6 sept 2025

Nazca y sus líneas

El despertador suena a eso de las seis y media de la mañana y ya ni hacemos pereza en levantarnos. Una ducha con un bordillo de veinte centímetros, donde se acumula agua y cae al resto del baño, ventanas en sitios que no procede, interruptores excesivamente altos para la media de altura del país... igual es que anoche fui demasiado generoso con el diseño de este hotel. Por si fuera poco, el desayuno es en un local que está al lado, para entrar al cual hay que salir a la calle primero... Me temo que el arquitecto de este delirio no se va a llevar el Pritzker precisamente.

Hoy toca uno de los platos fuertes del día: sobrevolar en avioneta las famosas Líneas de Nazca. Dada la posibilidad de que se maree, Pablo decide saltarse la primera toma del día, así que me tomo yo un desayuno doble que consiste en huevos revueltos, pan, mantequilla, mermelada de fresa y café sólo. ¿Pero se han puesto de acuerdo en todos los sitios para poner exactamente lo mismo o es que viene en la Constitución? Mientras desayuno vemos las noticias en la televisión: varios ataques con maletita-bomba en casas de Trujillo, al norte del país; extorsiones a cantantes cuyo nombre es un diminutivo en plan "Chenchito"; y ahorita... ¡pum pum! Es que lo cuentan en plan "pequeñitas" cosas que pasan pero que acaban siempre en igual de tragedia. Las droguitas, los disparitos, la delincuenciecita, ... parece que si te roban, te roban menos; si te matan, te matan pero sólo un poquito. 

Un par de francesas desayunan en la mesa de al lado, pero deciden marcharse... para que justo venga el de la agencia AeroParacas a buscarnos a los cuatro. Tardan en aparecer y, en un divagar, pienso "bueno, les tendré que hablar en francés si no se entienden"... cuando el conductor me deja en jaque diciendo un "on y va" y ellas respondiendo en un bastante buen nivel de castellano. En el coche, camino al aeropuerto, Pablo les pregunta que a ver de donde son y responden que del este de París, de Disneyland. Jo, vivir ahí tiene que molar, pero enseñar el pasaporte de Mickey tiene que dar apuro.

Las afueras de Nazca son una mezcla del caos de la India, del desorden de Egipto y una violación del castellano de España. Está todo bastante destartalado, con nombres de negocios que, si los piensas tienen sentido en plan "llantería"... pero vamos, que la zona no está para salir a hacer running precisamente. De hecho, le iba a preguntar al conductor a ver si el aeropuerto tenía vuelos regulares o si sólo era para los vuelos de las líneas... y al girar a la izquierda y ver por donde enfilamos hacia el mismo, la duda torna ridícula.

El aeropuerto de Nazca tiene varias terminales: la cafetería, la tienda de souvenirs, la sala de espera y la torre de descontrol; el aparcamiento tiene vayas... vayas donde vayas no hay que pagar; la zona de ocio consiste en un edificio a medio construir y cerrado, delante del cual puedes tomar el sol para hacer tiempo. En fin, tampoco esperábamos arquitecturas imposibles en plan Dubái, pero al menos un edificio robusto y organizado que te transmita cierta seguridad para relajarte antes de montar en un avión.

Nuestro vuelo lo opera AeroNasca en cuyo stand nos indican que lo primero que tenemos que hacer es pesarnos con el objetivo de equilibrar las cargas del avión. Eso, ¿no se podía avisar antes de meterme un desayuno doble? Lo siguiente es pagar una tasa turística y las tasas del aeropuerto... en otras dos ventanillas diferentes. Lo que les gusta hacer papeleos, dar tickets, pedirte el pasaporte y blah, blah, blah. ¿No sería mejor que todo se pagase a la vez como en Europa y ahorrarles a tres funcionarios tener que echar el día viendo vídeos de Tik Tok?

El de la agencia nos indica que ahora toca esperar a que nos llamen... mientras algo llama mi atención "Augusto Basauri" pone en el destinatario de la transferencia si es que quieres pagar el vuelo de ese modo. "¡Anda! ¿Quién es? Lleva por apellido el nombre de mi pueblo!" le pregunto al de la agencia, quien me responde que es el propietario de la compañía. Nunca pensé que alguien se pudiera apellidar Basauri y mucho menos a tantos miles de kilómetros del País Vasco. 

Vagamos por el aeropuerto sin saber muy bien qué hacer, cogiendo información en una pequeña oficina turística, viendo las tiendas de recuerdos y, cuando sale el sol, tomando el sol frente a la paupérrima terminal. ¡Hasta vemos una entrevista de una televisión nipona a una piloto de avión! Tras dos horas de espera debido a que se estaba esperando a que el aire estuviera más claro, nos llaman para que vayamos a la puerta embarque... a entregar el papelito de las tasas, el papelito del boleto turístico, el pasaporte... hay hasta control de seguridad con arcos y todo.

