno habtreis dormido a gusto en el camarote. Las fotos son impresionantes.
ResponderEliminarMadre mia....esto no lo habeis vivido en ninguno de vuestros viajes. LA INDIA OS CAMBIARÁ LA VIDA
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