3 sept 2020

Carcasona y Perpiñán

Hoy pondremos el brochecito de oro a la lista de monumentos Patrimonio de la Humanidad que llevamos visitados durante estos catorce días de viaje. La Cité de Carcasona es uno de esos monumentos que todo el mundo asume habremos ya visitado, dado nuestro gusto por viajar y por lo cerca que está. Sin embargo, hasta hoy, nunca nos habíamos acercado al Aude, el departamento en el que se encuentra.

Después de aparcar, nos acercamos caminando y vamos viendo poco a poco la envergadura de esta ciudad amurallada. Cuando la ves en las fotos parece enorme y, la verdad, no decepciona, porque es un recinto realmente grande. Hasta ahora, en ningún lugar del viaje hemos visto gran afluencia de público y, sin embargo, aquí sí que vemos algunos autobuses que llegan repletos de gente. Aunque, por otro lado, pensamos que dista mucho de la afluencia de turistas en la era pre-covid.

Atravesamos la Puerta Narbonense y cruzamos su doble muralla, para adentrarnos en la fortificación medieval. En realidad, aquí hay una mezcla de estilos ya que desde antes de los romanos muchos han sido los pueblos que han pasado por Carcasona. ¿Y qué la hace valedora del título de la UNESCO? ¿Sus murallas medievales? ¿Sus bonitos torreones y puertas? ¿El empedrado del suelo? Pues por todo ello pero, curiosamente, no por ser antiguo, sino por haber sido restaurado en el siglo XIX. El arquitecto francés Viollet-le-Duc se dedicaba no sólo a restaurar, sino a mejorar conjuntos monumentales... y es lo que hizo aquí. Arreglando, mejorando e inventándose algunas partes, consiguió que Carcasona luciera mucho más exuberante que lo que nunca antes había sido. Es como si coges el Ecce Homo de Borja y obtienes unas Meninas, pero en arquitectura.

Sabiendo esto, uno pone en duda el valor histórico de lo que ve, y más aún cuando paseando por sus callejuelas descubres que han puesto un pasaje del terror y un museo de la inquisición. ¿Y la visita? Resulta que ahora, debido al coronavirus, sólo se puede dar un paseo por las murallas, ya que el castillo no está abierto por seguridad sanitaria. Así que, entre que está un poco tuneado, que pagas por subir a la muralla, que hay muchas tiendas de souvenires y restaurantes... ¡¡bienvenidos al parque temático!!

Aún y con todo, visitar la Ciudadela de Caracasona es una bonita experiencia. Pasear por sus calles empedradas, entrar a la basílica gótica, ver las vistas desde lo alto... merece la pena y mucho. Es un verdadero de castillo de cuento de hadas, y, si le echas imaginación no sabes si en alguno de sus torreones está Rapunzel o si al doblar la calle vas a encontrar a los últimos cátaros tomando cerveza.

Carcasona, no es sólo la Ciudadela, sino que también tiene una ciudad para visitar. Damos un paseo y aprovechamos a comer a eso de la una. En Francia se suele comer pronto, en torno a la una, hasta el punto de que cierran todas las tiendas aproximadamente de una a dos del mediodía. No intentes comprarte unos zapatos a la una y cinco porque es imposible, mejor a las tres en plena digestión.

Y dejamos ya Caracasona para ir al que será nuestro último destino turístico: Perpiñán. Estamos ya en el departamento de los Pirineos Orientales, el que hace frontera con España y Andorra. Los nacionalistas catalanes llaman a esta zona la "Cataluña del Norte", y no andan desencaminados porque esta zona siempre ha pertenecido a España hasta que en 1659 se le "regaló" a Francia. La comunidad autónoma catalana podría tener hoy cinco provincias... pero bueno, por lo menos seguimos teniendo el exclave de Llívia, que fue lo que se pudo "rascar" del Tratado de los Pirineos.

Hasta ahora, todas las ciudades y pueblos que hemos visitado tenían un "algo francés" común. No sabría decir qué es, igual los elegantes edificios decorados de color arena, igual las fuentes ornamentales, igual las contraventanas de los edificios, o igual el hecho de que apenas hay bancos para sentarse. Pero en Perpiñán hay algo que ha cambiado... es más catalana. Ya no sólo por los bonitos edificios de estilo gótico catalán, sino también por las coloridas casas que se asemejan más a Girona que a Narbona.

De hecho, uno de los edificios más importantes de la ciudad es el Palacio de los Reyes de Mayorca, un reino previo a la integración dentro de la Corona de Aragón. Es una lástima porque queríamos visitarlo por dentro, pero son las seis de la tarde y ya está cerrado. 

Pasamos las últimas horas del viaje paseando por esta ciudad... dándonos un poco de pena porque este viaje a la costa mediterránea francesa está ya a punto de terminar. Sólo nos queda una última noche de hotel, donde descansar para emprender mañana el viaje de regreso... y mirando hacia atrás hacer balance de todo lo vivido.

2 sept 2020

Béziers y Narbona

Empezamos el día de hoy a las afueras de Béziers, donde se encuentran las Esclusas de Fonseranes. Podría pensarse que no tiene mucho sentido ir a visitar unas compuertas de agua, pero no se podría estar más equivocado. Estas esclusas son parte de El Canal del Mediodía o Canal du Midi, una auténtica obra de ingeniería de la época de Luis XIV.

Desde la época de los romanos, muchos habían fantaseado con la idea de unir el Océano Atlántico con el Mediterráneo, sin tener que pasar por el estrecho de Gibraltar. Sin embargo, nadie se había atrevido a realizar su construcción, ya que había desniveles que se creían imposibles de salvar. Hasta que Pierre-Paul Riquet, originario de Béziers, ideó la forma de hacer viable el proyecto... y consiguió que Luis XIV lo financiara. Así que, se pusieron manos a la obra y en tan sólo 14 años hicieron un canal de 240 kilómetros entre Sète, en la costa mediterránea, y Toulouse. Desde ahí, se continuaba hasta el Atlántico por el río Garona. Estamos hablando del año 1681, en el que parte del trabajo se hacía de forma manual, con gente local y con presidiarios, y con maquinaria muy rudimentaria.

Para salvar los desniveles Riquet ideó sistemas de esclusas, y el más importante es donde nos encontramos, las Esclusas de Fonseranes. El canal fue todo un éxito, y se utilizaba para transportar tanto mercancías como personas. Sin embargo, cuando se inventó el tren a vapor, el canal empezó decaer, y en la época moderna, con la utilización del camión, el canal se ha visto relegado a excursiones turísticas. Aún así, en torno a 10.000 embarcaciones atravesan este sistema de exclusas al año, y, de hecho, asistimos al proceso por el cual dos barcos de recreo superan los 36 metros de desnivel. Esta obra faraónica es el canal navegable más antiguo de Europa, y, por sus características ha sido merecedor del título de Patrimonio de la Humanidad.

