15 sept 2019

Despedida

Anoche, al llegar al hotel, le pedimos al recepcionista que, en compensación por no haber agua caliente, nos regalase los desayunos del día siguiente. Pensábamos que iba a empezar a poner excusas pero, tras llamar al mánager, accedió gustosamente. Así que, nos levantamos tranquilamente, nos vamos a duchar... ¡¡y de nuevo no hay agua caliente!! Nos resignamos y recogemos todo el equipaje antes de desayunar. Al bajar, ¡¡el ascensor no funciona!! A este paso, como siga todo funcionando así, nos va a tener que regalar la comida y la cena, pero en plan mariscada.

Tras un desayuno justito para lo que debería ser un cuatro estrellas, toca empezar la despedida de la ciudad y del viaje en general. Damos unos últimos paseos por Tiflis, fotografiando por última vez sus edificios, sus calles y sus rincones por descubrir. También nos despedimos de sus gentes acogedoras, de la ruidosa policía y de los sonrientes ofertadores de paseos en barco. Nos despedimos también de sus obras, pensando si algún día veremos el resultado de la restauración que la ciudad está experimentando.

Y poco a poco, volvemos al hotel a recoger nuestras mochilas, cargadas con menos ropa que la que trajimos, pero llena de experiencias y recuerdos. Ahora toca emprender el camino de vuelta a casa, siendo el autobús del aeropuerto el que nos confirma que nuestras vacaciones se están terminando.

Ya en la terminal, dejamos la guía en un banco, por si le sirve a alguien que venga dispuesto a descubrir los tres países caucásicos. Dos mujeres francesas la ven y entramos en conversación con ellas, ya que también han estado visitando la zona y ahora están de vuelta; y así, además, practico francés durante toda la escala.

El Cáucaso no es el mejor destino del mundo, ni el más exótico, ni el más turístico, ... Pero habiendo visto ya bastante mundo, nos ha sorprendido gratamente con sus tesoros por descubrir. De Azerbaiyán nos quedamos con Baku, una ciudad moderna, con un toque musulmán y abierta al mundo; de Armenia nos quedamos con sus monasterios milenarios, con ese halo de misterio que parecía abrazarlos; y de Georgia nos quedamos con las montañas por su grandeza y con Tiflis por su encanto desconocido.


Una última foto que tomé esta mañana, podría resumir esta tierra... Los montes, su geografía abrupta; la muralla, la dureza de las guerras vividas; el monasterio, la espiritualidad; las obras, el futuro en el que está embarcado; y escultura de una Madre, símbolo de la identidad.

Habiéndonos despedido de nuestras amigas francesas, terminando la escala en Kiev, y en la puerta de embarque a Madrid, ponemos punto y final a esta aventura. Mañana volveremos a la rutina, empezaremos ya a fantasear con a dónde nos llevará el destino y sobre, todo, nos meteremos en internet a buscar la receta ¡¡del kachapuri!!

14 sept 2019

Tiflis son mil rincones

Atrás quedaron los días en los que dormíamos unas séis horas. Como para ver Tiflis tenemos dos días y medio, el ritmo ahora es mucho más relajado, y nos despertamos con la luz de día en lugar de con el sonido del despertador. Para empezar bien el día, ¿una duchita reconfortante y calentita? Pues no, parece que el agua caliente no quiere hacer presencia estando ya dentro de la ducha. Pablo baja a la recepción y le dicen que en diez minutos estará, pero pasado mucho más tiempo que el indicado no acaba de salir. Bueno, pues habrá que empezar el día fresquito... y la próxima vez ir directos al Sheraton de enfrente, que nuestro hotel "sólo" tiene cuatro estrellas.

Empezamos el paseo de hoy por la Catedral de la Trinidad, un enorme edificio construido tras la caída del régimen soviético. Dado que durante la URSS la religión estaba prohibida, se ve que con la independencia necesitaban recuperar el tiempo perdido, y construyeron este gigantesco templo que tiene incluso varias plantas subterráneas. Además de su grandeza, destacan los mármoles utilizados, las pinturas del crucero, los iconos, la orfebrería con piedras preciosas, ... sin embargo, no han sido capaces de poner un único modelo de bombillas y tienen mezclada la luz fría con la cálida... ¿pero quién gestiona esto, nuestro administrador de fincas?

Según Pablo, Tiflis tiene un aire a Bilbao: rodeada de montañas, con edificios icónicos, con un río como protagonista y en el que la gente pasea por los parques de las riberas. Pues si es así, en el Arenal han crecido ¡¡unas setas!! Hay un edificio que se compone de bloques de cristal cubiertos por unas viseras, que luego leemos son las oficinas del ayuntamiento, y donde parece que están trabajando unos gnomitos. También se parece a un edificio de Iberdrola que está en la A1... y, por cierto, hablando de Iberdrola... vemos que algunas tapas metálicas en el suelo son de la eléctrica española. ¿Operará también aquí o habrán sido compradas de segunda mano? Hemos visto también autobuses de Alsa circulando, pero no es porque opere aquí, sino porque muchos autobuses han sido comprados de segundamano o directamente se los han regalado.

Nos acercamos al mercadillo del Dry Bridge, una zona donde antiguamente la gente vendía sus pertenencias cuando necesitaba dinero para poder comer. Quedó la costumbre, y hoy se ha convertido el equivalente al rastro: hay muchas mantas donde puedes ver cachivaches y antigüedades; pero sin duda lo que triunfa son los cuadros, ya que hay muchos pintores (y muy buenos) con estilos diferentes.

Aunque no lo hayamos mencionado, nuestros estómagos siguen sin darnos tregua, y quizá la razón es que nos hemos seguido dejando tentar por el kachapuri, los khinkali, el shuarma, los vinos caseros, los dónuts, ... Estamos de vacaciones y si uno no se deja llevar ahora, ¿cuándo lo va a hacer? Por intentar contener un poco decidimos buscar algún sitio donde comer arroz... ¿y dónde mejor que un chino? Descubrimos un barrio no marcado en el mapa que se llama New Tbilisi, lleno de restaurantes y terrazas, y dónde vemos el primer chino de todo el viaje. Aunque la señora que lo lleva es un poco sargentona, el lugar está bien, y los arroces que pedimos están exquisitos y son abundantes, tanto que nos sobra una buena cantidad que nos pedimos para llevar y que servirá de cena.

Si Pablo decía que Tiflis se parecía a Bilbao, yo digo que tiene una zona toledana. Por un lado, vemos un restaurante que se llama Talaveri; y por otro, hay una zona que se parece mucho a la Vega del Tajo. Bajo la atenta mirada de la escultura de un rey georgiano con nombre imposible de pronunciar, los turistas pasean en barco por el río Kura. Ahora, que es media tarde, la cosa está calmada, pero durante todo el día hay acosadores que te hacen placaje para que contrates un paseo en su barco.

Durante todo el día hemos oído un helicóptero que sobrevolaba la ciudad, pero sin ir realmente a ningún sitio. Al acercanos a la Plaza de la Libertad, vemos unos camiones militares un tanto raros, y la policía formando un cordón de seguridad. ¿Pero qué ha pasado? Nos pica la curiosidad y acabo preguntando: están grabando una película, la novena entrega de Fast and Furious. Aunque no es muy de nuestro estilo, habrá que verla para ver si reconocemos la escena que presenciamos. Helicópteros, coches, camiones, drones, cámara y ¡¡acción!! Eso sí, no intentes hacer una foto que se te echan encima.

Hoy es sábado y están celebrando una feria llamada Taste of Tbilisi. Hay muchos puestos de artesanía, foodtrucks y barras donde degustar cerveza y vino. Metidos en el ambientillo, nos tomamos un vino blanco que sabe medio a sidra medio a cerveza, una mezcla ¡¡diferente!!

Ya nos conocemos el viejo Tbilisi como si fuésemos de aquí. Resulta muy agradable pasear por sus calles, ver sus puestos, observar a su hospitalaria gente, y cagarnos un poco en la policía. No porque nos pusieran una multa días atrás, sino porque es algo excesiva e innecesaria. Hay demasiados coches de policía siempre con las luces encendidas y a menudo gruñendo por megafonía; a veces, incluso, les ves que llevan a algún familiar, que están mirando el móvil o con los coleguitas en el coche público. Más que intimidatorios resultan algo cansinos.

Otra cosa curiosa es que, en un lugar donde hace tanto frío, las casas tengan tantos balcones. Los hay cuadrados, redondeados, pintados de colores, de obra o de herrería... le dan un aire muy abierto a la ciudad.

Va cayendo el día y el último paseo lo damos por la zona de baños. No, no me refiero a los servicios, sino a unos baños de aguas sulfurosas que deben de ser bastante famosos en la ciudad. Está en un barrio que tiene pinta árabe, y en el que hay varias mezquitas. Visitamos una de ellas y luego vamos a la otra; esta última tiene una fachada de mosaicos azules y al entrar, vemos que algo no nos cuadra... ¿¿pero dónde está el Mirab?? Pues mirab tú por donde que ahora es un baño también.

Este segundo día en Tiflis ha confirmado lo que ya pensábamos ayer: es una ciudad muy agradable y cercana. Cuando decidimos venir al Cáucaso pensábamos que en ningún sitio íbamos a encontrar turistas en masa como en las principales capitales europeas. Sin embargo, Tiflis tiene un turismo muy potente, donde constantemente ves grupos de turistas, excursiones, hoteles, restaurantes, etc. Es una ciudad con mucho potencial, ya que es exótica pero a la vez totalmente segura. Ay Tiflis, nos has enamorado...

13 sept 2019

Modernidad en la Vieja Tiflis

En todos los viajes suele haber un momento que conlleva algo de tensión: la devolución del coche de alquiler. Aunque Pablo conduce muy bien, y los dos ponemos un esmerado cuidado en que no le ocurra nada, nunca sabes por dónde puede intentar arañarte unos euros el personal de la compañía de alquiler. De hecho, cuando lo recogimos, se suponía que el depósito estaba lleno y con andar menos de dos minutos, el indicador bajó un nivel. Como estábamos cerca de la oficina de alquiler, volvimos para decírselo, y nos dijeron que tomaban nota y que lo devolviéramos igual, tanto en gasolina como en cuanto a limpieza.

