31 ago 2021

Bandera roja en Kosovo

Amanece muy temprano y en torno a las seis de la mañana la luz se escurre entre los cortinajes para recordarnos lo importante que son unas buenas persianas, de esas que encajan perfectamente hasta que no se ven las "rayitas". Ya despierto, abres la ventana y en el exterior ves altas montañas, verdes prados, un tractor por la carretera y sientes el frescor matutino de un día de verano, y piensas... "es como estar en una casa rural". Cierras la ventana y en el interior ves el doble cortinaje, la lámpara de araña y los muebles recargados, y piensas... "es como estar en casa de los Heredia". Y luego bajas al restaurante a desayunar, con sus paredes de madera, alfombra de piel de oso, trofeos de caza y un barco en una urna... y piensas, "como en Doctor en Alaska". Pero no, seguimos en Kosovo, todo un cóctel de sensaciones.

Nuestra primera visita del día es el Monasterio Patriarcal de Peć. Para entrar en él hay que pasar un control de seguridad en el que te toman los datos del pasaporte y te vigilan mediante cámaras, ya que está amenazado por los albano-kosovares. Este monasterio es la sede del patriarcado de la Iglesia Ortodoxa Serbia y en él están enterrados los arzobispos y patriarcas serbios. Lo que son las cosas... con las fronteras actuales resulta que la sede ha quedado fuera del país que rige y, sobre todo, para acabar rodeada de la más absoluta indiferencia por parte de la mayoría de ciudadanos del país.

Por fuera puede no parecer gran cosa y uno no acaba de comprender por qué es Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, al entrar dentro y ver sus cuatro capillas, uno queda fascinado por sus frescos de hace siete siglos. Habíamos leído que las monjas del monasterio son muy simpáticas, pero parece que hoy no han desayunado perrunillas y se limitan a abrirnos la puerta y decirnos 'no photo', para luego abandonarse a los rezos.

La ciudad de Peć está exactamente igual que mis intestinos: con un atasco que no es normal. Ya ayer sufrimos el caótico tránsito de los coches, que salen de todas partes para no ir a ninguna parte: estás pegado al coche de delante y otro, que sale de la nada, se cuela entremedias para luego quedarse en doble fila unos cuántos metros más allá. Lo mejor es confiar en el libre albedrío, y pensar que, ni el camionero que entra en la calzada sin mirar, ni el que va hablando por el móvil, ni el que te adelanta por el arcén, ni el que pega el acelerón para adelantar una posición, ni el que lleva a niños de copilotos, ni un largo etcétera de infractores compulsivos van a tener que rellenarte el parte amistoso de accidente. Eso sí, los más interesados entendemos que son ellos, porque la mayoría de chungo-vares van en Audi, Mercedes y BMW. Pero, ¿de dónde han sacado esos bugas tan molones? ¿Y por qué tienen matrículas de los países más ricos de Europa? Una de dos... o ellos se lo han sabido montar o Indra y Mondelez no están haciendo algo bien.

Nuestra segunda visita de hoy es otro monasterio también serbio y también Patrimonio de la Humanidad: el Monasterio de Visoki Dečani. Para acceder a él, también hay que dejar el pasaporte, en este caso a unos soldados austriacos de la KFOR, que es un cuerpo militar supervisado por la OTAN para mantener la paz en Kosovo. El monasterio, aunque tiene también unos 700 años es totalmente diferente al de Peć, ya que por fuera se parece más bien a una iglesia renacentista italiana. Por dentro, los frescos son sublimes, habiendo mantenido el color y la energía originales. Un monje que anda por allí entra en conversación con nosotros y nos explica los diferentes santos, las escenas de la Biblia, la liturgia ortodoxa y que allí están las reliquias del rey serbio Stefan III. El monje montenegrino también nos cuenta la situación de peligro a la que están sometidos, detallándonos las granadas que les han lanzado cada año y los graffitis que les han pintado, así como las trabas burocráticas que el propio Gobierno les impone, con el objetivo de minar su perseverancia para conservar este lugar. Los monumentos Patrimonio de la Humanidad del país son de origen serbio, ¿y justo el Gobierno kosovar quiere acabar con lo más importante que tiene el país? ¿Y qué van a ir a ver los turistas? ¿El tráfico estreñido de Peć?

Además del tráfico, una cosa que también tiene su punto son las tiendas de carretera. Les chiflan las columnas, las balconadas y las arañas de cristal a las entradas de las tiendas. Al más puro estilo de Salones la Noria, puedes encontrar una tienda de construcción, una tienda de iluminación o de comida para el ganado. Y no hablemos de las casas que parecen una copia barata de la Casa Blanca y de la que parece que va a salir el Príncipe de Bel-Air. Aquí se requiere la ayuda de Arquitectos Sin Fronteras ipso facto.

Casi de casualidad, encontramos en ruta el Puente Terzi, un largo y bien conservado puente de la era otomana que no habíamos conseguido ubicar en el mapa. Después de las fotos de rigor, decidimos cambiarnos los vaqueros por unos pantalones cortos, ya que esta mañana nos habíamos vestido "de largo" para no tener ningún problema a la hora de entrar en los monasterios. ¿Cuánto tarda uno en cambiarse unos pantalones? ¿Cinco minutos máximo? Pues ése ha sido el tiempo para que de la nada aparezca un hombre muy extraño que al vernos cambiándonos en el coche se haya montado su propia película y haya cuestionado hasta la bulgariedad de nuestra matrícula. Si sois unos psicópatas vale, pero como seáis serbios... ¡¡porque kosovski good!!