Si las esclusas han sido una pasada, ¡¡habrá que ver la ciudad en la cual se creó un puerto fluvial y que se enriquecía con sus mercancías e impuestos!! Pues no, aunque desde el Puente Viejo su silueta compone una bonita postal, luego la ciudad no termina de convencernos. Tiene algún edificio bonito y el paseo de Paul Riquet está bien, pero nos esperábamos mucho más, la verdad. Así que, pasamos al siguiente destino.

Ahora le toca el turno a Narbona, donde nos ocurre lo contrario que en Béziers: no esperábamos mucho y la ciudad nos sorprende para bien. Aunque es más pequeña, se ve mejor organizada y mejor cuidada. Nada más aparcar, vemos el Puente de los Mercaderes, uno de los pocos que están habitados, ya que sobre él los mercaderes fueron construyendo sus tiendas y casas.

En Narbona también visitamos el Palacio de los Arzobispos, la Catedral y la basílica de San Pablo, así como los Jardines del Arzobispo, donde nos quedamos viendo a gente pasar... en su mayoría gente joven tras su primer día de instituto. También, descubrimos, de casualidad, un banco gigante, similar a uno que vimos en Suiza y que nos hizo mucha gracia.

Los orígenes de Nargona se remontan a la época de los romanos, y, lo que es actualmente su centro estaba atravesado por la calzada Via Domitia, de la cual sólo un tramo es visible en la parte del Ayuntamiento. Otro enclave de esa época que visitamos es el Horreum, unas galerías subterráneas que se utilizaban como lugar de almacenamiento... y donde se está fresquito.

Narbona no da al mar, aunque lo tiene cerca. Y, además, tiene también una serie de lagunas que componen el Parque Regional del Mediterráneo Narbonense, al cual nos dirigimos ya al atardecer. En Bages, nos sentamos en un muelle que nos mece mientras comemos pipas, sentimos la brisa marina y olemos el salitre de la laguna. El día ha sido relajado, quizá para coger fuerzas para mañana, el último día de viaje... Carcasona nos espera.

1 sept 2020

Montpellier

Hoy el día lo dedicaremos a visitar la ciudad de Montpellier, que es la octava en número de habitantes de Francia. Se encuentra más o menos en el centro del golfo de León, pero a pesar de estar muy cerca de la costa, no da al mar.

Para visitarla, dejamos el coche en el parking del hotel, que está a las afueras de la ciudad, y cogemos el tranvía. Desde la ventana vemos la cantidad de edificios de viviendas de reciente construcción: la ciudad crece de forma lenta y continuada igual que lo hace su población desde hace ya muchos años. Para guiarnos, tenemos unos mapas de hace unos cuantos años que teníamos guardados, donde aparecen las líneas de tranvía. En un momento dado, nos damos cuenta de que el tranvía no ha seguido la línea que marca el mapa, ya que han reorganizado los recorridos para hacer una línea más. Y no sólo tenemos que corregir una vez, sino dos... menos mal que todo está bastante cerca y que, con buen criterio, el billete va por tiempo y no por trayecto.

Una vez resuelto el lío del tranvía, llegamos a la Plaza Europa, donde comienza el Antigone: una zona nueva de viviendas, oficinas y centro comercial diseñados por Ricardo Bofill (pero el padre, no el ex de Paulina Rubio). Un poco más adelante, se encuentra el centro neurálgico de la ciudad: la Plaza de la Comedia, uno de los espacios peatonales más grandes de Europa.

En esta plaza se encuentra la Ópera de la Comedia, y la Fuente de las Tres Gracias, uno de los símbolos de la ciudad. Pero además, es una plaza rodeada de bonitos edificios, cafeterías y terrazas. Desde aquí, recorremos el viejo Montpellier, con un sinfín de callejuelas llenas de tiendas y por las que resulta muy agradable pasear.

Como nos suelen gustar las anécdotas de los lugares que visitamos, destacaremos tres de esta ciudad. La primera es el hecho curioso de que Jaime I, rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, y conde de Barcelona, nació aquí... así que català-català, no era. La segunda curiosidad es que San Roque, ese cuyas fiestas se celebran en muchos pueblos de España cada 16 de agosto, también era de aquí. Y la tercera que que la Facultad de Medicina de Montpellier es la más antigua en actividad del mundo.

Seguimos nuestro recorrido por la ciudad y llegamos a la Plaza Real de Peyrou, donde se encuentra la Puerta de Peyrou, en honor a Luis XIV. Muy cerca se encuentra el acueducto de San Clemente de 1754, con un depósito de agua octogonal que se deja ver a través del arco en la foto. También visitamos la Catedral y el Jardín Botánico, el más antiguo de Francia; en él, descubrimos que es cierto que a las ranas les encanta tomar el sol en los nenúfares.

Siguiendo un trocito del Camino de Santiago que pasa por la ciudad, llegamos a un punto marcado en el mapa como 'trampantojo'. ¿Lo ves? ¿Dónde está? Pues oye, sí que está bien que estuviese marcado, porque merece la pena verlo de lo realista que es. En la foto, el edificio que aparece a mi derecha es sólo una pared pintada... y el siguiente... y el siguiente ¡¡también!!

Hoy hemos hecho una comida muy ligera, así que, vamos a hacer como los franceses y vamos a cenar a las siete. Cerca del hotel había encontrado un buffé libre de comida francesa, pero al llegar vemos que estaba en otra parte de la ciudad. Como ya nos habíamos hecho a la idea de comer à voloté, encontramos otro a diez minutos del hotel, pero éste asiático. Como no hay mejores alternativas, decidimos hacer una tregua a nuestra guerra contra lo "Made in R.P.C.", y nos deleitamos con el gran abanico de delicias que se ofrecen. Además, este acto de generosidad hacia el gigante asiático se ve recompensado porque Pablo se encuentra de camino al hotel 30 euros, contantes y no sonantes porque es en billetes. Como no hay forma de devolvérselos a su dueño, pasan a engrosar nuestro presupuesto para la recta final del viaje.

Montpellier nos ha encantado: es una ciudad elegante pero discreta; de tamaño medio pero con todo lo necesario; ordenada y con buen clima. ¡¡Y encima es considerada como una de las capitales europeas de la informática!! Lo tiene todo, ¿no?

31 ago 2020

Arles y el Camargo

El último día de agosto amanece fresco pero soleado; es de esos días en los que se agradece poner el lomo al sol o cerrar los ojos y sentir sus rayos en la cara o, mejor dicho, en los párpados porque la mascarilla se ha convertido en una jaula para nuestras vías respiratorias. Después de nueve días de viaje, ya tenemos su silueta tatuada en la piel por el sol. Antes, cuando alguien iba a esquiar se le solía quedar la marca de las gafas de esquí; ahora, con vacacionar en verano, ya se le queda a uno el morro y unas líneas en dirección a las orejas de color blanco.

