Cuatro y media de la mañana y suena el despertador. Una duchita para despertarse y, como lo han oficializado aquí, un “Nescafé” preparado con el hervidor que tenemos en la habitación. En estos países en los que reina el té, el café se suele limitar a agua o leche caliente con un sobrecito de café soluble, para satisfacer las necesidades del turista occidental. Tenemos el desayuno incluido, pero se empieza a servir a partir de las siete de la mañana, algo que no nos podemos permitir si queremos realizar la visita de hoy sin aglomeraciones de turistas. Así que anoche pedimos que nos prepararan un Breakfast Box para el camino… y al abrir la caja sorpresa vemos que es bastante completa.
Salimos del hotel y hay poca gente por la calle. La Avenida de las Esfinges, que conecta los templos de Luxor y de Karnak la tenemos frente a la puerta del hotel, y nos hace barrera para llegar al río, por lo que tenemos que andar hasta encontrar un puente que la sobrepasa. Se producen los primeros “Bienvenido amigo” y “Where d’you come from”, pero aún es un mero calentamiento.
Viajar por libre requiere un arduo estudio para saber cómo moverte y cuánto pagar. Como era de esperar, en el embarcadero público que sólo lo suelen utilizar los locales, nos intentan inflar el precio… y, una vez más, tenemos que negociar para que nos cobren el precio justo. “No, my friend, 15 pounds return”… aquí nada de phrasal verbs ni third conditional… con el inglés de la EGB se negocia mejor, que no los veo yo sacándose certificados de Cambridge. Además, nada de soltar el dinero sin que nos dé las vueltas y el billete, cuyo talonario le cuesta encontrar porque debemos de ser los primeros en mucho tiempo que lo pedimos.
Son poco más de las cinco y media y hace una temperatura algo fresca para ir en manga y pantalón corto, especialmente esperando en el embarcadero con el viento que discurre por el Nilo; pero hemos preferido ir algo ligeros porque hoy se prevé alcanzar los treinta grados. Tras unos minutos de espera, llega un ferry lleno de gente desde la otra orilla, y aún sin haber parado, los pasajeros empiezan a salir de la embarcación usando puertas y ventanas. Los pocos que estamos esperando, embarcamos de forma mucho más ordenada, y, ya que estamos, decidimos ir a la cubierta superior. Ambas orillas no están muy iluminadas, y, a excepción de los cruceros atracados, no se ve gran cosa. De hecho, diría que, en los menos de diez minutos que dura el trayecto, ha amanecido y ya hay mucha luz.
Estando a punto de atracar, un hombre con chilaba y turbante entra en conversación. La estrategia es sencilla… interesarse por saber de dónde venimos, chapurrear alguna palabra en nuestro idioma y preguntar a dónde vamos para ofrecernos sus servicios. El recorrido de hoy teníamos pensado hacerlo en un taxi, tuc-tuc o, si no se diera bien, incluso andando. Así que Pablo empieza a negociar con él para que nos lleve hasta el Valle de los Reyes. Dentro del juego del regateo, el hombre pasa por breves estadíos de enfado, incomprensión e intento de abandono… para acabar aceptando el precio propuesto. El coche, blanco con algunas rayas azules está bastante cascado, pero, sinceramente tampoco lo esperábamos impoluto de leasing. Cruzando algún terreno de cultivo, casas destartaladas y calles mugrientas, nos enfilamos hacia tierras áridas mientras vemos en el horizonte unos 35 globos en el cielo. Aunque aquí todo el negocio gira en torno a la civilización egipcia, es de agradecer que se hayan desarrollado algunas actividades complementarias… y, cómo no, el conductor nos ofrece un viaje en globo porque un amigo tiene una empresa que lo realiza.
