3 sept 2019

Bullicio azerí

Hacia las tres de la mañana, el agradable sonido del caer de la lluvia nos despierta. No se trata de una tormenta, pero llueve con intensidad y al abrir la ventana se nota bastante que ha refrescado. Hoy nos levantamos sin despertador, ya que esta noche dormiremos en un tren y será mejor empezar el día bien descansados. Para coger fuerzas desde primera hora desayunamos dos platos del arroz que sobró ayer en la comida, y que a su vez sobró después de cenarlo... como tiene toques dulces y salados, nos está sirviendo para cualquier hora del día.

Como ésta ha sido nuestra última noche, organizamos nuestro equipaje y abandonamos el apartamento. Nos despedimos de los gatos callejeros que pasean a sus anchas por la calle Nizami, y echamos una última mirada al mono que un joven exhibe para sacar algo de dinero dejando a los turistas que se hagan fotos con él. Como hasta la noche no sale nuestro tren, dejamos el equipaje en la consigna de la estación central.

Hoy nos dedicaremos a ver algún lugar que teníamos pendiente, a pasear tranquilamente y a hacer alguna compra. El primer lugar que visitamos es el Heydar Aliyev Arena, un complejo deportivo que, cómo no, lleva el nombre de alguno de los miembros de la familia que gobierna el país. Algo que nos ha resultado curioso es que en este país la gente se ayuda bastante; por ejemplo, en algunos autobuses hay que pagar con la tarjeta sin contacto, y cuando alguien no la tiene, le pide a algún pasajero que se la pase y se lo abona en dinero; nosotros, ya obrando como los locales, le ayudamos a una mujer que casi se tiene que bajar por no tener la quizá demasiado moderna tarjeta.

Otra cosa que nos ha llamado la atención es que la gente es muy tranquila. En ningún momento hemos visto a nadie discutir o gritar, y todo el mundo parece bastante cívico. De hecho, el otro día en Gobustán oímos a un guía decir que era uno de los países con menos delincuencia del mundo y que sólo había una cárcel con menos de treinta reclusos, generalmente por algún tema de drogas, siendo aquí bastante severos en ese aspecto.

Otra cosa que nos ha fascinado es que la gente se supone que es musulmana pero que no tienen ningún indicio de fervor islámico o rechazo a lo occidental. Resulta exótico que la arquitectura y las tradiciones tengan un toque árabe o persa, y que a la vez se respire libertad. Hay países en los que aunque no te miren mal, intuyes cierto recelo o distanciamiento por ser nosotros occidentales. Sin embargo aquí te ven como un turista que es bienvenido y se alegran de que "hayas venido a verlos".

Se supone que los azeríes y los turcos son primos hermanos. De hecho, en varios sitios hemos visto la bandera turca, como por ejemplo en puestos de ese helado chicloso típicamente turco. Físicamente diríamos que se parecen, y también en la forma de vestir, sobre todo los hombres. Aquí triunfa el pantalón largo, el polo marcando michelín y los zapatos de género, todo por lo general en colores bastante oscuros. Muchos van con camisetas de Cucci, Balenciaga, Calvin Klein, ... La antigua Ruta de la Seda, bien podría llamarse la Ruta de la Falsificación: hecho en China con destino a Estambul parando en Bakú. Se nota que los hombres cuidan su aspecto, sobre todo para ir con otros amigos agarrados del brazo o uno con el brazo por encima del hombro de otro. En cuanto a las mujeres, pensamos que parecen menos presentes; aunque las ves de camino al trabajo, de compras o paseando, diríamos que se ven menos que hombres; suelen ir bien vestidas, pero más discretas que en occidente. Hemos visto también unos cuántos burkas, pero hemos llegado a la conclusión de que podrían ser iraníes, ya que si fuesen de aquí también habría mujeres que fuesen de un término medio y llevasen sólo el velo por el pelo. De hecho, en el norte de Irán hay muchos azeríes que seguramente vengan a Azerbaiyán cuando quieran algo de libertad.

Paseamos de nuevo por las calles centrales del ensanche de la ciudad, donde el bullicio de las tiendas es constante: Bakú es, sin duda, una ciudad muy comercial. Pasamos también cerca del Museo de la Literatura, con su fachada con toques persas y esculturas de los que pensamos son importantes escritores del país.

También damos una vuelta por la ciudad antigua, donde Pablo adquiere su habitual taza de recuerdo, tras un intenso regateo en varias tiendas. Yo, a su vez, me hago con bonitos sellos, billetes de manat antiguos y algunas monedas que me faltaban. La gente es realmente agradable, y tanto la mujer de Correos como el hombre al que le compro los billetes, nos hacen sendos regalos.

Como si despidiéndonos de la ciudad estuviésemos, volvemos a caminar por el paseo marítimo. Entramos en un centro comercial donde casi todo parece más caro que en España: como ocurre en países menos desarrollados, los centros comerciales suelen ser para la gente con un elevado poder adquisitivo, mientras que en las tiendas que no son firmas o cadenas, se pueden encontrar productos con mejor relación calidad-precio. Como aún queda mucho viaje, nos estamos reservando para no tener que llevar la mochila demasiado cargada. Así que, nos limitamos a comer en el centro comercial, disfrutando de las vistas al mar Caspio. Nos sigue resultando curioso que no haya nada de oleaje, y que sea de un color negruzco.

Una de las fotos típicas del Bakú clásico es el Palacio del Gobierno, un bonito edificio de piedra arenisca que mira al mar. Es sin duda, un elegante edificio que representa la arquitectura predominante en la ciudad. No en vano, están montando en frente una grada para la próxima competición de Fórmula-1, que ayudará a mostrar al mundo los bonitos lugares que podrá descubrir todo aquel visitante que venga a la capital azerí.

Va tocando a su fin nuestra aventura en este primer país de nuestro viaje por el Cáucaso. Ahora sí, desandamos nuestros pasos hasta la preciosa Estación Central de Ferrocarril, donde recogemos el equipaje y esperamos para subir al tren que nos llevará hasta Tbilisi, la capital Georgiana. En el andén, entablamos conversación que un hombre, que resulta ser un jubilado serbio de 75 años que está también haciendo turismo. Hablamos con él en castellano, ya que estuvo viviendo cuatro años en México y tiene un muy buen nivel, aunque también habla Ruso y Alemán, pues vive en Ausburgo. Otro pasajero hindú intenta entrar en la conversación, pero como estamos hablando en castellano se siente desplazado y termina por seguir su camino en solitario.

Ya en el tren, accedemos a nuestro compartimento privado con dos camas: está limpio, es muy cómodo y ¡¡está sellado!! Hay precintos de seguridad en el aire acondicionado y en todas aquellas tapas que se puedan soltar para que no escondas nada... No hay que olvidar que se trata de un tren internacional. Una vez nos hemos organizado, una mujer pasa dándonos las sábanas, las colocamos en la cama y nos ponemos el pijama; con unas pipas estaríamos como en casa. Antes de dormir, charlamos sobre política, economía y sobre el mundo en general, con Michel, nuestro vecino Serbo-Germano-Mejicano, que tiene una conversación muy agradable e inteligente a pesar de que utilice expresiones como "está muy lindo", algo raras para nuestro español peninsular.

Toca ya ir a dormir. Tenemos por delante 12 horas de tren y 50 paradas, recorriendo las tierras de Azerbaiyán rumbo a Georgia. Y a eso de las cinco de la mañana nos espera un férreo control de pasaportes en la frontera...

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