Tras casi hora y media de difícil conducción llegamos a destino, donde ya hay chinos haciéndose fotos y que no conseguimos sabe cómo han llegado hasta allí, pues no hemos visto a nadie por el camino. La primera visita son las cascadas de Dettifoss y Selfoss, dos maravillas naturales en mitad del Parque Nacional de Jökulsárgljúfur. Llevamos ya una buena colección de cascadas, y aunque todas son espectaculares comenzamos ya a restarles importancia.
Después nos dirigimos a la zona del Lago Mývatn, lugar con una actividad volcánica latente. Primero visitamos la grieta de Kafkla, por la que sale vapor con un intenso olor a azufre y donde hay una planta geotérmica. Muy cerca está Hverir, donde se puede observar de cerca cómo sale vapor por un conjunto de fumarolas. Uno podría pensar que debajo hay un motor que suelta el aire... pero no, la naturaleza ha decidido que quiere liberar su presión ahí mismo, día y noche.
Otro de los enclaves de visita obligada en Mývatn es el volcán Hverfjall, del cual se dice que podría entrar en erupción en cualquier momento. Durante una media hora subimos con algo de dificultad sus 452 metros hasta llegar al cráter, desde donde se tiene unas magníficas vistas tanto al interior del volcán como al entorno que lo rodea. No deja de ser una contradicción que en el país del hielo haya tanta actividad volcánica, ¿no?
Siguiendo dirección oeste visitamos Goðafoss, la cascada donde se dice que hace mil años se tiraron los iconos de los dioses paganos para unirse al cristianismo. Y algo más al oeste visitamos otro icono, pero del consumismo. Se trata del Taller de Papá Noel, una casa-tienda donde se pueden comprar centenas de productos relacionados con la Navidad.
El día va terminando y nos recogemos ya en Akureyri, donde dormiremos hoy. La ciudad es la segunda más grande fuera del área de Reikiavik, y es considerada la capital del norte. Al llegar percibimos que el aire huele a pescado, y es que es aquí a donde llega gran cantidad de la captura de los pescadores y donde están la fábricas conserveras. La intensa actividad del aeropuerto parece confirmar que esta sí que se puede considerar como una ciudad en toda regla, dado que las anteriores 'urbes' no dejaban de ser pequeños conjuntos de casas.
Cuando nos disponíamos a cenar para irnos ya a descansar, el día nos ha sorprendido con un último regalo. Al bajar al coche a por una botella de Coca-cola, no daba crédito de lo que veía... ¿qué es eso que hay en el cielo? No serán... ¡¡Auroras!! Inmediatamente le llamo a Pablo y con el abrigo sobre el pijama cogemos el coche y nos vamos a quince kilómetros de la ciudad, a un lugar lejos de la contaminación lumínica. Durante casi una hora no paramos de mirar al cielo... quizá la luna llena no ayude mucho, pero podemos ver cómo se mueven las "luces del norte", incluso a veces parecen bailar. Ver los destellos del viento solar al impactar con la magnetosfera es un espectáculo único. Quizá esperábamos verlas como luces de neones dado que en la televisión suelen tener colores más intensos. Sin embargo, las que vemos son en general más tenues, con momentos en los que adquieren mayor intensidad. Nos hemos quedado petrificados... tanto por lo mágico del momento como por los cero grados a los que estamos. Y por si fuera poco, hemos conseguido con una cámara compacta llevanos el recuerdo de por vida. ¡¡"Aurora" sí que lo hemos conseguido!!
jo que envidia. QUE FOTOS MAS BONITAS. CUIDADIN CON EL HIELO.
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