Pasado el mediodía llegamos a Prizren, la cual es, sin lugar a dudas, la ciudad más bonita y turística de todo el país. El antiguo bazar es un entramado de calles en cuesta en la que se mezclan tiendas, cafeterías y templos religiosos de diferentes confesiones. Es, salvando las distancias, como un Toledo en miniatura y con un pasado con menos "armonía inter-religiosa". Sus mezquitas, iglesias y calles entretenidas son todo un reclamo, pero lo que te llevas grabado en la retina son los quemazones del brilli-brilli presente en todos y cada uno de los escaparates de una calle dedicada a vestidos de novia. Menudo museo de los horrores... trajes cada cuál más estrambótico, damas de honor disfrazadas de verdaderas brujas y joyas de oro que parecen sacadas del Tesoro de Guarrazar. Vamos, todo lo necesario para que en tu día más especial te digan "No quiero".

Con el sol de media tarde salimos de Prizren para dar fin a nuestra tournée por Kosovo y empezar una nueva por Albania. Nada más llegar a la frontera vemos que algo no cuadra: el control de pasaportes de Kosovo está cerrado y las banderas de los dos países limítrofes están intercambiadas. Siguiendo al resto de vehículos, esperamos nuestro turno en la cola de la aduana albanesa y, cuando nos toca le damos al parco oficial nuestros pasaportes y la documentación del coche. Una vez revisada nos la devuelve... pero ¿ha habido percusión de sellos? Ante la duda, revisamos los pasaportes y comprobamos atónitos que no hay ni sello de salida de Kosovo ni sello de entrada en Albania. La fusión por absorción es inminente y no va a haber nada capaz de refrigerar la reacción en cadena... ¡¡funcionan como un país y es como si hubiésemos cambiado de provincia!! Pero claro, nuestro pasaporte narrará la historia de cómo nunca salimos de un país al que entramos y cómo salimos de uno al que nunca entramos... ¡¡Auténtica Mágia Borrás geográfica!!

Y ahora ya podemos decir que estamos en Albania o, visto lo visto, en la Gran Albania. Como el día ha sido de tráfico intenso y de kilómetros de carretera, acabaremos el día viendo el atardecer tranquilamente en la laguna de Patok. Esta zona costera es como Dénia pero quitándole los bloques de apartamentos, el puerto deportivo, el paseo marítimo y la fideuá. ¡¡Ah y los TPV porque ninguno de los sensacionales restaurantes con casetas independientes donde cenar sobre el agua admiten pagar con tarjeta de crédito!! Como no nos hemos hecho aún con un buen fajo de leks albaneses, nos vamos al hotel donde sí que cenamos y recargamos pilas para mañana descubrir Shqipëria.

30 ago 2021

Kosovo: el laboratorio de identidades

Nuestro hotel en Skopje ha sido la elección perfecta, pero tiene un fallo: cuando abres la puerta de la habitación y no la cierras en menos de cinco segundos salta una alarma que te hace sentir como si estuvieras robando en tu propia habitación. De hecho, si intentas entrar y salir rápido es peor porque la situación podría resultar más sospechosa si cabe. Por si esto fuera poco, anoche antes de ir a dormir se me ocurrió pulsar accidentalmente pero con muchas ganas alguna tecla de la caja fuerte a ver qué pasaba... y ésta empezó a pitar como una loca. Daba igual lo que hiciera, que no se callaba: ni girando la manivela, ni la llave, ni pulsando la E, ni la C, ni metiendo la clave del Wi-fi... me iba a tocar bajar a recepción y a ver cómo explico que me he comportado como un niño de cuatro años; por fortuna, tras unos minutos de tensión la caja fuerte recupera su silencio y yo mi estatus de adulto responsable.

Toca despedirse del hotel, de la ciudad y del país, aunque prometemos regresar pronto; en concreto, volveremos en una semana ya que para volver a Bulgaria, pasaremos por el sureste de Macedonia donde pasaremos otros dos días. Hoy, sin embargo, ponemos rumbo al norte para visitar Kosovo, a donde nos dirigimos bien temprano. Circulando por las carreteras macedonias y aún con un poco de sueño, el impacto de un pájaro en el parabrisas acaba por despabilarnos. Miles de kilómetros recorridos por el mundo y justo donde el seguro no cubre las lunas nos cargamos una pobre ave a la que no le ha dado tiempo a coger altura.

Llegamos al control de pasaportes de Macedonia y lo pasamos rápidamente. Después, llegamos al de entrada a Kosovo y nos piden el pasaporte COVID, el pasaporte normal, los papeles del coche y ¡¡un seguro para el coche!! Pues sí, resulta que primero hay que pasar por una pequeña oficina donde te dan un papel de la policía kosovar al que no le encontramos mucho sentido y que, contra todo pronóstico, es gratuito. Ya pensábamos que nos iban a robar treinta euracos con la excusa... pero me han debido de ver cara de revienta caja fuertes y han visto que no tenían competencia.

Nuestros pasaportes actuales estaban vírgenes aún y, paradojas de la vida, nuestro primer sello resulta ser de un país que justo no reconoce el emisor del mismo: a efectos del Gobierno Español el país llamado Kosovo y Disneylandia tienen el mismo carácter oficial. Y la cosa no parece muy desacertada, ya que, ellos mismos no se lo deben de haber creído del todo porque nada más entrar en el país tienen la bandera de... ¡¡Albania!! Nada de poner la silueta del país en color amarillo sobre fondo azul... el águila negra sobre fondo rojo se impone a los recién llegados. ¡¡Y justo Pablo se había vestido de los colores de la bandera oficial!!