Si en algo se diferencia este viaje con respecto a todos nuestros viajes de verano anteriores es, sin duda, la hora a la que nos levantamos. Como las distancias no son muy largas, no tenemos que madrugar para hacer kilómetros y nos permitimos levantarnos casi a las ocho de la mañana... nos estamos convirtiendo en unos perezosos. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Descansar en vacaciones? ¡¡Ni pensarlo!! Hay que cansarse físicamente para desconectar mentalmente... así que, ¡¡empezamos ya!!

Estamos en Arles, una ciudad al lado del río Ródano con más de dos mil años de historia. Fue una de las primeras colonias romanas fuera de la península itálica, y por tener ese título se le concedió tener un teatro, un anfiteatro, termas, etc. Hay muchas cosas relacionadas con los romanos, pero como ayer ya tuvimos nuestra buena dosis de esa época nos centraremos en otras cosas.

De hecho, un lugar que nos cautiva es un edificio que es tan moderno que ni tan siquiera está inaugurado: la Torre Luma de Frank Gehry. El famoso arquitecto del Guggenheim de Bilbao vuelve a sorprender con un edifico que denota ya un estilo propio. A diferencia del museo vasco, este edificio está hecho de aluminio y no de titanio, como algunos otros edificios que hemos visitado del arquitecto canadiense. Y es que, las estructuras de este nonagenario nos encantan, son obras de arte en sí mismas.

Y si hablamos de arte en Arles, el pintor por excelencia es Vincent Van Gogh. Aquí paso no más de año y medio, y sin embargo, pintó casi 300 obras. En su última etapa, se dedicó a pintar cosas cotidianas de la vida, un poco las cosas que iba viendo a su alrededor y que le inspiraban. En Arles se pueden visitar muchos emplazamientos relacionados con el artista: uno de ellos es la "Casa Amarilla" donde vivió, pero resulta que ya no existe y un panel muestra el cuadro en la que la retrató. Otro lugar es el "Cafe La Nuit", que plasmó en su famoso cuadro "Terraza de Café de Noche", que visitamos de día.

Se ha levantado viento, será el viento de Mistral, el mismo que me rompió la cámara. Así que, volvemos al coche para cambiar de destino. Nos vamos a Saintes-Maries-de-la-Mer, en la región natural de Camarga. Nada más llegar, parece como si nos hubiésemos transportado directamente a Andalucía: las casas son blancas, hay muchas cosas relacionadas con el toreo y en muchos lugares se ofrecen platos más bien españoles como la sangría y la paella. Mucha gente lo compara con El Rocío en Huelva, y sí que tiene un aire parecido. Además, hay muchos gitanos: que si una mujer que te lee la bola de cristal, otra la palma de la mano,... y se ve mucho turista gitano también. De hecho, comemos ¡¡en un restaurante gitano!! Pero ojo, que aquí los gitanos son mucho más educados y formales que esos que tiran neveras por el balcón.

Saintes-Maries-de-la-Mer se encuentra en una especie de estuario tipo La Albufera, y de hecho, uno de los negocios aquí, aparte del turismo, es el arroz. En muchas tiendas te venden diferentes tipos de este cereal, y no podemos resistirnos a comprar un paquete de ¡¡arroz rojo!! Lo había también negro, pero como una vez cocinado podría parecer que se le ha echado tinta de calamar, nos ha parecido que el rojo era más original. A ver si pronto el chef Pablo cocina una "fantasía de paella".

Pero no hemos venido a esta pequeña localidad ni por los gitanos ni por el arroz. Hemos venido porque, según cuenta la leyenda hasta aquí vinieron varias Marías, entre ellas María Magdalena; ésta se supone que vino embarazada y que su hija era el auténtico Santo Grial o "sangre real", a la cual sucederían las familias reales. Otra leyenda cuenta que en la barca también llegó la esclava Sara (¿esclava o la hija de Jesucristo?), que es la patrona de los gitanos... y claro, por eso hay tanto calé en la iglesia de Nuestra Señora del Mar.

Cogemos de nuevo la carretera, que está flanqueada con salinas y lagunas con flamencos, para llegar a Aigues-Mortes. La parte histórica de la ciudad está dentro de una imponente muralla. Fue un importante puerto de Francia y desde aquí salieron los cruzados franceses.

Estamos ya en la región de Languedoc-Rosellón, y visitamos la localidad costera de Le Grau-du-Roi. Es un pueblo que da al mar y que está divido en dos por un canal, para cruzar el cuál hay un puente rotatorio. Nos damos un paseo y comemos un helado artesano de tres bolas... ¡¡derrochando!!

Y, antes de retirarnos a descansar, damos un paseo por otra localidad más: La Grande-Motte. Este lugar no sabes si amarlo u odiarlo. Resulta que un arquitecto llamado Jean Balladur hizo un desarrollo urbanístico en los años 70 para hacer una ciudad balneario. Todos los edificios son blancos y los apartamentos tienen, por lo general, forma de pirámide. Es, a la vez, original y hortera, y curiosamente tienes que hacer un esfuerzo para pensar que estás en Francia; si me dicen que esto está en una ex-república soviética, me lo creería...

El día de hoy, de nuevo, ha sido un viaje por el tiempo: romanos, cristianos, cruzados, edad media, postimpresionismo, y hasta arquitectura de vanguardia. E incluso casi ha sido un viaje al futuro... que sí, ¡¡había una gitana con una bola de cristal!!

30 ago 2020

Aviñón y Nîmes

El día de hoy va a estar repleto de platos fuertes, ya que vamos a visitar un buen puñado de lugares declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Visitaremos Aviñón, el Puente del Gard y Nimes, un recorrido de unos 45 kilómetros que esconde varios tesoros de diferentes naturalezas.

