1 mar 2024

Tesoros de Asuán

¡¡Boom!! ¡¡Boooom!! ¿¿Qué pasa?? ¿¿Dónde estoy?? Abro los ojos y veo moverse los flaps y los slats del avión, y más allá de la pista de aterrizaje no se divisa más que arena. He caído dormido durante la hora y veinte minutos que ha durado el vuelo de El Cairo a Aswan, apenas habiéndome despertado para tomar un zumo de mango cortesía de la compañía aérea. Bajamos del avión y un autobús nos lleva hasta la terminal, un edificio modesto en medio de la nada. Todo el pasaje, a excepción de nosotros, van por viaje organizado.. así que somos los únicos que salimos de la terminal para empezar a pisar valientemente la calle.

Como era de esperar, un buen puñado de hombres se nos acercan para ofrecernos un taxi. ¡¡A ver, que necesitamos calentar motores!! Hace unos minutos estaba contando ovejitas y todavía no he reaccionado para contar libras… necesitamos un análisis de situación. Nos acercamos a la parada de taxis y empezamos a preguntar precios… ¡¡Y agitamos el avispero!! Uno nos pide el equivalente a 30 euros, otro 20… otro su ultima oferta es 15… ¡¡Que no soy un cajero automático!! Se nos acerca un hombre mayor con túnica gris y le decimos “a ver, tú, te doy cuatro y medio y sabes que me estás timando…”; después del esperado teatro y de hacerse la víctima, nos lo termina aceptando. Ostras, pues yo pensaba que para estar tirados en un  aeropuerto en medio de la nada íbamos a tener que claudicar con precios de Suiza, pero no ha ido nada mal la cosa. El coche, destartalado, sin cinturones de seguridad, con mugre y con salva -asientos en plan manta salmantina, no es lo más lujoso, pero rueda y nos lleva, que es lo que queremos. Ya en carretera, como queremos ver varios puntos de la ciudad, renegociamos el precio para que nos lleve a todos ellos… y se quede esperándonos. Las dotes de Procurement Specialist de Pablo afloran y conseguimos que, por el equivalente a 12 euros, esté prácticamente toda la mañana con nosotros. Como si Reposiciones Diana se tratara, intenta de vez en cuando aumentar la cantidad… pero somos implacables y nos ceñimos al precio acordado.

Bajo un sol que ya presume caluroso, recorremos las carreteras de Nubia hasta llegar a Gharb Seheyl, conocido como el pueblo tradicional nubio. El taxista nos deja en lo que parece una zona céntrica y desde donde empezamos a caminar para ver sus edificios pintados de colores. Las calles son de tierra, las estructuras modestas y los lugareños nos dan los buenos días. Apenas hay turistas dada la hora, aunque sí que se ve que hay muchas tiendas de recuerdos, estando la mayoría aún cerradas. Mientras los nubios se afanan en construir nuevas casas, algunos dromedarios se pasean por la calle principal y nosotros aprovechamos a hacer algunas fotos. Todo parece bastante auténtico, aunque sí que hay algún hotel y bar más para la vida del turista que para la de los propios nubios. Los nubios, suelen tener un cocodrilo de mascota y, una de las familias ha puesto en la entrada de su casa, los restos de alguno que convivió con ellos.

Algún vendedor que otro nos invita a entrar en sus puestos, llenos de pirámides, figuras de escarabajos y bustos de Tutankamón. En el pasado, colocar en el salón de casa una figura de un faraón o un papiro enmarcado en una pared tenía cierto nivel… pero ahora, desde que china copia cualquier cosa, los souvenires se han convertido en algo con un tufillo hortera. Pablo, con buen criterio, le había echado el ojo a un cuenco de alabastro azul, que podía quedar muy bien en nuestra entrada a modo de vacíabolsillos… así que empezamos a preguntar precios. El vendedor, se tira el pisto y nos pide 2.800 libras… ¡¡84 eurazos!! Sí, sí… 84 euros de los mismos que supervisa Christine Lagarde. Pero, ¿esto qué es? ¿Un cuenco revolving o qué? Empezamos bajando el precio hasta conseguirlo por sólo 300 libras… Con cierto aire de éxito, nos lo llevamos pensando el tan amplio margen que hemos acortado… hasta que caemos en la cuenta de que seguramente deberíamos haber bajado mucho más de los equivalentes nueve euros. Tampoco tenemos amigos geólogos, así que nadie pondrá en cuestión que es alabastro de la mejor calidad, que es con lo que nos queremos ir pensando. Es nuestro primer día, hemos dormido dos horas y no hemos catado café mañanero… ni tan mal, ¿no? 


