Cuatro y media de la mañana y el gato zombie nos despierta compitiendo con el muyahidín que, micro en mano, llama al rezo en estas horas tan vespertinas. Ducha, café del hervidor, recoger Breakfast Box, dejar para reutilizar la caja y los cubiertos y comenzar el ritual diario… nada más salir del hotel nos ofrecen taxis y calesas, dramatizando nuestra negativa y persiguiéndonos para ver si sucumbimos. ¡¡Por Alá, un poco de respeto!! Que está el muyahidín diciendo cosas serías… no queda otra que decirles que quizá más tarde… y veo que no hay Luxor suficiente como cojamos todas las calesas que hemos prometido.
Nuestro hotel está entre el zoco (nuestra ventana tiene hilo musical directo) y el mismísimo paseo de las esfinges (que conecta el templo de Luxor y el de Karnak)... y también está a pocos pasos de edificios con sólo algunas plantas habitadas, calles sin asfaltar y bastante suciedad… y eso que es la zona turística. Caminamos paralelos a la avenida de las esfinges que está iluminada, sorteando las primeras motos, furgonetas y calesas, a veces subiéndonos a la acera de 20 centímetros de ancho y 20 centímetros de alto apta para bailarinas. Y llegamos al puerto, donde tenemos que despertar al que vende los billetes. Mierda, no tengo el importe exacto ¡y eso es de principiante! Le decimos el importe y nos empieza a hacer caras raras, a lo que le empezamos a vacilar, y él responde imitándonos… “no, fiftin fiftin fiftin” dice haciendo muecas… confiando en que está en un cubículo y no puede escapar, le doy el billete de 200 libras y, esperando el cambio, nos empieza a hacer un juego de billetes intentando darnos menos… Si este tío supiera que estamos renunciando a dos desayunos bufé en el hotel, no se andaría con bromitas. Menos mal que Pablo, que está rápido, le suelta un “ok, the mobile for me” y con todo su papo le quita el móvil… ¡¡vaya gol Mohamed!! Rebusca refunfuñando el taco de tickets y nos da la vuelta para recuperar su Nokia mugriento. Y ala, a seguir durmiendo que el cupo de turistas cojoneros lo tienes cubierto por hoy.
La verdad es que cruzar el Nilo entre burkas y turbantes como los lugareños está siendo más fácil que aparcar en el aeropuerto de Alicante. Porque, en un pispás, estamos en la orilla occidental donde antes de la hora acordada, las seis de la mañana, nos reencontramos con Ali, nuestro chófer particular que tiene un aire a Morgan Freeman. “Hello, my friend” y ale, al coche a recorrer lo que nos queda por ver de la necrópolis de la antigua Tebas.
Nuestro primer destino es El Valle de las Reinas, donde además de las de algunas faraonas también hay tumbas de príncipes. Acaban de abrir y somos los primeros turistas en llegar; de hecho, los primeros rayos de la mañana iluminan el valle salpicado con accesos a tumbas y puertas metálicas que encierran descubrimientos por revelar. La entrada permite la visita a las tres tumbas abiertas al público y, adicionalmente, está la opción de pagar unos 60 euros por ver la tumba de Nerfertari, algo que consideramos del todo desproporcionado.
Nos dirigimos a la tumba de Amunherjepshef, donde un guarda nos ve acercanos y se dirige a abrirnos la puerta. Una vez hemos entrado el guarda también accede, donde intenta explicarnos cosas para pedirnos propina… pero nosotros tenemos la audioguía de mi voz grabada con el texto de la guía, y le hacemos una seña para que vea que ya tenemos la información que necesitamos. Esta tumba es de uno de los hijos de Ramsés III, que murió siendo un adolescente. Además, se expone un feto de cinco meses que se encontró en la tumba y del que los arqueólogos no se ponen de acuerdo sobre quién es.
La siguiente tumba que visitamos es la de Titi, que se duda si realmente fue una reina. Como cosa rara que se encontró en esta tuma son representaciones de Titi en su niñez, adolescencia y vida adulta; algo muy raro y extraño que no se ha visto en ninguna otra tumba. Es una de las tumbas más pequeñas.