Tras nueve días por Georgia y Armenia, con sus baches, algún día de lluvia y bastante contaminación, ¿cómo pueden dejar un coche blanco? Pues digamos que como un batido de tiramisú. Así que, como no queremos que nos cobren por la limpieza, buscamos un autolavado... y parece imposible porque en los dos que encontramos no lo puede lavar uno mismo, sino que tienes que dejarlo para que te lo laven. El hombre del segundo sitio, aunque en un principio parece un poco borde, termina siendo supersimpático, cobrándonos menos de lo que nos pedía y encima con una sonrisa en todo momento. Y el coche, nos lo deja como recién salido del concesionario.

Y ahora toca el tema de la gasolina. Como no lo queremos devolver lleno, dado que no nos lo dieron lleno, echamos 10 laris en una gasolinera. "¡¡Mierda, no ha subido!!", pensamos. Así que vamos a otra, echamos otros 10 laris y sigue sin subir; y le decimos que eche otros 10 más... "¡¡Pero es imposible!!". Vamos a otra gasolinera a ver si durante el trayecto con el movimiento sube el indicador. Pedimos que nos echen 20 laris, y a la mitad nos dice que el depósito está lleno... "¡¡pero si marca dos rayas vacías!!" Así que, llegamos a la conclusión de que el nivel no funciona bien, y realmente nos lo dieron lleno y que finalmente lo vamos a devolver lleno, aunque el indicador diga otra cosa.

En la agencia de alquiler sorprendentemente todo va bien: ven que no hay ningún arañazo, está limpio, y el tema del nivel de gasolina que no nos preocupemos, que el lo intenta llenar y que si hay algún problema que ya nos lo dice. Con el tema del coche resuelto, ahora toca el tema de la multa de tráfico. Entramos en el primer banco que encontramos y nos dicen que tenemos que pagarlo en una especie de cajero automático similar a cientos que hemos visto por todo el país. Resulta que son una especie de ventanilla al ciudadano en el que puedes desde pagar la factura de la electricidad, contratar una línea móvil o hacer una apuesta. La chica del banco nos ayuda, y en muy poco tiempo tenemos nuestras cuentas saldadas con la autoridad de carreteras. La verdad es que sorprende que en algunas cosas estén tan avanzados... en España seguro que tienes que hacer cola y pasar por varias ventanillas para realizar gestiones que aquí lo puedes hacer en estas máquinas.

Y ahora sí, a disfrutar como peatones de lo que queda de viaje: dos días y medio en Tiflis, o Tbilisi como llaman a la capital en lengua georgiana. Empezamos el recorrido por la Avenida Rustaveli, la "Gran vía" de la ciudad, donde se encuentran la Ópera, un pequeño Paseo de la Fama, museos, el Parlamento, y hasta un centro comercial en el que la tienda H&M tiene el logotipo en alfabeto georgiano. Esta avenida termina en la Plaza de la Libertad, donde está el antiguo ayuntamiento y una columna con una escultura dorada de San Jorge.

Después, nos adentramos en lo que se conoce como "El Viejo Tiflis", que es la parte histórica de la ciudad. Descubrimos calles restauradas, con agradables rincones donde comer o tomar algo, puestos en los que los artistas exponen cuadros, objetos artesanales o puestos de comida. Además, hay muchos turistas y está muy animado. Un sitio que nos llama la atención es el la torre del reloj del Teatro de Marionetas. Una estructura inclinada y apuntalada, que parece que se va a caer, pero que en realidad fue construida así hace no mucho.



Después, pasamos por el Puente de la Paz, una moderna pasarela peatonal sobre el río Kurá. En el otro lado, están los dos tubos metálicos del auditorio, que aún no están en uso porque parece que no han podido acabarlos por falta de presupuesto. Y encima de la colina encontramos la residencia del Primer Ministro, una especie de Casa Blanca con medio huevo de cristal en la parte superior. Todo ello, en una zona verde de esparcimiento para los tiflisianos y turistas, que recuerda un poco al Madrid Río.

Si en Ereván estaba la Madre Armenia, aquí en Tiflis está la Madre Georgia. Son bastante parecidas: dos mujeres de aspecto solemne y con espada en mano. Sin embargo, la de Georgia tiene una vaso de vino en la otra mano. Con el vino simboliza que el pueblo georgiano es muy hospitalario y que te da la bienvenida con un vino (algo muy arraigado a su cultura); pero por otro tiene la espada, como queriendo decir que no dudará en defenderse si lo considera necesario. Esta estatua, se encuentra en lo alto de otra colina, a la que se puede acceder en teleférico o andando, y merece la pena subir porque desde arriba se divisa toda la ciudad.

Empieza a anochecer y los monumentos se van iluminando, con la luna llena de fondo. Nuestro primer día en Tiflis nos ha encantado, y casi ha sido contra todo pronóstico porque el día que llegamos en tren sólo para coger el coche, nos dio la sensación de que iba a ser una ciudad gris, ruidosa y desordenada. Y no podíamos estar más equivocados porque ha resultado ser amable, acogedora y muy interesante. Mañana, más Tiflis.

12 sept 2019

De Ananuri hasta Kazbegi

Hoy nos ha costado despegarnos de las sábanas... y de la doble manta, el edredón, la colcha, las toallas y las chaquetas que nos echamos por encima anoche. Al pie de la montaña, en una casa con bonitas vistas, entendemos un poco mejor por qué Heidi no envejecía sino que simplemente se conservaba como un limón en la nevera. Y si aquí hace frío, más hará a medida que recorramos rumbo al norte y ascendamos de nuevo por la cordillera caucásica.

Pero antes, aprovechamos a hacer algunas fotos de la Fortaleza de Ananuri. Aún no hay turistas y los puestos de recuerdos todavía están cerrados; si a eso le sumas que la luz lateral del sol recién salido ilumina la fortaleza y las aguas del lago colindante, obtienes una preciosa estampa que bien merece el madrugón.

A quienes no les debe de merecer mucho el despertarse pronto debe de ser a los propietarios de los bares de carretera. La mayoría están cerrados y nos cuesta encontrar un sitio donde poder desayunar; paramos en uno con un letrero inmenso de "café" en ruso, y el que nos atiende, que estaba medio dormido al lado de una cocina a gas, nos dice que no tiene café. Probamos en el siguiente que tiene uno de esos letreros de lucecitas de "open": al entrar vemos entre la humareda a tres personas sentadas en diferentes mesas, que nos miran como si fuésemos extraterrestres. Pablo, vámonos que seguro que aquí la clave del wifi es asesino_forasteros19.

Partimos desde Ananuri y después pasamos por Pasanauri, Manaseuri y Gudauri... "Din don din, próxima estación, Basauri, por favor abandonen la unidad" (y zasca, otra región georgiana que se independiza). ¿Oye, y tendrán aquí también un call center como el de Basauri? Espero que en España no tenga ninguna compañía el servicio derivado hasta aquí, que mi cuñada enseguida liga con el operador y se planta a conocerlo. "Pues sí que está lejos Basauri", "Nie, nie, yo decirrrrte Pasanaurrrri".

Pues va a resultar que mi pueblo natal y Pasanauri tienen algo en común: en los dos se juntan dos ríos. Pero aquí, las "dos aguas" de Urbi resulta que son de diferentes colores: uno de los ríos es blanquecino y el otro es más oscuro, conociéndose como el "río blanco y negro". Suponemos que todo dependerá de la época del año y de la luz que haya, porque no salta a la vista, aunque sí que es cierto que se aprecia un leve cambio de color.

Y seguimos ascendiendo por las montañas hasta llegar a un sitio bastante extraño: el "Monumento a la Amistad". Por muy sorprendente que parezca, este monumento evoca las buenas relaciones que ha habido siempre entre rusos y georgianos. Anoche hablando con la chica de la guest house y con los ucranianos, a nada que les dimos confianza, acabaron reconociendo que hay bastante rechazo a todo lo ruso en el plano político, aunque a nivel de la ciudadanía se llevan bien. Pero vamos, que después de invadirles Abjasia y Osetia del Sur lo raro es que el monumento siga en pie. Aquí, la oda a la amistad de los Manolos sería algo diferente: "amigos para siempre you will always be soviet..."

Continuando por la carretera sin adentrarnos en túneles trampa (unos túneles que no tienen iluminación, pero sí señales aunque no parece que estén en uso), llegamos a un travertino. Esta formación geológica consiste en que de la montaña sale agua con mucho carbonato de calcio, el cual se va sedimentando formando un paisaje muy curioso. Podría decirse que es como si la montaña escupiera estalagmitas. Este travertino no es tan espectacular como otros que vimos en Pamukkale (Turquía) o Egerszalók (Hungría), pero dado que es algo poco habitual de ver, no perdemos la oportunidad de visitarlo y así llevar un travertino adicional de ventaja con respecto a nuestro amigo Óscar. Además, Pablo trae de nuevo su sudadera rosa especial travertinos, nunca los visita sin ella.

En Gudauri pasamos cerca de un teleférico que nos suscita interés. Nos acercamos y en la ventanilla nos dicen que se puede subir hasta el paso de Kobi, aunque hay un billete más barato que se queda mucho más abajo. Ya que estamos, pagamos por el completo que son unos diez euros. Montamos en el teleférico y empezamos un empinado ascenso, hasta la primera base que es hasta donde hubiese valido el billete reducido, por lo que pasamos al segundo teleférico para seguir ascendiendo. Cuando pensamos que hemos llegado al final, vemos que se puede enlazar con otro teleférico, así que continuamos el ascenso. Y cuando llegamos a donde vemos que ya sí que no se puede ascender más, ¡¡vemos que hay un cuarto teleférico!! Éste último nos lleva, a través de una intensa niebla, al pueblo de Kobi, que en realidad es un conjunto de hoteles y apartamentos para la gente que va a esquiar en invierno. En total, hemos estado una hora teleferiqueando, y ahora tenemos otra hora más para volver a disfrutar de las amplias vistas, cumbres nevadas, rebaños de ovejas y pistas de esquí sin nieve que sobrevolamos. También aprovechamos dar una cabezadita, que con el sol en la espalda y lo relajado del momento a uno le entra mucho sueño.

