Anoche, al llegar al hotel, le pedimos al recepcionista que, en compensación por no haber agua caliente, nos regalase los desayunos del día siguiente. Pensábamos que iba a empezar a poner excusas pero, tras llamar al mánager, accedió gustosamente. Así que, nos levantamos tranquilamente, nos vamos a duchar... ¡¡y de nuevo no hay agua caliente!! Nos resignamos y recogemos todo el equipaje antes de desayunar. Al bajar, ¡¡el ascensor no funciona!! A este paso, como siga todo funcionando así, nos va a tener que regalar la comida y la cena, pero en plan mariscada.
Tras un desayuno justito para lo que debería ser un cuatro estrellas, toca empezar la despedida de la ciudad y del viaje en general. Damos unos últimos paseos por Tiflis, fotografiando por última vez sus edificios, sus calles y sus rincones por descubrir. También nos despedimos de sus gentes acogedoras, de la ruidosa policía y de los sonrientes ofertadores de paseos en barco. Nos despedimos también de sus obras, pensando si algún día veremos el resultado de la restauración que la ciudad está experimentando.
Y poco a poco, volvemos al hotel a recoger nuestras mochilas, cargadas con menos ropa que la que trajimos, pero llena de experiencias y recuerdos. Ahora toca emprender el camino de vuelta a casa, siendo el autobús del aeropuerto el que nos confirma que nuestras vacaciones se están terminando.
Ya en la terminal, dejamos la guía en un banco, por si le sirve a alguien que venga dispuesto a descubrir los tres países caucásicos. Dos mujeres francesas la ven y entramos en conversación con ellas, ya que también han estado visitando la zona y ahora están de vuelta; y así, además, practico francés durante toda la escala.
El Cáucaso no es el mejor destino del mundo, ni el más exótico, ni el más turístico, ... Pero habiendo visto ya bastante mundo, nos ha sorprendido gratamente con sus tesoros por descubrir. De Azerbaiyán nos quedamos con Baku, una ciudad moderna, con un toque musulmán y abierta al mundo; de Armenia nos quedamos con sus monasterios milenarios, con ese halo de misterio que parecía abrazarlos; y de Georgia nos quedamos con las montañas por su grandeza y con Tiflis por su encanto desconocido.
Una última foto que tomé esta mañana, podría resumir esta tierra... Los montes, su geografía abrupta; la muralla, la dureza de las guerras vividas; el monasterio, la espiritualidad; las obras, el futuro en el que está embarcado; y escultura de una Madre, símbolo de la identidad.
Habiéndonos despedido de nuestras amigas francesas, terminando la escala en Kiev, y en la puerta de embarque a Madrid, ponemos punto y final a esta aventura. Mañana volveremos a la rutina, empezaremos ya a fantasear con a dónde nos llevará el destino y sobre, todo, nos meteremos en internet a buscar la receta ¡¡del kachapuri!!
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