Hemos pasado frío, mucho frío. Fuera del autobús hace aproximadamente cinco grados y en el interior, con el aire acondicionado encendido, seguro que algún grado menos. Como la mochila grande había que facturarla, tenemos con nosotros sólo una chaqueta para los dos, la cual compartimos y empezamos a practica todas las posturas posibles de un improvisado kamasutra para encontrar una postura cómoda y darnos algo de calor. Además, ¿qué probabilidad había de que el autobús llegara pronto? Llega antes de las cinco de la mañana y confiábamos que se retrasar para alargar un poco la noche bajo un techo. Un tercer motivo nos pone también los pelos de punta: la siguiente noche cogeremos otro autobús nocturno, de la misma compañía y exactamente en los mismos asientos: los dos delanteros derechos de la planta de arriba desde donde ver una carretera bastante básica plagada de badenes para evitar la velocidad. ¡Ah! Y hablando de velocidad... hay una pantallita en plan AVE donde te pone la velocidad a la que se está circulando y que a partir de los 60 km/h pita y muestra "Velocidad Máxima"... ¿pero para qué? ¿Se espera que en medio de la noche vayamos los pasajeros contando los puntos que hay que restarle al conductor?
Llegamos a la estación de Puno. En los ochenta habría sido digna de venir el alcalde a cortar una cinta para inaugurarla y que los ciudadanos vean que ha llegado la modernidad a su ciudad. Pero ahora, resulta ser un espacio congelado en el tiempo, con asientos de plástico, escaleras que suben a una segunda planta vacía y unos baños que tienen ADN de varias generaciones. Entumecido, saco de la mochila toda la ropa que pueda compensar el déficit de calor que estamos viviendo, mientras Pablo va en busca de un café.
A su regreso, Pablo me comenta que ha estado hablando con una mujer que le ha ofrecido una excursión a las islas Uros y a la isla Taquile, y que le ha dado buena sensación. El día de hoy era el único que no teníamos preparado y, aunque nuestra idea inicial era hacer el viaje en transporte público, valoramos seriamente que hoy nos lo den todo hecho. Nos reunimos con la mujer, que se llama Micaela, a quién le volvemos a preguntar qué se incluye, qué no y qué encerronas puede haber (típicas en estas excursiones). Nos dice un precio y le proponemos otro; "pero, ¿por qué juega con mis sentimientos?" A mí me suena chistoso (aunque sé que su pan va en ello) y le decimos "No Micaela estamos negociando, si te queremos igual". Arrancándole una sonrisa dejamos el precio a medio camino ente el nuestro y el suyo, y nos dice que le acompañemos a su despacho. Definitivamente el escritorio y un móvil repleto de contactos la empodera. No sólo contratamos con ella la excursión, sino también el desayuno en un hotel donde dejaremos las mochilas y hasta el taxi.
Micaela es como una madre, nos acompaña hasta el taxi y le da las indicaciones al conductor. Llegamos al hostal y, como aún no empiezan los desayunos, dormimos algo en unos sofás. Eso sí, Micaela nos llama para asegurarse de que hemos llegado bien. Estando en el hall en penumbra, viene una chica negra, cuatro que pensamos que son australianos y que no callarían ni con una tabla de surf en la boca y un grupo de siete chicos y chicas que suponemos portugueses a los que bautizamos como bacalhau com natas.
Aprovechamos también a ir al higiénico... que entra directamente en el top five de los baños menos íntimos que hayamos conocido: una pared con el espejo y el lavabo en medio y que no llega hasta el techo separa el de "mujeres" del de "varones". Sobran las palabras... y los ruidos. Sé que una bacalhau com natas está al otro lado... lo siento, pero es que tantas horas de bus es lo que tiene.
Desayunamos y viene una "movilidad" a por nosotros, que nos traslada hasta el puerto. Allí, una mujer mandona nos lleva hasta el "barco rápido" en el que haremos la excursión. Cuando ya todo el mundo está en sus asientos, el guía coge el micro y se presenta: "me llamo Samuel y seré vuestro guía el día de hoy; éste es Freddie (¿Mercury? ¿Cruger?) que será nuestro patrón y que estamos seguros con él porque es de los mejores"... en las poquísimas excursiones que hemos hecho organizadas, siempre hemos tenido una suerte increíble, no nos ha tocado ningún conductor o conductora que haya aprobado a la quinta. Por cierto, Micaela nos llama para asegurarse de que hemos cogido el barco.
El objetivo de venir a Puno es visitar el lago Titicaca, el lago navegable a más altitud del mundo. a unos 3.800 metros. Esto de los récords tiene su guasa, porque depende de lo que midas, puedes calzarte un Guiness si tienes creatividad. Dentro del lago visitaremos primero las Islas Uros y luego iremos a la Isla de Taquile.
El mundo se ha turístificado, quién lo desturitificará, si se montan un circo, Joseba y Pablo serán. A ver, que entiendo que esto de visitar comunidades "indígenas" y que te hagan un show para sacar dinero, lo puedo entender... pero habíamos leído un poco de esta visita y traemos la coraza puesta (y varias capas de ropa). Estas islas la peculiaridad que tienen es qu son islas flotantes, hechas con una especie de junco llamado "totora" que flota y que tienen que ir renovando. Son islas en las que conviven varias familias en cada una, y también hay islas para el colegio, un pequeño ambulatorio, una iglesia, ... Hasta aquí bien.