Nuestra última etapa del día de hoy es la localidad que antes se llamaba Kazbegi y que ahora tiene un nombre que suena a medicamento: Stepantsminda ("Sí, yo tomo Stepantsminda para el dolor de espalda", "un poco de Stepantsminda es mano de santo", "una de Stepantsminda por el día y otra antes de acostarse"... en cuanto vuelva, se lo pido a Sagrario). ¿Y qué hay aquí? Pues unas rutas de montaña que son una pasada. Pero como hace unos días ya nos perdimos, esta vez nos vamos a lo seguro y sólo subimos hasta la Iglesia de Guergueti, una ruta de una hora para ir y otra para volver que es lo que hacen casi todos los turistas.

Durante todo este viaje, siempre que veían que no sabíamos sus idiomas, nos preguntaban "¿Ruski?" como alternativa para comunicarnos. Los franceses con los que hemos hablado siempre utilizan el francés como primer saludo; y no digamos ya los ingleses, que como no saben ningún otro idioma, lo anteponen por necesidad. ¿Y por qué vamos nosotros a tener que decir siempre "Hello"? Decidimos que a los turistas con los que nos crucemos monte abajo les vamos a decir "Hola" para ver cómo reaccionan... y nos quedamos sorprendidos porque muchos nos responden también con "hola". En una fuente, una mujer nos responde también con "Hola" y nos pregunta, ya en inglés, a ver si somos italianos; nosotros en bromas le decimos horrorizados que no, y entablamos una breve pero cordial conversación con ella, quien nos cuenta que es holandesa y que también está visitando el país.

Ya de vuelta en Stepantsminda (ahora me suena más a refresco de naranja porque aún no hemos comido), vamos a un bar con terraza a pedir unos shaurmas para hacer una comida-merienda. Y allí, nos encontramos con la holandesa que ha tenido la misma idea. Como vemos que está sola, la invitamos a que se siente con nosotros, y ella muy agradecida viene a nuestra mesa. Estamos con ella hablando casi hora y media, ya que es muy simpática y tiene una conversación muy amena y divertida. Un viento frío y molesto marca el momento de despedirse de Jeni, deseándonos muy buen viaje y dándonos dos besos a la española, ya que los holandeses se dan tres, y así dejamos uno pendiente para cuando nos reencontremos en el futuro.

El día visitando los montes por la zona de la antigua Kazbegi ya no da para más. Estamos agotados del frío, del sol, del viento, de la subida por el monte, ... pero ha sido realmente bonito disfrutar de unos montes tan abrumadores, con sus diferentes tonos en función de la luz, con sus verdes prados, sus cimas rocosas y las nubes que parecen chocar contra ellas. Ahora toca desandar el camino y dejar atrás las montañas del Cáucaso, sin saber si algún día volveremos a verlas. Ahora toca ir hasta Tbilisi, la capital georgiana, donde el asfalto arrebatará el protagonismo a la naturaleza. De hecho, nada más acercarnos a la ciudad, los atascos y los conductores temerarios nos dan su particular bienvenida... ¡¡menudo estrés!! Ahora ya lo entiendo... contra el estrés de la ciudad... ¡¡Stepantsminda!!

11 sept 2019

Este de Georgia

Si ayer creímos vivir un terremoto, hoy vivo un vientremoto, porque anticipándose al despertador mi sistema digestivo empieza a darme señales de que algo no va bien. Pablo, ayer estuvo igual, pero parece que ya se ha recobrado y ahora me toca a mí. Como en todos los viajes, siempre ponemos un esmerado cuidado a la hora de beber agua. En Azerbaiyán sólo bebimos agua embotellada; en Georgia sólo de grifo, porque viene de la montaña y es muy saludable; y en Armenia sólo agua embotellada, porque no nos fiábamos. Aún y con todo, se ve que algún virus se ha apoderado del control de nuestro esfínter; así que nos llevamos de la guest house un rollo de papel por si hay alguna urgencia en carretera.

Es temprano y volvemos a esas carreteras con baches, con barro y obras interminables. Afortunadamente, esta situación tiene las horas contadas, ya que hoy dejamos el país para volver a Georgia. Tras dos horas de más y más zarandeos, llegamos al punto fronterizo de Bagratashen. Dado que para entrar tuvimos que hacer muchos papeleos, nos esperábamos que ahora fuese parecido. Sin embargo, sorprendentemente, todo se resuelve rápido y, hasta un poco extrañados, nos encontramos de nuevo en Georgia... ¡¡con sus lisas y asfaltadas carreteras!! Por el camino, hacemos balance de la visita a Armenia... coincidimos que es un país bastante pobre, que tiene que desarrollarse mucho; turísticamente, el punto fuerte son los monasterios, muchos de los cuales tienen 1.000, 1.200 e incluso 1.500 años. El paisaje también ha resultado nuevo para nosotros, porque es, digamos, diferente. Desde luego que venir a ver sólo Armenia sería una gran equivocación; pero merece la pena si es como complemento de los otros dos países caucásicos.

Bueno, estamos en Georgia, así que miremos al frente. ¿A dónde vamos? Pues tiene guasa que teniendo el intestino un poco suelo, vayamos a la región de Kakheti. Allí vistamos primero Sighnaghi, una localidad con edificios muy bonitos del siglo XIX, calles empedradas y quads por todos los lados. El pueblo es muy agradable, pero empieza a llover y nos refugiamos en un agradable bar con chimenea y todo. Con un café y un chocolate, nos relajamos viendo la lluvia caer y la gente pasar, hasta que parece que ya podemos continuar. Visitamos su enorme muralla, con sus 23 torreones, y reparamos en que, en lugar de proteger el pueblo, parece que está protegiendo un valle que hay fuera. Poco práctico, ¿no?

Repostamos en una gasolinera donde el chico que nos atiende no deja de jugar con el móvil y, de hecho, nos cobra otro que parece que pasaba por allí. Después, de nuevo en carretera, reparamos en que estamos en zona de carnicería: si en otras regiones vendían fruta y hortalizas, aquí tiene trozos de vaca colgados en el mimo arcén, no sabemos si con el objetivo de ahumarlos con los gases de los coches, o de si intoxicar a aquél valiente que se atreva a comprar carne en estas condiciones higiénicas. Al menos, la zona cárnica no dura mucho, y pasamos a la zona de droguería, donde en el arcén se exponen bolsas de jabón y productos de limpieza. Lo de comprar unas manzanas a un aldeano que las recoge cerca está muy bien, pero comprar un litro de Don Limpio en pleno arcén, como que no lo veo.

Continuamos este día tranquilo dando un paseo por los jardines de la villa Chavchavadze en Tsinandali, un auténtico remanso de paz. Por cierto, ¿sabíais que estamos en la cuna del vino? De esta región es de donde se tienen los vestigios más antiguos de la producción de vino, más o menos de unos 8.000 años atrás. A lo largo de toda la región se ven viñedos y parras, y hay locales donde se pueden degustar y comprar caldos georgianos.

Paramos a comer en una ciudad llamada Telavi, que no teníamos puesta en nuestra ruta y que resulta todo un descubrimiento. Hay estatuas de reyes georgianos, casas con balcones de madera y una ciudadela fortificada bastante bonita. Después, visitamos los monasterios de Shuamta, dos tranquilos templos ortodoxos que visitamos casi en exclusividad.

Nos quedan dos horas de coche hasta Ananuri, donde dormiremos hoy. Así que nos ponemos en marcha. En una recta, vemos que un coche de policía nos da las luces y cambia de sentido, a lo que nosotros nos paramos a ver qué quieren. Viendo que aunque llevamos un coche con matrícula de Georgia somos extranjeros, el policía regordete llama por teléfono y nos lo pasa. Alguien al otro lado nos dice en inglés que nos han visto sobrepasar la línea continua y que nos van a poner una multa. Indignados, le decimos que medio país lo hace, y no sólo eso, sino también adelantar como unos locos. El policía, con buena voluntad y sin aires de superioridad, nos dice que tienen que ponérnosla. Nos quedamos indignados, no por el importe que es poco más de 15 euros, sino porque, en un país donde la imprudencia y la temeridad están sistematizadas en la carretera, nos hayan parado a nosotros. En cierto sentido, empiezan la casa por el tejado: primero se debería asegurar una red de carreteras en buen estado, bien señalizadas, con las rayas bien pintadas y libres de vacas y perros; después se debería educar a la propia policía, a la que hemos visto en innumerables ocasiones incumplir deliberadamente el código de circulación; y finalmente, se debería hacer primero pedagogía a sus propios ciudadanos y después a los turistas, con las multas que procedan. En cualquier caso, hay que reconocer que tampoco iban a por el turista, pues nuestro coche era georgiano, y han sido justos en todo momento.

Hoy dormimos en Ananuri, a las puertas del Cáucaso y muy cerquita de Osetia del Sur. El alojamiento de hoy es una guest house a la que llegamos un poco tarde. Nos abre la puerta una joven y su madre, que nos invitan a meter el coche a la finca y después nos enseñan una habitación que está muy bien. Nos invitan a tomar un licor que es alcoholazo puro y a un café con pastitas, en el salón de su casa y en el que también está una pareja ucraniana que también se aloja aquí. Al chico se le nota con muchas ganas de entablar conversación, así que no lo dudamos y hablamos de nuestros viajes, de la situación política en nuestros respectivos países, de idiomas, de educación, ... Pero es tarde ya, y tras hora y media de parloteo, les deseamos buenas noches y nos retiramos... ¿porque quiero dormir? ¡¡No!! ¡¡Porque quiero ir al baño!! Virus, ¡¡abandona mi cuerpo!!

