Hoy es nuestro aniversario de boda y nos tomaremos el día más relajados. Para empezar, como no tenemos que cruzar al otro lado del Nilo, nos levantamos mucho más tarde lo habitual, a las siete y media… sí, se nos han pegado las sábanas. Además, por fin podemos disfrutar, después de cuatro días, de nuestro primer desayuno caliente: basta de cajas de desayuno con panes, manzanas y bricks de zumo, hoy celebramos con un buen bufé. Además, el restaurante está en la azotea, con vistas al Nilo, al templo de Luxor, a la Avenida de las Esfinges y al zoo social que a estas horas ya está plenamente activo. En este aniversario a todo Luxor, como diría Ana, muero de Amor.
Tras dejar la habitación nos ponemos en marcha, cruzamos la carretera y sorteando los primeros ofrecimientos de calesas y taxis, entramos en nuestro primer destino: el Templo de Luxor. Construido principalmente por Amenhothep III y Ramsés II, estaba consagrado al dios Amón. Los templos egipcios, más que lugares de cultos abierto al público, eran lugares donde guardar una estatua de un dios. Las personas de a pié, le pedían los ruegos y deseos a los sacerdotes, quienes eran los encargados de transmitírselo al dios que custodiaban en el sanctosantorum, una pequeña habitación que estaba en la parte más profunda del templo.
En la entrada de este templo del Nuevo Imperio Egipcio hay un obelisco de 25 metros de altura que estaba acompañado de otro que ahora está en la plaza de la Concordia de París. Además, hay dos colosos de Ramsés II, el faraón que construyó Abu Simbel y que quería estar al mismo nivel que los dioses. Para presentarse al pueblo como un héroe, en el primer pilón hay escenas de la batalla de Qadesh, de la que nuestro vecino zamorano tiene todos los detalles y responderá gustosamente las dudas que los lectores de este blog puedan tener.
Como buen templo faraónico que se precie, tiene una sala hipóstila enorme. Para los que aún no se hayan preparado un viaje a este país, decir que una sala hipóstila es simplemente una sala con muchas (pero muchas) y enormes (muy enormes) columnas. No tengo muy claro el motivo, pero me da que el arquitecto de la obra diría… “uy, ese techo pesa mucho, vamos a poner más columnas, no se vaya a caer y tenga que soportar la maldición del faraón”; hay que pensar que hace tres mil años todavía no existía Miguel de Avintia y su silicona para todo.
El templo de Luxor es una auténtica pasada: aunque las esculturas están amputadas, las pinturas de la columnas desgastadas y hay miles de piedras en los alrededores pendientes de recolocar, se vislumbra aún la grandiosidad que tuvo este templo en el centro del poder. De tanto mirar hacia arriba en el templo de Luxor, uno puede acabar con una luxación.
Una curiosidad de este lugar es que hay una mezquita construida sobre el templo, debido a que éste estuvo oculto bajo tierra durante muchos años. De hecho, la base de la mezquita nos da una pista de hasta dónde estuvo olvidado bajo tierra el templo.
El Templo de Luxor está conectado con el Templo de Karnak por la Avenida de las Esfinges. Se trata de una calzada de tres kilómetros flanqueada por 1.400 esculturas mitad hombre, mitad león, de las cuales se han recuperado sólo 650. En realidad, esto no era un lugar de paseo, ni tan siquiera para el faraón, sino un lugar donde se hacía un ritual religioso que consistía en trasladar en barco, cuando el Nilo inundaba la avenida, la triada de Amón, su esposa Mut y su hijo Konshu desde el templo de Karnak hasta el templo de Luxor. Era como El Rocío, pero rollo egipcio. De hecho, al inicio de la avenida, hay una reproducción de la barca donde llevaban las figuras.
Una vez terminada la visita, decidimos ir hasta el Templo de Karnak por la propia Avenida de las Esfinges. Además de que es en línea recta, nos evitaremos así que nos estén ofreciendo taxis y calesas, y tener que sortear coches y sus pitidos. Hace calor y por la calzada somos nosotros los únicos que caminamos, seguramente porque los turistas que van con viaje organizado les llevan de templo a templo en autobús. Esta avenida se inauguró en el 2021 como un gran evento del Egipto moderno; sin embargo, vemos que, tres años después está bastante descuidada, con basura por los laterales y con pequeños detalles que nos recuerdan que esto en “occidente” estaría mil veces mejor.
A la mitad del camino, vemos que hay unas vallas y una garita. Como era de esperar, tenía que haber en algún punto un control de entradas, bien para el templo de Luxor, bien para el de Karnak. Nosotros, que tenemos también la de Karnak, se la enseñamos al hombre desganado que, tras no conseguir validar los códigos QR de las entradas, los tacha a boli. Como nuestra intención es volver más tarde deshaciendo el camino, le decimos en spanglish: “you” (y le señalo) “remember” (y señalo mi cabecita) “nosotros” (indico a Pablo y luego a mí) “volver” (dedos caminando) “Karnak”(dedo para un lado) “a Luxor” (dedo para el otro) ”right?”. El hombre asiente, pero yo no me quedo tranquilo si no confirma de nuevo: “you” (le señalo) “remember” (señalo cabeza) le repito. El hombre hace un gesto en plan de “lo he entendido a la primera” y nos dice “remember your hats”... bueno, me quedo tranquilo porque el gorro de egiptólogo que se ha traído Pablo es bastante “recordable”.