Empezamos dando un pequeño paseo por la ciudad fortificada de Aviñón, hasta llegar a su monumento principal: el Palacio de los Papas. Cuando se habla de Papas, siempre pensamos en el Vaticano, pero no siempre fue ahí desde donde gobernó el máximo dirigente de la Iglesia Católica. Antiguamente, los papas residían en el estado pontificio del que eran originarios, y esto causaba muchos problemas. Así que, el papa Clemente V decidió que Aviñón fuese la sede estable de los papas, y, de hecho, siete papas vivieron aquí en el siglo XIV. Al visitarlo, te dan una tablet que te va guiando por las diferentes salas, y, en algunas de ellas, puedes ver a través de la tablet cómo se supone que eran originalmente, utilizando realidad aumentada. Al principio es un poco complicada de utilizar, porque parece que tiene vida propia ya que ella decide de la estancia de la que te quiere hablar; pero poco a poco le vamos cogiendo el truco y descubrimos que tiene hasta un pequeño juego que consiste en buscar objetos por el palacio. Siendo éste el palacio gótico y medieval más grande de Europa, nos sabe a poco la visita, ya que ¡¡se ven muchas ventanitas desde fuera cuyas estancias no nos han dejado visitar!! También echamos en falta que hubiese más mobiliario y objetos para ver; si bien con la realidad aumentada te haces una idea, lo importante de estar aquí es lo que ves con tus propios ojos... y podríamos decir que la visita se reduce a una sucesión de estancias... descomunales. 

El Condado Venesino (donde se encuentra Aviñón), era un estado pontificio y no pertenecía a Francia. De hecho, el río Ródano hacía frontera con lo que era Francia en aquel momento. Sobre el río se construyó en el siglo XII el Puente de Aviñón o de Saint-Bénezet, para conectar la ciudad con el país vecino... pero las crecidas del río lo destruyeron varias veces y desde 1660 está sin reconstruir.

Y ahora, viajamos unos cuantos kilómetros y unos dos mil años en el tiempo... visitamos el Puente del Gard. Los romanos querían en el siglo I llevar agua a la ciudad de Nimes, y para ello Agripa mandó construir un acueducto de 50 kilómetros. Pero, sin duda, el tramo más espectacular es este acueducto sobre el río Gard, que es unas tres veces el de Segovia. Resulta asombroso que hace dos mil años se pudiera construir algo así, motivo por el cual este puente también es Patrimonio de la Humanidad.

Continuamos hacia el suroeste y llegamos a Nîmes, que nos espera también con un par de platos de Patrimonio de la Humanidad. El primero que visitamos es el Anfiteatro o Arena de Nîmes. Este anfiteatro, construido por el emperador Augusto, es el anfiteatro mejor conservado. A pesar de su origen romano, también ha funcionado como palacio-fortaleza, barrio de viviendas, refugio... ¡¡y como plaza de toros!! Desde 1853 se celebran en él corridas de toros, siendo el lugar donde los toreros toman la alternativa, incluidos los españoles. Además, es el único lugar de Francia donde se permite el sacrificio de un animal para un espectáculo.

La visita, en este caso, la hacemos con audio-guía. Si bien el anfiteatro es lo que se ve por fuera y lo que ya nos imaginábamos por dentro, resultan muy enriquecedoras las explicaciones que se ofrecen. Te explican que, los días que había espectáculo, se empezaba con caza de fieras, luego hombres luchando con fieras, sacrificio de condenados y luego lucha de gladiadores. El cine nos ha hecho creer que en los espectáculos siempre acaba muriendo uno de los luchadores... y eso no era algo habitual. Los luchadores eran profesionales y se preparaban durante años en escuelas precisamente para estos espectáculos. Es más, ellos pertenecían al propietario de la escuela; si un luchador había sido muy malo luchando era cuando se podía elegir excepcionalmente si perdonarle la vida o no; pero en pocos casos se decidía sacrificarlo, ya que entonces se le tenía que pagar al propietario de la escuela por la pérdida que eso le suponía. Por otro lado, en torno al mediodía, era cuando se echaban los condenados a muerte a las fieras, algo que la gente no solía presenciar a excepción de las clases más bajas que se quedaban para no perder el sitio. Así que, los romanos no eran sanguinarios como los pinta Hollywood... eran espectáculos de lucha como quien asiste ahora a torneos de boxeo.

Y ya que estamos con la historia de la antigua Roma, visitamos otro monumento también Patrimonio de la Humanidad: La Maison Carrée. Éste es el único templo del mundo antiguo conservado en su totalidad... Dos mil años y ¡¡ha llegado hasta nuestros días!! A veces me pregunto si algo que haya creado nuestra generación conseguirá durar también dos mil años...

Hoy es domingo, así que están todas las tiendas cerradas y hay menos ambiente en la calle. Así que, damos un último paseo para ver los Jardines de la Fuente, que son unos de los primeros jardines públicos de Europa, y el Templo de Diana, un enigmático santuario imperial del que se desconoce su función exacta.

De vuelta hacia el coche, vemos un poste con distancias a diferentes ciudades. ¿Qué diríais que está más cerca, Roma o Madrid? Pues, ¡¡estamos más cerca de la capital italiana!! ¿Quién lo diría, verdad?

29 ago 2020

Aix y Salon

Durante la noche, alguien me ha cambiado la pierna por la de una señora mayor con mala circulación, eso o tengo un codillo pegado al pie... definitivamente, se me ha hinchado el tobillo. Viendo que Chiquito de la Calzada me adelantaría yendo de la cama al baño, sigo el sabio consejo de Pablo y consultamos por teléfono a un médico del seguro privado, quién me dice tajantemente que es mejor que vaya a un hospital porque hay que valorarlo. Ayer Pablo ya había consultado una lista de hospitales por si acaso; así que elegimos el que mejor pinta tiene, que casualmente es mi "tocayé"... el Hôpital privé Saint-Joseph en Marsella.

De camino al centro médico, hago una clase exprés de vocabulario en francés, ya que debí faltar el día que nos enseñaron los términos 'tobillo' e 'hinchar'. Una vez en urgencias, entre inglés y francés, explico en recepción lo ocurrido... pero, como siempre, el idioma que se entiende es el del dinero, porque inicialmente nos quieren derivar a la sanidad pública... pero al decirle que pagamos y luego nuestro seguro médico nos lo reembolsa, se quedan más tranquilas. En el triaje, la doctora habla inglés bastante bien, así que optamos por expresarnos en ese idioma; después, la enfermera me lleva a la cabina, y en inglés me dice que me van a hacer una radiografía. El celador, habla algo de español, y se queda asombrado de que le hable en francés (y yo de que me entienda). El radiografista resulta que chapurrea el castellano, y, de vuelta en la cabina, descubro que la enfermera también sabe castellano porque su padre, o mejor dicho, su aita, es de Pamplona. Después de explicarle en francés a la médico que me explora lo que me ha ocurrido, la enfermera le dice que hablo castellano... así que ésta también se me pone a hablar en un español básico pero fluido. ¿¿Pero esto es un hospital o una escuela de idiomas??

Pero volvamos a lo importante... el estado de mi tobillo izquierdo. Diagnóstico, 'un entorse' ('un esguince' en francés suena también más elegante). La médico me dice que todo está bien, que tome paracetamol tres veces al día y que ande siempre que no me duela. Y después, salgo a cuatro patas de urgencias... porque me han endosado un par de muletas. Con el informe y la factura en la mano, nos vamos con la tranquilidad de que no es algo grave, aunque resulte engorroso para disfrutar de las vacaciones, porque a partir de ahora tengo una cosa más en la lista de cosas a desprenderme para las fotos: las muletas, la mascarilla, las gafas, la mochila... ¡¡soy Mister Potato!!

