Continuamos la ruta y Beckie, nuestra GPS particular, ha pasado tanto tiempo con nosotros que ya nos conoce... y, muy disimuladamente 'recalcula el recorrido' y nos lleva 'ligeramente' a ver una iglesia abandonada en un pueblecito en el que muchas casas tienen pozos de agua decorados. Ay, picarona.
Como somos carne de centro comercial, paramos en un Tesco, que podría definirse como el Carrefour del Este. Sí, es domingo y está abierto. Y lo más curioso es que abre 24 horas, por si a las 3 de la mañana quieres ir a comprar unas sartenes. Esperanza Aguirre aquí se sentiría satisfecha...
Seguimos el curso del Danubio, ese río que une países pero que, a veces, también separa ciudades, como es el caso de Komárom o Komárno. Esta ciudad quedó separada en dos países tras el tratado de Trianon, adoptando el primer nombre en húngaro y el segundo en eslovaco. Como lo de cruzar fronteras nos gusta más que la aspiradora a nuestra vecina castreña Maruri, allá que vamos. Dejamos el coche en Hungría y nos vamos de paseo a Eslovaquía, cruzando un enorme puente con sus señales fronterizas. Más vale ir bien de salud, porque a juzgar por el espacio que han dejado entre las señales, como te dé un chungo entremedias seguro que nadie se hace cargo y te tiran río abajo.
Ya en el centro, visitamos la 'Europa Budvar'. Es una plaza rodeada de edificios creados con diferentes estilos europeos: nórdicos, holandeses, venecianos... todo muy ecléctico según Pablo. También hay esculturas de reyes muertos rodeando una fuente, para completar la postal. Es tan bonito que parece un decorado... es como ir a la Warner pero sin pasar por caja. Hemos hecho ya hambre, así que va siendo hora de echarle alguna delicia eslovaca al diente. Con mucha alegría comemos en el restaurante 'Penita', un sitio muy recomendable porque la comida esta bien presentada y las cantidades son generosas.
Como quien pasa del Zara al Bershka, nosotros nos volvemos de Eslovaquia a Hungría. Antes, preguntamos a una estirada rubia de bote en la oficina de cambio a ver si nos puede cambiar euros españoles por unos eslovacos, para la colección. El tinte debió de tener alto contenido de amoniaco, porque no le da más que para cambiarnos dos monedas.
Continuamos por la carretera donde posiblemente todos los ópticos estén en paro, ya que todas las señales digiren a Bécs-Wien, y llegamos a la última ciudad que visitaremos hoy: Sopron. Esta ciudad está muy cerca de la frontera con Austria y, de hecho, debido a la diferencia de precios entre los dos países, mucho austriacos vienen a la ciuadad al dentista, al médico y seguramente a hacerse las íngles brasileñas. Según la información turística, esta ciudad no fue invadida por los turcos, por lo que conserva muchos monumentos de diferentes épocas. Además, es la única que tiene el título de 'Civitas Fidelissima' o 'Ciudad fiel', ya que, cuando cayó el imperio austro-húngaro fue la única a la que se le permitió decidir si querían ser austriacos o húngaros, y decidieron mediante un referéndum en 1921 lo segundo. De entre los monumentos, destacamos dos: por un lado, la torre del fuego de 60 metros de alto y símbolo de la ciudad; por otro, una placa donde pone 'cardus máximus', quizá haciendo alusión a que allí vivió la mujer más fea de todo el imperio romano...
Bueno, va siendo hora de irse a descansar. Esta noche nos alojamos en el hotel Löver, un hotel lleno, cómo no, de austriacos a las afueras de esta elegante ciudad.
Ey, mola!!! De Luxemburgo quiero otro igual, que además ya tendréis práctica, jeje. Ah! y yo también quiero dormir en un palace por 19 euracos .... ¿dónde encontrais esos chollos!!! Por cierto, los gafes con el tiempo sois vosotros, queda demostrado!
ResponderEliminarBuenas, viajeros por el Este!! Como mola esto del blog, estoy enganchado a las Crónicas de Joseba y Pablo, que envidia estar en ese lugar lleno de bellas mujeres descendientes de Cardo Maximus. Un abrazo,
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