26 ago 2020

Cannes, un día de película

¿Una noche en Cannes se podría considerar "una noche de perros"? Pues en nuestro caso ha sido para bien, porque por fin hemos podido dormir con la ventana cerrada, sin ruido ni mosquitos y en una cama realmente cómoda. Después de un "café olé" improvisado en la habitación, recogemos nuestras cosas y emprendemos la marcha. Nos hemos alojado en las afueras, y, después de que ayer no consiguiéramos aparcar por el centro, decidimos dejar el coche en un parking... uno vigilado... e internacional... el parking del supermercado E.Leclerc. Aunque tengamos que hacer un "pequeño recorrido" hasta el centro, seguro que perdemos menos tiempo que dando vueltas a la caza de una plaza de aparcamiento payant. Y es que, ya no es sólo por aparcar, sino también porque, en general, en las ciudades francesas hacen unos cruces para kamikaces, semáforos en los lugares más inoportunos y giros que acojonan hasta a la voz del GPS.

Tras un largo paseo llegamos al centro de Cannes, en concreto al Mercado de las Flores, que en realidad es un mercado donde venden sobre todo fruta y verdura, pero también carne y pescado. Sin duda, los franceses saben vender sus productos, ya que todo lo tienen siempre perfectamente colocado, casi hasta decorado, con el objetivo de que sea más apetitoso y a la vez parezca que no estás comprando "un tomate" sino "el tomate". Y puestos ya en esta sobredosis de color, hasta casi se nos pasa por alto un frutero que vendía coliflores ¡¡verdes, amarillas y moradas!!

Pero, sin lugar a dudas, si Cannes es conocido internacionalmente no es debido a sus productos horti-frutícolas sino a su festival de cine. Éste se celebra desde hace 73 años y es uno de los más prestigiosos del mundo. Eso sí, si hubiese una Palma de Oro al mejor Palacio de Festivales, el de aquí no se llevaría el gran premio. El certamen de San Sebastián, que es de la misma categoría, puede presumir de una sede mil veces más bonita: el Kursaal. Pero, una vez más, los franceses demuestran que son expertos en saber vender sus productos. ¡¡Hasta han hecho un pequeño Walk of Fame con manos de famosos!!

Ahora hagamos un experimento... Coge Rodeo Drive de Beverly Hills, Avenue Montaigne de París y la galería Victor Manuel de Milán... añádele unos cuantos Porsche, Ferrari y Jaguar... y colocalo todo cerca de siete hoteles a 1000 euros la noche... Eso es el Boulevard de la Croisette. Ahí están todas las tiendas de lujo que te puedes imaginar, y échate a temblar de aquellas de las que no habías oído hablar, porque seguro que son más caras aún. Se ve gente comprando, por ejemplo en Gucci había cola, y hay también desfile de bolsas grandes con pequeño contenido... y entre ellas hemos visto más de una de Zara para hacer bulto. Aún así, se ve que el covid-19 ha pasado factura también a la jet set porque algo nos dice que debería haber más público del que hay. Y ahí estamos nosotros, igual o mejor vestidos, yendo de escaparates, que no de compras.

Muchas veces tendemos a pensar que en el extranjero todo está mejor. Si bien aquí se ve que hay mucho nivel, hay cosas que no acabamos de entender... así que nos sentamos en el paseo a observar a la gente. La mayoría de la gente lleva ropa de marca, pero casi siempre combinándolo realmente mal. ¿Llevar americana a treinta grados es vestir bien? ¿Combinar rayas con cuadros? ¿Ir en pijama por muy Versace que sea? A menudo, quién pasa desapercibido resulta ser el más elegante, y es al observar los detalles cuando se gana el punto de distinción. Sinceramente, en líneas generales, creo que no tenemos nada que envidiar y que en nuestro país la gente viste mucho mejor. Pero de nuevo, el marketing francés...

Otra cosa que nos llama la atención es el tema playas. A excepción de un trozo, la mayoría de la playa de Cannes pertenece a los hoteles, que han puesto su chiringuito y zona de hamacas. Si tienes pasta está genial, pero si no, no te dejan pasar. Esto sería impensable en España... pero resulta que en el país de la "Liberté, Égalité et Fraternité" quien tiene pasta puede ir a la playa... ¡¡y aparcar!!