El copiloto se reúne con los seis pasajeros que iremos en la avioneta: una mujer y un hombre que vienen por separado, una parejita española y nosotros. El copiloto nos da las indicaciones para ir hasta la avioneta, indicando que no podemos sobrepasar la línea amarilla y nos acompaña hasta la avioneta que está en el centro de otro círculo amarillo que ahora tampoco podemos sobrepasar. Nos da algunas indicaciones de seguridad y nos explica cómo va a ser el vuelo, para después ¡embarcar uno a uno con cierta dificultad debido a la estrechez de la cabina. El piloto hace presencia y se monta accediendo por el lado izquierdo, para después empezar a hacer un montón de controles del avión, de comunicación y de preparación del vuelo que no se suelen ver u oir en un vuelo comercial. Armamos rampas, cross check y ready for take-off... ¡¡despegamos!!

Volar en una nave tan pequeñita da un poco de cosa, porque se mueve mucho más, sientes la pista más cerca y hasta hueles el combustible quemando. Para evitar el ruido hay que ir con unos cascos que te aíslan bastante bien del ruido de la avioneta, pero parece mentira que cualquier altavoz USB se oiga mejor que lo que se oye al piloto y al copiloto, de los que dependerán nuestras vidas en la próxima media hora.


Nada más despegar empiezo a buscar dibujos como una iguana. Hay muchas rayas por todas partes, y algunos triángulos que el copiloto confirman que son figuras "de regalo". Las líneas de Nazca son unos dibujos grabados en el suelo a una profundidad de hasta 30 centímetros, y que tienen un largo de hasta 300 metros. Si no se pueden ver desde el suelo, ¿cómo consiguieron hacerlos? Me pongo en la situación y, con ciertos estudios, me vería incapaz de hacer algo parecido con semejante precisión.

Después de líneas, triángulos y trapezoides, el primer dibujo que vemos es de la ballena, que cuesta algo ver. Después vemos una especie de brújula que más bien se parece a un inmenso tenedor. Posteriormente vemos un dibujo que pertenece a la cultura Paracas, ya que está tallado en piedra y en la ladera de un monte: es el astronauta, aunque a mí, quizá sugestionado, me parece más bien un alienígena diciendo "es por aquí".

El perro creo que no acabo de verlo, pero el mono sí y es inmenso. La avioneta pasa por cada figura dos veces, primero para que lo vean los pasajeros de un lado y luego para que lo vean los del otro lado, así que hay que estar rápido porque tienes una oportunidad y en cuanto gira la avioneta estás más atento a centrarte y no marearte.

Después pasamos a la zona de fauna, donde aparece el inmenso colibrí, el cóndor y la araña. Después un árbol, unas manos, la garza y el papagayo. A todo esto, hay que sumar muchas líneas rectas que están por todos los lados y que complican encontrar los dibujos, es como si estuvieran codificados. También influye la luz, porque dependiendo de cómo le den los rayos de sol, los dibujos se ven mucho más claros.








Una última figura de un gato completa un total de 14 enigmáticos dibujos que sobrevolamos durante media hora. Pablo ha resistido bastante bien el recorrido, pero el efecto de las pastillas anti-mareo tiene un límite y empieza a agachar la cabeza para intentar centrarse. El copiloto, que está pendiente de todo, le da un algodón empapado con alcohol, algo que consigue mitigar el mareo con bastante buen resultado, hasta que aterrizamos unos minutos después en el aeropuerto de Nazca.

Que si un calendario, que si un mapa, que si señales para los dioses, ... no hay ninguna certeza sobre este lugar. ¿Conseguirá descifrarse en algún momento? ¿Cuántos programas habrá dedicado Iker Jimenez intentando asociarlo con la vida alienígena? ¿Nos servirá el certificado que nos dan para puntuar en alguna oposición? Hay demasiadas cuestiones sin resolver.

Son las once y media y aviso a Juan Carlos, el conductor con el que contacté para organizar una excursión y que me dio todo tipo de garantías para realizarla porque, al cabo de los años se "ha hecho un nombre". Le aviso de que ya hemos terminado el vuelo y en breves minutos aparece con su coche en la puerta de "ingreso" del aeropuerto. Nos presentamos, hablamos un poco de nuestro viaje y en seguida ponemos rumbo hacia el recorrido que haremos por tres lugares de interés de los alrededores de Nazca.

Nuestro primer destino es el Cementerio de Chauchilla, una necrópolis prehispánica de las más antiguas de todo Latinoamérica. Juan Carlos, que en principio sólo iba a hacer de conductor, nos explica que aquí se enterraba a gente importante de la cultura Nazca, que los enterraban en posición fetal y que para modificarlos les arrancaban la piel, les quitaban los músculos y las vísceras y que luego les volvían a poner la piel. Resulta un poco tétrico porque hay unas veinte tumbas con momias que parecen ser sólo ¡huesitos!




