16 sept 2025

Salkantay Trek: Aguas Calientes

"Escándalo, es un escándalo..." canturreo. "¡Ah! ¿No dijiste Sal-y-canta-ahí?" Creo que estos días nos están poniendo al limite y la ruta Salkantay está empezando a hacer bola. Si estos días he estado yo malo, ahora es Pablo el que lo está; y lo peor de todo es que ha empezado a reciclar y secar kleenex, porque en algún momento perdimos el rollo de papel que compramos y ahora parece que hacemos contrabando de la celulosa a tres capas. Ayer ya me despojó de todo mi arsenal de pañuelos usados, pero guardo una última servilleta en el fondo del bolsillo cual tesoro.

Desayunamos con Javier y los tortolitos neerlan-neoyorquinos, degustando chocolate natural, café natural y guacamole casero; tampoco faltan los huevos revueltos que parecen ser un imprescindible de la primera comida peruana. Escuchamos también las recomendaciones que nos da Fredie para continuar la ruta... y presenciando atónitos cómo despliega unas cuantas figuras hechas con cuernos de vaca que hace su primo que está en la cárcel. ¡Con lo bien que había ido todo, sin intentar vendernos nada adicional!

La verdad es que el alojamiento de Esther y Fredie ha estado muy bien y nos despedimos de él con un abrazo. Como ya no esperamos tener que abrigarnos mucho, Pablo le regala una sudadera naranja que iba a tirar... que iba a tirar en no sé cuántos viajes ya; pero éste es el sitio elegido, ya que, aparte de un tema económico, puede resultar un tema de oportunidad, porque a saber hasta dónde tienen que ir si quieren comprar ropa.

Comenzamos a caminar casi donde lo dejamos ayer aunque para empezar el día no es lo más agradable tener que hacer un ascenso de dos horas. Estamos ya en la selva y hace más calor y humedad. Los paisajes son similares pero cada vez se van viendo plantas con hojas más y más grandes.




Llegamos a unas ruinas incas desde de donde se divisa ya Machu Picchu. ¡Nuestro primer contacto visual! ¡Ya falta menos! Pero no estamos solos, ya que llegan pequeños grupos organizados que vienen a robarnos la espiritualidad del momento. "Machu Picchu! Naistumitchu! Teikapikchur!" Ay si Atahualpa levantara la cabeza... Y cuando paramos a mear ¡Par de pichus!






Pablo está cada vez peor y, aunque es todo muy bonito, estamos teniendo una sobredosis de caminata. Pero, ¿qué lejos han puesto todo esto no? Y encima no hay caballos con ojos azules, sólo estándar. Pero al final, tras ya no sé cuántas horas caminando, llegamos a Hidroeléctrica. ¿Cómo definirlo? Se supone que es una estación del tren que hace el trayecto de Cuzco a Aguas Calientes... pero parece más bien un conjunto de vías llenas de gente con puestos de comida y algunos restaurantes sin cédula de habitabilidad.

A estas alturas del viaje ya no le hacemos ascos a nada, así que subimos a la terraza del restaurante que parece mejor, con menú de unos cuatro euros. Una vez sentados, aparece Javier, que se une a ver qué tal está el combinado de sopa, platos de "fondo" (principal) y chicha morada. Mientras alargamos la comida para poder descansar, Javier nos dice que ha leído en las noticias que hay huelga de trenes. Nuestra intención es hacer el Salkantay completo, es decir, llegar hasta Machu Picchu andando... pero ahora entendemos por qué hay tanta gente andando sin rumbo y ciertos nerviosismo en el ambiente.

Después de comer y despedirnos de Javier, reanudamos la marcha. Por delante tenemos dos horas andando por los laterales de la vía del tren, ya que no hay ni carretera ni camino por el que se pueda llegar hasta Aguas Calientes, sólo el tren o caminando por sus vías.

Esto es The Walking Dead en directo: con las vías sin trenes parece como si el mundo hubiese dejado de funcionar y los transeúntes cargan sus pertenencias como pueden, especialmente en dirección contraria, ya que nuestro destino se ha convertido en una ratonera de la que los turistas intentan salir. Se percibe mucha preocupación, dado que mucha gente tendría organizada su visita a Machu Picchu y luego tenía que volver a Cuzco incluso para coger aviones de regreso. Y donde hay una necesidad, hay una oportunidad de negocio: vemos algunos artilugios rodar por la vía cargando maletas de ruedas y sus propietarios que no fueron muy previsores.



No sé si es más agotador andar por las piedras o por las traviesas del tren pero, tras dos horas interminables, llegamos hasta la estación de Machu Picchu, donde los locales están manifestándose. Preguntamos a algunas mujeres y nos dicen que hay una compañía que se quiere adueñar de la vía; "entonces la culpa es del gobierno por no desalojarlos y hacer un concurso público" les decimos; sin embargo, nos da la sensación de que tienen un pensamiento cortoplacista y que, de alguna forma, sólo se fijan en quién comete el delito y no en quién se lo permite.

Y llegamos a Aguas Calientes... donde hace algo de frío. Es el pueblo base donde se aloja la gente que va a visitar el santuario y que se ha convertido en calles llenas de tiendas de souvenirs y restaurantes con "Happy hour" para turistas. Lo cruzamos y caminamos hasta el hotel, que justo está al final del pueblo. Como sabemos que ha habido muchas cancelaciones, nos tiramos el rollo y pedimos que nos den la mejor habitación por el mismo precio que hemos pagado... ¡Dicho y hecho!

Salimos a cenar como un zombie más, donde probamos suerte en un chifa, es decir, en un chino peruano... Donde lo mejor resulta ser que el gato del local se encapricha en quedarse en mi regazo. Tiene una patita dolorida, pero es relindo como diría un uruguayo. Pero, con los miles de pasos que hemos hecho hoy, el cuerpo nos pide cama. Hay que descansar bien porque mañana toca visitar el plato fuerte peruano: el Santuario Inca de Machu Picchu.

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