12 oct 2017

Agra, antigua capital mogola

Son las cinco de la mañana... ¡¡las cinco!! Aún es noche cerrada y salimos de la especie de casa rural en la que nos hemos alojado. El camino es de tierra pero en dos minutos se accede al paseo que lleva al Taj Mahal. Vamos a acceder al mismo por la puerta este, que se encuentra a diez minutos caminando; sin embargo, vemos que todos los turistas van en dirección contraria. Tras preguntar a una pareja nos dicen que tenemos que ir a la puerta este del área donde tenemos que comprar las entradas y luego ir a la puerta este del recinto. Efectivamente, para qué iban a poner fácil el acceso al monumento más visitado del país. La entrada cuesta a los extranjeros 13 euros, equivalentes aquí a dos días de trabajo; con ella te dan una botella de agua y unos patucos, e incluye el desplazamiento en un carrito de golf hasta la verdadera puerta este; pero con ese precio bien podrían dar una botella de Moët Chandom, unos Manolo Blani y un paseo en Ferrari.

Pasados los oportunos controles, y ya con el alba, entramos al recinto y por fin lo vemos. Míralo, míralo, ... ahí está viendo pasar el tiempo... el gran Taj Mahal. Es un edificio grandioso, resplandeciente y muy elegante. Con la luz de los primeros rayos de sol, el color blanco y sus detalles ornamentales te hechizan. Lo mandó construir Shah Jahan en conmemoración de la muerte de su mujer predilecta, en concreto la decimocuarta que tuvo. Agra, la ciudad en la que se encuentra, fue capital de los reyes mogoles hasta que se trasladó a Delhi, y, claro, aquí es donde se encuentra todo el lujo de la época. Y claro, no les vayas a estropear la gallina de los huevos de oro, te mandan ponerte los patucos sobre las zapatillas, no sé si para no ensuciarlo o para quitar la capa de polvo debido a la polución del aire.

El Taj Mahal, a menudo suele ser mostrado como si no hubiera nada alrededor. Sin embargo, es una clara injusticia ya que se encuentra en un recinto fortificado con bonitas puertas y mezquitas de color rojizo. El complejo es sin duda uno de los lugares más bonitos que hemos visitado en el país, y no es de extrañar que sea aquí donde se puede ver un gran número de turistas tanto locales como foráneos.

En total pasamos unas dos horas y media viéndolo, o mejor dicho observándolo. En el interior hay una tumba en un espacio enorme y bastante austero. Muchas son las leyendas que se han escrito sobre el edificio, como que se mandó matar al arquitecto para que no construyera otro igual, algo que no ha sido demostrado. Algo que nos ha llamado la atención es que se trata de un lugar sagrado para los musulmanes; de hecho, tuvimos que replantear nuestra ruta cuando vimos que los viernes estaba cerrado. Parece ser que se ha creado cierta polémica en torno a este monumento debido a las diferencias entre musulmanes e hindúes: días atrás oímos en las noticias que el departamento de turismo del estado de Uttar Pradesh lo había "olvidado" incluir en sus informaciones turísticas. ¡¡Pero si es lo más bonito que tienen!! Nosotros, polémicas aparte, nos quedamos contemplándolo y preguntándonos si alguna vez volveremos a verlo.

Tras volver a desayunar al hotel, retomamos fuerzas para seguir viendo la ciudad. Visitamos el fuerte de Agra, de 1573, uno más que añadir a la lista de fuertes visitados en este viaje. Lo característico de este fuerte de que es de color rojizo. La verdad es que todos han sido muy bonitos, pero de tantos que hemos visitado ya no recordamos cuál es cuál. ¡¡Qué fuerte!!

Dado que muchos turistas vienen a la ciudad por el influjo del Taj Mahal, teníamos esperanzas de que la estructura de la ciudad fuera diferente a lo que llevábamos visto. Sin embargo, la ciudad es prácticamente como las demás: caos, ruido y suciedad. Aún así, nos aventuramos a descubrir los lugares de interés que marca la guía, como por ejemplo la mezquita Jama Masjid, donde nos reprenden por entrar hasta el higo en pantalones cortos. Muy cerca, intentamos ver el St. John's College, pero abortamos la operación porque ver tal nivel de miseria no nos compensa.

A donde sí que vamos es la tumba de Itimad-ud-Daulah, un mausoleo conocido como "El Pequeño Taj Mahal". En la entrada no cogen tarjeta, no nos quieren dar cambio tras sacar en un cajero cercano y nos cobran una tasa turística que ya habíamos pagado... Pablo fibrila con el taquillero y el de seguridad se acerca y asiente sonriendo a todos los improperios que les soltamos. Aunque nos lo tomamos todo con mucha filosofía y les abroncamos entre risas, es cierto que no tienen perdón: cobran unos precios exageradamente altos a los turistas cuando resulta que en las taquillas no saben ni atender adecuadamente. Igual ya a estas alturas son víctimas del dinero fácil, porque tampoco hay tantos turistas en todo el pais como cabía esperar.

Hace mucho calor y a lo largo del día ha habido muchos momentos de querer comportarse como un indio: si estás cansado te tumbas ahí mismo y a dormir. Y es que, no es para menos porque el madrugón que nos hemos pegado está constantemente intentando pasar factura. Así que, nos damos "la tarde-noche libre" y nos relajamos en el hotel de Dana, en su jardín y terraza, bajo la brisa de los ventiladores.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonitoooooo!....estareis agotados pero estais viendo sitios increibles.

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