20 jul 2015

¡¡Más madera!!

El Bed & Breakfast donde nos hemos alojado lo llevan dos hermanas, que al principio no distinguíamos porque van vestidas con la misma ropa. El genio las delata: la 'seca' Iovana tiene esclavizada a la 'dulce' Andrea, a la que da instrucciones sin parar... y encima la tiene sin comer pollo... ¡¡pobre Andreíta!! Con un desayuno escasito que tendremos que solventar una vez en carretera, salimos dirección norte.

Conducir por Rumanía es como estar dentro de un videojuego de coches: hay que sortear baches, salvarse en los adelantamientos, evitar los coches de frente, esquivar ciclistas, alejarse de perros... y salvarle la vida al gatito que decidió cruzar la carretera. Los camiones y carros están al acecho para que no llegues a la meta a tiempo, y se consiguen puntos extra si el coche no pierde ninguna pieza. Bienvenidos a la virtual realidad, donde te imaginas lo bonito que sería circular por una carretera correctamente asfaltada pero por el contrario te conviertes sin desearlo en el protagonista de Fast and Furious.

Del ajetreo de la carretera pasamos a la tranquilidad de un cementerio. No, no hemos perdido la partida... vamos a visitar El Cementerio Alegre de Săpânța. Lo habitual de los cementerios es que sean sitios tristes y lúgubres, lo cual, en el fondo, es contradictorio dado que todas las religiones creen en la reencarnación. Con esta filosofía, un artista decidió pintar las lápidas de los difuntos con vivos colores donde además se representaba algún aspecto relacionado con el fallecido, como, por ejemplo, el oficio que tenía. Así, podemos encontrar un ciclista, un veterinario, un mecánico, un profesor, una tejedora, una cocinera... (era artista, no defensor de los derechos de la mujer).

La alegría nos contagia y decidimos jugar a buscar 'la niña atropellada' entre los cientos de lápidas. En un documental vimos que también había casos en los que se representaba el motivo del fallecimiento, y nos llamó la atención esta lápida. Pablo, con su vista de lince ibérico, ha sido el ganador, aunque no nos jugábamos nada... y eso que ha estado charlando con un matrimonio sevillano mientras yo iba por las lápidas como un saltamontes. Por cierto, un visitante iba acompañado de un perro clavado al muñeco Chucky.

A veces una cosa lleva a la otra... los sevillanos le cuentan a Pablo que han cruzado la frontera y que han pasado a Ucrania. Yo voy de azul y amarillo, colores de la bandera del país limítrofe. ¿Qué más necesitamos? ¿Un pase VIP de Verka Serduchka? ¡¡vámonos a la frontera!! Dejamos el coche aparcado en Rumanía, cruzamos el puente internacional sobre el río Tisza y conseguimos el sello de entrada en la ex-república soviética. Nada más cruzar la frontera una alegre policía nos da la bienvenida y todo pasa a estar escrito en cirílico. Determinamos que estamos en Солотвино (Solotvyno), una pequeña población cuya industria principal es la explotación de una mina de sal cercana.

Los sevillanos nos dijeron que admitían moneda rumana, así que, tras dar un paseo y ver algunos monumentos, decidimos ir a comer. Entramos en Марамуреш Кафе (Maramureș Café) donde somos los forasteros del lugar y nadie nos entiende. Cuando nos veíamos abandonados a la suerte, resulta que la dueña del establecimiento había llamado a su hijo, que sabe hablar inglés. El joven nos explica la carta y nos recomienda una sopa y un plato combinado de pollo, que son todo un acierto. Como seguramente no pasan muchos extranjeros por allí, entabla una interesante conversación con nosotros sobre política, costumbres, países, fútbol, ... Es muy simpático y su interés por nuestro país es equivalente al nuestro por el suyo. De hecho, sabe algo de español e intenta enseñarnos algunas palabras en ucraniano, como 'gracias', 'mi nombre es', 'hola', ... pero que seríamos incapaces de reproducir. Vitalik Ona, que es como se llama, hasta nos consigue una variada colección de billetes y monedas ucranianas. ¡¡Qué gente más maja la ucraniana!! Esperamos que no pase mucho para volver y descubrir este desconocido país, porque ¡¡esta incursión en Ucrania nos ha dejado con ganas de más!!

