Empezamos a notar un cierto seísmo, véase como el efecto de acostumbrarse a levantarse a las seis de la mañana o antes, nada de lo que alarmarse... Porque a lo de que tiemble la tierra aquí lo llaman "sismo" e impacta un poco ver recién levantados en el ascensor un cartel que indica "No usar en caso de sismo o incendio". Perú está en un territorio con más de 200 fallas geológicas, por lo que la actividad sísmica es bastante alta y, como iremos comprobando, es bastante habitual encontrar refugios seguros marcados con una "S" a los que acudir en caso de terremoto.
Y a un refugio seguro mandaríamos a los recepcionistas del hotel, tras una fricción dialéctica con la que empezamos el día. Como mañana dejamos el hotel de madrugada y no vamos a poder tomar el desayuno, le pedimos al recepcionista a ver si nos puede preparar cualquier cosa para llevar y así comer algo en el autobús. Sencillo de entender, ¿no? ¡Pues imposible! El joven se queda aturdido, sin saber qué hacer y diciendo "sí" y "no" sin mucha coherencia. "Es que el café es líquido... si tenéis algo donde echarlo..." ¿eh? Te queda mucho hasta llegar a preparar un tupper para llevarse los huesos sobrantes del churrasco, ¿no? ¡¡Pero si cualquier cosa transportable nos vale!! Un brick de zumo, una manzana, un sándwich, un Petite Suisse, un azucarillo, ... es que veo que nos trae los huevos revueltos en la palma de la mano sin saber a dónde echárnoslos. Sin que parezca muy convencido, lo dejamos pensativo con la promesa de que nos lo dejará en la habitación esta tarde.
Salimos del hotel Bilbao y estamos como en casa: que si bancos BBVA, gasolineras Repsol, anuncios de Movistar... las empresas de la madre patria se han abierto camino en su ex-colonia, mezclándose con las compañías propias que se han ido desarrollando en el país. Algo similar ocurre con los nombres de las personas, al menos con los de los conductores de Uber, que, cada vez que reservamos uno, nos sorprende a cual más esa fusión peruano-española: Donny Bryan, Luis Arturo, Jhonnatta José, Jonathan Joseph... Hoy será Martín a secas el que nos llevará del barrio de la Victoria hasta el centro histórico.
Empezamos recorriendo Lima por el lugar más importante, la Plaza de Armas, que fue creada en 1535 y donde el conquistador Francisco Pizarro fundó la ciudad. Alrededor de la plaza se encuentran edificios que albergan los diferentes poderes: el Palacio de Gobierno (la residencia del presidente de Perú), el Palacio Episcopal, el Palacio Municipal (desde donde se proclamó la independencia de Perú) y la Catedral. En esta última se encuentra el sepulcro de Pizarro, para ver el cual hay que pagar una entrada al museo algo excesiva para los precios del país. Sin embargo, hay varias opciones para poder verlo sin pasar por caja; por un lado, si entras a la capilla habilitada para la oración ves el sepulcro, aunque un guarda te indica que está prohibido hacer fotos; por otro, si entras hasta la taquilla para pagar, también ves el sepulcro porque está al lado... así que, no tiene mucho sentido pagar si sólo te interesa ver la capilla con los restos del antiguo gobernador de Nueva Castilla.
Invertimos lo ahorrado en un buen desayuno mientras buscamos cómo hacer dos gestiones vitales: por un lado conseguir dinero en efectivo, ya que, hasta ahora hemos tenido suerte y hemos podido pagar con tarjeta en todos los sitios; sin embargo, los hoteles suelen cobrar un recargo por pagar con tarjeta y seguro que cuando estemos "en provincias" no será tan fácil pagar con el móvil. Todo se resuelve sacando un buen puñado de soles en los cajeros del Bando de la Nación, donde no cobran comisión con las tarjetas extranjeras.
La segunda gestión consiste en hacernos con unas tarjetas SIM para tener datos en el móvil. Nuestra primera opción era comprarlas en Movistar, pero todo empieza mal cuando, para poder informarnos en el mostrador, tenemos que dar primero nuestros pasaportes. Pero, ¿para qué? Eso será si finalmente las compramos, ¿no? Esta complicación del todo innecesaria hace que apostemos por nuestra segunda opción, la operadora Claro. Nos acercamos a una tienda y el de seguridad nos dice que quedan cinco minutos para que abran... pero que, si queremos comprar unas tarjetas podemos ir a Bitel, que está unas "cuadras" más allá. ¿Perdona? ¿Nos mandas directos a la competencia? Tú también compras cremas en el Mercadona del pueblo de al lado, ¿a que sí? Pues nada, a Bitel que nos vamos, donde nos enganchan bien enganchados... Una chica muy agradable nos vende dos tarjetas asegurándose primero de que el móvil tenga conectividad con su red... para que luego, una vez instalada y operativa la SIM, nos lleguen dos millones de SMS con ofertas de televisión, planes de datos, suscripciones... menudo Quijote en dosis de 256 caracteres. Y para, una vez que hemos pagado, nos diga que tenemos datos ilimitados. Mmm... ¿entonces con una sola y compartir la conexión nos hubiera valido, no? En cualquier caso, ahí nos vamos con nuestros móviles con barra libre de datos y Pablo con su número toledo-peruano (ya que ha coincidido que empieza por 925).
