13 jul 2015

Tierras fortificadas

El piar de los pájaros y los cencerros de las ovejas son los primeros sonidos del día y, al abrir las ventanas se ven montañas verdes y un cielo completamente azul. Aquí, más que un vampiro, es más probable que se aparezca Heidi con Niebla. Sin embargo, este paraje, que fue punto fronterizo entre Transilvania y Valaquia, fue donde el príncipe Vlad se dice que paso algunas temporadas, dato no demostrado aunque sí hay constancia de que el castillo perteneció a su familia.

Al hoy conocido como Drácula se le conocía en la época como Vlad el Empalador... resulta que tras las batallas cogía los cuerpos aún con vida de sus adversarios y les introducía un palo por el culo dejándolos verticalmente para que fueran desgarrándose hasta morir... y por lo visto bebía su sangre porque pensaba que eso le daba fuerzas. De sus nombres no sé cual es peor... si que te comparen con un sádico, con un murciélago o con Conchita Wurst.

Hoy es lunes y, para nuestra sorpresa, hay que esperar toda la mañana hasta que el castillo abra sus puertas. Como en su interior lo que se visita son las estancias de la familia real rumana, quienes fueron los últimos moradores del castillo, decidimos no esperar... si lleva ahí seiscientos años, podrá esperar a que volvamos otra vez, ¿no? Para ser uno de los lugares más visitados de Rumanía, el lugar no está abarrotado de turistas, quizá debido a que el horario hoy no es el habitual. Hay tiendas de recuerdos pero en cantidad y forma razonable... así que, sucumbimos ante el mito y compramos unos cuántos recuerdos.

Nos dirigimos ahora a Brașov, una de las ciudades más bonitas del país. La que antiguamente se llamase Corona, ha sido un eje comercial a lo largo de los siglos, debido a su situación estratégica pues se encontraba en el límite de Transilvania, Valaquia y Moldavia. La riqueza generada por el comercio se ve plasmada en los nobles edificios que hay en la parte histórica. En su momento, el comercio servía también para propagar las diferentes culturas y la gastronomía. Por ejemplo, el kürtős, un típico dulce húngaro resulta que tiene sus orígenes en Transilvania y, como no, no podemos resistirnos a probar este bizcocho con forma cilíndrica. Está muy rico, y, como se nos ha desatado el hambre probamos otros dulces típicos como el plăcinte... Sssshhhh... No digáis nada, que como nos pille la Serra Tachán-Tachán nos hace un programa como a las doulas.

La ciudad está muy animada, hay muchos bares y restaurantes, tiendas y parques con flores... todo muy cuidado. Para obtener una buena panorámica de la ciudad, subimos a la Torre Blanca, uno de los bastiones de la antigua muralla. Cada bastión era custodiado por un gremio diferente, y, así tenemos la torre de los pañeros, estañeros, orfebres, etc. Sobre los tejados de la ciudad, destaca la Iglesia Negra, el templo gótico más importante de Rumanía y que toma su nombre debido al color que adquirió tras un incendio en 1689. También destaca el casi vertical monte Tâmpa, que alberga el letrero con el nombre de la ciudad, similar al que vimos ayer en Rașnov.

En esta zona de Transilvania, un gran número de poblaciones tienen también nombre en alemán. Resulta que en el siglo XII hubo una colonización de germanos en esta zona que pasaron a conocerse como los sajones de Transilvania y que mantuvieron su idioma y costumbres a lo largo de los siglos. Sin embargo, fue abrir las fronteras, y de los 800.000 que llegó a haber, hoy en día sólo quedan unos 60.000. Lo que también ha quedado es uno de sus legados arquitectónicos: las iglesias fortificadas de Transilvania. Para protegerse, lo que hacían era construir alrededor de la iglesia un muro defensivo, donde se resguardaban de los ataques enemigos. Muchas de estas iglesias son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y comenzamos visitando las de Hărman y la de Prejmer.

Tras comer en el porche de un hostal y descansar un poco, volvemos a la carretera. Conducir en Rumanía es un cúmulo de sorpresas: tan pronto ves carros tirados por caballos, como topas con vendedores ambulantes de embudos de metal o te ves inmerso en un rallye entre camioneros impacientes y rumanos temerarios... en estas carreteras te saluda literalmente la muerte... ah no, ¡¡que son dos jóvenes gitanos que vuelven guadaña en mano de cortar hierba!! Encontramos la iglesia fortificada de Bunești cerrada, así que vamos a la siguiente que tenemos en la lista, la de Viscri. El pueblo son un par de hileras de casas, con pavos, vacas y gallinas en libertad... realmente genuino; y la iglesia se encuentra en un montículo: una verdadera joya de madera, con un cerco de varias plantas y un interior modificado sólo por el paso del tiempo.

Terminamos el día en Saschiz, donde hay otra iglesia fortificada de la Unesco. En este caso, la torre tiene un carácter más defensivo en contraposición a que no hay un muro consistente que sirva para defender la iglesia. El pueblo es muy tranquilo, sólo perturbado por el tráfico que lo atraviesa. Tras registrarnos en la casa rural donde dormiremos, salimos a cenar al único restaurante del pueblo, que tiene un jardín trasero con mucho encanto. Disfrutando de la fresca y de una cervecita, el día toca a su fin. 

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