Es media noche y nada más abrir las ventanas para compartir el fresco de la calmada noche niceña nos exalta la alarma antihumos. Es un ruido ensordecedor y hasta que conseguimos silenciarla nos vamos acordando las palabras del propietario cuando nos decía que no se podía hacer ruido por la noche... pues nada, ahora que ya hemos despertado a medio barrio, ya nos podemos ir a dormir.
Hoy vamos a visitar Mónaco, y, como no pertenece a la Unión Europea, contactamos con nuestra compañía de móvil para saber si el roaming está incluido en ese pequeño país. Como era de esperar, el operador colombiano que me atiende anda un poco perdido de geografía europea, y me afirma que sí que está incluido en "ese país francés"; al indicarle que es un estado soberano me indica que pensaba que era "como San Marino que pertenece a Italia", a lo cual le indico que ése es otro estado independiente... sin saber muy bien por dónde salir, le cateo geografía y lo mando a septiembre... porque a ver cómo le explico yo lo de Liechtenstein.
Buscando en internet, conseguimos encontrar que el roaming no incluye el país monegasco, así que decidimos que sólo estaremos conectados si se alcanza la señal de algún operador galo. Porque claro, nos hemos acostumbrado en pocos años a cruzar fronteras con los datos conectados, e ir a un país como éste puede hacer que un WhatsApp con foto te salga a precio de burofax.
En la estación de tren, compramos el billete y en menos de veinte minutos llegamos al paraíso... al paraíso fiscal, claro. Nada más llegar se ve que no les faltan los euros porque la estación es mucho más elegante y amplia que las francesas. Y nada de salir por una puerta, aquí se hace en ascensores, aunque no sé si subiendo o bajando. Eso sí, en turismo no es que sean de lo más acogedores.
Es curioso, pero como este país lo asociamos con dinero y se ha hecho famoso por el cuestionable glamour de su familia real, lo vemos como un sitio idílico... pero en el fondo, desde un punto de vista arquitectónico, es una total aberración de edificios de apartamentos bastante sobrios y que se roban las vistas al mar los unos a los otros. ¿Merece la pena pagar un millón de euros por un sencillo apartamento aquí sólo para pertenecer al exclusivo club de vecinos de los Grimaldi? Pues parece ser que sí, porque menos de una quinta parte de sus 33.000 habitanes son oriundos, predominando franceses e italianos... y oye, también hay 282 españoles que pertenecen al selecto club.
Pero vayamos por partes... lo primero es hacer nuestros rituales. Por un lado, Pablo ya ha conseguido su taza para probar su paso por el país; yo, por otro lado, ya he comprado unos sellos y, algo que no pensé iba a ocurrir... ¡¡he conseguido euros de Mónaco!! Aunque no pertenecen a la Unión Europea, gozan de acuerdos para usar el euro, igual que esos países que desconocen en Colombia como Andorra, San Marino, el Vaticano o Liechtenstein.
Otra curiosidad es que el segundo país más pequeño del mundo no es ni una república ni una monarquía... ¡¡sino un principado!! Y más curioso aún es el hecho de que los pocos principados del mundo son países que no reconocería nuestro operador colombiano: Andorra, Mónaco y... ¡¡Liechtenstein!! De tanto nombrar este último, ¡¡va a tener que caer pronto en nuestra lista de países visitados!! Pero volvamos al país en el que estamos... nos dirigimos al Palacio Real donde vive su Alteza Serenísima Alberto II y su mujer Charlene. Por fuera, el palacio no es muy ostentoso... pero seguro que se duerme muy bien, ya que los colchones serán de "Lo Mónaco".
Faltan cinco minutos para que den las doce del mediodía y asistimos al cambio de guardia. Nunca hemos entendido por qué generan tanta expectación los cambios de guardia, pero, como todo en la vida, hay que verlo para poder hablar de ellos. Después, realizamos otra visita obligada: visitar la catedral donde descansan los restos de Raniero III y su esposa Gratia Patricia, que, dicho así no suena tan elegante como el nombre por el cual se conocía a la actriz Grace Kelly.
Después de comer algo en un fast-food con 'M' de Mónaco, bajamos por la calle peatonal Princesa Carolina, llena de tiendas y restaurantes, para llegar primero al paseo de Alberto I y después a la Avenida de Ostende... ¿tomamos un café en el Peru Zaballa? Va a ser que no, porque aquí el paseo por Ostende no termina en el polideportivo castreño, sino en el mismísimo casino de Monte-Carlo. Construido en estilo Beaux Arts por el arquitecto de la Ópera de París, es sin duda el icono de la ciudad. Y en su puerta se pueden ver muchos otros iconos: el de Ferrari, el de Jaguar, el de Lamborghini, ... todos de "extranjeros" ya que los monegascos tienen totalmente prohibido entrar en el casino.
Y es que, aquí se lo han sabido montar muy bien. El propio estado tiene una sociedad llamada Sociedad de los Baños de Mar que es propietaria de los casinos y hoteles, de forma que, si llegas con fajos de billetes o los guardas en sus bancos o los pierdes en sus establecimientos... y Mónaco gana sí o sí. Pero hay más cebos... que si un puerto para mega-yates, que si un gran premio de Fórmula 1, apartamentos con vistas al mar... la cuestión es atraer dinero para que se quede.
En cualquier caso, Mónaco es un sitio que hay que ver. Resulta muy agradable ya que tiene una elegancia discreta, a la gente se la ve bastante normal y los precios son asequibles. A diferencia de Islandia, Noruega o Suiza donde para tomarse una Coca-Cola hay que pedir un micro-crédito, aquí puedes consumir sin arruinarte en el intento.
Nuestra experiencia en el micro-estado está a punto de terminar... recorremos los pasadizos y ascensores que atraviesan este queso gruyer arquitectónico para volver a la estación de tren. Son poco más de las cuatro de la tarde, así que decidimos visitar Mentón, una población cercana pero ya en suelo francés y muy cerca de Italia. De hecho, callejeando por sus calles todo tiene aspecto italiano. Aquí, la estrella es el limón, y todo gira en torno a él: licores, mermeladas y todo tipo de souvenires, incluida la colonia Eau de Menton realizada con el cítrico amarillo. Queriendo probarla, casi me ducho con lo que creo ser colonia y resulta ser un ambientador.
Un último mo-Mentón, es cuando decidimos ir andando hasta la frontera con Italia, la cual pasamos andando... y luego corriendo. No, no nos persiguen las carabinieri para hacernos una PCR... es sólo que está lloviendo y no queremos calarnos.
La pulsera de actividad vuelve a marcar los veinte kilómetros y eso indica que si no nos vamos a descansar ya, moriremos de agotamiento. Pero antes de retirarnos hacemos algo que parece un chiste: dos Españoles vuelven desde Italia de su visita a Mónaco y quedan con un francés para intercambiar una moneda belga... se nos está yendo de las manos.
¿¿Y el submarino amarillo??....al final Mónaco es como Basauri no???, si es que todo lo hace salir en las revistas.....Mónaco es precioso...¡zorionak por el viaje!
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