10 sept 2019

Monasterios milenarios de Armenia

En la época soviética, además de los típicos monumentos socialistas, se erigían estatuas de gobernantes rusos, tanto vivos como ya fallecidos. Cuando cayó la URSS, muchas de ellas se eliminaron y se optó por poner gigantescas estatuas que ensalzasen las identidades nacionales, cada una con su propia simbología. En el caso de Ereván, está la conocida como Madre Armenia, una escultura de mujer de 22 metros de alto que, con la espada en la mano, simboliza la lucha del pueblo armenio. En nuestro viaje a Ucrania, vimos en Kiev una estatua similar, la Madre Ucrania, también con cara de pocos amigos. ¿Cómo sería la Madre Hispania? ¿Una mujer con bata y rulos sintonizando Telecinco? ¿O una atlética mujer con carrera, dos másteres y tres idiomas, pero repartiendo una caja de pizza con la mano? Sea cual fuere, seguro que tendría una amplia sonrisa, estaría disfrutando de la vida y evocaría nuestro envidiable carácter mediterráneo.

¡¡Ay, el mediterráneo!! Con lo calentito que se tiene que estar en Benidorm, no sé por qué hemos venido a pasar nuestras vacaciones estivales a estas latitudes. El coche marca que la temperatura exterior es de tan sólo 9 grados, y claro, como no contábamos con ello no nos hemos traído ropa de abrigo, así que en Armenia estamos pasando más frío que en la mismísima Islandia. En nuestro recorrido por el país hemos estado entre los 1.500 y los 2.100 metros de altitud, y encima nos ha hecho un tiempo bastante nublado. Así que, da un poco de pereza cada vez que tenemos que salir del coche... pero al fin y al cabo hemos venido a conocer el país, así que hay que echarle valor y comer mucho kachapuri para tener energía.

El paisaje de Armenia es un tanto extraño. En lo que llevamos recorrido, hemos pasado de terrenos sin árboles y de amplias praderas, a terrenos pedregosos, como si hubieran acabado de pasar una escabadora y hubiesen florecido las rocas que estaban ocultas. En cierto sentido, nos recuerda una mezcla de Irlanda, Escocia e Islandia, lugares supuestamente verdes pero que luego no tienen tanta vegetación como uno cabría esperar. Además, en el camino, hay muchos edificios abandonados que están siendo engullidos por la naturaleza; y casi de forma constante hay tuberías vistas que hacen arcos para que los vehículos pasen por debajo. Seguramente ya no están en uso, pero se ve que quitarlo cuesta más que dejarlo, aunque suponga un verdadero latigazo para el ojo.

En torno a las diez de la mañana llegamos al lago Sevan, el "mar" de Armenia. Es un lago de agua dulce, que los soviéticos quisieron vaciar y que ahora está replegado unos 20 metros, aunque no acabamos de entender qué es lo que pretendían. En este lago, se construyeron algunos resorts, hoteles y restaurantes para atraer el turismo. Sin embargo, a juzgar por su estado se ve que no tuvieron mucho éxito porque bordeando la costa se ven muchos edificios abandonados. Está claro que actualmente la construcción no es lo suyo. Y digo actualmente porque hace mil años hacían unos monasterios a prueba de bombardeos. Los monasterios son, sin duda, el mayor reclamo turístico del país, y los hay a centenares. Aunque todos parezcan bastante iguales, no lo son y cada uno tiene su propia historia. El primero que visitamos hoy es el de Hayravank, que tiene unas preciosas vistas al lago Sevan.

A unos cuántos kilómetros visitamos el cementerio de Noratus. Aunque suene algo tétrico, realmente no lo es. Se trata del cementerio con más khachkars del país, unas piedras labradas en memoria de algún ser querido o de algún acontecimiento. No necesariamente están en cementerios, ya que los hemos visto salpicados por muchos monasterios. Sin embargo, este lugar es donde hay una mayor concentración. Podría parecer que estos sitios se han turistizado, y que se llenan de viajeros hábidos de ver algo nuevo. Pero no es así en absoluto: es un lugar abierto al público, sin tener que pagar ninguna entrada, e incluso puedes encontrar a los locales con su rebaño de ovejas pastando entre los khachkars milenarios.

Visitamos después el monasterio de Sevanavank, parecido al anterior pero con unas curiosas nubes de fondo que llegan hasta el agua del lago. Aquí, vemos que hay una visita de autoridades y nos ponemos a imaginar, visto cómo es el país, qué es lo que están decidiendo: "Aquí vamos a poner unas tuberías viejas", "Por aquí vamos a alquitranar y luego hacemos unos buenos baches", "Pues mi cuñao te monta aquí unos bonitos edificios abandonados", ... Seguro que consiguen dejarlo bien feo, pensamos irónicamente.

Como no llevamos pocos, nos echamos otro monasterio más a la lista: el de Geshavank cerca de Dilijan. En ningún monasterio hay que pagar entrada, aunque nosotros solemos echar alguna moneda en señal de gratitud. Donde sí que suelen pedir dinero es en los aparcamientos: frecuentemente hay gorrillas que, por indicarte la plaza que ya habías visto, te piden una cantidad fija. No suele ser ni el equivalente a 50 céntimos de euro, pero nos resistimos a sucumbir a la jeta gorrillera... Así que hemos desarrollado una técnica que consiste en pedirle que nos den "el ticket", y ante su negativa sonriente les decimos "No ticket, no money". Eso sí, donde te lo proporcionan, nosotros pagamos religiosamente.

Siguiendo rumbo al norte, hacemos una parada en Vanazdor, una localidad bastante grande donde aprovechamos a comer. La ciudad está destartalada, en consonancia a lo que hemos ido viendo por la carretera. Aquí, parece que las empresas constructoras sólo levantan la estructura del edificio, y que luego los vecinos contratan gremios para que les hagan la fachada, las ventanas, cerramientos de balcones, etc. El resultado suele ser moles parcheadas, con mal aspecto y peor mantenimiento. Pensamos también que aún tienen la mentalidad soviética, en la que las zonas comunes (fachada, portal, pasillos) apenas se mantienen, ya que cada vecino sólo hace los arreglos internos de su vivienda. El concepto de derrama seguramente lo desconocen.

Va atardeciendo y nos apresuramos a ver dos monasterios más: el de Sanahin y el de Hahgpat, que son Patrimonio de la Humanidad y que se encuentran en un pueblo que se llama Alaverdi. Como en el anuncio de Fairy, debe de haber una Alaverdi "de Arriba" y otro "de Abajo", porque hay dos casos urbanos con un notable desnivel, comunicados por un teleférico que dudamos funcione. Después de dejar las cosas en la guest house, salimos a quemar la ciudad... y menos mal que no nos han dado fuego porque si no hubiese sido literal. Aún así, encontramos un restaurante que, contra todo pronóstico, es bonito, saben inglés y tienen comida variada. Como tenemos ya el píloro a punto de estallar, optamos por comer unos platos de pasta. Por cinco euros hemos cenado... ¡¡los dos!! Y además, hemos tenido una demo de un terremoto, porque no sabemos a cuenta de qué, el restaurante se ha movido. Con todo el meneo que llevamos por conducir por carreteras imposibles, un terremoto escala 8 tiene que ser un agradable balanceo de cuna. Poco más tarde, no en la cuna sino en la cama, caemos rendidos... y eso que yo sospecho que en todos y cada uno de los trayectos en coche he echado una cabezadita... con baches y todo.

9 sept 2019

Ereván y alrededores

Armenia tiene el triste récord de ser la única nación que tiene más habitantes fuera que dentro del país. Muchos de ellos, debido a las diferentes guerras y el genocidio no reconocido por Turquía, decidieron emigrar principalmente a Estados Unidos. Entre ellos, la familia de las Kardashian o los padres de Cherilyn Sarkisian, popularmente conocida como Cher. Ahora el país tiene en torno a 3 millones de habitantes, de los cuales un tercio viven en Ereván, la capital armenia.

Hoy dedicaremos la mañana a ver algunos lugares interesantes cercanos a la capital, y dejaremos ésta para lo que nos sobre de tiempo por la tarde. Comenzamos el día en el Monasterio de Geghard, el cual fue fundado por Gregorio el Iluminador en el siglo IV. Éste es el fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica de Armenia. La visita resulta muy enigmática porque apenas hay turistas dada la hora, hay un poco de niebla en los montes de alrededor y porque hay un monje cantando las oraciones.

Muy cerca de aquí se encuentra el Templo pagano de Garni. Se cree que fue construido en el siglo I, y que después, en 1679 un terremoto lo destruyó. A finales del siglo XX, decidieron reconstruirlo, pero se ve que se les fue un poco la mano, porque en las inmediaciones hay trozos que se ve que no supieron donde colocar; además, se ve que han utilizado bloques de cemento nuevos, por lo que ahora tienen un dudoso nuevo templo de dos mil años, único templo clásico en todo el Cáucaso. El lugar es muy bonito, y eso que ha empezado a llover y ha bajado más la temperatura. Para recobrar fuerzas, compramos una torta de miel en un puesto fuera del recinto, donde la tendera se empeña en hablarnos en italiano.

Después, nos dirigimos a una de las visitas más importantes del país: el monasterio de Khor Virap con el monte Ararat al fondo. En este monasterio estuvo prisionero Gregorio el Iluminador, supuestamente en un calabozo lleno de serpientes durante la friolera de 13 años. Por una escalera metálica vertical se puede visitar el calabozo, donde estuvo el que sería el cristianizador del país. Este monasterio siempre es retratado con el Monte Ararat al fondo. Realmente, esta montaña de más de 5.000 metros está en territorio turco, pero los armenios lo reclaman porque en su momento se encontraba dentro de lo que era la Armenia clásica. Según la tradición cristiana, el Arca de Noé se posó sobre él, y se supone que sus restos siguen allí. Dada su altitud, siempre tiene nieve y niebla, por lo que no se suele dejar ver con frecuencia. Hoy no es una excepción, porque, a excepción de la base, no conseguimos ver mucho más de la colosal montaña. Lo que sí que divisamos es, desde un mismo lugar, terrenos de tres países: Turquía, Azerbaiyán e Irán. Teniendo en cuenta que Armenia se lleva mal con los dos primeros, si se coge un mapa se puede ver cómo estos dos países bloquean a Armenia en su frontera sur, que por muy poco podría compartir con Irán con el que se lleva bien.