Cruzamos de nuevo la frontera bajo un cartel que dice con orgullo 'Bienvenido a la Unión Europea'... Una UE congelada en el tiempo, donde se siguen barriendo las calles con escoba de paja, las farolas están llenas de cables colgando y donde la gente mayor pasa el día sentada en la puerta de casa mirando la carretera. ¿Es que no hay aquí Hogar del Jubilatul?

Maramureș es una región llena de montes y bosques, lo cual ha propiciado una gran industria maderera. Ya ayer veíamos que la presencia de la madera era importante, pero nada como darse una vuelta por Vadu Izei dónde se dice que están las puertas más bonitas de toda la región. Hay algunas que son verdaderas joyas de marquetería.

Otro lugar que nos sorprende gratamente es el monasterio de Bârsana. Quizá no sea el más antiguo, ni el más grande, ni pertenece a la Unesco... pero los diez edificios que lo componen, hechos todos principalmente de madera, lo hacen parecer el escenario de una película de Disney. Nos llama la atención la iglesia, con un interior pintado de una forma diferente a la que nos hemos acostumbrado, y una jaula con pavos reales que, al tener las plumas desplegadas, nos hipnotiza.

Ayer vimos tres de las ocho iglesias de madera de Maramureș que son Patrimonio de la Humanidad. Hoy visitamos otras dos: la de Santa Paraskeva en Poienile Izei y la de la Natividad de la Virgen en Ieud. Para nosotros resultan preciosas pero Groucho Marx simplemente diría ¡¡más madera!! Y sería cierto, porque, antiguas o nuevas, vemos decenas de iglesias de madera, algunas en construcción. Si es una tradición, ¿por qué dejar de hacerlas? También tendrán que dejar legados más modernos para las generaciones venideras, ¿no? Lo que igual es un poco excesivo es que, en pueblos de algunas centenas de habitantes estén construyendo iglesias de cemento de mayor tamaño que las que hay en ciudades de tamaño medio en Europa Occidental, y, además que en menos de un kilómetro haya tres iglesias, algunas casi iguales. Están en plena burbuja inmobiliaria de iglesias... ¿estará financiada por el portugués Banco Espírito Santo?

Se acaba el día pero no la acción... siguiendo el curso del río Bistrița, cruzamos el puerto de Prislop, desde donde se divisa el Parque Nacional de los Montes Rodnei. No hay montañas que terminen en roca, pero, aún así, el paisaje es sobrecogedor: hay altísimos montes rodeados completamente por abetos de un verde intenso, y, cuando decimos 'completamente' es 'completamente... Incluso en la verde Euskadi es difícil encontrar montes en los que no haya alguna praderita entre los árboles.

Pero todo no puede ser perfecto... el 'marco incomparable' esconde una carretera serpenteante y llena de baches... gitanos dispersos que habitan en el bosque y en casas fabricadas al borde del río... lechuzas que Pablo ve con sus ojos rayo-láser... ranas que saltan a la carretera... ¡¡y hasta la niña de la curva!! Con el sol ya puesto, vemos a una joven caminando sospechosamente despacio por el arcén, con camisa blanca y pelo largo... ¡¡casi nos lo hacemos encima a pesar del recargo que nos ponga Daniel el saca-leis del alquiler del coche!! Por si fuera poco, unos metros más adelante vemos a una hindi sentada en el arcén leyendo un libro de oraciones... menos mal que luego vemos un coche parado y asumimos que la secta ha sacado de paseo a los que se han portado bien.

Por fin llegamos a Bata y Dormir... ah, no! Vatra Dornei... ¡¡Qué día más intenso!! Toca descansar.

3 comentarios:

  1. Hola chicos!
    Me encanta vuestro blog.
    Pasarlo bien

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  2. Ya esta, la próxima a Ucrania. Vaya majo el río.fotos superchulas.cuidado con la niña de la curva que en itziar hay una. Bueno zorionak Joseba aunque faltan dos días por si se me pasa "zorionak zuri,zorionak zuri,zorionak Joseba,zorionak zuri.����������������

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  3. seguimos atentos recorriendo las rutas y monumentos que aparecen con vuestras siluetas .feliz cumpleaños aita y ama.

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