La visita a urgencias nos ha llevado algo más de dos horas, así que reduciremos las visitas que teníamos planeadas para hoy: nos limitaremos a las localidades Aix-en-Provence y Salon-de-Provence. Al llegar a la primera, empieza una lluvia ligera, lo cual es de agradecer ya que estos últimos días hemos pasado bastante calor. Mientras me acostumbro a andar con las muletas, que es más difícil de lo que parece, empezamos a recorrer sus calles.

El primer lugar que visitamos es la Biblioteca Municipal, que se aloja en una antigua fábrica de fósforos. Lo peculiar de este edificio es que en la entrada hay unos libros gigantes, y este tipo de fricadas nos encantan.

Aix-en-Provence es la ciudad donde nació y murió el pintor posimpresionista Paul Cézanne, y por la parte histórica de la ciudad hay unas chapas doradas en el suelo para hacer un recorrido que conecta lugares relacionados con su vida. Sin embargo, lo que nos llama la atención es que en varias calles el escalón entre el arcén y la calzada es muy alto... y no comprendemos por qué... ¿será porque puede haber inundaciones? Es un misterio por resolver.

Aix es una de esas localidades que, en realidad, no tienen nada que las haga destacar en las demás. Pero, sin embargo, tienen un algo que las hace muy atractivas: al ser universitaria, es una ciudad muy animada; además, el centro histórico es peatonal, con bonitos edificios e interesantes tiendas. Simplemente venir a darse un paseo es toda una experiencia.

Por destacar, destacaremos el edificio del ayuntamiento con la anexa torre del reloj. El buen observador habrá notado que en varias fotos del viaje está la bandera "catalana" en los edificios oficiales. En realidad, es la bandera de la Corona de Aragón, ya que toda la costa mediterránea francesa perteneció, aunque no por muchos años, a dicho reino. De ahí, que muchas banderas lleven las barras amarillas y rojas.

Y ya es hora de pasar a Salon... a Salon-de-Provence, me refiero. Como Aix, es otra de esas ciudades que merece la pena visitar aunque sea sólo para dar un paseo. Esta ciudad, hermanada con Aranda de Duero, tiene muchos rincones para ver, y el que más nos gusta es la puerta del reloj. En España los relojes suelen estar en los ayuntamientos y en las iglesias; pero en Francia hemos visto en ciudades como Burdeos, Toulouse o Rouen, puertas con preciosos relojes.

Y si Cézanne era el "famoso" de Aix, en Salon el "famoso" es Nostradamus. El médico y profeta francés vivió y murió en esta localidad, y su casa es ahora un museo. Por lo que leemos, parece que predijo muchas cosas que posteriormente ocurrieron, pero son muchas las voces que dicen que carecía de precisión y que todo depende de la interpretación que se haga.

Dominando la ciudad se encuentra el Castillo del Imperio, que es uno de los más grandes de la Provenza. Para cuando llegamos ya está cerrado, porque aquí cierran todo prontísimo... y ni les des diez minutos de margen, porque a la hora marcada cierran rigurosamente.

Y el día ya no da para mucho más... que, por otro lado, teniendo en cuenta que no estoy para hacer un Ironman, no ha ido ni tan mal. Ahora, a poner la patita en alto y a descansar.

28 ago 2020

La Ciotat y Marsella

Dejamos atrás el departamento de Var y entramos en el de las Bocas del Ródano. En este departamento de la Provenza pasaremos varios días, ya que tiene muchas cosas para ver. El primer lugar al que llegamos es La Ciotat, una ciudad costera de la que nunca habíamos oído hablar y que pensábamos iba a ser un pueblo pesquero... pero nada más lejos de la realidad, porque tiene un gran puerto deportivo y un inmenso puerto de carga.

Pero, ¿qué tiene La Ciotat de especial? Pues varias curiosidades. La primera de ellas es que fue aquí donde los hermanos Lumière realizaron lo que se considera la primera proyección de cine de la historia. Oficialmente, la primera vez fue en diciembre de 1895 en París; sin embargo, unos meses antes, Auguste y Louis pusieron en marcha el cinematógrafo en el gran salón de su villa para unas 150 personas. El título de la cinta era "Llegada de un tren a la estación de la Ciotat" y cuentan que hubo gente que se asustó al ver las imágenes en movimiento. La estación sigue en el mismo sitio más de un siglo después, con su forma original, quizá ajena para muchos viajeros de que ese sea un pedacito de la historia del séptimo arte.

Y siguiendo con el tema del cine, visitamos otro pequeño récord que tiene esta ciudad provenzal: aquí está el cine en funcionamiento más antiguo del mundo, el cine "Eden". Esta sala de proyecciones se inauguró en 1889, si bien ha tenido algún periodo que ha estado cerrada. Justo delante, el paso de peatones ¡¡tiene forma de cinta cinematográfica!!

Y para finalizar, otra curiosidad ya en otro ámbito... aquí se inventó ¡¡la petanca!! Aunque en España se suele asociar con gente mayor y con los pueblos, aquí la péthanque es un deporte muy querido, siendo el décimo-primero en número de jugadores federados. Aunque hay varias teorías a cerca de su origen, la más romántica es que un jugador de bolos perdió sus piernas y su hermano le creó un juego en el que no hacía falta desplazarse, cogiendo el nombre de "pieds tanquées" que significa "pies juntos". Los que no tenemos los pies nada juntos somos nosotros, porque después de recorrer esta preciosa localidad, empezamos la marcha hacia un nuevo destino.

Y ese siguiente destino es el Parque Nacional de Calanques, que abarca tanto tierra como una parte del mar. Lo bonito de este parque son una especie de fiordos que se adentran en la tierra, y que tienen aguas de azules turquesa. Sin embargo, no conseguimos llegar a verlas porque aparcar resulta totalmente imposible. Los aparcamientos de Cassis, que es la localidad desde la que se llega están completos, y en las calles todas las zonas repletas de coches. Así que, después de dar muchas vueltas, decidimos irnos sin verlo... ¡¡en Francia hay muuuuuuchos coches por todos los lados!!