Mencionar Kosovo suele evocar guerra y destrucción... no en vano, la Guerra de Kosovo ha sido uno de los últimos grandes conflictos bélicos del viejo continente, con más de 13.000 muertos. Simplificándolo mucho, digamos que los albaneses se habían ido adueñando de una tierra que no era suya y los Serbios reaccionaron intentando hacer una limpieza étnica; como no se encontraba solución, los organismos internacionales tomaron el control y, en 2008 se declaró la independencia para neutralizar el conflicto, con el amparo de los Estados Unidos. La guerra terminó, pero hay muchas tensiones pendientes de resolver: ¿Terminarán los albano-kosovares y sus hermanos albanos formando un único país? ¿Qué ocurrirá con los Serbios a los que se les obliga a llamar a su propia tierra con otro nombre? Aunque la violencia con armas ha cesado, la violencia sicológica de las banderas está más activa que nunca y hasta la religión se ha convertido en un arma identitaria: aunque su uso sea minoritario se construyen nuevos templos y se ningunean los de los adversarios. Las mezquitas y las iglesias ortodoxas se han convertido en estacas que sólo sirven para marcar el terreno.

¿Y cuál es el papel de la Unión Europea en todo esto? ¡Soltar pasta! ¿Que os habéis matado los unos a los otros? Pues os reconstruimos el país y os hacemos unas autopistas que ni en Suiza. Ahora bien, si no habéis montado un follón y habéis hecho las cosas bien, como Macedonia, pues os dejamos con vuestras parcheadas carreteras. Está claro que quien no llora no mama... de tita Merkel y de tita Von der Leyen.

Todo en Kosovo tiene un tinte diferenciador y lo notamos desde nuestra primera visita: el Monasterio de Gračanica. Gracias a la tecnología nos es fácil encontrarlo, pero como se trata de un templo ortodoxo en tierras musulmanas no hay ninguna señal que te indique cómo llegar a él. ¡¡Y eso que es un monumento declarado Patrimonio Mundial por la Unesco!! Se trata de un monasterio medieval del año 1321 que junto a otros del mismo tipo están considerados como patrimonio en riesgo precisamente por la situación política. 700 años en pié y ahora hay que protegerlo para que no acabe olvidado y en ruinas.

Antes de acabar la visita, decidimos ir al baño, en el que descubrimos que hay que pagar 20 céntimos. Como empezamos a dudar de si pasar o no, una mujer se nos acerca y nos da un billete de 50 dinares serbios, diciéndonos que así los dos podamos pasar al baño. ¡¡Nos acaban de dar limosna!! ¿Vamos tan mal vestidos? Nunca había pensado que esto podría ocurrirnos, así que me he quedado totalmente fuera de juego. Mientras Pablo hace uso del urinario yo reflexiono fuera con el billete aún en la mano... ¿no habrá sido una forma de hacernos partícipes en su lucha por mantener vivo lo que representa ese monasterio para los serbios en el campo de batalla albano-kosovar?

Regresamos al coche y nos dirigimos ahora a la capital, Pristina. Aunque es una ciudad creada ya en la época romana, no tiene grandes atractivos por lo que le dedicaremos tan sólo un par de horas. Uno de los monumentos más conocidos de la ciudad es la escultura "Newborn" (recién nacido) que se inauguró el día de la independencia del país. Inicialmente las letras eran amarillas y se decidió que para cada aniversario de la declaración de independencia se iban a pintar de una forma diferente.

Esta ciudad parece "más ciudad" que Skopje: tiene avenidas más grandes, se están construyendo muchas viviendas y hasta un nuevo centro financiero y de ocio. Entre los edificios que no pueden faltar en una visita a la ciudad está la Biblioteca Nacional, un edificio diseñado por el arquitecto croata Andrija Mutnjaković. ¿Que por qué? Pues porque este edificio suele frecuentar las listas de los edificios más feos del mundo, y eso, también tiene su mérito. Parece una cárcel, un palacio alienígena o una fábrica de balones. Lo miras y dices 'pobre, si no es tan feo...' y, a lo tonto, vas y le coges cariño.

Una de las zonas más animadas y llenas de tiendas y cafeterías es el Bulevar Madre Teresa. Realmente, Teresa de Calcula no tiene nada que ver con Kosovo, pero como era de etnia albanesa, la asumen como suya; y lo mismo hacen con Skanderbeg, el gran héroe militar de Albania, del cual tienen una gran escultura. Aunque, seguramente, la escultura que más llama la atención es la de Bill Clinton: el presidente número 42 de Estados Unidos promovió y apoyó la independencia del país, motivo por el cual le tienen una verdadera adoración. ¿Y para cuándo una de Dua Lipa? Aunque nacida en Londres, es albano-kosovar y su lengua materna es el albanés. La realidad siempre te sorprende... como ver en tres puntos diferentes del país un coche de Nueva Jersey, uno de Texas y uno de Nueva York.

Un repaso al conflicto de Kosovo estaría incompleto sin visitar Mitrovica, una ciudad divida en dos. Por un lado, la parte sur es donde están los de etnia albana y donde las banderas de Kosovo y Albania ondean por igual; por otro, la parte norte es donde están los serbios, un trozo de la ciudad más pequeño y, contrariamente a lo que pensábamos, en peor estado. Ambas partes están separadas por el río Ibar y el puente que las une ya no cumple su función: las personas de ambas partes tienen menos contacto que nunca. De hecho, el paso de coches está bloqueado, y sería casi imposible encontrar un coche con matrícula SRB en el sur o RKS en el norte.

Nuestro primer día en Kosovo lo terminamos en la ciudad de Peć, en la región montañosa de Rugova. Damos un paseo cerca del río y por el bazar, los cuales para ser lunes están bastante animados. Se nota que estamos cerca de la montaña porque la temperatura ha bajado considerablemente y, a medida que anochece, cada vez pensamos más en lo arropados que vamos a dormir esta noche. Además, toca ya ir a descansar, porque mañana aún hay mucho más que descubrir en Kosovo... ¿o en pseudo-Albania?

