Hoy es nuestro último día de turismo y lo empezamos recorriendo, ya de día, la ciudad donde hemos dormido, Kamenets-Podolsky. Esta es otra de esas ciudades que uno no sabe decir muy bien si es grande o pequeña, porque como la tierra es tan llana el campo de visión no te deja percibir la extensión de la ciudad. Descubrimos que sus casi cien mil habitantes están distribuidos en la zona histórica y en la zona "nueva" también con sus bloques soviéticos. Tiene bonitos edificios como el ayuntamiento y varias iglesias, y siguiendo sus calles empedradas volvemos al castillo para verlo a plena luz del día. El castillo por dentro no tiene gran cosa y, de hecho, el momento más lúdico de la visita llega al ver que todo el mundo se golpea el cuello al subir por una escalerilla a una de las torres.
Seguimos por tierras fronterizas y visitamos un edificio muy peculiar: la iglesia fortificada de Pokrova en Sutkivtsi. A la llegada un hombre que no habla nada de inglés nos abre las puertas y nos enseña el interior. Una vez más comprobamos que es más importante tener ganas de comunicarse que dominar un idioma, ya que el hombre se esfuerza en que disfrutemos de la visita y hasta se ofrece a hacernos fotos juntos. Aunque no hay que pagar entrada le recompensamos su amabilidad y nos regala unos medallones de madera con el símbolo del castillo; más tarde observaremos en otros lugares que es una especie de coleccionable de todos los sitios que un buen ucraniano haya visitado.
Continuamos nuestra ruta disfrutando de lo que vemos por el camino... como por ejemplo un hombre con una guadaña montado en bici. También nos llaman la atención los coches soviéticos Lada, que son tan fuertes y robustos que siguen funcionando desde que fueran construidos en la URSS; no se caracterizan por sus bonitas carrocerías, pero si tanta gente los sigue teniendo es porque "han salido buenos". Otros vehículos que nos llaman la atención son los innumerables coches que llevan matrícula de Lituania... de vez en cuando se ven matrículas de países dispersos; sin embargo, está curiosamente plagado de Lituanos, cuando ni tan siquiera comparten frontera. ¿Sabrá San Google por qué?
La siguiente visita es el imponente castillo de Medzhybizh, otra fortaleza que pasó por manos mongolas, lituanas y polacas. Apenas quedan las murallas, pero decidimos visitarlo. Para pagar la entrada tenemos que buscar una pequeña oficina, donde una mujer que lleva ahí desde tiempos de Gorbachov, se sorprende que queramos pasar por caja. Lo cierto es que no hay mucho que visitar, más que una iglesia y un museo.
Cambiamos de oblast y pasamos al de Vinnytsya, donde visitamos su capital que comparte nombre. Nos sorprende, una vez más, que donde esperábamos una ciudad fría y gris, encontramos una ciudad muy animada. La oficina de Información turística se encuentra en el símbolo de la ciudad, la Torre del Agua. Nos atienden muy bien y recorremos los lugares más céntricos, donde aprovechamos también a comer y tomar un café... Ucrania es un país muy cafetero, y es fácil encontrar cafeterías donde la gente se reúne para charlar.
Una cosa que nos ha sorprendido durante todo el viaje es el grado en el que el país no ha borrado los símbolos soviéticos. En cualquier ciudad es fácil encontrar gigantes estatuas que ensalzan los poderes socialistas que imponía Moscú. También es fácil encontrar edificios brutalistas con ornamentaciones que evocan el poder de lo que fue el imperio soviético. En algunos casos estos recuerdos del pasado han sido adaptados sustituyendo escudos o reinterpretando los valores que algunos símbolos evocan. Quizá porque vivimos en un país obsesionado con borrar los rastros de la etapa franquista, nos choca ver cómo los ucranianos conviven con monumentos que, les gusten o no, no dejan de formar parte de su historia. Aunque es cierto que en más de una ocasión hemos comprobado que no guardan mucha simpatía con todo lo relacionado con la actual Rusia.
La última visita de hoy nos lleva hasta Berdychiv, donde hay un monasterio carmelita. Como muchos otros monumentos del país, este monasterio fortificado también necesitaría un buen mantenimiento. Ucrania es aún un país modesto y como otros cuando estaban en la misma situación, centra sus esfuerzos en mejorar sus infraestructura y crecer económicamente. Seguro que algún día, si finalmente entra en la Unión Europea, todos los lugares que hemos visitado en estado puro se convertirán en perlas turísticas, quizá algo adulteradas.
Si todos los caminos llevan a Roma, en Ucrania todos llevan a Zhytomir. Hemos vuelto a esta ciudad cerrando el círculo de nuestro recorrido. Nos alojamos a las afueras, en un pequeño hotel que resulta ser muy acogedor. En la cena, el único camarero que sabe inglés se esfuerza en que no nos falte de nada y, como no sabe traducir algunas cosas nos va enseñando los platos que sirve en otras mesas. Como no nos hemos privado de nada esta última semana, decidimos que es hora de empezar ya a renunciar a la estupenda gastronomía ucraniana y optamos por dos ensaladas para que nuestro metabolismo salga del modo vacaciones. El final es inminente...
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