Hoy tenemos también nuestro primer contacto con el Nilo, que está tranquilo y fluye serenamente… sobretodo porque aquí es donde se sitúa la presa de Asuan. Esta famosa mega estructura se construyó en 1970, pero no con el objetivo de almacenar agua sino para evitar las frecuentes inundaciones que el aumento del caudal originaba a lo largo del río. Cuando se construyó este lago, algunos de los templos de la zona iban a quedar inundados y, países como España o Francia ayudaron a Egipto a trasladarlos, piedra a piedra, de ubicación. De hecho, el Templo de Debod de Madrid fue un regalo que Egipto le hizo a España por ayudar a salvar sus templos.

Uno de los templos que cambiaron de ubicación fueron los templos de Abu Simbel que visitaremos mañana. Hoy visitaremos otro templo que también fue trasladado: el templo de Isis en la isla de Philae. El taxista nos lleva hasta el puerto, donde tenemos que negociar el trayecto en barca. Como la entrada ya la llevamos comprada, vamos directos hasta el borde del agua, sin percatarnos de que estamos accediendo por la salida. Nos piden hasta cinco veces el precio oficial (que, a su vez, ya está inflado)... con lo que volvemos a la taquilla de las entradas con el objetivo de conseguir la lista de precios oficiales. Ya con los datos, y, esta vez entrando por la entrada correcta y validando nuestras entradas, conseguimos que nos lleven por un poco más del precio oficial… unos siete euros y medio… y, claro, luego nos damos cuenta de que la barca es sólo para nosotros y que el barquero nos espera mientras estemos haciendo la visita.

Nuestro primer contacto con un templo egipcio es espectacular. A medida que nos vamos acercando vamos viendo más de cerca este conjunto de templos de más de 2.650 años de antigüedad. Está consagrado a Isis, la diosa del amor, a su marido Osiris y a su hijo Orus. Este templo siguió en funcionamiento incluso cuando llegaron los romanos, y el culto a la pagana Isis fue uno de los últimos en prohibirse. Cuando se prohibió se vandalizaron las imágenes de Isis y se esculpieron cruces griegas para utilizar los templos a modo de iglesia. 




Rodeado por el Nilo, con algunas palmeras y el contraste de color arenisca del templo, la visita a este lugar resulta ser cautivadora. En su interior hay algunas salas repletas de dioses, escenas de ofrendas y jeroglíficos tallados. Poder disfrutar de un lugar que ha sobrevivido varios miles de años, te produce una sensación muy especial… pero toca volver al embarcadero porque nuestro señor barquero nos está esperando para devolvernos al puerto.

Una vez en el puerto, volvemos a donde el taxista, que también nos está esperando. Será ardua la negociación de un precio… pero luego son muy buenines y están ahí esperándote con una sonrisa y llamandote “amigo”. Al taxista, le comentamos que hay un cambio de planes, que ahora, en vez de finalizar llevándonos al hotel queremos que nos deje en otro de los puntos más turísticos de la ciudad…

Surcando la decrépita y sucia carretera de las afueras de Asuán, llegamos hasta la entrada de El Obelisco Inacabado. El taxista intenta una última vez un aumento en el precio… pero nos ceñimos a lo que habíamos acordado, le pagamos y nos despedimos del bonachón taxista sin nombre. Entramos en el recinto y tras subir por la ladera de lo que parece una pequeña cantera, lo encontramos ahí en el suelo… un inmenso obelisco de 42 metros de largo. ¡¡Es enorme!! Resulta que los obeliscos los iban tallando directamente desde la piedra madre y tardaban años en terminarlos. Se ve que, en algún momento, detectaron fisuras y lo dejaron abandonado… ¡¡Y ahora lo tenemos ante nosotros!! Pablo observa que hay algunas piedras negras por ahí desperdigadas… y cae en la cuenta que debía de ser para alisar las caras del obelisco. ¡¡No se le escapa ni una!!