Echmiadzin se podría considerar el Vaticano armenio. Aquí se encuentra el Katholikos, que es quien manda en la iglesia armenia. ¿Y por qué en este lugar? Pues porque aquí está la que se considera primera catedral cristiana, que a su vez es el edificio cristiano más antiguo del país. Damos un paseo por el complejo, donde vemos muchos seminaristas de un sitio a otro, pero no podemos ver la catedral por dentro porque la están restaurando.

El complejo de Echmiadzin es junto con los restos de la catedral de Zvartnots, Patrimonio de la Humanidad. Aquí se supone que es donde sepultaron los restos de Gregorio el Iluminador, en una catedral que se decía duraría 1.000 años hasta la segunda venida de Cristo a la Tierra. Sin embargo, un terremoto la destruyó en el siglo X y tuvieron que pasar mil años hasta que fue desenterrada.

Ya por la tarde, volvemos a Ereván. Primero damos un paseo por el monumento al Genocidio Armenio, que está algo apartado. Después, aparcamos cerca de una estación de metro y vamos hasta el centro. La verdad es que la capital armenia no es muy bonita: lo más interesante es la Plaza de la República, la Avenida del Norte y La Cascada. Esta última consiste en una gigantesca escalinata hecha en mármol cuyas obras comenzaron en 1970 y que aún están sin terminar. Era un proyecto de la época comunista, y cuando Armenia se independizó no tenía dinero suficiente como para continuarla; se retomaron las obras en el año 2000, pero aún vemos que la parte superior está sin terminar. Es muy interesante porque tiene una arquitectura muy peculiar y está repleta de esculturas, destacando algunas obras de Botero y de Jaume Plensa.

Si bien Ereván no es una ciudad muy bonita, lo que sí que hay que reconocer es que tiene mucha vida: hay muchas tiendas, restaurantes y gente paseando por sus calles, lo cual compensa, en cierto sentido, su decadencia urbanística. Hay que conocer de todo, ¿no?

8 sept 2019

Armenia calling

Nos despertamos a las cuatro y media de la mañana. Si seguimos adelantando la hora del despertador, vamos conseguir ganar un día extra de vacaciones, como Willy Fog en La Vuelta al Mundo en 80 días. El madrugar tanto se debe a que ayer, en la Oficina de Turismo, nos dijeron que la carretera por la que queríamos ir hasta Armenia no está recomendada a no ser que se disponga de un 4x4. Este contratiempo hace que un tramo que iba a ser de 200 km se convierta en uno de 500 km, con la consecuente pérdida de tiempo. Por este motivo, decidimos salir tan pronto, para ver si conseguimos que no nos altere mucho los planes. Lo que sí que nos altera es el estar espabilados, porque, al devolver en recepción las tarjetas de acceso a la habitación, en lugar de dejar la mía dejo la del metro de Tbilisi.

En la carretera apenas hay tráfico, así que como la cosa está tranquila, mientras Pablo conduce yo intento echar una cabezadita. Al de dos horas, paramos a repostar en una gasolinera. Aquí el precio de la gasolina premium es de 0,67 euros el litro; con lo de "premium" se refieren a la de 95 octanos, ya que la que consideran como "regular" es de 92 octanos y es más barata aún. De todas formas, con lo envejecido que tienen el parque automovilístico de quinta generación (que ha pasado por dueños de cinco países), se le podría echar zumo de granada y también tiraría. Si el llenar el depósito hubiese sido unos 32 euros, resulta que al pagar con tarjeta el hombre se lía y luego vemos que nos ha cobrado algo menos de cuatro euros, pero como tenemos duda de si el ticket que nos ha dado es el nuestro o el del anterior cliente, decidimos continuar nuestro camino y Visa dirá.

Para recargarnos un poco de energía, paramos en un área de descanso, donde hay un establecimiento con buena pinta para tomar un café. Al entrar, primero nos sorprende que un domingo a las 9 de la mañana tengan música tecno a todo volumen; y lo segundo que nos llama la atención es que detrás de los altavoces haya una chica durmiendo tumbada en unas sillas. Como no sabemos qué despertar puede tener, probamos suerte en el local de al lado; sin embargo, éste es una tienda de ultramarinos y nos indica que vayamos a la cafetería, esa de la que veníamos. Al indicarle con señas que hay una chica durmiendo, nos acompaña para despertarla. Aturdida y con cara de no saber donde está, mira alrededor y se da cuenta de que es un bar; menos mal que no se ha despertado en un taller mecánico, porque se la ve apresuradamente dispuesta a llevar a cabo cualquier tarea que pareciese su responsabilidad. Si durmiendo con ese nivel de decibelios podría pensarse que es sorda, constatamos que lo que es muda, porque no dice absolutamente ni una palabra, tan sólo asiente a nuestra comanda de un par de capuccinos y un pastel con una crema blanca algo preocupante.

Pasado el mediodía, llegamos al pueblo de Akhaltsikhe, donde se encuentra la fortaleza de Rabati. Esta localidad, y su castillo, pasaron a lo largo de la historia por manos turcas y por manos georgianas. Dentro del recinto amurallado, curiosamente, conviven una iglesia ortodoxa y una mezquita, algo que evidencia el hecho de que en esta zona nunca llegó a haber una única religión. Las murallas y los edificios fueron renovados en 2012, y digamos que, les ha quedado un bonito "nuevo castillo viejo", porque algo nos dice que el lugar exhibe un esplendor que seguramente nunca tuvo.

La última parada antes de pasar a territorio armenio era la ciudad troglodita de Vardzia. Como vamos mal de tiempo y ya habíamos visitado en Uplistsikhe un lugar similar, decidimos poner rumbo al país vecino. En el camino, adelantamos a muchos camiones turcos, algo enrarecidos por la idea de que fueran dirección Armenia; eso hasta que nos damos cuenta de que hay otra carretera por la cual se desvían dirección a la frontera con Turquía. Rumbo al sur, el tráfico se va reduciendo de forma directamente proporcional a la calidad del asfalto: grietas, hoyos y hasta cráteres se van alternando con una intensidad in crescendo. Los coches aquí no hacen eses, trazan el jodido alfabeto georgiano al completo. En otro lugar se podría incluso decir que invaden el carril contrario, pero como no hay rayas, lo dejaremos en que se mueven libremente por el carril único. De las señales ni hablamos, porque después de zarandeos mareantes, van y te plantan una minúscula señal de "peligro" o de "prohibido adelantar". Ah, que los 10 km anteriores eran una autopista suiza, ¿no? Por si fuera poco, empieza a caer una lluvia ligera y a hacer viento. En otras circunstancias sería hasta romántico, pero estamos a 1.400 metros de altitud, con lo que el coche se vuelve a empañar ¡¡por fuera!! Así que ya tenemos en la ecuación baches, zarandeos, lluvia, viento y un parabrisas a ratos opaco. ¿Se puede complicar aún más? Pues sí, porque las pocas localidades que hay han decidido, absolutamente todas y la vez, hacer trabajos de reasfaltado en sus respectivas calles principales. Si lo llegamos a saber, mejor hubiese sido alquilara un cochecito ruso marca Lada o un tanque de combate.

Y por fin, llegamos al punto fronterizo de Bavra. Como no sabemos si vamos a pasar comida, decidimos engullir todas las sobras que hemos ido acumulando en el coche, incluido un khachapuri que pedimos en el restaurante de anoche y que no pudimos ni empezarlo. No sé si nos gusta más comer ese plato a base de pan, queso y huevo, o simplemente nombarlo, porque nos encanta su nombre... ¡¡quiero khachapuri!! ¡¡dame khachapuri!! ¡¡para todos khachapuri!!

Y ahora toca ponerse serios, porque aquí cruzar una frontera no es como en la Unión Europea. Lo primero es cruzar el control de salida de Georgia: pasamos montados con el coche, esperamos la cola y cuando nos toca le damos los pasaportes, el permiso de conducir, el permiso de circulación y el permiso que nos hizo la agencia para poder sacar el coche del país (previo pago de 70 dólares). Lo mira, lo remira, y nos mira extrañado porque... ¡¡sí!! ahora parecemos más jóvenes que en la foto del pasaporte, nos gusta tanto viajar que lo hacemos hasta en el tiempo. Y finalmente, se oye el sonido del fuerte impacto del sello de salida sobre nuestros pasaportes, o eso o está poniendo unos colgadores sobre pladur...

Y ahora toca el control de entrada a Armenia, a ver si va todo bien. Ya de partida, empezamos con menos coches pero más espera. Quizá es comprensible porque cuando sales de un país revisan menos cosas que cuando quieres entrar. Pero el aspecto de la policía resulta inquietante: llevan un gorrito con la parte superior plana en la que podría aterrizar un helicóptero... y cuanto más grande sea el gorro, más tontería le echan al asunto. Nos indican que avancemos y, al ver que no somos georgianos a pesar de ir en un coche con matrícula georgiana, parece que la actitud mejora. A mí me dicen que me baje, y que vaya al control de pasaportes para peatones; a Pablo, que abra el maletero y que enseñe la documentación. Seguimos las instrucciones y yo voy por mi lado: no hay nadie en la ventanilla y hasta que aparece alguien se le ha formado ya cola. Los que están delante de mí, pasan enseguida; por el contrario, a mí me empiezan a preguntar que por qué voy a Armenia, que si he estado en Azerbaiyán, que en qué hotel voy a estar, cuántos días, mi número de teléfono... casi estaba por decirle que el calzoncillo es de tipo slip, por si es un dato requerido. Casi quedándome el último, el agente pone, por fin, el sello de entrada. Me reencuentro con Pablo que ha tenido similar suerte, y me uno a la inspección del equipaje, que resulta ser bastante permisiva.

