Dejamos atrás el departamento de Var y entramos en el de las Bocas del Ródano. En este departamento de la Provenza pasaremos varios días, ya que tiene muchas cosas para ver. El primer lugar al que llegamos es La Ciotat, una ciudad costera de la que nunca habíamos oído hablar y que pensábamos iba a ser un pueblo pesquero... pero nada más lejos de la realidad, porque tiene un gran puerto deportivo y un inmenso puerto de carga.
Pero, ¿qué tiene La Ciotat de especial? Pues varias curiosidades. La primera de ellas es que fue aquí donde los hermanos Lumière realizaron lo que se considera la primera proyección de cine de la historia. Oficialmente, la primera vez fue en diciembre de 1895 en París; sin embargo, unos meses antes, Auguste y Louis pusieron en marcha el cinematógrafo en el gran salón de su villa para unas 150 personas. El título de la cinta era "Llegada de un tren a la estación de la Ciotat" y cuentan que hubo gente que se asustó al ver las imágenes en movimiento. La estación sigue en el mismo sitio más de un siglo después, con su forma original, quizá ajena para muchos viajeros de que ese sea un pedacito de la historia del séptimo arte.
Y siguiendo con el tema del cine, visitamos otro pequeño récord que tiene esta ciudad provenzal: aquí está el cine en funcionamiento más antiguo del mundo, el cine "Eden". Esta sala de proyecciones se inauguró en 1889, si bien ha tenido algún periodo que ha estado cerrada. Justo delante, el paso de peatones ¡¡tiene forma de cinta cinematográfica!!
Y para finalizar, otra curiosidad ya en otro ámbito... aquí se inventó ¡¡la petanca!! Aunque en España se suele asociar con gente mayor y con los pueblos, aquí la péthanque es un deporte muy querido, siendo el décimo-primero en número de jugadores federados. Aunque hay varias teorías a cerca de su origen, la más romántica es que un jugador de bolos perdió sus piernas y su hermano le creó un juego en el que no hacía falta desplazarse, cogiendo el nombre de "pieds tanquées" que significa "pies juntos". Los que no tenemos los pies nada juntos somos nosotros, porque después de recorrer esta preciosa localidad, empezamos la marcha hacia un nuevo destino.
Y ese siguiente destino es el Parque Nacional de Calanques, que abarca tanto tierra como una parte del mar. Lo bonito de este parque son una especie de fiordos que se adentran en la tierra, y que tienen aguas de azules turquesa. Sin embargo, no conseguimos llegar a verlas porque aparcar resulta totalmente imposible. Los aparcamientos de Cassis, que es la localidad desde la que se llega están completos, y en las calles todas las zonas repletas de coches. Así que, después de dar muchas vueltas, decidimos irnos sin verlo... ¡¡en Francia hay muuuuuuchos coches por todos los lados!!
En torno a la hora de comer llegamos a Marsella, capital del departamento y segunda ciudad más poblada de Francia. Tenemos que reconocer que llevamos una idea un tanto preconcebida, ya que todo el mundo suele decir que es peligrosa, sucia y sin interés. Aparcamos en las afueras y cogemos un tranvía que nos lleva a Noailles, cerca del corazón de la ciudad. Bajando por La Canabière es cierto que se ve mucha inmigración, gente con pinta chunguilla y hay hasta cierto caos. Sin embargo, callejeando por sus bulevares, avenidas y calles, poco a poco te vas enamorando de la ciudad. Los edificios son elegantes aunque algo descuidados, evocando un pasado glorioso y, a la vez, cierta nostalgia. Las calles son amplias, muchas peatonales y con mucha vida: hay muchas tiendas, terrazas y gente paseando.
Mapa en mano, vamos recorriendo los lugares más importantes de la ciudad. Uno de los que más nos gusta es la Catedral, de estilo románico-bizantino, que luce imponente al lado del mar. Yo no sé si es por el templo, el sol, el cansancio acumulado o todo a la vez, pero no veo un pequeño escalón y mi pie se dobla haciéndome ver, eso sí, las estrellas. ¡¡Me he hecho un pequeño esguince!! Poco a poco el dolor va remitiendo, pero en cuanto se enfríe veremos si hay que pedir ayuda profesional. Por el momento puedo andar bien... ¡¡que soy de Bilbao pues!! Y si tuviese una sudadera con capucha y una cadena por collar, arrastrando el pie pasaría desapercibido como un chungo francés.
Seguimos el recorrido por el viejo puerto, con su faro y los fuertes de Saint Jean y Saint Nicolas controlando su acceso. Bordeando el Vieux Port hay bonitos edificios de color arena, y en lo alto se ve uno de los símbolos de la ciudad: Notre-Dame de la Garde. Como si de una penitencia se tratase para que el esguince se quede en nada, subimos hasta la basílica... y es toda una prueba de fuego para mi tobillo, porque para llegar hay que subir varias cuestas y muchas, pero muchas, escaleras. Aunque para cuando llegamos ya han cerrado, las vistas panorámicas de todo Marsella han merecido la pena.
Puede que no sea la ciudad más bonita de Francia, ni la más histórica, ni la más ordenada. Pero nos ha parecido un lugar que merece la pena visitar, y que esa fama de peligrosa no está para nada justificada. Además, siendo una ciudad maruriana ¿cómo va a estar sucia? ¡¡Pero si hasta tienen su propio jabón!!
Qué interesante lo de La Ciotat...y muy importante...un chungo frances...casi me caigo dela risa...mucho ánimo que este viaje está siendo de todo menos aburrido. Cuidaros mucho.
ResponderEliminarQue pena que no pudiste ver las calanques!
ResponderEliminar