29 ago 2021

Un día en Skopje

Es verano y hace calor, por lo que con una sábana basta para pasar la noche. Pero, por poca ropa de cama que sea, ¿podían dejarla ya colocada, no? En los dos hoteles en los que hemos dormido ha ocurrido lo mismo: te dejan encima de la cama la sábana plegada junto a las toallas y, ya si eso, llamas a Jorkely. Aunque, ya puestos, que dejen cuatro sábanas más, para tapar la tele con su lucecita, para tapar el teléfono con su lucecita, para tapar el conector de la luz con su lucecita y para tapar la ventana porque no hay persiana; y así, si te levantas a media noche, es como moverte por una escena de Los Otros.

El desayuno del hotel se sirve en la quinta planta, donde hay un restaurante acristalado con unas magníficas vistas y desde donde constatamos que estamos en pleno centro de lo que es el antiguo bazar. Se divisan diversos minaretes, la fortaleza de Skopje y las callejuelas que están tranquilas por ser domingo. De hecho, hasta el desayuno tiene un aire otomano, porque hay quesos, ensaladas, aceitunas y hojaldres salados, pero escasean cosas dulces.

Skopje ha sido la capital de Macedonia desde su separación de Yugoslavia en 1991. Antes, era la capital de la república homónima, una de las seis que formaban el país, aunque ésta era bastante modesta y poco relevante. Sin embargo, al pasar a ser la capital de un estado soberano, esta ciudad de algo menos de 700.000 habitantes tenía que, de alguna forma, conseguir cierta majestuosidad, distinción y carisma.


Así que, en 2014 empezaron con un plan para embellecerla, dotarla de edificios gubernamentales y darle un aire selecto al nivel de otras capitales europeas. Pero parece que se les fue un poco de las manos... en torno a la plaza Macedonia construyeron toda clase de edificios habidos y por haber: asamblea, museos, teatro, ópera, filarmónica, ministerios, empresa pública de electricidad y la del agua, ayuntamiento, gobierno... Todo en un estilo común que podríamos denominar como re-neo-clásico: columnatas, capiteles y cúpulas en blancos edificios que forman un conjunto bastante artificial. De hecho, desde que vimos un reportaje sobre las capitales de ex-repúblicas soviéticas en Asia, a todo edificio que mezcla un toque clásico, con imitación de mármol blanco y cristal opaco, lo llamamos de estilo Tashkent. Y Skopje se podría decir que es muy Tashky!!!

Pero bueno, lo de los edificios vale. Al fin y al cabo, supongo que cuando los arcos de medio punto se empezaron a terminar en pico también se pondría el grito en el cielo y, a día de hoy, nadie cuestiona el gótico; así que igual el día de mañana este estilo acaba siendo digno de estudio. Pero, lo que es muy freaky son la ingente cantidad de esculturas que hay. En cada puente, en cada edificio, al borde del río, en los balcones, en las azoteas... todo un ejército de ilustres personajes hechos en mármol, piedra o bronce te observan desde todas partes. De hecho, muchos macedonios se manifestaron en contra del dineral que se invirtió en hacerlos y son partidarios de quitarlos, ya que, por lo visto, hasta para ellos muchos de esos personajes y sus legados son totalmente desconocidos.

Eso sí, seguro que de entre todos los personajes hay dos que conocen y tienen presentes a diario: los hermanos Cirilio y Metodio. ¿Os acordáis de la socorrista que mezcló mal los líquidos de piscina y la "lió parda"? Pues estos dos hicieron lo mismo pero con los alfabetos: como griegos, coptos y hebreos escribían diferente, cogieron sus letras y las mezclaron para crear primero el alfabeto glagolítico y luego, como no habían tenido suficiente, el cirílico, que es el que utilizan muchos países eslavos (Rusia, Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Serbia, Macedonia...). ¡¡Pero qué necesidad había si en el siglo nueve ya estaba rodado el alfabeto latino!! Porque oye, si ves caracteres chinos ni lo intentas... pero en el cirílico, como muchas letras son como las nuestras, te lanzas a leer hasta que te encuentras con el símbolo del marcianito, la R al revés o el "ahorcado", y ahí tus ojos hacen un Marujita Diaz. Luego, una vez que sabes la correspondencia de caracteres, no es tan complicado, y cuando ves 'Универзитетот' lees 'Univerzitetot', en 'автобус' lees 'avtobus', y en 'Coca-cola' lees 'Sosa-sola' porque ya vas lanzado. 

Macedonia durante años ha tenido un problema de identidad con su vecina Grecia, precisamente por su nombre. Los griegos dicen que la antigua Macedonia era lo que hoy compone una de sus regiones; los macedonios actuales dicen que no, que era lo que hoy en día es su república. Al no estar claras las fronteras de la Macedonia clásica, Grecia no permitía que su país vecino se llamase Macedonia, por lo que finalmente tuvo que adoptar el nombre de República de Macedonia del Norte. Y, como con la historia hemos dado, ¿dónde nació entonces Alejandro Magno el rey de Macedonia, Grecia, Persia y faraón de Egipto? Como Macedonia lo asume como propio, construyó una gigantesca estatua ecuestre en pleno centro de Skopje, lo cual fue considerado por Grecia como una grave provocación... así que, para calmar tensiones, se terminó por bautizarla simplemente como "Guerrero a caballo". Aunque blanco y en botella... La que sí que tiene el nombre que le corresponde es la de su padre, Filipo II de Macedonia, del cual parece que sí que hay constancia de que fue de estas tierras.

