Esta noche pasada ha sido la última que pasamos en Niza, así que toca rehacer la maleta, dejar el apartamento recogido y despedirnos de unos cuantos mosquitos que durante estas tres noches se han esforzado en tatuarnos las piernas a golpe de inflamación. Después, toca revisión visual de que el coche está bien, ya que lo hemos dejado en una zona de aparcamiento cercana en la que siempre se veía gente un tanto rara. ¡¡Ayer hasta tuvimos que ayudar empujando un coche que se había quedado sin batería!!
En todos nuestros viajes le hemos dado siempre prioridad a todo aquello que no hay en nuestro país o a aquello que es considerablemente diferente. Por eso, siempre nos hemos centrado en conocer la cultura, la historia y las tradiciones del país visitado. Sin embargo, tanto el año pasado en el Cáucaso como en el anterior en China, introdujimos el hacer un par de rutas de monte, eso sí, intentando que tengan un valor añadido con respecto a lo que podamos hacer más cerca de casa. En este viaje también tenemos un par de días de contacto con la naturaleza, y hoy es el primero de ellos.
A menos de una hora de Niza está la Gorge du Loup, lo que en idioma castizo viene siendo el Cañón del Río Lobo. Al igual que en el caso del cañón soriano, el río ha ido labrando la roca y haciendo un espectacular pasillo con alguna cascada y mucha agua cristalina. Sin embargo, pensábamos que iba a estar bien señalizado y con bastantes turistas... y nos encontramos con todo lo contrario. Andando por la carretera, nos encontramos con tres jóvenes a los que les preguntamos cómo llegar hasta el río, y nos dicen que el sendero está justo detrás nuestro. "Ah vale, ¿pero algún acceso más fácil?" le digo, y nos responden que justo ése es el fácil... así que nos metemos entre ramas, raíces y tierra y conseguimos llegar hasta el río, donde desde ahí seguimos un camino río abajo. Cuando preparamos el viaje habíamos visto un camino más espectacular, tipo ruta del Cares, así que cuando llegamos de regreso al coche, decidimos ir en busca de otro camino que pensamos está en una de las laderas del cañón.
Siguiendo nuestro instinto, no llegamos a ningún sendero vertiginoso, pero sí a un pueblo muy bonito que se encuentra en lo alto de un risco: Gourdon. Es un pueblo con casas y calles de piedra, pequeñito pero con encanto, y en el que hay bastantes turistas. En sus tiendas, casi todos los productos giran en torno a la lavanda y los productos que se derivan de ella, como jabones, ambientadores y perfumes.
Como nos hemos quedado con la duda de si la ruta que veníamos buscando existe o no, preguntamos en la oficina de información turística por rutas en la zona y nos dan un folleto con todas las de la región. Y además, al despedirnos, ¡¡me pregunta que a ver de qué departamento de Francia vengo!! Todos esos años de escuela de idiomas han dado su fruto... ¿o era porque no daba crédito de lo mal que se puede llegar a hablar?
Como nos habíamos quedado con ganas de monte, elegimos una ruta que sale del pueblo y empezamos a seguir las señales. Sin embargo, media hora más tarde vemos que las señales han desaparecido y decidimos abandonar la ruta para volver al pueblo. Se ve que los Alpes Marítimos están decididos a no ser explorados. Pues nada... reorientamos lo planificado y decidimos ir de Gourdon a Grasse... ¡¡anda si con esos nombres estaba claro que iba a ser imposible hacer ejercicio!!
Grasse es denominada como la Capital Mundial del Perfume, ya que llevan más de 300 años elaborando fragancias gracias a la variedad de flores que hay por su especial microclima. De hecho, se pueden visitar tres parfumeries en la localidad: Fragonard, Galimard y Monard. En la tienda de la primera probamos algunas aguas de perfume, y, la verdad, huelen muy bien y son muy agradables. Eso sí, como todo lo artesanal en Francia, los precios son bastante elevados. Por cierto, ¿os suena el libro "El Perfume"? Pues está ambientado en esta localidad. Eso sí, no creo que mencione la instalación de arte que recorre la ciudad: hileras de paraguas rosas.
Bajamos de la montaña para volver otra vez a la costa, pero primero, paramos en el hotel donde dormiremos hoy. Nos cambiamos la ropa de montaña y nos ponemos elegantes para ir a visitar Antibes. Esta ciudad costera presume de tener el puerto náutico más grande de Europa. No sabemos si realmente será así, pero lo que sí que podemos constatar es que aquí está la hilera de mega-yates más impresionante que jamás hayamos podido ver. Hoy hay bote del Euromillones y hemos echado una apuesta... pero ni siendo los únicos acertantes nos daría para adquirir ni un tercio de esas "barquitas" de lujo.
Otra de las razones por las que es conocida Antibes es porque aquí está el primer museo dedicado a Picasso, ya que el artista malagueño-más-bien-francés vivió y trabajó durante una temporada. De hecho, lo hizo en un castillo que históricamente perteneció a la familia Grimaldi. Al igual que Picasso, muchos otros artistas han pasado por esta localidad de la Costa Azul, incluso Monet lo retrató en su cuadro "El Castillo de Antibes"... ¡¡Pablo, sácame una foto y retrátame como los grandes maestros!!
Ya cayendo la tarde, continuamos nuestra ruta para llegar a Cannes. Y llegar, lo que se dice llegar, llegamos. Otra cosa diferentes es bajarse del coche. ¡¡Es imposible aparcar!! Después de estar media hora entre atascos y callejeando buscando un aparcamiento, decidimos que nos vamos a ir ya a descansar... ¡¡para tener mañana un día de película!!
De senderismo y acabais es un pueblo tan bonito.....yo quiero ir. Gracias por enseñarlo.
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