11 sept 2019

Este de Georgia

Si ayer creímos vivir un terremoto, hoy vivo un vientremoto, porque anticipándose al despertador mi sistema digestivo empieza a darme señales de que algo no va bien. Pablo, ayer estuvo igual, pero parece que ya se ha recobrado y ahora me toca a mí. Como en todos los viajes, siempre ponemos un esmerado cuidado a la hora de beber agua. En Azerbaiyán sólo bebimos agua embotellada; en Georgia sólo de grifo, porque viene de la montaña y es muy saludable; y en Armenia sólo agua embotellada, porque no nos fiábamos. Aún y con todo, se ve que algún virus se ha apoderado del control de nuestro esfínter; así que nos llevamos de la guest house un rollo de papel por si hay alguna urgencia en carretera.

Es temprano y volvemos a esas carreteras con baches, con barro y obras interminables. Afortunadamente, esta situación tiene las horas contadas, ya que hoy dejamos el país para volver a Georgia. Tras dos horas de más y más zarandeos, llegamos al punto fronterizo de Bagratashen. Dado que para entrar tuvimos que hacer muchos papeleos, nos esperábamos que ahora fuese parecido. Sin embargo, sorprendentemente, todo se resuelve rápido y, hasta un poco extrañados, nos encontramos de nuevo en Georgia... ¡¡con sus lisas y asfaltadas carreteras!! Por el camino, hacemos balance de la visita a Armenia... coincidimos que es un país bastante pobre, que tiene que desarrollarse mucho; turísticamente, el punto fuerte son los monasterios, muchos de los cuales tienen 1.000, 1.200 e incluso 1.500 años. El paisaje también ha resultado nuevo para nosotros, porque es, digamos, diferente. Desde luego que venir a ver sólo Armenia sería una gran equivocación; pero merece la pena si es como complemento de los otros dos países caucásicos.

Bueno, estamos en Georgia, así que miremos al frente. ¿A dónde vamos? Pues tiene guasa que teniendo el intestino un poco suelo, vayamos a la región de Kakheti. Allí vistamos primero Sighnaghi, una localidad con edificios muy bonitos del siglo XIX, calles empedradas y quads por todos los lados. El pueblo es muy agradable, pero empieza a llover y nos refugiamos en un agradable bar con chimenea y todo. Con un café y un chocolate, nos relajamos viendo la lluvia caer y la gente pasar, hasta que parece que ya podemos continuar. Visitamos su enorme muralla, con sus 23 torreones, y reparamos en que, en lugar de proteger el pueblo, parece que está protegiendo un valle que hay fuera. Poco práctico, ¿no?

Repostamos en una gasolinera donde el chico que nos atiende no deja de jugar con el móvil y, de hecho, nos cobra otro que parece que pasaba por allí. Después, de nuevo en carretera, reparamos en que estamos en zona de carnicería: si en otras regiones vendían fruta y hortalizas, aquí tiene trozos de vaca colgados en el mimo arcén, no sabemos si con el objetivo de ahumarlos con los gases de los coches, o de si intoxicar a aquél valiente que se atreva a comprar carne en estas condiciones higiénicas. Al menos, la zona cárnica no dura mucho, y pasamos a la zona de droguería, donde en el arcén se exponen bolsas de jabón y productos de limpieza. Lo de comprar unas manzanas a un aldeano que las recoge cerca está muy bien, pero comprar un litro de Don Limpio en pleno arcén, como que no lo veo.

Continuamos este día tranquilo dando un paseo por los jardines de la villa Chavchavadze en Tsinandali, un auténtico remanso de paz. Por cierto, ¿sabíais que estamos en la cuna del vino? De esta región es de donde se tienen los vestigios más antiguos de la producción de vino, más o menos de unos 8.000 años atrás. A lo largo de toda la región se ven viñedos y parras, y hay locales donde se pueden degustar y comprar caldos georgianos.

Paramos a comer en una ciudad llamada Telavi, que no teníamos puesta en nuestra ruta y que resulta todo un descubrimiento. Hay estatuas de reyes georgianos, casas con balcones de madera y una ciudadela fortificada bastante bonita. Después, visitamos los monasterios de Shuamta, dos tranquilos templos ortodoxos que visitamos casi en exclusividad.

Nos quedan dos horas de coche hasta Ananuri, donde dormiremos hoy. Así que nos ponemos en marcha. En una recta, vemos que un coche de policía nos da las luces y cambia de sentido, a lo que nosotros nos paramos a ver qué quieren. Viendo que aunque llevamos un coche con matrícula de Georgia somos extranjeros, el policía regordete llama por teléfono y nos lo pasa. Alguien al otro lado nos dice en inglés que nos han visto sobrepasar la línea continua y que nos van a poner una multa. Indignados, le decimos que medio país lo hace, y no sólo eso, sino también adelantar como unos locos. El policía, con buena voluntad y sin aires de superioridad, nos dice que tienen que ponérnosla. Nos quedamos indignados, no por el importe que es poco más de 15 euros, sino porque, en un país donde la imprudencia y la temeridad están sistematizadas en la carretera, nos hayan parado a nosotros. En cierto sentido, empiezan la casa por el tejado: primero se debería asegurar una red de carreteras en buen estado, bien señalizadas, con las rayas bien pintadas y libres de vacas y perros; después se debería educar a la propia policía, a la que hemos visto en innumerables ocasiones incumplir deliberadamente el código de circulación; y finalmente, se debería hacer primero pedagogía a sus propios ciudadanos y después a los turistas, con las multas que procedan. En cualquier caso, hay que reconocer que tampoco iban a por el turista, pues nuestro coche era georgiano, y han sido justos en todo momento.

Hoy dormimos en Ananuri, a las puertas del Cáucaso y muy cerquita de Osetia del Sur. El alojamiento de hoy es una guest house a la que llegamos un poco tarde. Nos abre la puerta una joven y su madre, que nos invitan a meter el coche a la finca y después nos enseñan una habitación que está muy bien. Nos invitan a tomar un licor que es alcoholazo puro y a un café con pastitas, en el salón de su casa y en el que también está una pareja ucraniana que también se aloja aquí. Al chico se le nota con muchas ganas de entablar conversación, así que no lo dudamos y hablamos de nuestros viajes, de la situación política en nuestros respectivos países, de idiomas, de educación, ... Pero es tarde ya, y tras hora y media de parloteo, les deseamos buenas noches y nos retiramos... ¿porque quiero dormir? ¡¡No!! ¡¡Porque quiero ir al baño!! Virus, ¡¡abandona mi cuerpo!!

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