La tercera tumba que visitamos es la de Jaemwaset, otro hijo de Ramsés III que también murió joven. A diferencia de las tumbas del Valle de los Reyes, las tumbas del Valle de las Reinas son mucho más pequeñas y las pinturas están peor conservadas. Quizá por este motivo, la afluencia de público es considerablemente menor. Igual es porque es muy temprano, pero la verdad es que hemos visitado las tres tumbas nosotros solos; bueno, acompañados siempre de un guarda que se quería ganar un dinero extra y se ha ido igual que ha venido.
Desde el Valle de las Reinas caminamos durante unos veinte minutos hasta Der Al Medina, un poblado donde vivían los trabajadores de las tumbas de Reyes y Reinas, que también es conocido como el Valle de los Artesanos. La entrada incluye la visita a tres de tumbas, y hemos comprado un ticket adicional para visitar otra más.
La primera tumba que visitamos es la de Inherka, el supervisor y líder de los constructores de las tumbas más importantes. En su interior, una de las pinturas más relevantes es un gato matando una serpiente bajo un árbol sagrado. Es una tumba muy pequeña… pero aún así el tumbero se empeña en estar con nosotros, para señalarnos las pinturas más relevantes en busca de propina.
La segunda tumba que visitamos es la de Sennendjem. Es otra tumba muy pequeña y bellamente decorada. El guarda, otro diferente al anterior, también entra en la tumba con nosotros y, con la excusa de hacernos fotos, Pablo le dice directamente que se salga… ¡¡Y el tío obedece!!
La tercera visita es un conjunto de pequeñas galerías con las tumbas de la familia Amennajt, conocidas como las tumbas monocromáticas, ya que daban protagonismo a un único color. Hay que entrar agachado, casi a gatas, y también son una auténtica pasada. En este caso, el guía de esta tumba directamente ya ni intenta perseguirnos en busca de la tan codiciada propina.
La última tumba que visitamos es la de Pashedu, quién se hizo retratar rezando bajo una palmera. Esta tumba tiene una entrada adicional y tampoco vemos que destaque contra el resto; tan sólo, quizá, por el nicho que tiene integrado. El guarda permanece con nosotros y, visto que son un poco insistentes, Pablo utiliza la técnica de explicarle él al guarda los jeroglíficos: señalando unos egipcios con la cara verde, le dice que están enfermos… y yo complemento diciendo “First” señalando la cara verde y “Second” señalando el nicho. Una sonrisa le hace olvidar que lo que quiere es una propina… hasta que salimos del recinto donde nos la pide claramente. Le decimos que no, que las entradas son demasiado caras y que la propina se la tiene que dar el presidente El-Sisi… Pablo le dice “ask the president for a salary rise or revolution”. Por Alá, si dentro de unos meses cae el Gobierno egipcio y hay disturbios, no queremos saber nada.
En el Valle de los Artesanos, además de la excavación del poblado, también hay un bonito templo dedicado a Hathor, la diosa del placer y del amor. En su interior hay tres salas con bonitas pinturas en relieve y, por fin, vemos a los primeros turistas del día. “Franceses” dice Pablo y una jovencita con aire dictatorial nos dice muy seria “Belgas”, a lo que respondo simulando que le reprendo a Pablo por haber cometido tan imperdonable error.
De nuevo en el coche con Alí alias Morgan Freeman, vamos hasta Medinat Habu, un templo que pocos turistas visitan y que es una auténtica pasada. Vinculado a Amón, fue el templo funerario de Ramsés III, Hatshepsut y Tutmosis III. Hay diferentes estancias, con colosales columnas que aún conservan pinturas y que también tienen profundos relieves. En el mismo recinto se trabaja en la restauración de diferentes hallazgos del templo.
Nuestra última dosis de tumbas es en el Valle de los Nobles, donde se enterraba a gente cercana a los faraones. La primera tumba que visitamos es la de Ramose, que tiene un pago adicional y que, sinceramente, no acabamos de verle la gracia. Igual es importante porque tiene relieves en lugar de pinturas… pero, por dentro, parece que está excesivamente restaurada. Así, a simple vista, diríamos que el Ecce Hommo es más original. Después, visitamos la tumba de Sennofer, cuya peculiaridad es que el techo está pintado con racimos de uvas.