Hablando de personajes históricos importantes de verdad, aquí nació una mujer que sí que fue una heroína y guerrera incansable aunque, en su caso, en favor de los menos afortunados: la Madre Teresa de Calcuta. Pues sí, aunque de ascendencia albanesa, la fundadora de las Misioneras de la Caridad en Calcuta, Nobel de la Paz y considerada Santa desde 2016, nació en esta ciudad. El Gobierno Macedonio, en su afán de enriquecer su historia y reducido patrimonio, ha construido una reproducción de la casa en el lugar donde Agnes Gonxha Bojaxhiu fue bautizada.

Visitar Skopje es como visitar un parque temático de la historia porque hay un poco de todo: una fortaleza medieval, un bazar musulmán, iglesias ortodoxas, mezquitas, edificios gubernamentales, bloques comunistas, un centro judío, ... y todo en una armonía algo freaky. Eso sí, como todo parece estar cerca, nos hemos pasado el día caminando y, estamos agotados. Además, se cumple nuestra teoría de que el tercer día del viaje es en el que más piltrafilla te sientes; y, como prueba de ello está el hecho de que nos quedamos dormidos en un banco, frente a la Catedral de San Clement de Ohrid, donde se celebra una boda.

Skopje nos ha parecido un lugar realmente interesante, una mezcla de estilos, culturas y formas de ver la vida, juntas pero no mezcladas. El día va tocando a su fin y, con el muyahidin cantando al rezo y los gatos haciéndonos ojitos, cenamos un plato típico de alubias con embutido... para ir ligeritos a dormir. Hoy prontito a la cama, porque mañana volvemos a cambiar de país y, como ha dicho Pablo, porque el desayuno tiene hotel.

28 ago 2021

Where? To Skopje

La modernidad no es adoptada por igual por los diferentes países y culturas. Lo que a unos puede parecer un gran avance a otros les puede parecer algo del todo innecesario: ¿a quién se le ocurrió poner que la luz de entrada al estudio sea automática? Puede que sea útil para detectar si han entrado las gemelas de El Resplandor, pero resulta ser un automatismo del todo inadecuado cuando vas dos minutos al baño y luego la luz permanece diez minutos encendida. Otras modernidades sí son más útiles como, por ejemplo, la máquina de café gratuita que hay en la planta baja... porque vamos a necesitar cafeína para compensar los minutos perdidos ¡¡observando la luz automática!!

Estamos en Bulgaria, pero por poco tiempo porque este país lo visitaremos al final del viaje. Nuestro periplo balcánico empezará en la República de Macedonia del Norte, a donde nos dirigimos temprano en esta agradable mañana de sábado. La carretera está tranquila y vamos viendo pequeños núcleos de modestas casas. Como ya observamos en viajes anteriores por otros países de la extinta Yugoslavia, suele ser habitual que la gente construya sus casas poco a poco: se ven muchas con el ladrillo visto, con las ventanas puestas y totalmente habitadas.

En menos de media hora llegamos a la frontera. Primero hay que salir de Bulgaria, de la Unión Europea, de Schengen... y del vehículo. Presentamos nuestros DNI y los papeles del coche y, tras la devolución de los mismos ya estamos en ese terreno de nadie que supone un limbo diplomático y en el que piensas... ¿qué ocurre si ninguno de los dos países ahora te deja entrar? Y más importante... ¿en qué momento deja de haber roaming? Notamos que ha habido cierta competencia en el tamaño, porque cada uno de los dos países parece querer tener la bandera más alta. Ahora en el control de Macedonia, todo progresa lenta pero adecuadamente: en el control de pasaportes el policía fronterizo nos pregunta en un inglés del todo reducido "Where?", a lo que le respondemos "Skopje". Menos mal que no le hemos dicho "Guadamur", o mejor, "Arrigorriaga"... su pregunta al fin y al cabo, era interpretable.

Y por fin, ya estamos en Macedonia. ¿Y por qué digo "por fin"? ¿Porque siempre habíamos soñado con venir? ¿Porque es el Paraíso en la Tierra? Nada de eso... es porque por fin nos resarcimos de que la Herma había estado aquí y nosotros ni veíamos el momento... tantos años de humillación viajera tocan a su fin.


Circulando ya por carreteras macedonias en obras, llegamos al Monasterio de San Joaquín de Osogovo. Es un conjunto eclesiástico rodeado por verdes montes, que inspira mucha paz y donde descansaban las reliquias del santo eremita hasta que se perdieron hace tres siglos. Y, casualidades de la vida, hoy es el día del patrón San Joaquín, motivo por el cuál se está celebrando una misa, hay un mercadillo y muchos fieles acuden a sus dos iglesias a mostrarle sus respetos. A nosotros, lo que más nos gusta son los frescos que hay en el pórtico y en el interior de la iglesia, en los que interpretamos se habla del cielo y de la tierra, aunque no llegamos a entender el dibujo de una tortuga que aparece en uno de ellos. Como tampoco entendemos por qué por estos países a las señoras les gusta pasearse con una bolsa de plástico en la mano... ¡¡todas la llevan!!


Nuestra segunda visita es Kratovo, un pueblo con aire medieval con suelos empedrados, bonitos puentes, torreones para vigilar la ciudad y casas de estilo otomano. Además, también tiene varios cajeros donde sacamos denares macedonios, los cuáles empezamos a gastar tomando un par de cafés para cargarnos de energía. Es curioso cómo el nombre de ciertas marcas ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario como Kleenex o Cola Cao. Aquí, al pedir "sacarine? sweetener? edulcorant?" nos dice el camarero "ah, Natren!". Y nos trae el típico bote de plástico blanco en el que resuenan pastillitas, que no es de marca Natren y encima pone ¡¡sweetener!! Segundo establecimiento en el que consumimos y también tienen música en castellano... ha sido sentarnos en el local y Eros Ramazzotti ha pasado del italiano al castellano. como nos pongan Camela se va a liar parda.


