Hoy hemos experimentado lo que siente una lasaña en el cajón del congelador. A pesar de las ocho mantas que teníamos por encima, de dormir con pijama, polar, braga de cuello y guantes, ni la cuchara ha servido para entrar en calor... "ay, acércate que tengo frío... buf no, aparta que tú estás más frío que yo" nos hemos dicho más de una vez intentando robarnos el calor. Además la cama no sé de qué está hecha porque darse la vuelta resulta imposible, es como si sólo se adaptara a la primera postura que eligieras y ya no pudieras cambiar a otra.
Si al frío le sumo que debido al resfriado que tengo no puedo respirar bien y el que la cama se nos deshizo un poco (¡¡horror para mi sueño!!) el resultado es que me desvelé y estuve unas tres horas sin poder dormir en la mitad de la noche, no pudiendo hacer otra cosa que mirar por el techo de cristal de la cabaña. "Bueno, pero estar viendo las estrellas tiene que ser una pasada, ¿no?" pensarán algunos. Pues no, no ha sido tan romántico: con el poco calor que generamos y debido a que fuera hace más frío aún, se ha generado un poco de condensación en los cristales, emborronando la visión de esas minúsculas lucecitas que son las estrellas; además, ha aparecido en escena la luna, que con su luz ensombrece a esos miles de puntitos que tan espectaculares lucían antes de irnos a la cama.
Así que ahí, en Soraypampa, a 3.850 metros de altitud, viendo la luna pasar de derecha a izquierda, empiezo a agobiarme: si estando malo encima no duermo, hacer mañana el tramo más duro de la ruta Salkantay va a ser un auténtico infierno (ay, ¡qué calorcito tiene que hacer en el infierno!). Así que tomo una decisión errónea: me pongo a pensar y a intentar arreglar el mundo. Incluso caigo en la cuenta de que hay algunos temas pendientes con la promotora del piso donde vivimos y no paro hasta que me levanto para enviar un correo electrónico desatando mi ira. ¿Se considerará esto también "mal de altura"?
Con la braga puesta como antifaz, en algún momento de la madrugada, consigo dormirme. Pero poco después, a las cinco y diez, suena el despertador. Definitivamente hoy voy a morir, ¿quién se hará cargo de mi colección de billetes de 0 euros que no vale nada pero que me costó lo suyo reunir? "Nacimiento en Barakaldo, muerte en Salkantay", bueno, al menos suena a vasco como el chiste de la gonorrea. Por si fuera poco, los móviles no se han cargado porque los enchufes dejaron de funcionar... y sin GPS podemos perdernos y acabar siendo carne ultracongelada para la secuela de "Viven".
Desayunamos con María y Sergio, que entendieron que el desayuno empezaba a las cinco de la mañana y han estado media hora chupando frío. Ellos tampoco han dormido bien, así que igual ha sido algo generalizado. Si lo llego a saber me traigo las cartas del Monopoly y echamos unas manos todos los desvelados, que a mí se me da muy bien porque siempre me toca más de una carta Irene Montero (la de "Di que no").
Con los móviles en carga rápida en los enchufes del salón-comedor, vemos cómo el resto de huéspedes empiezan la caminata, así como muchísimos otros que han dormido en alojamientos cercanos. Nosotros esperamos una hora más y terminamos saliendo a las siete de la mañana.
Siguiendo el GPS del móvil empezamos el ascenso, donde nada más comenzar hay una pequeña bifurcación y donde un chico, que va con su novia, nos pregunta que por dónde es el camino. Ahí es cuando Pablo me enseña una palabra que desconocía, "desatalentado", ya que el chico parece que va como pollo sin cabeza, queriendo avanzar sin mucho criterio. "Quique, el desatalentado" lo veremos más adelante en el camino, aunque en realidad, lo más probable es que todos acabemos siendo caras conocidas ya que casi todos el mundo hace el mismo número de etapas y es fácil reencontrarse.
Salir más tarde que la gran mayoría ha sido todo un acierto, ya que sólo vemos pequeños grupos de entre tres y cinco personas que, por lo general, adelantamos. Como es cuesta arriba, tenemos que parar de vez en cuando porque el "soroche" está haciendo de las suyas... notas que la respiración normal no te aporta la fuerza necesaria para continuar y tienes que pararte para, conscientemente, respirar más rápido y más intensamente, intentado obtener un chute de oxígeno extra. Aún así, vemos que a muchas otras personas les está siendo menos llevadera la situación, apartándose del camino para que estos dos "jóvenes señores" les adelanten.
En el ascenso con los que nos cruzamos son con muchos grupos de caballos que van dirección Soraypampa. "¿Tienen los ojos azules como los de Irene? Mmmm.... no, al final vamos a tener que ir a Kirguistán para verlos". Nos resulta chocante que haya tanto caballo bajando... ¿De dónde vienen? ¿Por qué los llevan ahora hacia abajo? No le damos muchas vueltas pero, más adelante, Sergio y María nos desvelarán el misterio: como nosotros salimos una hora después que la mayoría no llegamos a ver que mucha gente cogió el caballo para subir hasta el paso del Salkantay y que, una vez arriba, mucha gente o bien bajaba andando por donde habían subido o continuaban lar ruta, pero ya a pie. ¿Cóooooomooooo? ¡Pero eso es trampa! O mejor dicho... ¡Soraytrampa!