El centro histórico de Lima está repleto de iglesias de la época colonial y, al entrar en ella, apenas se nota la diferencia con las españolas. Visitamos unas cuantas y, entre ellas, destacamos la del Convento de Santo Domingo donde se encuentra los restos de San Martín de Porres (primer santo negro de América), el cráneo de Rosa de Lima (primera mujer canonizada por la iglesia católica y patrona de Lima) y San Juan Macías (dominico español que fue padre de los pobres).
Otra cosa a destacar en las iglesias es que las imágenes suelen ser de adultos casi con la única excepcion del niño Jesús. Sin embargo, aquí es habitual ver tallas de niños o virgenes con forma de muñeca (con pelo a lo Nancy) metidos en urnas. Uno que nos llama la atención es un muñeco que parece ser conocido como "el Doctorcito"en la Basílica de San Francisco... una especie de Niño Jesús con fonendoscopio y con mirada pedida. Te curará las enfermedades... pero seguro te quita el sueño como si de Anabelle se tratase.
El centro histórico de la ciudad es una verdadera joya, aunque está en esa fase en la que gente con "plata" se ha ido a barrios de nueva construcción y hay muchos edificios abandonados. Estamos convencidos de que, a nada que se invierta dinero en restauración y peatonalización, la llegada de turistas hará que los edificios se rehabiliten en hoteles, restaurantes y tiendas, y que en algún momento viva un segundo esplendor.
Visitamos la Casa de la Literatura Peruana (que originalmente era una estación de tren), la casa Oquendo, la casa natal de San Martín de Porres, la basílica de Rosa de Lima (con un pozo al que se echan cartas pidiendo deseos), la plaza de San Martín (con su libertador con una llama, animal, en la cabeza en lugar de la llama de fuego que se pidió), el hall del lujoso hotel Bolívar (donde se sirven los mejores Pisco Sour) e, inevitablemente el Jirón de la Unión, una calle comercial que podría considerarse la Gran Vía.. y donde nos comemos unos "Churros españoles", algo muy típico y que sorprendentemente ha conservado ese apellido. Lo que sí que es diferente es el "turrón", que aquí es como una especie de tarta de diferentes capas coronada con chocolates de colores.
Por el centro histórico hay una multitud de opciones para comer y, sobre todo, nos llama la atención que aquí también existe el concepto de "Menú del día". De hecho, hay muchos locales que, más que restaurantes parecen el salón de una casa donde los propietarios te sirven la comida que preparan por un módico precio de en torno a 15 soles, algo menos de cuatro euros. Sin embargo, hemos quedado para comer con Emilia en la municipalidad de Barranco, al sur de la ciudad.
Llegamos en Uber a Canta Rana, un agradable restaurante especializado en ceviches, el plato estrella de la cocina peruana basado en pescado marinado. Emilia está empeñada a que la "inviten" a todo... y es que aquí, en vez de decir que te "pongan o sirvan" se pide diciendo "me invitas a un ceviche, a una causa y a un arroz de marisco". Todo está verdaderamente delicioso y el lugar es muy agradable. Se nos pasa la comida charlando sobre lo que hemos visto durante el día, descubriendo cosas que Emilia nos cuenta sobre su país y sobre su futuro viaje a Europa. Siendo hija de un embajador, nos cautiva haciendo despliegue de las bondades de su país... ¡¡y luciendo esos genes de buena embajadora!!
Damos un paseo por Barranco, deteniéndonos en la estatua y en el mural homenaje a la cantautora Chabuca Granda, todo un icono de la escena peruana. Damos un paseo por este originalmente barrio bohemio convertido en un lugar de ocio, gastronomía y encuentro. Y, por su puesto, cruzamos el Puente de los Suspiros, el cual hay que cruzar pidiendo un deseo y conteniendo la respiración hasta el otro lado.
Damos un paseo desde el malecón de Barranco hasta el de Miraflores, bordeando la costa del pacífico y descubriendo "depas" (abreviatura de "departamentos" equivalente a nuestros "pisos") de clase acomodada y preciosas casas restauradas, como la de la embajada española. Poco a poco va anocheciendo y llegamos hasta el Parque del Amor, lugar inmejorable para despedirnos de Emilia, con la promesa de que no pasen tantos años hasta volver a vernos y que, a ser posible, sea en su próxima visita en Madrid.
Nuestras últimas fuerzas nos llevan hasta el Circuito Mágico del Agua, un parque con fuentes que cambian de color y "bailan" al ritmo de la música. Seguramente tuvo un pasado esplendoroso, pero a estas alturas del siglo XXI, pagar por ver chorros de agua resulta anecdóticamente vintage.
Va siendo hora de volver al hotel Bilbao... y de descubrir la destreza del joven recepcionista de esta mañana. Al llegar al hotel Pablo repara en que al salir había un cartel que ponía "empuje" y ahora para entrar pone "jale", algo que nos había dicho Emilia... Pero, ¿eso cómo se conjuga? ¿Yo jalo o jaleo? ¿Es irregular? Autoridades de Perú... un diccionario peruano-castellano en el control de pasaportes no estaría mal, ¿eh?
Como era de esperar, el joven recepcionista no acabó de entenderlo y no hizo nada... quién sabe si desesperado a dejado el trabajo y quizá el país. Y el nuevo recepcionista, que sí parece entenderlo, la única opción que nos da es que nos lleven el desayuno a las tres de la mañana. ¿En serio preferís levantar a un cocinero mal pagado antes que ponernos un brick con un 1% de naranja y unas galletas de barquillo? "Sí, señor, no hay problema señor". Bueno... pues habrá que ver cómo termina todo esto...
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