Definitivamente hay tres Rumanías: la rural, la de ciudad y la de la costa del Mar Negro. Y, a juzgar por lo que vemos, gran parte de la población del país está en esta última. Hoteles, restaurantes, discotecas y playas se alternan a lo largo de kilómetros y kilómetros de costa. Tiene un aire un poco retro: mucha gente con flotador, con bañadores turbo, tinte con coleta, ... mucha feria, recuerdos hechos con conchas, tiendas de ropa de moderno pasado, ... punching-balls, pitonisa robotizada, parrillada con humareda, ... hoteles de colores, toallas colgadas, bicicletas familiares... pero Mamaia es más que un Benidorm de finales de los noventa... es playa con hamaca, mar en el que no cuesta meterse, paseo marítimo, y un tiempo estupendo.
Hoy no tenemos prisa, no hay gallo a la vista ni despertador puñetero. Nos levantamos según nos mandan los biorritmos y tras desayunar alquilamos unas hamacas en LUV, un chiringuito chill-out en la playa; es algo más caro, pero las tumbonas están más espaciadas y estaremos más tranquilos. El chimpún de la música es agradable... ¡¡durante la primera hora!! Pero al de unas horas el rollo ibicenco puede llegar a rallar. Unas cervecitas y a relajarse mirando al mar... y viendo los quemazones que tiene la gente. No sabemos si es porque quieren llevarse el sol puesto en pocos días o porque lo de utilizar protección no va con ellos, pero hay gente que tiene la piel como la bandera de Rumanía.
Por la tarde, después de una ducha y de ponernos guapos, recorremos el paseo marítimo... Tras andar más de hora y media, nos damos la vuelta... ¡¡esto es inmenso!! Hoteles, hoteles y hoteles... y gente con tripitas prominentes... los rumanos no pasan hambre. Es curioso, pero en este sitio tan turístico diríamos que apenas hay extranjeros, sólo gente del país. Y lo que más les gusta es... ¡¡hacerse fotos en los puentes!! Como en los pueblos no suele haber pasos de peatones, ver puentes los enloquece del todo. Les encanta irse de puente.
Hoy es nuestra última noche, así que, con el paseo que nos hemos dado, nos damos un homenaje en nuestra 'última cena rumana'... pero sin papanași, que no podemos más. Hoy ha sido un día muy tranquilo, vuelta y vuelta en la playa, paseo y comida. ¡¡La buena vida!!
La rebedere, draga!! Jajjaja
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