Unos cuántos kilómetros más allá, llegamos ha Kuklici, donde hay una curiosa formación geológica llamada Stone dolls. Tras pagar una entrada de medio euro cada uno, el guía nos comenta en un básico pero meritorio inglés lo que vamos a ver: son unas formaciones de origen volcánico a las que se les atribuye una leyenda que cuenta que un hombre tenía dos novias, y al casarse con una la otra deseó que se convirtieran en piedra y eso ocurrió... ¡¡y nada más y nada menos que el mismísimo día de la boda!! Así, esta especie de pináculos tienen nombres como 'el novio', 'la novia', 'los padrinos', 'los invitados', etc. Mira que hacerles eso con el viaje de novios pagado...

Atrás van quedando las carreteras malas, para pasar a coger una autopista que tiene muy buena pinta. Como Macedonia es un país pequeño y, seguramente, muchas personas sólo están de paso, en los peajes aceptan también euros. Pero, con total descaro, hacen unos cambios del todo arbitrarios: 60 MKD = 1 euro, 40 MKD = 1 euro, 60 MKD = 1,5 euros. Y eso que son precios oficiales...

Rodeamos la capital, Skopje, sin entrar en ella... y es como si hubiésemos cruzado una frontera imaginaria: las iglesias ortodoxas han dado paso a mezquitas y sus empinados minaretes, y la bandera con el sol macedonio ha sido sustituida por el águila albanesa. Queda latente que, el reparto de fronteras tras la caída de Yugoslavia ha dejado multitud de problemas étnicos aún por resolver. Y queda latente también, que es necesario delimitar bien las ¡¡zonas de aparcamiento!! Porque, hemos llegado al Cañón del Matka, un lugar al que, siendo sábado, han venido a pasar el día muchísimos capitalinos y donde están dejando los coches aparcados en cualquier lugar.

Nos ponemos el bañador, sandalias y nos acercamos al río, que se ha convertido en una alargada área de recreo donde la gente toma el sol, come mazorcas de maíz o simplemente pasea. Esperando encontrar algún sitio para comer, empezamos a caminar y caminar, sin encontrar nada que nos guste. En un momento dado noto que se me rompe la sandalia, pero con la que aún se puede andar y situación de la cuál espero nadie se percate. Pero, lo que son las cosas... justo en ese momento encontramos un restaurante cuando ya no teníamos esperanzas. Eso sí, el sitio es de postín: un restaurante de madera con vistas al cañón, con unos balcones con flores donde gente guapa y bien vestida degusta la gastronomía local. Como Visa y Mastercard son la llave de cualquier sitio, entramos con nuestros pelos alborotados, nuestra camiseta y bañador, ¡¡y mi chancla rota!! Es lo que tiene de bueno estos destinos: aquí somos nosotros los del poder adquisitivo y comer sobre mantel de hilo y con música clásica es del todo asequible.


Y ahora, ¿habrá que bajar esto, no? El objetivo de venir aquí era hacer kayak en el cañón, así que, dicho y hecho: alquilamos un kayak y empezamos a remar entre las altas paredes de este hermoso paraje. Hay también unas pequeñas embarcaciones que también hacen recorridos por el cañón y que, con su suave oleaje le dan un poco de emoción a las tranquilas aguas del Matka. Como dos conejitos Duracell, remamos con más o menos buena sincronización, avanzando rápidamente y disfrutando de las vistas. Sin duda, ha sido una actividad que no olvidaremos, y menos los próximos días ya que tendremos seguro unas buenas agujetas en los brazos.


La tarde va cayendo y realizamos la última visita del día: la Mezquita Pintada de Tetovo. Lo habitual suele ser que las mezquitas estén decoradas por dentro y que sean sobrias por fuera. Sin embargo, la de Tetovo es toda una curiosidad, ya que está pintada por fuera con motivos que nos recuerdan a los naipes de una baraja. Cuando llegamos, pensamos que ya han cerrado pero un hombre que anda por allí nos hace una seña y nos indica que le acompañemos, nos abre la puerta y tras descalzarnos descubrimos el precioso y ornamentado interior. Es una auténtica joya de más de cinco siglos, en el centro de una ciudad que por lo demás carece de interés, pero que sólo por ella bien merece una visita. Bueno, también es curioso que haya una tienda de alimentación, donde compramos una Coca-Cola, que se llame Mendoza, ¿no?

Hoy y mañana dormiremos en Skoje, la capital macedonia. Con la Cruz del Milenio brillando desde una montaña cercana, entramos en la ciudad en busca del hotel. Lo que parecía iba a ser algo fácil se convierte en una auténtica locura: cometemos el error de pasarnos una calle y caemos en una trampa de calles en las que es imposible cambiar de sentido; de hecho, una de las arterias de la ciudad tiene un murete de hormigón que separa los dos sentidos, por lo que es la calle quién decide a dónde vas y no al revés. Pero, con paciencia conseguimos ganar la partida del comecocos y conseguimos llegar al hotel, que se encuentra en la parte antigua de la ciudad. Tras cenar en una terraza bajo la mirada observadora de tres gatos, toca ya ir a descansar para mañana descubrir esta escultórica ciudad.

27 ago 2021

Primer contacto

Cada día que el gato zombie suena para despertarnos porque hay que ir a trabajar, siempre deseamos que lleguen las vacaciones para no tener que madrugar. Sin embargo, es llegar el primer día de vacaciones y a las cinco de la mañana ya estamos sin poder dormir y con ganas de que todo comience. Con la nevera ya limpia, la cama con edredón para la vuelta y la ropa planchada, hacemos un poco de tiempo viendo las noticias, nos preparamos y salimos de casa con la mochila a la espalda.