Y ahora toca la parte complicada, la que por mucho que miramos en internet, preguntamos en la embajada e incluso a la propia policía de Armenia, nunca supimos. Lo primero que te mandan es que, para poder circular por el país tienes que sacar un seguro. Da igual que vengas con un seguro a todo riesgo, que si quieres pasar con un vehículo tienes que contratar el dichoso seguro a terceros. Así que, bueno, vamos a la ventanilla correspondiente y gestionamos el seguro: es raro porque tarda una eternidad, y más raro aún que el precio en laris georgianos o drams armenios son importes exactos. En cualquier caso, al cambio son unos 13 euros, así que no vamos a empezar a cuestionar la decencia de que un gobierno te obligue a pagarle por un seguro... al que la única justificación que le encontramos es que piensen que "a ver si hay suerte y terminan comprándole un Lada nuevo a alguien". Venga, ahora sí, ya tenemos los pasaportes sellados y el seguro... a pasar un último control...

Enseñamos de nuevo los pasaportes, permiso de circulación, permiso de conducir, el permiso para sacar el coche y el seguro. ¿Hemos hecho póquer? Pues no, que nos falta un papel... ¿pero que leches de papel? ¿El control de aduana de qué? Pues nada, vuelta a aparcar y a otra ventanilla... Resulta que hay que declarar el valor del coche para poder meterlo...¡¡esto va a ser otro sacacuartos!! Que si marca, modelo, año, nuestra dirección, teléfono... y a rellenar un formulario que veíamos sólo estaba en ruso pero que nos lo sacan en inglés. Y ahí, el aduanero, estoy convencido de que estaba echando una partida al Fortnite, porque tarda una eternidad en darnos un papel con más sellos y firmas. Lo bueno es que, no nos pide que soltemos más pasta... Volvemos al control y, como si quisieran encontrar más papeleo pendiente, nos abren resignados la valla...

Y por fin estamos en Hayastán, Armenia para los amigos. ¡¡Y por fin celebramos los cincuenta!! No, años no, aunque las dos horas de papeleos hayan resultado infinitas. Lo que celebramos es que éste es nuestro país visitado número 50. El otro día hicimos un recuento y reparamos en que este viajiversario iba a producirse aquí. Esperemos que el país esté a la altura de tal honor. Por de pronto, la tarjeta de visita es peculiar: una zona con montes altos y suaves, sin mucha vegetación debido a la altura en la que estamos... y las mismas vacas que nos bloquean el paso, cráteres en la carretera, y la misma lluvia que en Georgia.

Dado el tiempo perdido en el cambio de ruta y el tiempo de papeleos en la frontera, decidimos saltarnos algunas visitas. Así que vamos directamente al monumento al alfabeto armenio. Porque sí, aquí también tienen otro alfabeto diferente y totalmente ilegible para nosotros. Su alfabeto es un motivo de orgullo nacional, y le han hecho un monumento con las 36 letras que lo componen. ¡¡Y nosotros que nos creemos diferentes por sólo la letra eñe!!

En Armenia, si hay algo que visitar, eso son monasterios. Durante los cuatro días que estaremos aquí veremos un buen número de ellos. Estamos hablando del primer país del mundo que adquirió el cristianismo como religión nacional, y eso está basado en su historia. Aquí, hay monasterios que tranquilamente pueden tener mil años, pero que además, fueron construidos sobre otros anteriores. Ése es el caso del monasterio de Saghmosavank, el primero que visitamos. Justo pillamos al guarda cerrando, y nos hace el favor de darnos una vuelta rápida por dentro. En sí, son bastante austeros: no suelen tener mucha luz ni las paredes pintadas, ya que, el feligrés viene a la iglesia para estar en contacto con Dios, y no debe haber nada que lo distraiga. Por fuera, las vistas son una pasada, ya que el monasterio se encuentra al borde de un cañón enorme.

El segundo monasterio que visitamos es el de Hovhannavank. Al igual que el anterior, son Patrimonio de la Humanidad. En general, los monasterios armenios se identifican porque suelen tener una cúpula cónica en lo alto, que simboliza al Monte Ararat, el monte más sagrado para ellos y que, aunque hoy está en Turquía, originariamente era territorio armenio, el cual aún siguen reclamando.

Ya se ha hecho de noche y el día no da para más. Pablo ha conducido casi doce horas, y los dos estamos realmente agotados. Así que, nos vamos a Ereván, la capital de país, donde nos alojaremos dos noches. Llegamos al hotel y empezamos a ver algo raro en él. Por un lado, un aparcacoches nos trata como si estuviésemos llegando a una discoteca. Por otro, observamos que hay plazas de garaje con acceso privado a las habitaciones, y que la recepción no tiene un acceso directo desde la calle principal. Además, se oye música disco en los alrededores y el personal femenino lleva unas faldas algo indecorosas para estar en un hotel. ¡¡Dios, hemos reservado en un puticlub!! Pero no, la habitación está genial y las instalaciones son como las de cualquier buen hotel. En el parking hemos visto a una señorita con tacones de vértigo, pero es que igual las armenias son muy coquetas, ¿no? Yo, por si acaso, a la recepción no llamaré ni por agua.

7 sept 2019

De las torres de Mestia a las de Batumi

Estamos en Mestia, en la región de Svaneti o tierra de los Svans, donde su estampa más típica son las torres defensivas que sobresalen de los tejados de las casas. Son unas construcciones de unos 20 o 25 metros, con tres o cuatro plantas, y que desde la edad media se han utilizado para proteger las casas de las invasiones. Hay unas mil en toda la región, y en la actualidad se utilizan para almacenar cereales y heno. Nuestra guest house tenía una, pero como apenas hemos estado en ella, no hemos tenido ocasión de pedirle a la propietaria que nos la enseñase.

Ayer, a la vuelta de la ruta por la montaña, estaba diluviando y no nos pudimos hacer fotos; así que hoy, nada más levantarnos, aprovechamos a hacer algunas fotos y así recordar la singularidad de este lugar. Aunque estamos en septiembre, aquí hace muchos más frío que en los lugares que hemos visitado en días anteriores, ya que estamos a una altura de 1.500 metros. Un dato curioso es que la cercana población de Ushguli ostenta el récord de ser la población permanente a más altura de toda Europa, a aproximadamente unos 2.100 metros.

Para venir hasta aquí hay prácticamente una única carretera, así que para regresar volvemos a recorrerla, despidiéndonos de sus cimas heladas, sus ríos caudalosos, su carretera parcheada, de las vacas que obstaculizan el camino, de los obreros que no se sabe muy bien qué hacen, ... A pesar de los momentos angustiosos que vivimos ayer, visitar Mestia ha sido una experiencia muy agradable.

Durante nuestro recorrido de hoy atravesaremos el país desde la montañosa Mestia en el norte hasta el destino vacacional de Batumi en el sur, bordeando la costa del Mar Negro. Son unas cuatro horas de trayecto, así que a media mañana paramos para hacer un descanso en Zugzidi, donde aprovechamos para comer algo y dar un paseo por los jardines del Palacio Dadiani. Según la guía, se trata de un museo donde se exhiben objetos históricos y folklóricos que un burgués de la ciudad fue coleccionando.

Lo que también está muy cerca es Abjasia... ¿Una región de Georgia o una República independiente? Cuando cayó la URSS, Abjasia pasó a formar parte de Georgia, pero como esta última parece que la trataba como al resto del país, decidió declarar su independencia en 1992. Desde entonces, está sólo reconocida por algunos países, entre ellos, cómo no, Rusia. Parece que la técnica de los hijos de Putines malmeter dentro de las repúblicas que se independizaron, para luego apoyar a pequeñas segregaciones con el objetivo de terminar volviéndolas a integrar dentro de la Federación Rusa. Ya ocurrió con Moldavia y Ucrania, y en Georgia no sólo con Abjasia, sino también con Osetia del Sur.

Nos pica un poco la curiosidad y queremos saber qué tipo de control hay en un territorio independizado pero no reconocido por el país del que se ha separado. Así que, nos acercamos en coche hasta la parte georgiana. El primer control real son las vacas que se cruzan en el camino; después, aparcamos para no tener líos con el coche de alquiler. Vemos que la gente y los coches cruzan el control como si estuvieran en el salón de su casa; nosotros, por ser extranjeros, optamos por preguntar en el puesto de policía y nos dicen que necesitamos un visado especial para pasar a Abjasia. Así que, con las mismas, nos volvemos. Lo que nos llama la atención es que hay muchos coches con la matrícula ABH paseándose por la ciudad, sin que, aparentemente no le moleste a nadie. Claro que, también está el país plagado de rusos y parece que esto no supone un problema. En cierto sentido, tiene que resultar humillante que se paseen por tu territorio habitantes rusos de los que te has independizado, y habitantes abjasios que se te han independizado. Pero el turismo es un dinero fácil, y parece que aquí no están como para renunciar a él.

Seguimos rumbo al sur, cruzando varias regiones, hasta llegar a Batumi, la capital de la región autónoma de Adjaria. Ésta ciudad, hermanada con Donostia y con Barcelona, es el Benidorm del Mar Negro. Nada más llegar, la primera impresión es muy buena: se ven edificios interesantes y mucha vida en la calle. Lo primero que hacemos es ir al apartamento que hemos alquilado, en la zona conocida como Orbi City, donde esta compañía constructora está levantando un buen número de rascacielos. El apartamento está en una planta 16, con vistas hacia Turquía.

Cuando salimos para recorrer la ciudad, empieza a llover. Teníamos pensado alquilar una bici para recorrer su larguísimo bulevar, pero con la lluvia torna imposible. Así que, damos un paseo y terminamos refugiándonos en un elegante bar en el paseo marítimo, donde el nivel de matemáticas deja mucho que desear pues el IVA es redondeado automáticamente hacia arriba... porque sí, aquí lo ponen por separado.