Pero hay que reconocer que Cannes tiene un encanto especial. Será por las tiendas, las bonitas calles, las flores que hay en las avenidas, el puerto marítimo... Tiene un algo en el que te sientes bien independientemente del límite de crédito de tu Visa. Por ejemplo la calle de Antibes es una calle comercial asequible a todos los bolsillos, y subiendo hacia el Castillo de Castre hay encantadores restaurantes en los que darse un homenaje no es algo disparatado.

Cannes se ha llevado "la palma"... nos ha encantado. Pero tenemos que seguir nuestro camino... hasta el parking del E.Leclerc. Desde allí, abandonamos esta ciudad de cine y seguimos por la costa dirección sur. En un momento dado, vemos que hay muchos coches aparcados en el arcén y pensamos que seguramente se trate de una zona de baño. Así que, nos ponemos el bañador y empezamos el descenso por el Parque Natural Pointe de l'Aiguille, hasta llegar a unas calas de piedra. En el fondo la zona de Cannes, en el agua algún que otro yate, rodeado de piedra rojiza, mucha vegetación y agua cristalina... es el sitio perfecto para darse un bañito y pasar la tarde.

Un par de horas más tarde, retomamos el camino y nos dirigimos a Théoule-sur-Mer, donde buscamos un edificio muy curioso: el Palais Bulles. Se trata de una casa con forma de decenas de burbujas conectadas y con unas vistas impresionantes. Este capricho de la arquitectura orgánica fue la casa de vacaciones del diseñador Pierre Cardin, y, como era de esperar, hay unas bonitas vallas y multitud de cámaras para que ni oses hacerte una foto. Así que, quién quiera quedarse un rato boquiabierto, que googlee para buscar fotos de este lugar y descubrir que, encima, hay dos sitios similares en este pequeño pueblo de mansiones.

Terminamos el día en Saint-Raphäel, otro de esos lugares exclusivos. Sin embargo, nos llama la atención que buena parte de la gente que vemos son de origen argelino. De hecho, por todo el recorrido que llevamos hecho hemos visto a mucha gente que proviene de las antiguas colonias francesas. Este país muchas veces presume de multiculturalidad; sin embargo, nos da la sensación de que es, de nuevo, marketing. Por lo general la gente de diferentes culturas u orígenes no está mezclada y, en concreto los musulmanes, se ve que han mantenido su cultura incluso ya habiendo nacido en territorio galo. ¡¡Vemos hasta una familia haciendo una tahina en la playa!!

Ya va siendo hora de ir a dormir... así que nos dirigimos al que será nuestro hotel esta noche. En Francia hay varias cadenas de hoteles en los que haces el registro en una máquina y te da el código de acceso a la habitación. Son sencillos pero perfectos para dormir, darse una ducha e irse. Pero esta vez, al llegar al hotel metemos el código de la reserva y nos dice que no existe; metemos los diferentes códigos que aparecen en el email y nada; empezamos a meter combinaciones a ver si conseguimos abrir la caja fuerte, pero siempre sin éxito. Así que llamamos al hotel... ¡¡y el número no existe!! Llamamos a la empresa donde hemos reservado y poco a poco empezamos a ver la luz gracias a la chica que nos atiende desde Phoenix (Estados Unidos) ... pero nos empezamos a quedar sin batería en el móvil... así que corriendo a buscar un cable para cargarlo en el coche. Y, por fin, nos dicen que nos van a reubicar de hotel pero que le digamos por dónde preferimos porque en esa zona está todo completo... así que, para hacernos 30 kilómetros, que sea mejor en el destino de mañana: Saint-Tropez. Mientras nos confirma la nueva reserva nos ponemos rumbo allí, y tras hora y media de teléfono, nos confirma el hotel al que tenemos que ir.

Pasada ya la media noche, llegamos al Marina Hotel Club del que vemos saliendo a jóvenes vestidos de Tommy Hilfiger. Agotados y sin cenar, no sé ni cómo me fluyen las palabras en francés, pero la cuestión es que en cosa de minutos estamos sentados en un carrito de golf que conduce el recepcionista y quien nos indica dónde será mañana el desayuno, dónde está la piscina y dónde la casita con nuestra habitación. Hemos tenido una buenísima mala suerte, porque hoy íbamos a dormir en el peor hotel de todo el viaje, y hemos acabado cenando en la terraza de un resort con campo de golf. Este giro inesperado se merece la Palma de Oro... ¡¡del mismísimo Cannes!!

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