La modernidad no es adoptada por igual por los diferentes países y culturas. Lo que a unos puede parecer un gran avance a otros les puede parecer algo del todo innecesario: ¿a quién se le ocurrió poner que la luz de entrada al estudio sea automática? Puede que sea útil para detectar si han entrado las gemelas de El Resplandor, pero resulta ser un automatismo del todo inadecuado cuando vas dos minutos al baño y luego la luz permanece diez minutos encendida. Otras modernidades sí son más útiles como, por ejemplo, la máquina de café gratuita que hay en la planta baja... porque vamos a necesitar cafeína para compensar los minutos perdidos ¡¡observando la luz automática!!
Estamos en Bulgaria, pero por poco tiempo porque este país lo visitaremos al final del viaje. Nuestro periplo balcánico empezará en la República de Macedonia del Norte, a donde nos dirigimos temprano en esta agradable mañana de sábado. La carretera está tranquila y vamos viendo pequeños núcleos de modestas casas. Como ya observamos en viajes anteriores por otros países de la extinta Yugoslavia, suele ser habitual que la gente construya sus casas poco a poco: se ven muchas con el ladrillo visto, con las ventanas puestas y totalmente habitadas.
En menos de media hora llegamos a la frontera. Primero hay que salir de Bulgaria, de la Unión Europea, de Schengen... y del vehículo. Presentamos nuestros DNI y los papeles del coche y, tras la devolución de los mismos ya estamos en ese terreno de nadie que supone un limbo diplomático y en el que piensas... ¿qué ocurre si ninguno de los dos países ahora te deja entrar? Y más importante... ¿en qué momento deja de haber roaming? Notamos que ha habido cierta competencia en el tamaño, porque cada uno de los dos países parece querer tener la bandera más alta. Ahora en el control de Macedonia, todo progresa lenta pero adecuadamente: en el control de pasaportes el policía fronterizo nos pregunta en un inglés del todo reducido "Where?", a lo que le respondemos "Skopje". Menos mal que no le hemos dicho "Guadamur", o mejor, "Arrigorriaga"... su pregunta al fin y al cabo, era interpretable.
Y por fin, ya estamos en Macedonia. ¿Y por qué digo "por fin"? ¿Porque siempre habíamos soñado con venir? ¿Porque es el Paraíso en la Tierra? Nada de eso... es porque por fin nos resarcimos de que la Herma había estado aquí y nosotros ni veíamos el momento... tantos años de humillación viajera tocan a su fin.
Circulando ya por carreteras macedonias en obras, llegamos al Monasterio de San Joaquín de Osogovo. Es un conjunto eclesiástico rodeado por verdes montes, que inspira mucha paz y donde descansaban las reliquias del santo eremita hasta que se perdieron hace tres siglos. Y, casualidades de la vida, hoy es el día del patrón San Joaquín, motivo por el cuál se está celebrando una misa, hay un mercadillo y muchos fieles acuden a sus dos iglesias a mostrarle sus respetos. A nosotros, lo que más nos gusta son los frescos que hay en el pórtico y en el interior de la iglesia, en los que interpretamos se habla del cielo y de la tierra, aunque no llegamos a entender el dibujo de una tortuga que aparece en uno de ellos. Como tampoco entendemos por qué por estos países a las señoras les gusta pasearse con una bolsa de plástico en la mano... ¡¡todas la llevan!!
Nuestra segunda visita es Kratovo, un pueblo con aire medieval con suelos empedrados, bonitos puentes, torreones para vigilar la ciudad y casas de estilo otomano. Además, también tiene varios cajeros donde sacamos denares macedonios, los cuáles empezamos a gastar tomando un par de cafés para cargarnos de energía. Es curioso cómo el nombre de ciertas marcas ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario como Kleenex o Cola Cao. Aquí, al pedir "sacarine? sweetener? edulcorant?" nos dice el camarero "ah, Natren!". Y nos trae el típico bote de plástico blanco en el que resuenan pastillitas, que no es de marca Natren y encima pone ¡¡sweetener!! Segundo establecimiento en el que consumimos y también tienen música en castellano... ha sido sentarnos en el local y Eros Ramazzotti ha pasado del italiano al castellano. como nos pongan Camela se va a liar parda.
Unos cuántos kilómetros más allá, llegamos ha Kuklici, donde hay una curiosa formación geológica llamada Stone dolls. Tras pagar una entrada de medio euro cada uno, el guía nos comenta en un básico pero meritorio inglés lo que vamos a ver: son unas formaciones de origen volcánico a las que se les atribuye una leyenda que cuenta que un hombre tenía dos novias, y al casarse con una la otra deseó que se convirtieran en piedra y eso ocurrió... ¡¡y nada más y nada menos que el mismísimo día de la boda!! Así, esta especie de pináculos tienen nombres como 'el novio', 'la novia', 'los padrinos', 'los invitados', etc. Mira que hacerles eso con el viaje de novios pagado...
