11 sept 2025

Cuzco, la capital histórica

Una vez más el autobús nocturno llega antes de la hora programada y poco después de las cinco de la mañana llegamos a una estación exclusiva de Cruz del Sur, que encienden y abren para recibirnos. Empezamos a pensar que el país entero está confabulando para agotarnos, desorientarnos y dejarnos zombies para que no veamos las mismas calles destartaladas y edificios a medio hacer que hay en las afueras de todas y cada una de las ciudades que hemos visitado.

Esta velada ha tenido una temperatura más agradable que la anterior, si acaso un poco de calor, pero a ver quién se queja. Hemos dormido entre curva y recta, entre frenazo y acelerón, entre tumbo y alarma de exceso de velocidad... el conductor ha decidido cuándo nos permitía abandonamos a Morfeo. Pero se ve que hemos sido de los afortunados, porque en la estación se forma una concentración de gente somnolienta y algo aletargada. Las primeras maletas que se entregan (sí, aquí se factura en origen y se recoge el equipaje en destino) son enormes, rígidas y se cuentan con una mano. ¿Pero quién se viene a Perú con una maleta de ese tipo? A nada que hayas ojeado un poco internet, no cabe la opción de esclavizar a esas pequeñas ruedecitas por aceras regularmente pavimentadas y calzadas polvorientas. El grueso del reparto viene con las mochilas de 50 litros, de todas las formas y colores, cuyos propietarios parecen no estar rápidos en reclamar, lo cual aumenta nuestra ventaja para hacernos con nuestras pertenencias.

Y aquí estamos, en Cuzco, la ciudad más importante del país turísticamente hablando. Reservamos un Uber al centro, cuyo conductor nos da conversación y nos da su tarjeta por si necesitamos de sus servicios. Llegamos al hotel donde dormiremos hoy, para dejar las mochilas y, si suena la flauta, nos dan agua caliente porque ya nos dijeron que ni podíamos entrar a la habitación ni cambiar el desayuno de mañana a hoy. Dudando de si hemos llegado al sitio correcto, llamamos al timbre y, al de unos instantes, nos abre la puerta una chica con capucha, rastas y algo afónica. No se expresa muy bien, ni lleva bien estructurar con sujeto y predicado y eso que nos dice que es de Barcelona; igual debimos haberle hecho la pelota con un "bona nit" o con ofrecerle una "maría" que no forma parte de nuestro estilo.

Dejamos las mochilas y salimos del okupotel (días después sabremos que los encargados de la noche trabajan a cambio sólo del alojamiento) para que la siuspláu siga durmiendo en el sofá con su manta. Despeinados, hambrientos y casi con la misma ropa que en los últimos dos días, vagamos por calles desiertas en busca de algún sitio donde tomar algo caliente. En Google Maps aparecen algunos sitios abiertos que empezamos a recorrer y la caminata acaba convirtiéndose en un periplo de puertas cerradas y persianas bajadas, pero había que intentarlo por si sonaba la flauta. Todo, absolutamente todo, está cerrado a las seis de la mañana; no hay ni tan siquiera venta ambulante de un café demasiado oscuro o algo frito que aporte unas calorías. Ni el McDonald's, que siempre salva a cualquier viajero, está abierto. En esta situación de pobreza nutricional, ni le haría ascos al Xuroi con su porno mañanero para camioneros; ni qué decir que daría mi reino por un bar con cartel de "salda dago" (que nunca he pedido). Así que no nos queda otra... nos sentamos en un banco y comemos los restos de comida que hemos transportado (aceitunas, uvas y un bollo). Con nuestras pintas, y habiéndose acercado ya algún perro, como me encuentre una flauta, me cago (y esto no va bien porque es la tercera vez que menciono esa palabra).