En torno a la hora de comer llegamos a Marsella, capital del departamento y segunda ciudad más poblada de Francia. Tenemos que reconocer que llevamos una idea un tanto preconcebida, ya que todo el mundo suele decir que es peligrosa, sucia y sin interés. Aparcamos en las afueras y cogemos un tranvía que nos lleva a Noailles, cerca del corazón de la ciudad. Bajando por La Canabière es cierto que se ve mucha inmigración, gente con pinta chunguilla y hay hasta cierto caos. Sin embargo, callejeando por sus bulevares, avenidas y calles, poco a poco te vas enamorando de la ciudad. Los edificios son elegantes aunque algo descuidados, evocando un pasado glorioso y, a la vez, cierta nostalgia. Las calles son amplias, muchas peatonales y con mucha vida: hay muchas tiendas, terrazas y gente paseando.

Mapa en mano, vamos recorriendo los lugares más importantes de la ciudad. Uno de los que más nos gusta es la Catedral, de estilo románico-bizantino, que luce imponente al lado del mar. Yo no sé si es por el templo, el sol, el cansancio acumulado o todo a la vez, pero no veo un pequeño escalón y mi pie se dobla haciéndome ver, eso sí, las estrellas. ¡¡Me he hecho un pequeño esguince!! Poco a poco el dolor va remitiendo, pero en cuanto se enfríe veremos si hay que pedir ayuda profesional. Por el momento puedo andar bien... ¡¡que soy de Bilbao pues!! Y si tuviese una sudadera con capucha y una cadena por collar, arrastrando el pie pasaría desapercibido como un chungo francés.

Seguimos el recorrido por el viejo puerto, con su faro y los fuertes de Saint Jean y Saint Nicolas controlando su acceso. Bordeando el Vieux Port hay bonitos edificios de color arena, y en lo alto se ve uno de los símbolos de la ciudad: Notre-Dame de la Garde. Como si de una penitencia se tratase para que el esguince se quede en nada, subimos hasta la basílica... y es toda una prueba de fuego para mi tobillo, porque para llegar hay que subir varias cuestas y muchas, pero muchas, escaleras. Aunque para cuando llegamos ya han cerrado, las vistas panorámicas de todo Marsella han merecido la pena.

Puede que no sea la ciudad más bonita de Francia, ni la más histórica, ni la más ordenada. Pero nos ha parecido un lugar que merece la pena visitar, y que esa fama de peligrosa no está para nada justificada. Además, siendo una ciudad maruriana ¿cómo va a estar sucia? ¡¡Pero si hasta tienen su propio jabón!!

27 ago 2020

De Saint-Tropez a Toulon

Anoche llegamos agotados a Gassin, lugar donde está el resort en el que hemos dormido y que cuesta tres veces lo que hotel que habíamos reservado. Ha sido un upgrade en toda regla... ya no sólo por la habitación y las zonas comunes, sino porque empezamos el día disfrutando de un buen surtido de viennoisserie (vamos, lo que viene siendo bollería buena) y cafe au lait (uno de con leche de toda la vida)... y más cositas ricas para alimentar estos cuerpos.

Y ricas, pero en otro sentido, son las localidades por las que nos estamos moviendo. Estamos en el departamento del Var (y no me refiero al sitio del desayuno), uno de los que componen la provincia de la Provenza. Primero visitamos Port Grimaud, que es como una especie de Venecia llena de apartamentos donde amarrar el barco cerca de la puerta. A algunos de esos canales no se puede acceder por tener control de seguridad, así que suponemos que son propiedades de gente bastante bien asentada. Nos recuerda bastante a Port Saplaya en Valencia, igual algo más modesto pero igual de interesante.

De Port Grimaud nos vamos a Saint-Tropez. Siempre nos imaginamos estos sitios como muy exclusivos y que parece que te están perdonando la vida por dejarte pisar su suelo, pero no se puede estar más equivocado. Por lo general, son pequeñas localidades, con casas que arquitectónicamente no parecen gran cosa, pero que ganan al tener un calado con tonos pastel. Lo que se ve desde fuera tampoco parece que sea muy lujoso, así que todo apunta a que lo que se busca aquí es la tranquilidad, el tener el mar accesible y que más o menos cerca haya alguna tienda de lujo o un restaurante con ostras. Eso sí, se ven muchos Ferraris y Porsches, y yates... muchos yates. Para todo lo demás, Tossa de Mar está mejor.

Hoy el día también está siendo relajado... que si paseo por aquí, que si mojamos los pies en la playa, que si nos quedamos viendo gente pasar, esquivamos un Ferrari para que no nos atropelle... Y Pablo decide que su nuevo lema es "La vie est belle!!". 

Volvemos al coche y tras una siesta despierto llegando a Toulon. Dejamos el coche en un aparcamiento en Jardines Des Lices (que vaya nombrecito ¿no?) y empezamos a recorrer la ciudad. Lo primero que nos llama la atención es que todos sus edificios son blancos o cremas, algo que inspira relajación y tranquilidad. Son algo menos de las cinco de la tarde, hay poca gente por la calle y el día es soleado y con viento.

El primer lugar que visitamos es la Plaza de la Libertad, un enorme cuadrado con la Fuente de la Federación y el Gran Hotel de 1869. Para hacernos una foto juntos, pongo la cámara con el trípode y nada más situarme al lado de Pablo veo a cámara lenta cómo una ventolada de aire balancea la cámara, no me da tiempo a cogerla e impacta contra el suelo sonando como el nombre de la ciudad... ¡¡Tolón!! El objetivo no cierra y la cámara no funciona. RIP Sony Cybershot, Israel 2014 - Toulon 2020. Siete años siendo testigo de nuestras andaduras por el mundo y una simple ráfaga de viento la ha dejado fuera de juego... ¡¡qué disgusto!!

Pero como dijo Fredie Mercury... The show must go on!! Así que, seguimos recorriendo esta calmada ciudad que nos recuerda bastante a Alicante. Su catedral, su teatro, sus calles peatonales, ... no tienen nada especial, pero en conjunto, es un lugar muy agradable en el que la gente no suele parar a visitar. Y oye, para pasar una tarde, está la mar de bien... ¿o debería decir "está la mar también"? Mañana un poco más de la riviera francesa...

26 ago 2020

Cannes, un día de película

¿Una noche en Cannes se podría considerar "una noche de perros"? Pues en nuestro caso ha sido para bien, porque por fin hemos podido dormir con la ventana cerrada, sin ruido ni mosquitos y en una cama realmente cómoda. Después de un "café olé" improvisado en la habitación, recogemos nuestras cosas y emprendemos la marcha. Nos hemos alojado en las afueras, y, después de que ayer no consiguiéramos aparcar por el centro, decidimos dejar el coche en un parking... uno vigilado... e internacional... el parking del supermercado E.Leclerc. Aunque tengamos que hacer un "pequeño recorrido" hasta el centro, seguro que perdemos menos tiempo que dando vueltas a la caza de una plaza de aparcamiento payant. Y es que, ya no es sólo por aparcar, sino también porque, en general, en las ciudades francesas hacen unos cruces para kamikaces, semáforos en los lugares más inoportunos y giros que acojonan hasta a la voz del GPS.