Continuamos caminando bajo la mirada de la Esfinges y llegamos al templo de Karnak, que representa el universo recién creado. Éste está también consagrado a Amón, dios de la ciudad de Tebas. Con tanto pilón, columna de papiro, pinturas, jeroglíficos, obeliscos, salas hipóstilas, … tenemos ya un jaleo faraónico. Si cuando vuelva, me queda alguna duda, repetiré sin parar Amón-Ra hasta que aparezca el hermano de Pablo que se acuerda de todas las dinastías egipcias de la EGB.
Algo más lúdico que mucha gente hace en el templo de Karnak es dar siete vueltas a un escarabajo de granito rosa. El escarabajo simboliza la protección tanto en la vida como en la muerte y se supone que con este ritual estás atrayendo la buena suerte como inmortal compañera. Yo no sé si funcionará, pero ahí que me uno a ver si siéndole pelotero al escarabajo, algo de suerte cae.
En varias localizaciones del templo ha habido guardas que nos han seguido y disimuladamente nos han ofrecido acceso a zonas cerradas o nos han querido mostrar secretos del templo. Pablo, los ha rechazado tajantemente, añadiendo que eso es una forma de corrupción y aleccionando a los pobres empleados que querrán complementar su bajo sueldo con una propina extra. “No, that is corruption and bad for you” les dice y “no, corruption no, amigo” responden pero se quedan pensativos. Nos quedamos Pablo y el que suscribe un añito aquí, y dejamos el país más organizado que Suiza… y acabaríamos con el “yo fui a la EGP” (Egiptian Pounds).
En una zona de descanso aprovechamos la sombra y a reponer fuerzas, mientras entramos en conversación con una pareja de ecuatoriana y portugués, residentes en Inglaterra. Hablando sobre los respectivos viajes nos acaban diciendo el dineral que llevan gastado: que si una cena por tanto, que si un taxi por tanto, que si una compra por tanto, … “es que todo es más caro que en Londres” nos dicen. Nosotros les decimos cómo lo hemos enfocado y acaban diciendo “jo, queremos viajar con vosotros, nos están estafando”... Y es que por lo que les está saliendo un Cairo-Luxor, nosotros nos damos la vuelta al mundo y nos sobra para letras del tesoro.
Tras despedirnos de la encantadora pareja, retomamos de nuevo la Avenida de las Esfinges para volver hasta el Templo de Luxor. A la mitad, entramos en la oficina de tickets donde está el que nos atendió y, señalando mi cabeza le digo “remember?” a lo que me responde “ticket?”. Esto es como cuando se va la luz y se te desconfigura la hora del microondas… no ha pasado tanto tiempo como para que no nos recuerde. “¿Pero cómo que ticket?” le digo y me responde “buy ticket”… me ha dado el sol en la cabeza, pero es éste quién me la calienta… rebusco el ticket de Luxor y el de Karnak, porque si quiere ticket, que por tickets no quede. Se los enseño y le recuerdo en el idioma de “te lo dije bien claro y te lo repito más alto” paso por paso a ver si consigo que haya sinapsis dentro de ese cráneo. Nos mira y nos señala para que continuemos, y encima te hace sentir mal por haber ido de occidental malo.
Son casi las dos del mediodía y llegamos de nuevo al templo de Luxor. Avenida arriba, avenida abajo, nos hemos hecho más de seis kilómetros entre esfinges, un trekking muy especial. La visita cultural de hoy termina aquí, habiendo disfrutado de estos dos magníficos y faraónicos templos. Y, como diría Ana, muero de Amón… Amón-Ra, claro.
Un tercer templo sagrado nos aguarda… el McDonald’s. Ya ni nos planteamos buscar otro sitio… buena temperatura, limpio y sin sorpresas, así que repetimos. Además, llevamos las kilocalorías quemadas por adelantado. Y, sobre todo, es el desguace en el que terminamos todos los turistas agotados del ruido y de ser carne de timo, además de tener la mayor concentración de japoneses por metro cuadrado de la ciudad. Y oye, que ni La Chalana tiene vistas al Nilo, al templo de Luxor y al espectáculo urbano de Luxor. Desde la mesa, presenciamos cómo un grupo de cinco turistas se bajan de un taxi (uno con una bolsa de plátanos) y el taxista parece decirles el importe de la carrera… no lo veo claramente, pero juraría que al menos el de los plátanos le da cinco billetes de los grandes… y parece que el taxista no está conforme, haciendo que una de las pasajeras le dé otros dos billetes… para después señalarle la bolsa de plátanos como diciendo “eh, que esto también me lo tienes que pagar”... a lo que el turista coge y le deja, malhumorado, la bolsa en el asiento delantero, marchándose todos sin mediar más palabras. Así, en una cuenta rápida, diría que, o han cruzado alguna frontera del país o les han pegado el timo del siglo. Eso no lo arregla ni Cofidis.