No nos queda otra... ya ha amanecido y los primeros turistas asoman: hay que empezar a descubrir la ciudad. Las primeras impresiones de la ciudad han sido fantásticas: edificios coloniales, iglesias barrocas, plazas con fuentes, calles bien organizadas, ... hemos mejorado en cantidad y calidad. Y era de esperar, porque "Cusco" fue tanto la capital de los incas como la capital del virreinato cuando pertenecía a la Corona de Castilla.



Como en el resto de ciudades, el centro neurálgico es la Plaza de Armas, el equivalente a la Plaza Mayor. Aquí se encuentra la Catedral y la Iglesia de la Compañía de Jesús, siendo difícil saber cuál de las dos es más importante, ya que los jesuitas siempre quisieron liderar la evangelización de las Indias Orientales y sus templos tenían que ser lo más majestuosos posibles.

La ciudad es una simbiosis de lo inca y de lo colonial: por sus calles se ven muchos edificios cuya pared inferior es de piedra y la superior es de cal. Esto es porque los españoles construyeron sobre edificios incas y eso se puede distinguir al observar cómo cada pieza casa perfectamente con el resto. Una de las piedras más famosas es la "Piedra de los 12 ángulos", símbolo de esta enigmática técnica que aún hoy se sigue sin comprender. ¿Cómo tallar la piedra con esa perfección si ni siquiera conocer la rueda? Todo un misterio por resolver. Lo que es fácil de resolver es poder diferenciar los edificios incas de los coloniales, siendo los primeros piedras encajadas y los segundos unidos por argamasa.


Pasear por Cuzco es como un "Castilla en Miniatura". Entramos a muchos edificios (incluidos hoteles de cinco estrellas con las pintas que llevamos) para ver sus patios, que recuerdan a los patios castellanos; las iglesias de diferentes rangos recuerdan a sus templos primos de los extremeños, tanto en su exterior como en su ornamentación interna; incluso hay muchas calles con tiestos colgados que bien podrían encontrarse en la actual Andalucía.


Cambiamos radicalmente de tercio y subimos hasta Sacsayhuamán, un templo ceremonial de los incas. De nuevo, sorprende la exactitud con la que están colocadas las piedras, encajando unas con otras como si de un puzle se tratara. Pero... ¿de qué siglo estamos hablando? A menudo caemos en el error de pensar que los incas fueron una civilización antiquísima, anterior a egipcios, mayas o romanos, quizá motivada por el poco conocimiento que se tiene de ellos y por lo enigmático de sus ruinas. Sin embargo, estamos hablando del siglo XV, época en la que en Europa ya se habían construido acueductos romanos, castillos medievales y catedrales góticas. No es por desmerecer la cultura inca, en absoluto; pero tampoco hay que caer en el error de muchos de sentirse atraído por civilizaciones no tan antiguas y sin embargo no saber apreciar el románico palentino que es más antiguo.



Con la civilización inca puesta en su contexto, nos dirigimos a Qorikancha, una de las visitas mas importantes de la ciudad. En su origen era un templo a donde los incas acudían a rendir culto, aunque el interior estaba reservado sólo para la nobleza. Lo curioso de este lugar es que sobre estas ruinas se construyó el Convento de Santo Domingo, respetando las ruinas del templo inca.



Hoy hace muy buen día, luce el sol y la temperatura es agradable, lo cual invita a pasear y perderse por esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. Entramos al Mercado de San Pedro, vemos la iglesia de San Blas, entramos a alguna tienda, ... lo importante no es cada sitio, sino el conjunto en sí. Pero las horas pasan y empieza a anochecer... y la temperatura empieza a descender drásticamente... así que procedemos al planazo de esta noche: ¡¡dormir en una cama!! Además, me autodiagnostico una gastritis y un resfriado todo en uno, empezando a tomar un cóctel de probióticos y paracetamol. Pero sin duda, quien va a curar todos mis males va a ser ese colchón mullidito y esas mantas calentitas. Procedemos a lavarnos los dientes, ponernos el pijama y a arroparnos en la cama... ¡¡adiós a la sombra perro-fláutica!!

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