Ahora toca ir dando un paseo de unos 25 minutos hasta el hotel. El calor aprieta, la calle no tiene aceras, estamos cansados y en la mochila parece que llevásemos piedras (bueno, técnicamente yo llevo alabastro). Un tuc-tuc nos para y negociamos que por un euro nos lleve hasta el hotel… y ahí vamos con la no-melena al viento en un trasto con cortinas por las calles de Asuán. ¡¡Dósis adicional de espíritu de viajero!!

El hotel está sorprendentemente bien: habitación modesta pero limpia, con un balcón y los de recepción muy amables… ¡¡Por algo se llama el Happi hotel!! Con fuerzas renovadas, salimos a dar un paseo por el zoco, una calle repleta de puestos donde no paran de llamarnos para captar nuestra atención y que entremos a sus tiendas. Hay muchas tiendas de especias, de fruta, de ropa tradicional, de figuras… por lo general es muy agradable, tan sólo a la excepción de cuando hay alguna tienda de conservas de pescado cerca, donde huele fatal a medida que te acercas. No hay apenas turistas, ya que éstos se suelen quedar en los cruceros que recorren el Nilo y del que salen casi sólo para hacer las excursiones oportunas. Pero a nosotros, que nos gusta conocer la realidad de los sitios que visitamos, nos resulta muy estimulante. Eso sí, una vez más, el tema de los precios resulta desconcertante: rara vez ponen lo que valen las cosas e, incluso con la comida, improvisan un precio en función de lo guiri que te vean. ¿Un café de Nescafé 5 euros? Pero ¿es que llaman a George Clooney para que lo sirva?


Nunca se nos ocurriría desperdiciar el tiempo con una siesta pero… ¡¡es que no podemos más!! Después de comer en una especie de restaurante unos platos cuyo nombre no sabría repetir, pero que sí repetiría comerlos, decidimos ir ya para el hotel. Es tumbarnos en la cama y caemos profundamente dormidos… asumíamos que ya enlazaríamos con la noche… pero resulta cautivador salir a dar una vuelta y ver cómo es la noche asuaní. ¡¡Y menuda pasada!! El zoco está aún más animado, y los vendedores ¡se activan a nuestro paso! Somos pura miel para ellos… lo que no acabamos de entender es por qué a Pablo le retienen más que a mí y a mí me preguntan que a ver si soy francés. Perdonez-moi?

Cenamos tirados en el suelo, pero tirados bien, en un lugar tradicional, comiendo unas sawharmas de pollo, después de habernos echado unas risas con la traducción del Google Lens de la carta, donde ponía haber “problema de carne”, “mi salchicha” o “cerebro de oveja”. En un último paseo de vuelta al hotel se intensifican los “eh amigo”, los ofrecimientos de productos pero también de alcohol, de una especia que llaman Viagra y de “banana”, que seguimos sin saber a qué se refieren. Acabamos en el hotel tomando un karkade, que es una bebida típica de Asuán hecha con una especia que parece como un cardito morado… ¡¡y que está muy rica!!

Y por fin a dormir… ¿Pero seremos capaces de salir mañana del hotel? A lo largo del día Pablo ha ido diciéndoles a los vendedores, para quitárselos de encima, que hoy ya no necesitaba de sus servicios, pero que quizá mañana sí. Yo creo que mañana va a haber al menos diez falucas (barcas tradicionales) esperándonos para dar un paseo por el río, otras diez calesas para recorrido por la ciudad, una flota de doscientos taxis, cinco visitas al pueblo nubio y seguramente más kilos de especias de los que Nuria Roca podría comprar. Y lo peor… decenas de vendedores esperándonos con su banana.

1 comentario:

  1. Estoy babeando...el templo de Isis😍😍😍, Pablo ya está como en casa con el pañuelo en la cabeza, muy pro!!

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