El broche final de visita a tumbas lo pone la de Rejmira… por donde. Es una capilla funeraria sin cámara funeraria, con una forma peculiar que consiste en que el techo se va ampliando gradualmente. Aunque visualmente pueda no parecer muy espectacular, es una de las más importantes, dado que en ella hay unas 600 figuras que describen la administración egipcia, el pago de tributos, ritos funerarios, vida cotidiana… es un libro abierto sobre la historia del Antiguo Egipto.
Nuestra última visita son los Colosos de Memnón, dos estatuas de 18 metros de altura y mil toneladas que representan a Amenofis III. Estas estatuas estaban situadas a la entrada del templo del faraón, el cual se está excavando en la actualidad. Es curioso porque las piernas de la estatua de la derecha están llenas de graffitis… ¡¡de la época de los griegos!!
Son poco más de las diez y media y ya hemos terminado nuestro recorrido con Alí por los emplazamientos que nos faltaban por ver en la orilla occidental. Ha sido una maravilla poder visitar las tumbas prácticamente sin más turistas, y poder contemplar las pinturas de más de tres mil años.
De nuevo en la orilla oriental, damos un paseo por el nuevo paseo marítimo de Luxor, hasta llegar a un KFC donde aprovechamos a comer. Lo que yo me pido está picante nivel Chucha… muy adecuado para seguir caminando luego bajo el sol y las calles de Luxor. Probamos a callejear por diferentes lugares y, sinceramente, hay barrios que sólo los arreglaría un lanzallamas. Nos resulta curioso que muchos niños nos saludan y se muestran excitados al ver a dos guiris fuera de la zona turística. Algunos niños, los menos, también se han aprendido algunas frases básicas como “What’s your name” y “Money”.
El madrugón de esta mañana sólo lo podrá contrarrestar una buena siesta durante las horas de más calor… así que nos retiramos a nuestros aposentos. Después de un descanso reparador, nos lanzamos a la calle a dar un paseo por la ribera dirección norte. Pero, ¿qué es ese olor? Por aquí y por allá se ven pequeñas columnas de humo, que generan una boina oscura en ambas orillas del Nilo… son las 17:30 y parece que es la hora de la quema de la basura. Por si no había suficiente contaminación… De hecho, hasta nos pica un poco la garganta de a saber lo que respiramos.
Llegamos hasta el Templo de Karnak, que visitaremos mañana, pero que queremos ver si está iluminado y confirmamos que no, o que, al menos, no se puede ver desde fuera. En cualquier caso, estamos "en Karnak de noche", ¿digamelón?, A la vuelta, después de estarnos días ofreciendo calesas, terminamos sucumbiendo a una. No soy muy de estas cosas porque no veo a los pobres caballos bien cuidados… pero Pablo está en lo cierto de que, contribuyendo a ello, es posible que así pueda comer el animal. El paseo resulta entretenido y, como era de esperar, el calesero nos viene con las rebajas al no tener cambio. Redondeamos para su beneficio pero nos llevamos una foto del espectáculo sin esperar que nos muestre más su palma abierta.
Hemos hecho hambre y probamos en un restaurante… donde descubrimos, una vez más, que tienen dos cartas: una en árabe y otra en inglés, con diferentes precios. Como resulta cansino esto de ser un cajero automático con patas, decidimos acogernos a sagrado y cenar en el McDonald’s… con precios iguales para todos y comida sin lujos ni sorpresas. Quién iba a decir que la cadena americana de hamburgueserías haya resultado ser una píldora de tranquilidad en medio de esta caótica ciudad.
El día se va terminando y nos dirigimos al hotel. Para llegar, resulta inevitable recorrer una parte del zoco, donde aprovechamos a provocar los últimos intentos de venta. “Escarabajo” decimos en alto y “escarabajo un euro” responden; “papiro” decimos y “papiro un euro” responden; “especias” decimos y “especias amigo” responden. Ya nos conocen y, de hecho, algunos nos dicen que ayer les dijimos que yo-que-sé… pero una risita cómplice delata que saben que estamos jugando a su juego y hasta les hace gracia. La palabra es, cómo no, “Escarabajo”.
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