Reanudamos la marcha surcando el desierto y hay veces que, al ser un coche normal y la carretera tener bastantes piedras, hay mucha vibración y temo que en algún momento algo se suelte: temo por la integridad del retrovisor derecho. Pero tampoco lo debo de temer mucho, porque estoy agotado y me duermo en medio de todo ese caos sonoro.

Llegamos a Cahuachi, donde el guía nos dice que significa el "lugar de los videntes", un lugar donde se supone que hay 32 pirámides de las cuales sólo se han sacado a la luz seis. Se trata de un complejo ceremonial incluso más grande que el propio Machu Picchu, aunque aún queda mucho por estudiar sobre él y sacar a la luz los tesoros que alberga antes de que los despiadados saqueadores terminen con ellos.


El tercer lugar que visitamos es el Acueducto de Cantalloc. Estamos en pleno desierto y aquí apenas hay agua o, al menos, que se vea. Resulta que hay zonas en las que el deshielo de las montañas cercanas hace que la capa freática lleve mucha agua y que ésta esté relativamente cerca de la superficie. En la cultura Nazca ya conocían estas características e hicieron una serie de acueductos subterráneos para dirigir el agua. Aunque hay partes del acueducto que están a cielo abierto, la parte más visual está en los pozos escalonados que se utilizaban para limpiar los ductos ocultos.




Han sido unas cuatro horas con Juan Carlos y, aunque estábamos cansados y sin comer, ha resultado de lo más interesante. Nos ha sorprendido el conocimiento multidisciplinar que tiene, una gran cultura y un gran conocimiento de la vida. Va tocando despedirse y le preguntamos por algún sitio donde podamos comer chicharrón de cerdo y nos lleva a un restaurante en la ciudad, pero que ya no sirven. Así que nos indica que podemos ir a la pollería Rico Pollo.

Desde fuera nada parecía que Rico Pollo fuera un local que nos fuera a sorprender. ¡Y qué confundidos estábamos! Tras una discreta fachada se encontraba un templo del pollo cocinado de todas las formas posibles. Como nos hemos quedado con las ganas del chicharrón de cerdo, pedimos un chicharrón de pollo, con patatas y ensalada. "Chicharrón" podría definirse como una fritura hecha con manteca, mucho más solida que una fritura normal, más rica y ¡descaradamente calórica! Cuando nos traen la bandeja nos quedamos impactados por la cantidad. Está riquísimo todo, pero somos incapaces de ingerir ni la mitad y terminamos pidiendo que nos pongan lo que ha sobrado para llevar... que tenemos muchos kilómetros por delante y seguro que encontraremos un hueco donde terminarlo. Rematamos la comida tomando un helado y un café en otro establecimiento. Estamos empachados y creo que lo de las "líneas" de Nazca se refería también a que aquí es imposible "mantener la línea" y que con tanta comida las líneas acaban siendo curvas.

Son las fiestas patronales de Nazca y lo que queda de día lo dedicamos a dar paseos por la Plaza de Armas y alrededores. Todo es como un viaje a los ochenta: están celebrando un bingo en la plaza, hay vendedores de algodón de maíz, manzanas con caramelo, juguetes de plástico, petardos, ... Un milenial seguro que no entiende ni de qué estoy hablando.

Una cosa que nos ha llamado la atención es que en muchos postes hay anuncios de curanderos y de chamanes: "Amarres de amor con cui negro" es el que más abunda. Pero, ¿aún creen aquí en esas cosas? Esta mañana se lo pregunté al conductor del aeropuerto y me dijo que sí, que ahora la gente joven cree menos, pero que hasta hace poco había mucha creencia.

Pero por estos lares, no sólo el que haya brujos sorprende, sino que la mismísima Iglesia Católica celebre la bendición de los camiones, también resulta algo llamativa. Porque sí, tras una misa empieza a haber un desfile de camiones y "movilidades" similares a  los que tres curas echan agua bendita (aunque hay veces que parecen ensañarse con aquellos conductores que no han echado suficiente al cepillo).

Un último paseo nos lleva hasta un mercado, abierto aún, en el que descubrimos productos diferentes a los de España. Por un lado, vemos que hay mazorcas negras, preguntamos por unos tomates amarillos que nos dicen que se llaman "pepinos" y que son una fruta, tienen innumerables tipos de patatas, todo tipo de granos a granel entre los que abunda la quinoa, pollos al aire libre, ... es un mar sensorial.





Esta noche la pasaremos entera en un autobús que nos llevará hasta Arequipa, así que hacemos acopio de fruta (que en los últimos días apenas habíamos comido) y bebida para el viaje donde descubrimos una gran paradoja: en Perú a los coches los llaman carros y  los carros (de supermercado) los llaman ¡coches!

Otro intenso día termina pero hoy no tenemos ni una cama donde caer rendidos... sólo un asiento de los autobuses Oltursa que nos llevará hasta la segunda ciudad más grande del país: Arequipa.

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