El conductor, que se llama Alí, parece un hombre bueno, desgastado por el sol y la difícil vida egipcia, en la que inflar precios a los turistas no es una cuestión de maldad, sino de necesidad. Decidimos ofrecerle una oportunidad de negocio, para que nos lleve a los diferentes puntos que queremos visitar y que nos espere durante la visita… y oye, que tampoco nos apetece estar andando bajo un sol abrasador. Por el equivalente a siete euros hará de chófer durante unas tres horas. Pablo, a estas alturas, ya debería actualizar Linked-in poniendo “Máster exprés de negociación - 200 créditos de prácticas en las calles de Egipto” o “Máster en gestión internacional de flota de vehículos - tender de conductores”.
Alí nos lleva hasta la puerta de entrada a “El Valle de los Reyes”, la necrópolis de la antigua Tebas donde están las tumbas de la mayoría de los faraones del Imperio Nuevo. Tras pasar una pequeña zona comercial, validamos las entradas que ya llevamos compradas y cogemos un carrito que nos lleva hasta la zona de tumbas. Éstas, se numeran en el orden en el que han sido descubiertas y se les antepone ‘KV’ de ‘Kings’s Valley’. Con la entrada se incluye visitar tres tumbas gratuitas y, para algunas concretas, se requiere el pago de una entrada adicional.
La primera que visitamos es la KV 2, de Ramsés IV. Es la que más jeroglíficos tiene, además de una entrada de 86 metros de largo. Se cree que en ella vivieron monjes coptos, ya que se han encontrado en su interior inscripciones coptas, cruces y santos.
La segunda que visitamos es la tumba KV 62 del archiconocido Tutankamón, que requiere del pago de una entrada adicional de 15 euros por cabeza. En sí, la tumba es una de las más pequeñas, sólo tiene una parte decorada y no es gran cosa… pero es la única en la que se conserva la momia del farón dentro: Tutankamon está ahí, dentro de una vitrina, consumido y con los deditos de los pies al aire. El madrugón de esta mañana nos recompensa con poder estar los tres en intimidad y podemos disfrutar de la visita sin tener que dar codazos a otros turistas.
Hijo de Akenaton, Tutankamon fue faraón desde los ocho años y murió con tan sólo diecinueve, sin dejar descendencia (tuvo dos hijas que murieron) y poniendo fin a su dinastía. De hecho, se piensa que debido a su pronto fallecimiento lo enterraron en una tumba que no estaba destinada a ser la de un farón. Entoces, si murió tan joven y no le dio tiempo a hacer gran cosa, ¿por qué es conocido? Realmente su fama se debe al descubrimiento de su tumba: el egiptólogo inglés Howard Carter encontró en 1922 su tumba, casi intacta, debido a que los escombros de la tumba de Ramsés VI ocultaron su acceso, manteniéndola alejada de saqueadores. En su interior se encontró un tesoro, hoy en el museo de El Cairo, de incalculable valor. Pero ojo, en esta tumba no hay ni trampas ocultas, ni fosos con serpientes, ni compuertas de piedra… sólo una rústica escalera que desciende hasta la cámara funeraria… y a una experiencia única.
La siguiente tumba que visitamos es la KV 11 de Ramsés III, una de las mejor conservadas y que tiene hasta cámaras laterales. Con una preciosa decoración, la curiosidad que tiene esta tumba es que hace curva, ya que en su construcción se encontraron con otra tumba que tuvieron que salvar. Son ya en torno a las siete y media de la mañana y el lugar empieza ya a abarrotarse… ni los 125 metros de pasillo de la tumba son suficientes y empieza a haber alguna que otra aglomeración en determinados puntos. Hacerse fotos o disfrutar de los jeroglíficos, escenas y “libros” pintados en las cámaras, empieza a ser cada vez más complicado.
La tercera tumba gratuita que visitamos es la KV 6 de Ramsés IX, última del Valle de los Reyes en ser construida y la primera en ser abierta al público.