Atrás van quedando las carreteras malas, para pasar a coger una autopista que tiene muy buena pinta. Como Macedonia es un país pequeño y, seguramente, muchas personas sólo están de paso, en los peajes aceptan también euros. Pero, con total descaro, hacen unos cambios del todo arbitrarios: 60 MKD = 1 euro, 40 MKD = 1 euro, 60 MKD = 1,5 euros. Y eso que son precios oficiales...
Rodeamos la capital, Skopje, sin entrar en ella... y es como si hubiésemos cruzado una frontera imaginaria: las iglesias ortodoxas han dado paso a mezquitas y sus empinados minaretes, y la bandera con el sol macedonio ha sido sustituida por el águila albanesa. Queda latente que, el reparto de fronteras tras la caída de Yugoslavia ha dejado multitud de problemas étnicos aún por resolver. Y queda latente también, que es necesario delimitar bien las ¡¡zonas de aparcamiento!! Porque, hemos llegado al Cañón del Matka, un lugar al que, siendo sábado, han venido a pasar el día muchísimos capitalinos y donde están dejando los coches aparcados en cualquier lugar.
Nos ponemos el bañador, sandalias y nos acercamos al río, que se ha convertido en una alargada área de recreo donde la gente toma el sol, come mazorcas de maíz o simplemente pasea. Esperando encontrar algún sitio para comer, empezamos a caminar y caminar, sin encontrar nada que nos guste. En un momento dado noto que se me rompe la sandalia, pero con la que aún se puede andar y situación de la cuál espero nadie se percate. Pero, lo que son las cosas... justo en ese momento encontramos un restaurante cuando ya no teníamos esperanzas. Eso sí, el sitio es de postín: un restaurante de madera con vistas al cañón, con unos balcones con flores donde gente guapa y bien vestida degusta la gastronomía local. Como Visa y Mastercard son la llave de cualquier sitio, entramos con nuestros pelos alborotados, nuestra camiseta y bañador, ¡¡y mi chancla rota!! Es lo que tiene de bueno estos destinos: aquí somos nosotros los del poder adquisitivo y comer sobre mantel de hilo y con música clásica es del todo asequible.
Y ahora, ¿habrá que bajar esto, no? El objetivo de venir aquí era hacer kayak en el cañón, así que, dicho y hecho: alquilamos un kayak y empezamos a remar entre las altas paredes de este hermoso paraje. Hay también unas pequeñas embarcaciones que también hacen recorridos por el cañón y que, con su suave oleaje le dan un poco de emoción a las tranquilas aguas del Matka. Como dos conejitos Duracell, remamos con más o menos buena sincronización, avanzando rápidamente y disfrutando de las vistas. Sin duda, ha sido una actividad que no olvidaremos, y menos los próximos días ya que tendremos seguro unas buenas agujetas en los brazos.
La tarde va cayendo y realizamos la última visita del día: la Mezquita Pintada de Tetovo. Lo habitual suele ser que las mezquitas estén decoradas por dentro y que sean sobrias por fuera. Sin embargo, la de Tetovo es toda una curiosidad, ya que está pintada por fuera con motivos que nos recuerdan a los naipes de una baraja. Cuando llegamos, pensamos que ya han cerrado pero un hombre que anda por allí nos hace una seña y nos indica que le acompañemos, nos abre la puerta y tras descalzarnos descubrimos el precioso y ornamentado interior. Es una auténtica joya de más de cinco siglos, en el centro de una ciudad que por lo demás carece de interés, pero que sólo por ella bien merece una visita. Bueno, también es curioso que haya una tienda de alimentación, donde compramos una Coca-Cola, que se llame Mendoza, ¿no?
Hoy y mañana dormiremos en Skoje, la capital macedonia. Con la Cruz del Milenio brillando desde una montaña cercana, entramos en la ciudad en busca del hotel. Lo que parecía iba a ser algo fácil se convierte en una auténtica locura: cometemos el error de pasarnos una calle y caemos en una trampa de calles en las que es imposible cambiar de sentido; de hecho, una de las arterias de la ciudad tiene un murete de hormigón que separa los dos sentidos, por lo que es la calle quién decide a dónde vas y no al revés. Pero, con paciencia conseguimos ganar la partida del comecocos y conseguimos llegar al hotel, que se encuentra en la parte antigua de la ciudad. Tras cenar en una terraza bajo la mirada observadora de tres gatos, toca ya ir a descansar para mañana descubrir esta escultórica ciudad.
Madre mia....es todo a 1 euro jjj, qué bien lo pasáis, y qué bien me lo paso leyéndolos, lo del kayak pedazo experiencia no?. Pasadlo muy bien.
ResponderEliminarParece muy interesante, el desarrollo de vuestro recorrido.
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