La verdad es que la ciudad no tiene desperdicio, porque le puedes sacar jugo por donde quieras. Por un lado, tiene edificios estilo belle-époque realmente interesantes, como el Banco de Georgia que tiene un interesante reloj astronómico. Por otro, hay edificios musulmanes como la mezquita o un reloj similar al que vimos en Izmir (Turquía). Si te gusta el arte, hay muchas esculturas, entre las que destaca Ali&Nino, dos esculturas que van rotando y terminan besándose.

Pero Batumi tiene también un aire bastante freaky. Queriéndose pasar de modernos, hay un hotel con la forma del Coliseo, un restaurante con la de la Torre Pisa, otro con la de un templo griego, ... Luego hay una estructura con las letras del alfabeto georgiano y una bola en lo alto que alberga un observatorio. Otro edificio que no sabes si amarlo u odiarlo, es la torre Le Merdien, un hotel y apartamentos que tiene una noria en la fachada... ¡¡y encima de color dorado!! Y la guinda se la lleva otra torre que se podría definir como un Big Ben al estilo veneciano, que alberga un hotel.

Batumi, es sin duda, una ciudad con mucho potencial. Siendo ésta la segunda ciudad más importante del país, todo apunta a que está viviendo una auténtica burbuja inmobiliaria. Hay anuncios de imponentes torres de apartamentos que van a construir, y en varios lugares de la ciudad vemos stands, donde poder adquirir una propiedad con vistas al Mar Negro. También están construyendo muchos hoteles, cada cual con un aspecto sofisticado, pero que no sabemos si en conjunto quedará algo hortera.

Para nosotros, viviendo en el segundo país del mundo con más turismo, Batumi está bien sólo para pasar el día: las playas de piedra, el clima fresco y la mezcla kitsch de lo moderno con lo decadente, hacen que en la liga del turismo, aquí estén aún en segunda división. Resulta chocante que, en un mundo globalizado, estén en la fase de los neones de colores y el lujo chabacano. No hay que fijarse más que en su público principal: por un lado los rusos, que pierden la clase que desean tener exhibiendo un lujo excesivo y una autoproclamada superioridad; por otro, los turcos, que cruzan la cercana frontera entre Georgia y Turquía buscando el juego y la prostitución, ambos prohibidos en su país. De hecho, en el barrio histórico vemos muchos locales de "Masajes" con unas fisioterapeutas ligeritas de ropa...

Batumi nos ha encantado, a pesar de que el día ha estado un tanto desapacible. Sus visitantes, arquitectura y ambiente lo convierten en un lugar muy singular, visita obligada del país y paréntesis de la tradicional Georgia. Pablo, ¿es en esas tres torres con neones que cambian de color donde está nuestro apartamento?

6 sept 2019

Trekking por el Cáucaso

Din din don din, din din don din... suena el despertador cuando apenas ha amanecido. Tenemos unas cuatro horas de coche, así que buscamos fuerzas donde no las hay para afrontar lo que será un duro día. Lo primero, una duchita, a ver si ayuda a desperezarse. La configuración de la habitación es un poco rara, porque resulta que una puerta da a la calle y otra da a otra habitación, desde donde se puede acceder al baño y a una cocina. Así que, toalla en mano, intento abrir las puertas pero ninguna abre, hasta que haciendo un poco más de fuerza consigo acceder a la otra habitación; me pica la curiosidad y pruebo a ver si la cocina está abierta, y nada; por suerte el baño está abierto, pero ¿dónde está el interruptor de la luz? Intento a oscuras palpar las paredes por dentro y por fuera, hasta que lo encuentro ¡¡detrás de la puerta!! Con una banda sonora de gallos cantando y perros ladrando, me quito la ropa, mientras oigo pasos que se paran en una ventana abierta; miro y veo una manita asomando con un rollo de papel higiénico. Esto es un escape-room y el rollo (sin cartoncito, por cierto) es una pista seguro.

Una vez rehechas las mochilas, las metemos en el maletero del coche y nos adentramos en la casa siguiendo unos ruidos en busca del desayuno. Aparecen los anfitriones de la casa, como si hubiesen dormido con lo puesto y con la misma vitalidad inalterable que Alexa. Mientras la señora cacharrea en la cocina, el hombre nos indica que entremos en una sala donde nos expone orgulloso artículos de madera que ha hecho el mismo, entre ellos vasos y jarras de madera que, haciendo gestos, nos indica que son para beber vino; nos enseña unos cuernos y llevándoselos hacia la boca, nos dice que son también para beber vino; de una nevera saca un cuerno hecho de queso y nos dice que también es para beber vino y luego comer el queso; ¡¡espero que la papelera sea sólo para tirar papel!!

Vista la sala de marquetería, nos pasa a la sala de bodega. Nos enseña barriles de diferentes tamaños y nos dice que ellos hacen su propio vino. Nosotros, muy agradecidos, le mostramos nuestro interés y admiración, por tener habilidades que los urbanitas actuales desconocemos totalmente. En un patio interior de la casa, nos enseña orgulloso sus parras llenas de uvas y árboles con lo que parecen nísperos. El hombre es realmente encantador, pero ha llegado la hora de degustar el primer alimento del día y nos sentamos en una mesa de madera. La señora nos pone queso, mermelada, tomate y pan, todo casero y realmente delicioso; dado nuestro interés por el vino, el hombre vuelve con dos copas de vino blanco en mano. Pablo se moja los labios comentando lo rico que está en inglés, mientras me recuerda en castellano que en Georgia la tasa de alcohol al volante es de 0,0% y que las copas tienen que quedar vacías por no hacer el feo; así que, aún con el estómago vacío, enjuago el esófago con las dos copas de vino: está dulzón y algo fuerte, pero salgo airoso del reto de tomarme semejante cantidad de alcohol a unas horas tan vespertinas. Mientras unto mermelada sobre el pan y derrito la mermelada con los sudores que me están entrando, pienso ¿podían poner un poco de música, no? Yo ahora puedo hasta con una polka.

Toca ya partir y despedirnos de los dueños de Mantua Guest House. No son pocas las palabras de agradecimiento por lo majos que han sido, siempre con una sonrisa en la boca y dispuestos a comunicarse... en un perfecto ruso del que no hemos entendido "ni mu". Así que, con unos spasiva mutuos interminables, montamos en el coche y salimos de la finca, recibiendo un regalo de última hora del hombre: cuatro peras redondas que más tarde comprobaríamos que estaban deliciosas. Sin duda, aunque anoche llegar fue realmente complicado, la recompensa ha sido realmente gratificante.

Si bien la finca donde nos hemos alojado estaba muy bien, hoy descubrimos que los alrededores de Jvari son realmente desoladores: casas totalmente destartaladas, con fachadas medio caídas, coches abandonados, ... Seguramente mucha de la gente que vive aquí dirá aquello de "Pues con la URSS se vivía mejor", porque sin duda, el capitalismo ha tenido efectos muy dispares a lo largo y ancho del país.

Sorteando vacas, caballos, perros, cerdos y baches en la carretera, entramos en la región de Svaneti. Aquí, hay algunos nombres que se asemejan a palabras en euskera como Etseri (etxe=casa/eseri=sentarse), Enguri (guri=a nosotros), Ipari (ipar=norte), etc. Jugando a los filólogos, Pablo ve una furgoneta parada con matrícula española. Ante nuestro asombro, paramos y preguntamos; el padre de familia iba a responder de forma automática que no entendía cuando a la mitad de la frase se da cuenta de que estamos hablando en castellano. Charlamos un rato con él y su mujer, mientras los hijos desayunan en una mesa tipo camping. Nos cuentan que tienen un hermano allí trabajando y que han aprovechado a venir a verlo para conocer el país. Tras algunas recomendaciones para visitar la zona, nos despedimos deseándonos disfrutar de los respectivos viajes.

Continuamos por la serpenteante y estropeada carretera disfrutando de los enormes montes, las cascadas, los ríos y las cimas cubiertas de nieve. Es todo un paraíso en el que uno se siente pequeñito. Y por fin, tras unas cuatro horas de coche, llegamos a Mestia. Mucha gente que ha dormido aquí ya está preparada con ropa deportiva para caminar por los respetables montes que nos rodean. Esta es, sin duda, una zona muy querida por los amantes del senderismo, siendo la ruta de Mestia a Ushguli, el "Camino de Santiago" del montañero que visita el Cáucaso, un recorrido que dura unos cuatro días. Nosotros, no tenemos tanto tiempo, así que haremos una ruta mucho más corta pero, no por ello, menos gratificante.

Nos dirigimos a la oficina de turismo a pedir un mapa, y le decimos que queremos hacer la ruta Hatsvali-Heshkili-Zuruldi-Tsvirmi. Nos dice que sí, que en total serán unas siete horas, nos da un mapa en georgiano donde nos escribe los puntos más importantes en nuestro alfabeto y nos confirma que el recorrido está señalizado. En el mapa vemos que el ascenso será de unos 1.000 metros, aunque los 200 primeros los salvamos subiendo en un telesilla. Dado su potencial montañero, han construido unas pistas para esquiar y así atraer turismo durante todo el año, para lo cual hasta han construido un aeropuerto entre las montañas.

Empezamos el recorrido utilizando nuestro móvil como GPS e intuyendo los caminos que hay que coger para completar el recorrido. Hace un día soleado y una temperatura agradable. Los prados y zonas boscosas son de un verde intenso, y los picos que nos rodean tienen nubes enganchadas con, en ocasiones, niebla espesa; incluso en varios valles de alta montaña se divisan glaciares. De esta preciosa estampa piensas que va a salir Heidi en cualquier momento; pero no, aparece de repente una rusa estiradilla con gafas de sol que ni tan siquiera nos mira. Pero si la cortesía en el monte es universal... buf, de Rusia sólo la ensaladilla, y porque es un plato nuestro.