Aunque ya hemos visitado tres tumbas gratuitas, resulta que en la primera nos sellaron la entrada de una que vamos a visitar en el Valle de los Monos, así que, teóricamente tenemos una adicional. Nos dirigimos a visitar la KV 34 de Tutmosis III, pero está cerrada. Éste fue uno de los primeros faraones en enterrarse en el Valle de los Reyes y su máxima preocupación era encontrar un emplazamiento de difícil acceso para evitar los saqueos, por lo que pidió que su tumba estuviera casi perdida en el monte. Parece ser que, muchos de los saqueadores eran los propios súbditos que organizaban la tumba y el funeral… así que tampoco tenía sentido tanto secretismo, si bien ello habra contribuido en parte que estas tumbas hayan llegado hasta nuestros días.
Al no poder visitar la de Tutmosis III, improvisamos y visitamos la KV 14 de Tausert y Setnakht. Esta tumba sirvió para la reina Tausert, que posteriormente fue sacada para ser tumba de Setnakht. Según la guía, se ve claramente que hay decoración de la reina y que luego se hicieron decoraciones adicionales para el nuevo residente de la tumba. A estas alturas, ya tenemos bastante lío con las diferentes dinastías, libros de la vida y muerte, significados de las pinturas… así que nos limitamos a entrar y mirar, mientras escuchamos la guía… sí, digo “escuchar” porque hace un par de semanas se me ocurrió grabarme leyendo la guía, para luego no tener que estar con el libro en la mano… además, cada uno llevamos un auricular y así lo escuchamos a la vez. ¡¡Ideaza!!
Para el final nos hemos dejado la KV 9 de Ramsés V y VI, que requiere de pago adicional. Es una de las mejores conservadas porque, por su posición, estaba a salvo de inundaciones. La inició Ramsés V, pero luego vino Ramsés VI y se la usurpó. A destacar de esta tumba es que en la sala sepulcral hay dos sarcófagos y el “Libro de la Tierra” pintado en el techo. Es una auténtica maravilla y, al ser de pago, el número de españoles chillones es muy reducido.
Habíamos leído y visto en algunos vídeos que era frecuente que en las tumbas los guardas te pidieran dinero por sacarte una foto, por darte alguna explicación o por dejarte pasar a alguna zona restringida al público. Igual se debe a que hemos sido extremadamente precavidos, pero para nada diríamos que es algo reseñable. Todo a transcurrido con normalidad, han sido agradables y el gran triunfo ha sido llegar poco después de las seis de la mañana, poco después de abrir, cuando aún hay pocos turistas. El Valle de los Reyes ha sido, sin duda, una experiencia imprescindible en una visita a Egipto.
Además del Valle de los Reyes y el de las Reinas, que visitaremos mañana, hay algunas tumbas desperdigadas por los alrededores. Al ser menos accesibles y menos conocidas, quedan fuera de los circuitos turísticos, pero es una lástima porque son igual de interesantes. Nosotros llevamos comprada la entrada para la tumba de Ay, en el Valle de los Monos. Alí, que nos está esperando en el aparcamiento nos conduce colina arriba y en determinado punto para y llama a alguien que está en una rudimentaria casa; el hombre sale, se coloca el turbante y se monta en el coche. Cuando llegamos a la tumba, resulta ser el tumbero que nos abre la puerta. La tumba tiene dibujados doce monos que representan las horas nocturnas, y que son similares a los de la tumba de Tutankamon… de hecho, se piensa que la tumba que estaba destinada al joven faraón iba a ser ésta, mucho más grande. Aunque todas las tumbas esconden algo misterioso y enigmático, el visitarla a solas lo convierte en algo muy especial. De hecho, a la vuelta, el tumbero nos dice que hoy somos los únicos que la hemos visitado.
Nuestro siguiente destino es el Templo funerario de Hatshepsut, que fue una de las reinas-faraonas más importantes. Accedió al trono porque fue sobreviviendo a sus hermanos, si bien su padre Tutmosis I fue aleccionándola para que terminase gobernando. El templo es una auténtica pasada, porque parece casi hasta moderno y su color de piedra arenisca se integra perfectamente en el entorno. Tiene varias terrazas, que en su momento estaban repletas de estatuas, un pequeño santuario y muchas escenas e inscripciones. A diferencia de las tumbas que tienen una profusa decoración, este templo nos sabe a poco… si bien es cierto que es muy icónico, en la corta distancia no acaba de conquistarnos.
