10 sept 2019

Monasterios milenarios de Armenia

En la época soviética, además de los típicos monumentos socialistas, se erigían estatuas de gobernantes rusos, tanto vivos como ya fallecidos. Cuando cayó la URSS, muchas de ellas se eliminaron y se optó por poner gigantescas estatuas que ensalzasen las identidades nacionales, cada una con su propia simbología. En el caso de Ereván, está la conocida como Madre Armenia, una escultura de mujer de 22 metros de alto que, con la espada en la mano, simboliza la lucha del pueblo armenio. En nuestro viaje a Ucrania, vimos en Kiev una estatua similar, la Madre Ucrania, también con cara de pocos amigos. ¿Cómo sería la Madre Hispania? ¿Una mujer con bata y rulos sintonizando Telecinco? ¿O una atlética mujer con carrera, dos másteres y tres idiomas, pero repartiendo una caja de pizza con la mano? Sea cual fuere, seguro que tendría una amplia sonrisa, estaría disfrutando de la vida y evocaría nuestro envidiable carácter mediterráneo.

¡¡Ay, el mediterráneo!! Con lo calentito que se tiene que estar en Benidorm, no sé por qué hemos venido a pasar nuestras vacaciones estivales a estas latitudes. El coche marca que la temperatura exterior es de tan sólo 9 grados, y claro, como no contábamos con ello no nos hemos traído ropa de abrigo, así que en Armenia estamos pasando más frío que en la mismísima Islandia. En nuestro recorrido por el país hemos estado entre los 1.500 y los 2.100 metros de altitud, y encima nos ha hecho un tiempo bastante nublado. Así que, da un poco de pereza cada vez que tenemos que salir del coche... pero al fin y al cabo hemos venido a conocer el país, así que hay que echarle valor y comer mucho kachapuri para tener energía.

El paisaje de Armenia es un tanto extraño. En lo que llevamos recorrido, hemos pasado de terrenos sin árboles y de amplias praderas, a terrenos pedregosos, como si hubieran acabado de pasar una escabadora y hubiesen florecido las rocas que estaban ocultas. En cierto sentido, nos recuerda una mezcla de Irlanda, Escocia e Islandia, lugares supuestamente verdes pero que luego no tienen tanta vegetación como uno cabría esperar. Además, en el camino, hay muchos edificios abandonados que están siendo engullidos por la naturaleza; y casi de forma constante hay tuberías vistas que hacen arcos para que los vehículos pasen por debajo. Seguramente ya no están en uso, pero se ve que quitarlo cuesta más que dejarlo, aunque suponga un verdadero latigazo para el ojo.

En torno a las diez de la mañana llegamos al lago Sevan, el "mar" de Armenia. Es un lago de agua dulce, que los soviéticos quisieron vaciar y que ahora está replegado unos 20 metros, aunque no acabamos de entender qué es lo que pretendían. En este lago, se construyeron algunos resorts, hoteles y restaurantes para atraer el turismo. Sin embargo, a juzgar por su estado se ve que no tuvieron mucho éxito porque bordeando la costa se ven muchos edificios abandonados. Está claro que actualmente la construcción no es lo suyo. Y digo actualmente porque hace mil años hacían unos monasterios a prueba de bombardeos. Los monasterios son, sin duda, el mayor reclamo turístico del país, y los hay a centenares. Aunque todos parezcan bastante iguales, no lo son y cada uno tiene su propia historia. El primero que visitamos hoy es el de Hayravank, que tiene unas preciosas vistas al lago Sevan.

A unos cuántos kilómetros visitamos el cementerio de Noratus. Aunque suene algo tétrico, realmente no lo es. Se trata del cementerio con más khachkars del país, unas piedras labradas en memoria de algún ser querido o de algún acontecimiento. No necesariamente están en cementerios, ya que los hemos visto salpicados por muchos monasterios. Sin embargo, este lugar es donde hay una mayor concentración. Podría parecer que estos sitios se han turistizado, y que se llenan de viajeros hábidos de ver algo nuevo. Pero no es así en absoluto: es un lugar abierto al público, sin tener que pagar ninguna entrada, e incluso puedes encontrar a los locales con su rebaño de ovejas pastando entre los khachkars milenarios.

Visitamos después el monasterio de Sevanavank, parecido al anterior pero con unas curiosas nubes de fondo que llegan hasta el agua del lago. Aquí, vemos que hay una visita de autoridades y nos ponemos a imaginar, visto cómo es el país, qué es lo que están decidiendo: "Aquí vamos a poner unas tuberías viejas", "Por aquí vamos a alquitranar y luego hacemos unos buenos baches", "Pues mi cuñao te monta aquí unos bonitos edificios abandonados", ... Seguro que consiguen dejarlo bien feo, pensamos irónicamente.

Como no llevamos pocos, nos echamos otro monasterio más a la lista: el de Geshavank cerca de Dilijan. En ningún monasterio hay que pagar entrada, aunque nosotros solemos echar alguna moneda en señal de gratitud. Donde sí que suelen pedir dinero es en los aparcamientos: frecuentemente hay gorrillas que, por indicarte la plaza que ya habías visto, te piden una cantidad fija. No suele ser ni el equivalente a 50 céntimos de euro, pero nos resistimos a sucumbir a la jeta gorrillera... Así que hemos desarrollado una técnica que consiste en pedirle que nos den "el ticket", y ante su negativa sonriente les decimos "No ticket, no money". Eso sí, donde te lo proporcionan, nosotros pagamos religiosamente.

Siguiendo rumbo al norte, hacemos una parada en Vanazdor, una localidad bastante grande donde aprovechamos a comer. La ciudad está destartalada, en consonancia a lo que hemos ido viendo por la carretera. Aquí, parece que las empresas constructoras sólo levantan la estructura del edificio, y que luego los vecinos contratan gremios para que les hagan la fachada, las ventanas, cerramientos de balcones, etc. El resultado suele ser moles parcheadas, con mal aspecto y peor mantenimiento. Pensamos también que aún tienen la mentalidad soviética, en la que las zonas comunes (fachada, portal, pasillos) apenas se mantienen, ya que cada vecino sólo hace los arreglos internos de su vivienda. El concepto de derrama seguramente lo desconocen.

Va atardeciendo y nos apresuramos a ver dos monasterios más: el de Sanahin y el de Hahgpat, que son Patrimonio de la Humanidad y que se encuentran en un pueblo que se llama Alaverdi. Como en el anuncio de Fairy, debe de haber una Alaverdi "de Arriba" y otro "de Abajo", porque hay dos casos urbanos con un notable desnivel, comunicados por un teleférico que dudamos funcione. Después de dejar las cosas en la guest house, salimos a quemar la ciudad... y menos mal que no nos han dado fuego porque si no hubiese sido literal. Aún así, encontramos un restaurante que, contra todo pronóstico, es bonito, saben inglés y tienen comida variada. Como tenemos ya el píloro a punto de estallar, optamos por comer unos platos de pasta. Por cinco euros hemos cenado... ¡¡los dos!! Y además, hemos tenido una demo de un terremoto, porque no sabemos a cuenta de qué, el restaurante se ha movido. Con todo el meneo que llevamos por conducir por carreteras imposibles, un terremoto escala 8 tiene que ser un agradable balanceo de cuna. Poco más tarde, no en la cuna sino en la cama, caemos rendidos... y eso que yo sospecho que en todos y cada uno de los trayectos en coche he echado una cabezadita... con baches y todo.

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