En todo el recorrido, nos encontramos sólo con la rusa callada, dos parejas de alemanes, y dos chicas francesas con las que hablamos un rato. Pero, ¡¡¿¿dónde está toda esa gente que suponíamos iba a andar por el monte??!! Pues debe de ser que se quedaron en el bar tomando cervezas y luciendo Goretex sin una sola mancha de barro. Bueno, pues ellos se lo pierden... nosotros disfrutamos de la subida empinada, del calor, del sudor, de apenas tener comida y menos agua, ... pero con unas vistas del Cáucaso abrumadoras y respirando aire puro. A ratos hace frío y a ratos hace calor, todo depende de la nube dónde se coloque. Después de comer algo de queso ahumado, frutos secos y peras, continuamos nuestro camino.

En una pradera vemos unos caballos, y nos acercamos a ver si se dejan tocar. Están colocados en pares, de forma que uno le quita las moscas al otro al hondear la cola. Al principio se muestran desconfiados, pero luego uno de ellos se acerca para que le acaricien. Disfruto de un momento con ellos, teniendo mucha precaución de no asustarlos, no vaya a ser que estos grandes animales me ataquen en tan inhóspito lugar.

Son las tres y media de la tarde y vemos que aún no hemos hecho ni la mitad del recorrido. Tenemos sólo una hora más para llegar al telesilla, ya que a partir de esa hora lo cierran. Damos por hecho de que la ruta inicial no daba tiempo ni de casualidad, así que aligeramos el camino y llegamos hasta Mentashi, el punto más alto de la ruta completa, a 2.473 metros. Una vez habiendo encumbrado, decidimos que vamos a iniciar ya el descenso. Sin embargo, a excepción de unas señales que vimos al inicio de la ruta, apenas hemos visto ninguna otra. Vemos a unos hombres que han venido a arreglar una antena de comunicaciones, y les preguntamos que por dónde descender, pero vemos que ellos sólo conocen el camino por que el que pueden circular en su 4x4 hasta otro pueblo diferente, y tampoco nos invitan a llevarnos.

Continuamos el camino por donde pensamos va la ruta circular que seguimos ahora. Al llegar a otra cima, encontramos a otras cuatro personas: un chico y tres chicas. Al preguntarles que si saben por dónde está el camino descubrimos que están siguiendo el mismo mapa que el que nos dieron en la oficina de turismo. Nos dicen que a ellos también les dijo la cabrona de la oficina de turismo que la ruta estaba señalizada... y que han llegado a un punto en el que no hay un camino aparente, pero que parece que bajando casi escalando se puede enlazar con otro camino. En bromas, les decimos que un rescate de seis es más barato que uno de cuatro, así que nos unimos a ellos. Bajamos agarrandonos a ramas y raíces por una pared casi vertical, levantando polvo e intentando no caer unos sobre otros. Llegamos a una pradera y vemos a otros dos chicos que justo llegan... ¡¡Rescate para ocho!! Si vamos a esta velocidad, necesitaremos un Airbus. Pero no, los chicos van a otro pueblo y continúan su camino, por lo que seguimos siendo seis. El otro chico del grupo, un noruego alto, rubio y fuerte, decide liderar el grupo, y nos indica por dónde cree que debemos continuar. Como no tenemos una alternativa mejor, decidimos que vamos a probar a ver.

En la cabeza van el noruego con su novia, una chica alta y rubia parca en palabras, toda una Paris Hilton modosita capaz de seguirle el ritmo a su novio sin problemas; después van una inglesa y una francesa, amigas residentes en Londres; y después los españolitos, con su ropa desgastada "no último modelo", sin bastones de trekking, ni ropa transpirable, ni mochilas repletas de accesorios para ser un montañero trendy. Pero vamos, que hemos acabado todos igual... igual de perdidos.

Tras diez minutos andando descubrimos que finalmente ese camino no va en la dirección correcta. El noruego, propone volver a subir, pero para no escalar, mejor dar un rodeo, porque en su App montañera tiene el recorrido que han hecho y piensa que es fácil retomar el camino para luego deshacerlo, en lugar de buscar el camino para terminar la ruta. Bueno, pues vamos a intentarlo de nuevo, ¿no?

Ahora sí, la cosa empieza a complicarse, porque nos adentramos en una zona llena de vegetación. Andar resulta muy complicado, hay que ir retirando plantas que te hacen la zancadilla, ramas que vienen hacia ti, arbustos... No sabes si es más fácil subir o bajar, ir a arrasando o ir retirando la vegetación. Resbalones, enganches, tropezones, ... Avanzamos muy lentamente, porque supone demasiado esfuerzo, pero estamos confiados en que a algún sitio llegaremos, y que retroceder no es una opción. De repente estallamos a risa porque empieza a tronar... como llueva va a ser más difícil salir de ésta.

A estas alturas, la pareja noruega sigue en cabeza, nosotros vamos los segundos y las franco-inglesas van en última posición. Pablo avanza más rápidamente, así que cuando me dice que me espera le digo que no, ¡¡que no pierda de vista al vikingo!! Vamos a ritmos diferentes, y es evidente que los noruegos piensan que si fuesen solos llegarían al camino antes. Para nosotros, ellos suponen la salvación, pero tampoco queremos dejar a las dos amigas atrás y mantenemos contacto visual con ellas en todo momento; en bromas, nos dicen que por favor no las abandonemos.

Perdidos en el Cáucaso, sin agua ni comida, tronando, cayendo la tarde... y rezando a que por algún lado salga Frank de la Jungla con una boa constrictor en la mano. En esos momentos de angustia te preguntas que quién te ha mandado meterte en este lío, y que quién pagará la factura del rescate. A su vez te prometes a ti mismo que el año que viene elegirás un destino calmadito, ¿qué tal Colombia?

Y por fin, el vikingo rubio anuncia que hemos llegado al camino. Nos reagrupamos y haciendo que besamos el suelo expresamos el alivio que supone tener la seguridad de que, al menos estamos en el camino principal. Ahora toca la segunda etapa de Cáucaso exprés: volver al teleférico. Los noruegos dicen que la hora límite es las seis, nosotros las cinco (aunque realmente son las cuatro y media) y las amigas dicen que ellas aunque sea bajan andando. Ahora sí, es un sálvese quién pueda: los noruegos dicen que van a intentar llegar al teleférico y salen pitando; nosotros no creemos llegar, pero vamos a ir rápido porque se puede hacer de noche; las amigas dicen que ellas son más lentas, así que irán a su paso.

En pocos minutos ya no nos vemos unas parejas a otras. El camino de bajada es sinuoso y sólo estamos seguros de una cosa: que al menos estamos descendiendo. Intentamos seguir la referencia de un telesilla que está fuera de servicio y que acaba en el que tenemos que coger. Estamos muy cansados y bajar nos está machacando las rodillas. Cuando divisamos la base del primer teleférico constatamos que ya está cerrado... lo cual supone otras casi tres horas más caminando cuesta abajo. Para darle más emoción, aparecen algunos perros... pero reacciono rápido alargando mi palo-selfie como si fuese la espada de Dark Vaider. La situación es bastante crítica cuando... ¡¡empieza a llover!! Pero no un sirimiri bilbaino... ¡¡no!! Empieza a llover como si no hubiese un mañana...

¿Andar tres horas bajo la lluvia y en breve de noche? ¿Pero qué más puede ocurrir? ¿Que nos caiga un meteorito? La situación da un giro inesperado al ver una carretera. Nos resguardamos debajo de unos árboles y, decidimos hacer autostop, a ver si algún alma caritativa, incluso estando empapados, nos lleva. En un par de minutos aparece un coche. Le hacemos señas de que pare, y juntamos las manos en señal de "por favor". Un momento de alegría nos invade cuando vemos que para, y otro de desesperación cuando vemos que van seis personas dentro y que pensamos que el conductor nos está diciendo que no puede llevarnos. Sin embargo, los cuatro pasajeros de la parte de atrás se amontonan y el conductor nos indica que subamos. Entro yo primero y Pablo se sienta en mis piernas. Ay, ay, ay... Un coche de quinta mano, con el techo y puertas forradas con goma, atrás dos adolescentes, una niña y un bebé, yo con Pablo sentado encima, el conductor y su mujer. ¡¡Ocho personas!! Llueve intensamente y va a toda prisa, en las curvas intento no aplastar al joven que va a mi lado, pero el agarrador de encima de la ventanilla se suelta así que decido agarrarme al reposacabezas delantero para intentar no desestabilizar a Pablo y que salga disparado. La situación es dramática, pero a la vez cómica... y más aún cuando el conductor se viene arriba y pone la música a tope. ¿Dije Colombia para el año que viene? ¡¡Mejor un Tailandia sin vacunar!!

Y llegamos a Mestia, ¡¡estamos salvados!! ¡¡El gran Cáucaso no ha podido con nosotros!! Les damos mil gracias a la familia que nos ha traído, y dirigiéndonos hacia nuestro coche nos encontramos con la pareja noruega: no llegaron al teleférico, así que hicieron también autostop y sobrevivieron a lo que bautiza como "Georgian adventure". Necesitamos beber y comer algo, ya que en todo el día ha sido poca nuestra ingesta... así que nos vamos a un restaurante a comer un kachapuri de carne y una calentita sopa de pollo. Estando cenando vemos pasar a las amigas franco-inglesas: tardaron mucho en bajar, y llegaron hasta un bar que estaba al principio de la ruta donde pidieron un taxi. Son muy simpáticas y nos despedimos de ellas deseándonos un feliz resto de viaje.

Con la medalla de plata en esta aventura, nos vamos al hotel. Hace algo más de una hora la situación era crítica y ahora, por el contrario, estamos en una habitación confortable donde darnos una duchita caliente. Nos duele todo el cuerpo como si nos hubiesen sacado todos los huesos y músculos, y los hubiesen recolocado sin mucho atino. Como dijo el vikingo, ¡¡menuda Georgian adventure!!