Antes de dirigirnos al aeropuerto, entramos en el AhorraMás para comprar víveres para el vuelo y hacer lo que esa cadena de supermercados propone con su nombre: nada de pagar Pringels a precio de caviar, ni de tomarse una Coca-cola tamaño especial para aviones a precio de Moët & Chandon. Para llegar al aeropuerto, pasamos por lo que en su momento bautizamos como el Puente de los Vampiros, una zona fuera de la terminal donde siempre se amontonaban los taxistas ávidos de turistas para pasearlos varias veces por las autovías concéntricas de la capital. Sin embargo, la zona ahora está totalmente desolada: con la pandemia los flujos de viajeros se han reducido drásticamente, y los vuelos pensamos que no son ni una quinta parte de lo que eran antes del Covid.

Ya en la terminal, pasamos el control de seguridad y luego el de policía: Bulgaria, aunque es de la UE y se puede ir con el DNI, no está en el espacio Schengen, así que hay que pasar un control de identificación. Después, nos dirigimos a la puerta de embarque: Sofía a las 12:15, puerta B26. Aunque en las pantallas aún no aparece, en Internet sí, así que somos los primeros en llegar. Sentados, empezamos a ver una muestra de lo que nos espera: señores con tripita, señoras con pendientes de aro y falda pantalón, algún joven con chándal y alguna nota discordante de chicas demasiado arregladas sobreactuadas. Pero, sin duda, lo que más nos llama la atención es un hombre que va en silla de ruedas... ¿por su gordura? ¿porque lleva zapatillas de casa? ¡¡No!! Es porque lleva una banqueta. Sí, en su regazo lleva una banqueta algo destartalada... ¿y eso entra en el artilugio inquisitorio estrangula-maletas que Ryanair muestra amenazante en la puerta de embarque?

Ay, Ryanair... nos has pillado desentrenados. Hacía años que no calentábamos tus asientos y por algo era, aunque hemos vuelto a caer en la trampa. Ayer, para facturar online ya tuvimos el primer déjà-vu: páginas donde cobrarte la selección de asiento, equipaje extra, comida abordo, seguro de viaje, hotel, coche de alquiler, ... es el Amazon de los cielos, tiene de todo. Y hoy estamos otra vez con situaciones que teníamos olvidadas: tensión por las medidas del equipaje, control de documentación en el que te dan un papelito (que no termina sirviendo para nada), gente agolpada en la fila, caótico embarque, y luego, ya en el aire... constantes mensajes que te perforan los oídos con un innecesario conteo de la gran variedad de productos de la carta y después con todos los perfumes a precio muy inferior a los de los "aeropuertos europeos". ¿Ryanair? ¡¡LLoran-air!! Lo bueno es que aquí siempre hay espectáculo: la madre e hija que se arrancan las bolsas del duty-free la una a la otra, el hombre tocón que pregunta sobre el aeropuerto de Sofía a una azafata, el fashion-victim que abre repetidamente el compartimento superior, ... y en general, esa incontinencia que hace desfilar al pasaje a los dos baños traseros. Y de postre, algo que creíamos extinguido: aplausos al aterrizar. ¡¡Hemos adelantado los relojes una hora pero hemos retrocedido varias décadas!!

Ya en la terminal del aeropuerto de Sofía, llegamos al control de policía y hay una cola interminable. Sin embargo, el control de pasaportes automático está totalmente vacío. ¿Probamos? Pues dicho y hecho, ante el asombro de muchos y con la posterior imitación de otros, pasamos tan campantes y en un periquete hemos cumplido con la autoridad fronteriza. Y ahora, toca un paso extra: el control sanitario. Unas mujeres piden el pasaporte Covid y el resultado de la PCR; la que me toca, al hablarle en inglés y soltarle cinco folios, se queda un poco aturdida, a lo que reacciono señalándole en una hoja y diciéndola "negative, negative". Hace como que mira y por no colapsar me indica que pase... la próxima vez le traigo una declaración de la renta, que eso sí que acojona.

La siguiente prueba de la gymkana es recoger el coche de alquiler, donde siempre suele haber tensión por los miedos impuestos por no coger el super-mega-archi-seguro... y que cuando te niegas te miran con esa cara de "tú verás". Pero esta vez venimos con él ya incorporado, pues era obligatorio para poder llevar el coche a otros países. En la ventanilla, nos sorprenden dos cosas: la primera, que el hombre habla español bastante bien; la segunda, que para coger el coche hay que firmar más papeles que para adquirir una hipoteca. Yo creo que esto incluía un apartamento con vistas al mar en Burgas, porque si no, no me lo explico. Supongo que todo será porque aquí nadie so-fía...

Y por fin, ya estamos en carretera. Tras unos minutos dejando atrás la nueva terminal de Sofía, pasamos a cruzar la Cañada Real búlgara: no han pasado ni diez minutos y ya hemos visto la primera gallina en libertad. Unos kilómetros más adelante, vemos a un señor andando por el arcén de la autovía; y algunos más después, una señora cruzando ambos sentidos de una autopista. Y, sin aún haber abandonado las circunvalaciones de la capital, unos cuantos puestos de fruta y verdura. Bueno, tampoco veníamos a Noruega, ¿no?

Las carreteras están realmente bien, está todo muy verde, rodeado de montes, todo muy bien cuidado, y radares de velocidad... como te despistes puedes pensar que estás llegando a Castro. Eso sí, el precio de la gasolina no tiene nada que ver, ya que el litro está en torno a 1,15 euros. Y menos mal, porque muchos van a ser los kilómetros a recorrer. De hecho, hoy mismo nos hacemos unos 90 km hasta Kyustendil, donde pasaremos nuestra primera noche. Al llegar, observamos que absolutamente nadie lleva mascarilla, pero tampoco nos miran raro por llevarla. La ciudad está un poco destartalada, así que nuestras expectativas de cómo estará el hotel van menguando... rozando el nivel de hotel venido amenos, como un Granier que ya no es Granier. Pero no podíamos estar más equivocados: aunque es pequeño, descubrimos que tiene un patio con piscina y que nos han dado la mejor habitación que realmente es un estudio.

