31 ago 2019

Sueño terminal

Llegar al Cáucaso, definitivamente, no es tarea fácil. Nos espera casi un día entero de viaje, pero cuando se sale con ilusión, todo esfuerzo parece menos de lo que es.

Llegamos a la Terminal 4 de Barajas pasada la media noche, hora en la que apenas hay vuelos. De hecho, en las cintas del control de seguridad sólo estamos tres... ¡¡y el que va delante nuestro consigue hacer cola!! Todo se debe a una especie de turrón turco que lleva en la maleta; sin embargo, nosotros, que llevamos desayuno, comida y cena con postre incluido, pasamos el control sin ningún tipo de sospecha. Cogemos el tren que nos lleva a la terminal satélite, pasamos el control de pasaportes y a esperar el primer embarque de la noche. A las 2:50 de la mañana despega con puntualidad el avión de Ukrainian Airlines que nos llevará hasta Kiev. Durante sus algo menos de cuatro horas, aprovechamos a dormir, porque ya va siendo hora.

Aterrizamos en el aeropuerto de Borispyl, cerca de la capital ucraniana, y caemos en la cuenta de que cada dos años estamos viniendo a esta ex-república soviética. Primero fue en nuestro viaje a Rumanía en 2015, donde decidimos ir a pasar el día al país vecino; y después fue en 2017, cuando aprovechamos el asistir al certamen de Eurovisión para ver el oeste del país. Esta vez, sin embargo, nos tendremos que conformar sólo con ver el aeropuerto, ya que las cuatro horas de espera no nos dan para ir a ningún sitio. Nos damos una vuelta por el aeropuerto donde nos resulta curioso que tienen dos peluquerías, área infantil y zonas de descanso con una especie de butacas para tumbarse. Así que, tras desayunar una rica empanada gallega, echamos otra cabezada antes de embarcar en el segundo vuelo del día.

A las 12:00 en punto, despega otro avión de Ukranian Airlines que nos llevará, en esta ocasión hasta Tbilisi, la capital georgiana. Pensábamos que íbamos a ser los únicos españoles, pero estábamos equivocados porque otros diez españoles están también a bordo; a juzgar por su ropa deportiva, todo apunta a que se dirigen al país caucásico para hacer montañismo. Tenemos poco más de dos horas y media, así que dormimos lo que podemos para ver si conseguimos recuperar las horas de gaupasa. Al despertar, nos reparten unos panfletos... ¿Serán de snacks y bebidas? ¿Serán de la tienda a bordo? ¡¡No!! Son de una promoción de pisos de lujo en Kiev... con precios "por los aires".

Ojeando la revista de la compañía aérea, Pablo lee palabras en ruso para refrescar su cirílico. "Ay, ¿¿qué letra era ésta??" La P es una R, la H es una N, la C es una S... si a eso le sumas un poco de griego, está chupado. Y más nos vale acordarnos, porque si los carteles están en cirílico podrá costarnos entenderlos... pero como las señales estén en sus alfabetos raros, se nos va a quedar cara de chinos.

Con una fina lluvia cayendo, aterrizamos en el aeropuerto de Tbilisi. Salimos del avión por escalerilla y subimos al autobús para ir a la terminal... que se encuentra a 20 metros del avión. Muy práctico, sí. Todos los pasajeros, incluyendo a los otros españoles, se dirigen al control de pasaportes... excepto dos que siguen la señal de "transfer". ¿Pero tan raro es hacer escala en Tbilisi o qué? Llegamos al mostrador de conexiones y hablamos con una mujer muy agradable: resulta que ahora volamos con otra compañía y no sabemos si tenemos que "salir a Georgia" para facturar la mochila. Hace unas llamadas, viene una policía que nos solicita la documentación, otro hace una foto con el móvil a nuestros pasaportes... y finalmente nos dice que la acompañemos. Pasamos un control de seguridad como si fuésemos el primer ministro, sin sacar líquidos, sin sacar el ordenador, pitando... y nada, que subamos unas escaleras y que ahí está la zona de espera. Y dicho y hecho, salimos directamente a la zona de embarque y al duty free... ¡¡esto en Munich hubiese hecho saltar todas las alarmas!!