Son tan sólo las diez de la mañana y estas cuatro horas de visita han sido realmente intensas. El sol empieza ya a calentar y toca reunirse con Alí para que nos devuelva al puerto. En el trayecto, el luxorí nos propone un abanico de excursiones para los próximos días y nos recuerda que hablemos con su amigo de los globos aerostáticos. Nosotros, que ya llevamos hablada nuestra propia propuesta, le decimos que mañana a la misma hora queremos que nos lleve al Valle de las Reinas y otros emplazamientos concretos, por el mismo precio que hoy. El teatro se repite, para terminar aceptando… su técnica es reblandecer nuestro corazoncito solidario, la nuestra es ser generosos pero no idiotas.
Nos despedimos de Ali hasta mañana y cruzamos el Nilo hasta la orilla oriental. Damos un paseo por las afueras del templo Luxor, mientras nos ofrecen insistentemente calesas y taxis. Visitamos un par de iglesias coptas a las cuales se accede pasando un arco de seguridad. Comemos en un restaurante con comida deliciosa y nos vamos a descansar al hotel. Una siesta de tres horas no sé si nos repone o si nos deja más agotados… para, cuando está poniéndose el sol, volver a pisar la calle.
Sin rumbo fijo, acabamos en un mercado de frutas y verduras, donde compramos peras, fresas y unas frutas que no conocemos. Como siempre, la gente nos habla y nos da la bienvenida a su país, y aquí, un joven se empeña hasta en regalarnos una sandía, que rechazamos porque ese regalo acabará siendo una venta encubierta. A su vez, aprovechamos para repasar los números en árabe, algo que nos ha resultado muy útil para que nos cobren lo mismo que a los lugareños… y que conste que hasta los números tienen trampa… el ‘0’ es un ‘5’, el ‘7’ es un ‘6’...
Compramos por aquí y por allá dulces típicos, panes, una especie de risquetos (en un primer intento nos vamos de un puesto porque entre ellos se ponen a discutir de qué precio darnos)... Y todo con un tráfico loco, luces de neones, tenderos reclamando tu atención, el de las calesas que no entiende que no quieras coger una, sorteando cables y tubos en el suelo con los que no tropezar… es una borrachera sensorial de mucho cuidado.
Nuestro hotel está justo en el zoco… y como digas que mañana te vas a pasar… ¡los jodidos se acuerdan! Yo no me acuerdo ni qué he desayunado, pero ellos te repiten lo que les dijiste… “tú decir que hoy venir, ayer querer lámpara”... Le habíamos echado el ojo a una de esas lámpara de cobre (o latón) con agujeritos… y habíamos quedado con uno que hoy negociaríamos el precio. Nos intenta hacer el lío y nos pide ¡¡54 euracos!! Pero, ¿La sacaste de la tumba de Tutankamon o qué? Le dejamos con la lámpara y su genio y nos vamos a otro puesto… donde compramos la misma y una taza por 12 euros… y sabemos que, aún así, está inflado… ¡Y anda que no vamos a tener que frotar para mantener el brillo!
Lámpara en mano, desandamos el zoco hasta el hotel, mientras decimos “papiro” o “escarabajo” de vez en cuando para mantener a los vendedores activos… es que nada más decirlo tienes a tres diciendo a la vez “escarabajo un euro” o “papiro un euro”. Un señor en chilaba le dice a Pablo “tu querer escarabajo, mirar tienda…” y Pablo le dice, “no, escarabajo no, Escarabillera”... El vendedor le dice desconcertado “¿Qué es Escarabillera?” Y Pablo le dice “una muñeca” … y el jodido le dice “Yo tener Escarabillera, ven a mirar”. Así que, este año, si en las fiestas de mi pueblo Basauri, no se consigue recuperar a la muñeca Escarabillera que se suelta en el fin de fiestas con globos gigantes, que sepáis que hay muñecas de repuesto en Luxor… ¡¡a un euro!!
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