Como estamos muy al este, anochece antes. No son ni las ocho y ya casi es de noche... así que, damos un paseo por el centro y descubrimos una calle peatonal con restaurantes y terrazas muy agradable. Hay mucha gente, pero todo resulta muy calmado: la gente charla tranquilamente sin armar ruido, toman helados, beben cerveza o café... Se ve que, es el plan del viernes por la noche, salir a cenar en pareja, con la familia o amigos. De hecho, nos cuesta encontrar un sitio donde cenar, porque en algunos sitios lo tienen todo reservado. Y, cuando ya encontramos un sitio muy chulo... ¡¡a descifrar la carta!! Porque claro, ya no es sólo que no esté en inglés sino que, encima, está en cirílico. Como esto ya lo tenemos superado, hemos venido preparados y aliados con la tecnología conseguimos pedir unos cuantos platos y un par de cervezas. ¡¡Y por unos seis euros hemos cenado como unos señores con música en español de fondo!!

Hoy ha sido uno de esos días en los que muchas cosas podían haber salido mal. Sin embargo, todo ha ido rodado. Además, nos ha servido de primer contacto, ya que debido a la pandemia, hacía dos años que no íbamos a un país donde hablasen guachi-guachi del bueno. Pero está demostrado que no hemos perdido nuestras destrezas viajeras y que volvemos a estar engrasados... Mañana nos espera el único país que da hambre... ¡¡Macedonia!!


26 ago 2021

Introducción y ruta

Un año después... ¡¡toca reactivar el blog!! Siguiendo nuestras tradiciones estivales, nos cogemos vacaciones una vez más con el mes de septiembre casi ya empezado. Después de un verano regado de pandemia-TV, de qué-cara-está-la-luz-TV y de qué-calor-hace-TV, toca olvidarse del día a día, evadirse por otros países y cambiar de caras (o mascarillas).

En esta ocasión visitaremos el país con el nombre más nuevo de Europa, un país en el que no tenemos embajada, el país con más coches Mercedes por habitante de todo el mundo y un país en el que para decir 'Sí' hay que decir 'No'. Todos ellos forman parte de nuevos fascículos de nuestra colección de 'visite usted los retazos del extinto Sublime Imperio Otomano'. Sí, ¡¡nos vamos al corazón de los Balcanes!!

Volaremos a Bulgaria, ya que la conexión con Sofía era la única directa con la zona, y después de hacer noche entraremos en la República de Macedonia del Norte. Sí, ése es el nuevo y largo nombre del país desde febrero de 2019, aunque en nuestros corazoncitos se siga llamando FYROM o ARYM... la primera impresión es la que queda, ¿no? Visitaremos monasterios, haremos kayak en Matka y visitaremos su escultórica capital.

Después, pasaremos un par de días en Kosovo, cuya independencia no está reconocida por España y donde estaremos muito obrigados a la Embajada de Portugal en caso de que necesitáramos ayuda. Más monasterios nos aguardan, además de la capital Pristina y la convulsa Mitrovica. Y sí... ¡¡a todos los efectos contará como un país más visitado!!

Albania, el país más pobre del viejo continente nos recibirá después con sus carreteras abiertas... abiertas de boquetes, porque hasta la guía que nos hemos comprado nos lo advierte. Entre eso y que están plagadas de Mercedes de segunda mano, podremos decir que estaremos "a Merced" de lo que pase. Pero, ¿quién puede resistirse a su milenaria historia y a su riviera de aguas cristalinas? Albania será, sin duda, el pequeño gran tesoro turístico que aún poca gente conoce.

Y finalmente, cerraremos el círculo volviendo a Bulgaria: El monasterio de Rila, la costa del Mar Negro, la cultural Plovdiv, la enigmática Belogradchik, un bosque de piedras, ... ¿Cuántos mágicos lugares conseguiremos ver si somos capaces de descifrar los letreros en cirílico? Cómo era... la 'P' era una 'R', la 'C' una 'S', la 'H' una 'N'... Bueno, donde ponga "ресторан" es que se da "de comer y beber", ¿no? ¿O debería decir 'sí' para decir 'no'? ¡Que aquí el movimiento de cabeza va al revés!

Muchos pensarán... ¡¡vaya aventureros que estáis hechos!! Y la verdad, tenemos que reconocerlo, este viaje tiene mucho mérito: ¿Será por la diversidad cultural entre católicos, musulmanes y ortodoxos? ¿Sera por los cuatro idiomas, la escritura cirílica y tres monedas diferentes? ¿Será por si nos atraca algún albano-kosovar? ¡¡Nada de eso!! El mérito radica en haber conseguido entender las recomendaciones de viaje del que debería llamarse Misterio de Asuntos Exteriores (que no Ministerio): cada día, y han sido muchos, han redactado de forma diferente los requisitos pandémicos de nuestros cuatro países de destino y ni teniendo silla en la RAE uno conseguiría descifrar los requisitos para cada uno de ellos. Hasta el último momento nos han mantenido la esperanza de que fuera suficiente el pasaporte COVID (pero que finalmente no sirve ni para hacerse un avión de papel por ser digital) y no hemos conseguido evitar que nos rasquen el cerebro con un bastoncillo para hurgar fosas nasales.

Así que, con la mochila preparada, el pasaporte nuevo ansioso de matasellos y el código QR que confirma que somos muy negativos... estamos más positivos que nunca para comenzar nuestro viaje por los Balcanes. ¡¡Comenzamos!!