Empezamos por uno de los platos fuertes de la ciudad: el fuerte Amber. Éste es otro de esos castillos de los maharajás que se incluye en todas las rutas turísticas del país, ya que aquí es donde estuvo la capital del estado hasta el traslado a Jaipur. Es un palacio con bonitos jardines, pasillos y salones. Sin embargo, está prácticamente vacío, lo cual le quita un poco de emoción.
Lo que sí que tiene emoción es subir hasta el fuerte nada más y nada menos que montado en elefante. Es una turistada, con un precio exagerado para el país y una explotación de un animal salvaje al que se le ha anulado su voluntad. Pero también es una forma de que cuiden a los animales y de mejora de la economía local. Así que, tras un debate moral interno, decidimos subir sobre un paquidermo. El suave vaivén, los atascos con otros elefantes, el que nos eche agua con la trompa y hasta ver cómo defecan bolas de paja, le da un ambiente lúdico a esta subida que a pie habría sido agotadora bajo los treinta grados que hace.
Jaipur tiene muchos palacios y fuertes por la ciudad y alrededores. Y como sólo vamos a estar un día, nos limitamos a verlos desde fuera, como es el caso del fuerte de Jaigarh o el Jal Mahal, un palacete en una isla de un lago. Dentro de la selección que llevábamos hecha, uno de los que nos interesaba ver es Galta, al este de la ciudad. Se trata de un risco del que emana agua que se considera sagrada, y alrededor del cual hay unos 15 santuarios. El lugar es muy tranquilo, y se disfruta la visita viendo cómo se purifican los devotos y cómo se pelean los monos que habitan en la zona.
Una vez en el centro de la ciudad, comprobamos por qué se le denomina la ciudad rosa: todos los edificios que están dentro de la muralla están pintados en un color rosa/salmón, que le da un aspecto homogéneo. Pero, curiosamente, nuestra primera visita se desmarca de ese color: el Jantar Mandir. Es una especie de observatorio que construyó el Sawai Jai Singh II y que cuenta con 16 instrumentos para medir la temperatura, la hora y hasta los horóscopos... con una asombrosa exactitud.
En lo que llevamos de viaje ya hemos visto vacas sagradas, monos, elefantes y camellos. ¿Y qué completa el Big Five indio? Sí, nos faltaba la típica imagen de un encantador de serpientes con una cobra desafiante. Dicho y hecho, en pleno centro de la ciudad damos con todo el equipo.
El Rajastán significa literalmente "tierra de reyes", así que antes de abandonar este estado visitamos dos palacios más. El primero es el Palacio Real, del maharajá Sawai Man Singh II. Es también toda una maravilla arquitectónica y, además, cuenta con dos urnas de plata que se utilizaron para llevar agua del Ganges a Inglaterra y que según el libro Guiness de los récords son los dos objetos de plata más grandes del mundo.
Pero si hay un edificio que identifica a Jaipur ése es sin duda el Hawa Mahal, "El Palacio de los Vientos". En realidad, no es más que un conjunto de balcones y celosías, desde donde las mujeres del harén podían ver qué ocurría en la calle. Eso sí, aquí poco hay de palacio ya que detrás de la fachada como mucho hay una habitación de fondo. Quizá esa misma idea de la palabra "palacio" es la que se utiliza al nombrar hoteles y restaurantes: todos se apellidan "palace" y la mayoría están para derrumbarlos; claro que nosotros también tenemos nuestra propia Gravera Palace en Vicálvaro...
Primero Udaipur, luego Jodphur y finalmente Jaipur. Lástima que no existiera Ambipur porque en muchos momentos habríamos recurrido a ella. La tierra de Rajas (de reyes, vamos) es sin duda un estado muy interesante y con muchas cosas por descubrir. Pero mucha más India nos aguarda y queremos descubrirla. Ya de noche despegamos rumbo al estado de Punjab, pero con escala en Delhi donde hacemos noche. Una vez más caminamos por los alrededores del aeropuerto hasta llegar al hotel... ¡¡por llamarlo de alguna forma!! Ya no estamos en tierra de majarahás y se nota.
Que chulos los palacios!! y la joyeria que chula!!
ResponderEliminarQue pasada!!!, me encanta este viaje
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