El show comienza explicando el guia que los habitantes de las islas hablan aymara, un lenguaje antiquísimo e imposible de entender, pero que también hablan castellano. El patriarca de la Isla empieza a explicar cosas y el guía traduce; a ver, que nos digas unas frases, un saludo o un taco (como hacíamos de pequeños cuando accedíamos a un diccionario de un idioma desconocido) estaría bien. Pero si sabe castellano, semejantes parrafadas en ambos idiomas no tienen sentido. ¿Nos estarán haciendo un Pradales?
Nos explican como es su día a día, qué comen y cómo se organizan.... para entrar directos en la teletienda: nos enseñan cómo elaboran sus artesanías que consisten en bordados, figuras que representan las casas, la islas, y hasta el barquito que tienen en el que se "escapan los enamorados para conocerse". A continuación, empieza el festival de Urovisión, donde nos cantan algunas canciones con letras, melodía y coreografías que, para nuestra vida evolucionada, rozan lo infantil; de hecho, echamos de menos que nos canten una canción que oímos en un vídeo de Alan por el Mundo, el hit "lago titicaca, lago hermoso, laguna de nuestras madres, laguna de nuestros padres" cuya letra es sólo ésa.
Cuando pensamos que la tensión ha finalizado, cada mujer ura se lleva a unos cinco turistas a su modesta casa. Es sorprendente con qué poco viven, y las condiciones tan duras (humedad, viento, frío) que tienen que soportar. Después de la pena viene la pasta... empieza a hacer un despliegue de tapetes y fundas de cojín para que le compremos algo. Eso es totalmente comprensible. Pero claro, puedes comprar una funda de cojín con la figura del calendario inca para que luego en casa no te pegue y pienses... ¡encima lo pagué a precio de El Corte Inglés!
Esta prueba no la habíamos visto venir, pero conseguimos salir con el mismo número de soles en el bolsillo que con los que entramos. La prueba final viene cuando el guía indica que ahora se va a dar un paseo en una barca hecha por los Uros y que no está incluido en el precio. Evidentemente no dice que si no queremos esperamos y que nos viene el barco a buscar. Así que se lo pregunto para corroborarlo. El resto de turistas se suben a la barca, sacando a regañadientes la cartera. Nosotros nos sentamos a espera y vemos que una familia suiza (con los que luego charlaremos y resultarán muy majos) y una pareja de bacalahus se suman discretamente a nuestra rebeldía. ¿A ver si este pueblo en vez de Uros se tenía que llamar Euros?
Continuamos surcando el lago durante hora y media, donde aprovechamos a dormir un poco, hasta llegar a la isla de Taquile. Esta isla no es una isla flotante, sino firme. Aquí viven una comunidad diferente y hablan quechua. Desembarcamos y el guía nos dice que el ascenso hasta la plaza lo haremos por nuestra cuenta y nos encontraremos allí. Un primer control nos da un papelito, un segundo control nos hace un agujerito. ¡Buf! Iniciamos el ascenso y empezamos a notar que nos cuesta, seguramente por el mal de altura. Vemos a la gente que le cuesta caminar, incluso a gente joven. Nosotros conseguimos ir a un ritmo aceptable aunque, de alguna forma, notamos que nuestro cuerpo no está pudiendo utilizar todo su potencial. Aún así, somos de los primeros en llegar; seguramente vivir en la capital de la Unión Europea a más altitud haga que tengamos una ventaja de 650 metros, bueno, de 750 si nos comparamos con los neerlandeses.
Llegamos a la plaza y asistimos a un espectáculo de música y danza tradicional. Este es más llevadero, porque sólo te piden una propina si así lo quieres o si te haces una foto con ellos. Lo más interesante es que al otro lado del lago se ve Bolivia, el otro país propietario de una mitad del lago.
Después nos dirigimos a una casa en la que comemos. De primero hay una sopa muy rica y de segundo se puede elegir entre trucha o tortilla, maridado con mate de coca. Durante la comida el guía y una taquilesa nos hacen una demostración de cómo generan jabón (con un sinfín de propiedades) y nos explican cómo establecen los rangos y el estado civil usando gorros que únicamente tejen los hombres.
La excursión finaliza regresando al puerto... y confirmándole a Micaela que hemos llegado a buen puerto. Nuestro balance es muy positivo: conocer cómo viven los Uros y los Taquiles ha sido una experiencia enriquecedora y te ayuda a reflexionar sobre lo afortunados que somos. Eso sí, es una pena que las excursiones te las cobren a precio de oro y que luego se juegue con la pena del turista para exprimirlo.
El resto del día lo pasamos dando una vuelta por Puno. Como las ciudades anteriores, las calles aledañas a la "Plaza de Armas" o "Plaza Mayor" son las que concentran los edificios históricos y el movimiento comercial. La catedral nos llama especialmente la atención, porque su arquitectura es igual a la extremeña y, aunque conoces la historia, no deja de resultar chocante ver esas analogías a tantos kilómetros de distancia. También aprovechamos a curiosear en el mercado y acabamos comprando aguacates, uvas, aceitunas, ... ¡menuda mezcla! ¡Esto ya sí que es uno de nuestros viajes!
Nuestro día en Puno toca a su fin y volvemos a la estación de autobuses ochentera. Pagamos las tasas, organizamos los papelitos, facturamos... y a cruzar los dedos para poder dormir en el autobús que nos llevará hasta nuestra siguiente etapa: Cuzco.
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