Los carros tirados por caballos y el gitaneo pueden ser una casualidad, pero que echen en la radio La Macarena y los grandes éxitos de los Gipsy Kings lo confirman: aquí se está peregrinando al Rocío... Pablo, ¡¡pásame la coca-cola!! ¡¡anda!! ¿aquel barrigón no es Cachuli?
Adelantando autobuses de la ETA (la compañía de transporte local) llegamos a Horezu, donde visitamos el monasterio de 1693, que es Patrimonio de la Humanidad. Es una de las joyas de estilo Brâncovano, y como otros que hemos visitado se compone de una iglesia rodeado por un edificio cuadrangular que es donde viven, en este caso, las monjas. Pablo se interesa por iconos pintados que venden en la tienda.
En el centro del pueblo vemos otra iglesia ortodoxa que nos gusta, hasta que, casi entrando por la puerta, vemos una tapa de ataúd... ¡¡es un funeral!! Por respeto y por miedo, salimos despavoridos... no perturbemos la nueva paz eterna.
Camino al monasterio de Polovragi, paramos en un mercado al aire libre del cuál no tenemos documentos gráficos para poder facilitar el olvido... tiendas y tiendas de ropa tirada en el suelo, zapatos y toda clase de cachivaches inservibles. Sólo se salva la parte de ganado y la de comida, donde las brasas lo matan todo. El caos sucumbe al orden y en el Monasterio de Polovragi disfrutamos de un oasis de paz... y donde Pablo curiosea más iconos pintados.
Siguiendo unas señales, probamos a visitar Peștera Muierilor o la Cueva de las Mujeres, en Baia de Fier. El que nos vende las entradas y que luego resulta ser también el guía tiene tez blanquecina y cuerpo esquelético; no descartamos que abra las alas y nos enseñe la cueva colgando del techo. Ah, y, como era de esperar somos los únicos extranjeros en la visita, así que las explicaciones son únicamente en rumano. Agudizando el oído conseguimos enterarnos más o menos que lo más importante de la cueva es que se han encontrado esqueletos de osos (algunos completos) y un cráneo humano de hace 30.000 años. A este paso nos sacamos el A1 de rumano, para la envidia de Alex (profesor de inglés de Pablo y polígloto empedernido). El momento álgido de la fiesta viene cuando, atravesando zonas de techo bajo, parece que estamos bailando el Paquito Chocolatero.
Para cuando llegamos a Târgu Jiu ya hemos hecho hambre, así que vemos un menú que nos gusta por 13,50... ¡¡LEI!! Lo que viene siendo tres euros. Lo único que no incluye es el postre, así que completamos con un Papanasi enorme y un café para pagar unos cinco euros cada uno. Pero no hemos venido hasta aquí para engordar, sino para ver las obras que hay en la ciudad de Constantin Brâncuși, el Chillida rumano. Tres de sus obras más importantes están dispuestas en línea recta a lo largo de la ciudad: La Mesa del Silencio, La Puerta del Beso y La Columna del Infinito. La que más nos gusta es esta última, debido a su altura.
No sé cuántas iglesias ortodoxas llevamos hoy, pero es que no nos cansamos. Los interiores están completamente pintados y narran historias como el juicio final, milagros de los santos, pasajes de la biblia... suponemos que era una forma de transmitir la historia entre generaciones. El siguiente que visitamos es el de Tismana, del siglo XIV, en el que pillamos a las monjas haciendo una misa cantada. Pablo vuelve a mirar en la tienda iconos ortodoxos... está desarrollando un gran interés iconoclasta... ¡e icono-plasta!
Está atardeciendo y, como los perros ya de por sí están en la calle, se ponen a pasear 'a la vaca'... increíble pero cierto... se ven a muchas personas (incluida alguna moza bien arreglada) paseando a sus vacas. También debe de ser la hora del control policial, porque nos para la policía en un control rutinario, que enseñando papeles y documentación se resuelve rápidamente.
Atravesando los Cárpatos Meridionales llegamos hasta el Danubio, frontera natural con Serbia. Hace unos años nos encontrábamos al otro lado del río preguntándonos cómo sería Rumanía y hoy estamos aquí, descubriendo la antigua Dacia. Lo que ahora vemos como un lugar pacífico resulta tiene símbolos de gran rivalidad. En el lado de Serbia está la Tabula Traiana en honor al emperador nacido en Hispalis y que marca dónde estaba el puente que unía la provincia romana de Dacia con el resto del imperio romano. En la parte de Rumanía está esculpida en una roca la cabeza de Decébalo, el rey rumano que consiguió inicialmente derrotar a Trajano pero que finalmente fue vencido por éste.
Los que estamos derrotados somos nosotros... y nos quedan tres horas de coche hasta Timișoara... ¡¡Esto es Rumanía Exprés!! ¿Encontraremos a Cristina Pedroche ondeando la bandera roja? ¿O Carmen Moraru recolocándose la corbata?
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