Tras un largo paseo llegamos al centro de Cannes, en concreto al Mercado de las Flores, que en realidad es un mercado donde venden sobre todo fruta y verdura, pero también carne y pescado. Sin duda, los franceses saben vender sus productos, ya que todo lo tienen siempre perfectamente colocado, casi hasta decorado, con el objetivo de que sea más apetitoso y a la vez parezca que no estás comprando "un tomate" sino "el tomate". Y puestos ya en esta sobredosis de color, hasta casi se nos pasa por alto un frutero que vendía coliflores ¡¡verdes, amarillas y moradas!!

Pero, sin lugar a dudas, si Cannes es conocido internacionalmente no es debido a sus productos horti-frutícolas sino a su festival de cine. Éste se celebra desde hace 73 años y es uno de los más prestigiosos del mundo. Eso sí, si hubiese una Palma de Oro al mejor Palacio de Festivales, el de aquí no se llevaría el gran premio. El certamen de San Sebastián, que es de la misma categoría, puede presumir de una sede mil veces más bonita: el Kursaal. Pero, una vez más, los franceses demuestran que son expertos en saber vender sus productos. ¡¡Hasta han hecho un pequeño Walk of Fame con manos de famosos!!

Ahora hagamos un experimento... Coge Rodeo Drive de Beverly Hills, Avenue Montaigne de París y la galería Victor Manuel de Milán... añádele unos cuantos Porsche, Ferrari y Jaguar... y colocalo todo cerca de siete hoteles a 1000 euros la noche... Eso es el Boulevard de la Croisette. Ahí están todas las tiendas de lujo que te puedes imaginar, y échate a temblar de aquellas de las que no habías oído hablar, porque seguro que son más caras aún. Se ve gente comprando, por ejemplo en Gucci había cola, y hay también desfile de bolsas grandes con pequeño contenido... y entre ellas hemos visto más de una de Zara para hacer bulto. Aún así, se ve que el covid-19 ha pasado factura también a la jet set porque algo nos dice que debería haber más público del que hay. Y ahí estamos nosotros, igual o mejor vestidos, yendo de escaparates, que no de compras.

Muchas veces tendemos a pensar que en el extranjero todo está mejor. Si bien aquí se ve que hay mucho nivel, hay cosas que no acabamos de entender... así que nos sentamos en el paseo a observar a la gente. La mayoría de la gente lleva ropa de marca, pero casi siempre combinándolo realmente mal. ¿Llevar americana a treinta grados es vestir bien? ¿Combinar rayas con cuadros? ¿Ir en pijama por muy Versace que sea? A menudo, quién pasa desapercibido resulta ser el más elegante, y es al observar los detalles cuando se gana el punto de distinción. Sinceramente, en líneas generales, creo que no tenemos nada que envidiar y que en nuestro país la gente viste mucho mejor. Pero de nuevo, el marketing francés...

Otra cosa que nos llama la atención es el tema playas. A excepción de un trozo, la mayoría de la playa de Cannes pertenece a los hoteles, que han puesto su chiringuito y zona de hamacas. Si tienes pasta está genial, pero si no, no te dejan pasar. Esto sería impensable en España... pero resulta que en el país de la "Liberté, Égalité et Fraternité" quien tiene pasta puede ir a la playa... ¡¡y aparcar!!

Pero hay que reconocer que Cannes tiene un encanto especial. Será por las tiendas, las bonitas calles, las flores que hay en las avenidas, el puerto marítimo... Tiene un algo en el que te sientes bien independientemente del límite de crédito de tu Visa. Por ejemplo la calle de Antibes es una calle comercial asequible a todos los bolsillos, y subiendo hacia el Castillo de Castre hay encantadores restaurantes en los que darse un homenaje no es algo disparatado.

Cannes se ha llevado "la palma"... nos ha encantado. Pero tenemos que seguir nuestro camino... hasta el parking del E.Leclerc. Desde allí, abandonamos esta ciudad de cine y seguimos por la costa dirección sur. En un momento dado, vemos que hay muchos coches aparcados en el arcén y pensamos que seguramente se trate de una zona de baño. Así que, nos ponemos el bañador y empezamos el descenso por el Parque Natural Pointe de l'Aiguille, hasta llegar a unas calas de piedra. En el fondo la zona de Cannes, en el agua algún que otro yate, rodeado de piedra rojiza, mucha vegetación y agua cristalina... es el sitio perfecto para darse un bañito y pasar la tarde.

Un par de horas más tarde, retomamos el camino y nos dirigimos a Théoule-sur-Mer, donde buscamos un edificio muy curioso: el Palais Bulles. Se trata de una casa con forma de decenas de burbujas conectadas y con unas vistas impresionantes. Este capricho de la arquitectura orgánica fue la casa de vacaciones del diseñador Pierre Cardin, y, como era de esperar, hay unas bonitas vallas y multitud de cámaras para que ni oses hacerte una foto. Así que, quién quiera quedarse un rato boquiabierto, que googlee para buscar fotos de este lugar y descubrir que, encima, hay dos sitios similares en este pequeño pueblo de mansiones.

Terminamos el día en Saint-Raphäel, otro de esos lugares exclusivos. Sin embargo, nos llama la atención que buena parte de la gente que vemos son de origen argelino. De hecho, por todo el recorrido que llevamos hecho hemos visto a mucha gente que proviene de las antiguas colonias francesas. Este país muchas veces presume de multiculturalidad; sin embargo, nos da la sensación de que es, de nuevo, marketing. Por lo general la gente de diferentes culturas u orígenes no está mezclada y, en concreto los musulmanes, se ve que han mantenido su cultura incluso ya habiendo nacido en territorio galo. ¡¡Vemos hasta una familia haciendo una tahina en la playa!!

Ya va siendo hora de ir a dormir... así que nos dirigimos al que será nuestro hotel esta noche. En Francia hay varias cadenas de hoteles en los que haces el registro en una máquina y te da el código de acceso a la habitación. Son sencillos pero perfectos para dormir, darse una ducha e irse. Pero esta vez, al llegar al hotel metemos el código de la reserva y nos dice que no existe; metemos los diferentes códigos que aparecen en el email y nada; empezamos a meter combinaciones a ver si conseguimos abrir la caja fuerte, pero siempre sin éxito. Así que llamamos al hotel... ¡¡y el número no existe!! Llamamos a la empresa donde hemos reservado y poco a poco empezamos a ver la luz gracias a la chica que nos atiende desde Phoenix (Estados Unidos) ... pero nos empezamos a quedar sin batería en el móvil... así que corriendo a buscar un cable para cargarlo en el coche. Y, por fin, nos dicen que nos van a reubicar de hotel pero que le digamos por dónde preferimos porque en esa zona está todo completo... así que, para hacernos 30 kilómetros, que sea mejor en el destino de mañana: Saint-Tropez. Mientras nos confirma la nueva reserva nos ponemos rumbo allí, y tras hora y media de teléfono, nos confirma el hotel al que tenemos que ir.