Holgazaneamos un poco las últimas horas que nos quedan en Luxor: nos damos un último paseo por el zoco, donde estamos hasta dispuestos a comprar un escarabajo, pero no lo conseguimos por el ridículo precio que les proponemos: “calesa cara, no tener más dinero para escarabajo” y pasan de chocar escarabajos para demostrar su calidad a pasar de nosotros.
Toca ya ir al aeropuerto y… de coger un taxi. Hemos calculado que no deberíamos pagar más de euro y medio, y sólo tenemos un billete de unos seis euros… así que empezamos a caminar con la mochila en la espalda para dejarnos ser cazados por algún taxista… somos un caramelito. No hemos andado ni veinte metros cuando uno nos para. Pablo negocia el precio y, como a todos los vendedores anteriores, lo bautiza como “Mohamed”... “Mohamed, son 50 libras egipcias, no más, eh?” y yo en un juego inesperado “tengo sólo un billete de 200, enséñame el cambio”. El pobre se pone a buscar en la cartera y nos dice que cambia por el camino… parece legal, así que montamos y en una gasolinera… ¡¡Consigue el cambio!! “Well done, well done” le reconocemos su honradez. El pobre, nos deja antes de pagar el parking del aeropuerto y se va tan contento con su euro y medio… porque un local habría pagado la mitad.
Es pensar en un aeropuerto egipcio y se me ponen los pelos de punta… por la radioactividad de todos los escáneres que vamos a tener que pasar. El primero es que un guardia nos para fuera de la terminal y nos dice “Passport, please”, a lo que Pablo le dice “será Boarding Pass, no?”... “Boarding Pass, please”... Le enseñamos la tarjeta de embarque y pensamos “ánimo tío, tú puedes”.
Vamos a entrar a la terminal y vemos una puerta bajo un letrero que pone “Departures”... pero la puerta no se abre al acercarnos. Golpeamos con los nudillos y un guarda en el interior nos indica que vayamos a la otra puerta. Buf, después de lo del otro día hemos venido con dos horas de antelación, y creo que vamos a andar justos. Venga, la segunda puerta se abre y tenemos el primer escáner y sobada por todo el cuerpo. Cuando parecía que iba rápida la cosa, me mandan abrir la mochila… porque les ha parecido extraño que llevase diez monedas de cincuenta céntimos de euro. Era para dar propinas, pero mira, las sigo teniendo todas. Pasamos a la siguiente pantalla…
En la era digital, nos mandan escribir nuestros nombres, número de pasaporte y número de vuelo en un libro como si de un registro se tratara… y sin cotejar ningún dato, claro. Venga, siguiente pantalla, la del monstruo. Al pasar el siguiente escáner (sí, un segundo en 30 metros) me vuelven a mandar abrir la mochila. Ahora es que no les gusta que lleve una tijera de uñas. ¿Pero qué tenéis en contra de las tijeras de uñas? ¿Vosotros utilizáis una fresadora o similar? Pues nada, después de decirle que han pasado por medio mundo, no me dejan pasarla y me dicen que las facture o que las tire… ¡¡Pero es que son “mis” tijeras!! Pues nada, me calzo (porque hay que descalzarse), cojo las tijeras, el neceser entero, vacío la mochila pequeña y voy hasta el mostrador de facturación… donde el que me atiende se sorprende de que quiera facturar una ridícula mochila con un neceser dentro. Todo sea dicho, salvar unas tijeras de 9 euros me habría costado 50 euros en cualquier compañía aérea europea… y aquí la facturación de una maleta está incluida. Bueno, pues facturación hecha, de nuevo al escaner y sobada… ¿¿y otra vez a escribir los datos en un libro?? Anda ya… pasando.
Bueno, pues ya está… hemos llegado a la puerta de embarque… a descansar… o no. Porque lo lógico es que la pantalla en la puerta de embarque muestre información sobre el estado del vuelo… pero aquí no, aquí cuando más la necesitas van y te ponen un powerpoint de Luxor, la ciudad de la que te vas a ir. Mira, no seamos quisquillosos… es así y ya está… subamos al avión y a otra cosa… ¿qué asientos tenemos? Mmm… fila 22… anda pues es aquí… la primera fila empieza en la 20… ¡¡¡agarradmeeeeeee!!! Como diría Ana, “muero de ardor”.
Anda que no lo estáis pasando bien...muero de la risa!!!😂😂😂
ResponderEliminarEspero que lo hayas pasado bien en Aswan y Luxor
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