Coordinando el paso izquierdo con la sístole y el derecho con la diástole, salvamos los 800 metros de altitud que hay hasta el paso del Salkantay. Estamos a 4.630 y las vistas son... ¡¡reducidas!! Hay bastante niebla y apenas se vislumbra el pico del "monte salvaje" que es lo que significa en quechua "Salkantay". Hay un montón de gente haciéndose fotos y, seguramente, descansando el balanceo constante que ha tenido que suponer subir a caballo. Menudos montañeros de pacotilla... y la cosa empeora cuando oímos a alguien pidiendo que le pasen una cerveza... ¡¡por Dios!! ¡¡Al monte se va sólo con agua y con el bocadillo de tortilla de patatas de toda la vida!! Bueno, aquí con la tortilla de papas, claro.
¿Y el ascenso ha sido sólo eso? Desde que decidimos hacer esta ruta el día de hoy ha sido algo que hemos temido, algo a lo que le teníamos mucho respeto. Hasta llegamos a plantearnos si íbamos a cometer una temeridad. Incluso hasta nos fuimos a Asturias a hacer rutas interminables cual entrenamiento militar... Kayak po la mañana, Urbión por la tarde; Cares por la mañana, subida a Treviso por la tarde; Covadonga por la mañana, lagos por la tarde... ¡y un-dos-tres, un-dos-tres! ¿Y todo para esto? ¿O es que el llevar yendo al monte tantos años ha servido para que no hayamos visto difícil un ascenso que realmente sí es exigente? Sea como fuere, aquí estamos, lo hemos conseguido.
Haciéndonos fotos, vemos a un chico que estaba en nuestro mismo alojamiento y que presumíamos era español y vasco, porque llevaba ropa de Ternua, que tampoco es que abunde mucho fuera de las provincias forales. Entablamos conversación y, efectivamente, es de Pamplona y se llama Javier; nos cuenta que lleva de viaje varios meses y resulta super interesante; pero en un momento dado tenemos que decidir si saber más sobre Méjico y Guatemala o prescindir de algún dedo de la mano, porque no hemos elegido el mejor lugar para estar de charla y estamos empezando a congelarnos. Decidimos continuar con el camino emplazándonos a continuar la conversación cuando más adelante nos volvamos a encontrar.
Y empieza el descenso. Bajamos, bajamos y seguimos bajando. Con la Pachamama (Madre Tierra) acompañándonos en forma de río que llena de vida la zona, el descenso parece interminable. Al de un par de horas nos reencontramos con Sergio y María, que han parado a comer, y donde pensamos que ya estamos cerca porque a lo lejos ha aparecido un pueblo. Pero ¡¡error!! Ése no era, ni de lejos, Collpapampa, la aldea donde nos alojaremos. Otras casi tres horas nos quedan de caminata, predominantemente de bajada aunque con alguna subida, en algunos casos para superar barrancos que aquí llaman "quebradas". Por el camino también hay algunas zonas derrumbadas, al pasar por las cuales es mejor no mirar mucho hacia abajo. Y también hay que pasar algunos puentes hechos con tablones, que no parecen muy de fiar pero que cruzamos con una responsabilidad anestesiada por el cansancio.
Poco a poco el paisaje va cambiando. Hemos pasado de la alta montaña a la pre-selva, mucho más verde, húmeda y cálida. En algún momento ha habido una lluvia suave y hemos tenido que desplegar nuestros amplios ponchos, Pontzi Zabalak, para cubrirnos a nosotros y nuestras mochilas.
Es curioso porque en algunos momentos hemos coincidido con grupos muy amplios de senderistas que van en tour organizado; pero en otros momentos estamos prácticamente sólos. Y en esa soledad nos cruzamos con una chica que resulta ser de Mallorca y con la que entablamos conversación. Hablando con ella llega Javier, el de Pamplona; y poco después aparecen los recién casados navarros. Pues nada, ya sólo nos falta que entre la cabecera y empezar el programa de Españoles por el Mundo "Perú".
El descenso se ha hecho largo, muy largo. ¡Pero muy largo! No ha sido difícil, pero ocho horas andando es es lo que tiene... ¡¡ocho horas andando!! Y me pregunto, ¿B100 no debería dar una rentabilidad extra en estos casos? ¿Algo así como un 200% TAE?
Y llegamos a nuestro alojamiento en Collpapampa que, según nos dice la propietaria, llevan poco tiempo abiertos y sólo disponen de cuatro cabañas. En el camino habíamos visto a unos argentinos que no paraban de hablar (raro, ¿eh?) y que justo han llegado antes que nosotros. "¿Nos podrías dar una habitación que esté apartada de ellos?" solicitamos sin mucho éxito. Yendo a nuestra cabaña entablamos conversación con ellos y les pregunto a ver si son argentinos... "no, somos uruguayos" responden... "jo, vaya metedura de pata" pienso.
Entramos en la cabaña y me echo una siesta reparadora mientas las gallinas pasean con sus polluelos por delante de la cabaña. Pablo se va a dar una vuelta por lo que no alcanza ni el nivel de "aldea" y a la vuelta dice que ha estado hablando con los "uruguayhos" y que son muy majos. En la cena estamos los tres uruguayos, una pareja belga muy maja y nosotros dos, donde hablamos a ratos con unos en castellano y a ratos con los otros en inglés. ¡¡Y dónde descubro que no soy el único habitante del planeta que no soporta el cilantro!!
Agotados, pero con el orgullo de haber superado esta etapa, va siendo hora de acostarse (en mi caso por segunda vez el mismo día). Ya sólo quedan tres días para llegar a Machu Picchu.
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