Pasada ya la media noche, llegamos al Marina Hotel Club del que vemos saliendo a jóvenes vestidos de Tommy Hilfiger. Agotados y sin cenar, no sé ni cómo me fluyen las palabras en francés, pero la cuestión es que en cosa de minutos estamos sentados en un carrito de golf que conduce el recepcionista y quien nos indica dónde será mañana el desayuno, dónde está la piscina y dónde la casita con nuestra habitación. Hemos tenido una buenísima mala suerte, porque hoy íbamos a dormir en el peor hotel de todo el viaje, y hemos acabado cenando en la terraza de un resort con campo de golf. Este giro inesperado se merece la Palma de Oro... ¡¡del mismísimo Cannes!!

25 ago 2020

¿Mar o montaña? ¡Ambos!

Esta noche pasada ha sido la última que pasamos en Niza, así que toca rehacer la maleta, dejar el apartamento recogido y despedirnos de unos cuantos mosquitos que durante estas tres noches se han esforzado en tatuarnos las piernas a golpe de inflamación. Después, toca revisión visual de que el coche está bien, ya que lo hemos dejado en una zona de aparcamiento cercana en la que siempre se veía gente un tanto rara. ¡¡Ayer hasta tuvimos que ayudar empujando un coche que se había quedado sin batería!!

En todos nuestros viajes le hemos dado siempre prioridad a todo aquello que no hay en nuestro país o a aquello que es considerablemente diferente. Por eso, siempre nos hemos centrado en conocer la cultura, la historia y las tradiciones del país visitado. Sin embargo, tanto el año pasado en el Cáucaso como en el anterior en China, introdujimos el hacer un par de rutas de monte, eso sí, intentando que tengan un valor añadido con respecto a lo que podamos hacer más cerca de casa. En este viaje también tenemos un par de días de contacto con la naturaleza, y hoy es el primero de ellos.

A menos de una hora de Niza está la Gorge du Loup, lo que en idioma castizo viene siendo el Cañón del Río Lobo. Al igual que en el caso del cañón soriano, el río ha ido labrando la roca y haciendo un espectacular pasillo con alguna cascada y mucha agua cristalina. Sin embargo, pensábamos que iba a estar bien señalizado y con bastantes turistas... y nos encontramos con todo lo contrario. Andando por la carretera, nos encontramos con tres jóvenes a los que les preguntamos cómo llegar hasta el río, y nos dicen que el sendero está justo detrás nuestro. "Ah vale, ¿pero algún acceso más fácil?" le digo, y nos responden que justo ése es el fácil... así que nos metemos entre ramas, raíces y tierra y conseguimos llegar hasta el río, donde desde ahí seguimos un camino río abajo. Cuando preparamos el viaje habíamos visto un camino más espectacular, tipo ruta del Cares, así que cuando llegamos de regreso al coche, decidimos ir en busca de otro camino que pensamos está en una de las laderas del cañón.

Siguiendo nuestro instinto, no llegamos a ningún sendero vertiginoso, pero sí a un pueblo muy bonito que se encuentra en lo alto de un risco: Gourdon. Es un pueblo con casas y calles de piedra, pequeñito pero con encanto, y en el que hay bastantes turistas. En sus tiendas, casi todos los productos giran en torno a la lavanda y los productos que se derivan de ella, como jabones, ambientadores y perfumes. 

Como nos hemos quedado con la duda de si la ruta que veníamos buscando existe o no, preguntamos en la oficina de información turística por rutas en la zona y nos dan un folleto con todas las de la región. Y además, al despedirnos, ¡¡me pregunta que a ver de qué departamento de Francia vengo!! Todos esos años de escuela de idiomas han dado su fruto... ¿o era porque no daba crédito de lo mal que se puede llegar a hablar?

Como nos habíamos quedado con ganas de monte, elegimos una ruta que sale del pueblo y empezamos a seguir las señales. Sin embargo, media hora más tarde vemos que las señales han desaparecido y decidimos abandonar la ruta para volver al pueblo. Se ve que los Alpes Marítimos están decididos a no ser explorados. Pues nada... reorientamos lo planificado y decidimos ir de Gourdon a Grasse... ¡¡anda si con esos nombres estaba claro que iba a ser imposible hacer ejercicio!!

Grasse es denominada como la Capital Mundial del Perfume, ya que llevan más de 300 años elaborando fragancias gracias a la variedad de flores que hay por su especial microclima. De hecho, se pueden visitar tres parfumeries en la localidad: Fragonard, Galimard y Monard. En la tienda de la primera probamos algunas aguas de perfume, y, la verdad, huelen muy bien y son muy agradables. Eso sí, como todo lo artesanal en Francia, los precios son bastante elevados. Por cierto, ¿os suena el libro "El Perfume"? Pues está ambientado en esta localidad. Eso sí, no creo que mencione la instalación de arte que recorre la ciudad: hileras de paraguas rosas.

Bajamos de la montaña para volver otra vez a la costa, pero primero, paramos en el hotel donde dormiremos hoy. Nos cambiamos la ropa de montaña y nos ponemos elegantes para ir a visitar Antibes. Esta ciudad costera presume de tener el puerto náutico más grande de Europa. No sabemos si realmente será así, pero lo que sí que podemos constatar es que aquí está la hilera de mega-yates más impresionante que jamás hayamos podido ver. Hoy hay bote del Euromillones y hemos echado una apuesta... pero ni siendo los únicos acertantes nos daría para adquirir ni un tercio de esas "barquitas" de lujo.

Otra de las razones por las que es conocida Antibes es porque aquí está el primer museo dedicado a Picasso, ya que el artista malagueño-más-bien-francés vivió y trabajó durante una temporada. De hecho, lo hizo en un castillo que históricamente perteneció a la familia Grimaldi. Al igual que Picasso, muchos otros artistas han pasado por esta localidad de la Costa Azul, incluso Monet lo retrató en su cuadro "El Castillo de Antibes"... ¡¡Pablo, sácame una foto y retrátame como los grandes maestros!!

Ya cayendo la tarde, continuamos nuestra ruta para llegar a Cannes. Y llegar, lo que se dice llegar, llegamos. Otra cosa diferentes es bajarse del coche. ¡¡Es imposible aparcar!! Después de estar media hora entre atascos y callejeando buscando un aparcamiento, decidimos que nos vamos a ir ya a descansar... ¡¡para tener mañana un día de película!!