Toca volver a esperar al siguiente vuelo. Aquí nos llaman la atención varias cosas: lo primero, que todo está escrito con el alfabeto georgiano (aunque también en inglés); lo segundo es que los precios del duty-free sólo están en euros y que todo es hasta más caro; y lo tercero es que hay muchas mujeres con burka (eso sí, todas enganchadas al móvil). Vagueamos un poco por la terminal hasta que embarcamos en el tercer y último vuelo. En esta ocasión, un vuelo de Buta Airways nos llevará hasta Bakú, la capital de Azerbaiyán. Eso sólo una hora, así que en breve aterrizamos en el moderno y elegante aeropuerto azerí.

Ya en tierra, salimos del avión, pasamos los controles de pasaportes y en muy poco tiempo salimos a la calle. ¡Por fin al aire libre! Compramos la barik azerí, para coger el autobús que nos lleva al centro. Una vez allí, un breve paseo de unos 15 minutos nos lleva hasta la calle Nizami, una calle peatonal en el corazón de la ciudad repleta de tiendas y restaurantes. Hemos alquilado un apartamento para tres noches y la elección no podía haber estado más acertada.

Ha sido casi un día de viaje, así que tras cenar algo, caemos totalmente rendidos. Después de sueños intermitentes, la previsión de dormir 6 horas seguidas resulta todo un regalo.

30 ago 2019

Introducción y ruta

Llega septiembre con su rentrée y nosotros, un año más, aprovechamos el séptimo mes romano para disfrutar de lo que van a ser unos días de todo menos de "descanso"... porque nos vamos a Sakartvelo, Hayastan y Azərbaycan. No, no busquéis en el mapa porque la ONU no ha aumentado sus sillas porque hayan surgido países nuevos... Son simplemente los nombres locales de los países de Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Sí, esos países que, por lo general, no los oímos más que en Eurovisión y no precisamente para regarnos con docenas de puntos.

Teníamos ganas de visitar los países caucásicos desde hacía tiempo, pero por una razón u otra siempre terminábamos en algún otro destino. Pero esta vez, por fin, vamos a poder visitar estas tres ex-repúblicas soviéticas. Visto de alguna forma, podríamos decir que ¡¡estamos viendo la extinta URSS por entregas!! Primero fueron los países bálticos, luego vino Ucrania y ahora el Cáucaso. ¿Acaso no es septiembre el mes de los coleccionables? Pues a nosotros más que taxis del mundo, dedales de porcelana o insectos cristalizados, que nos echen un buen manojo de países para visitar.



Pero, ¿qué hay en esos países para que merezca la pena ir hasta allí? Pues, ¡¡muchas cosas!! Empezaremos por Bakú, la capital de Azerbaiyán, que se está convirtiendo en una pequeña Dubái; visitaremos fenómenos geológicos curiosos como suelos que arden espontáneamente y volcanes de barro. En Armenia visitaremos monasterios milenarios con el monte Ararat siempre en el horizonte. Y en Georgia haremos ruta por montes que por su altura, literalmente, nos quitarán la respiración.

Esta tierra, puente entre Europa y Asia, ha visto pasar a persas, selyúcidas, turcos, soviéticos... ¡¡así que imaginad todo el legado que han dejado!! De hecho, el viaje va a ser todo un reto porque además de tener cuatro idiomas diferentes (y de otros cuarenta minoritarios), nos vamos a tener que armar de paciencia con los cuatro alfabetos que nos encontraremos: el ქართული (georgiano), el հայերեն լեզու (armenio), el ويكيبيديا العربية (árabe) y el русский язык (ruso). ¡¡Pero cómo no iba a venir del Cáucaso el euskera!!


Y no sólo el idioma, sino que también va a ser un crisol de religiones: cristianos, evangélicos armenios, musulmanes chiíes y ortodoxos. Y lío también de fronteras, porque hay pedazos de países reclamados por los países vecinos: Armenia le reclama un trozo a Turquía, pero a su vez le quita otro a Azerbaiyán; éste a su vez tiene un trozo al otro lado de Armenia; Rusia le reclama dos trozos a Georgia... buf, ¡¡habrá que ir al baño con el pasaporte encima!!

Bueno, no descubro más, porque esto empieza ya. Tenemos ya las mochilas llenas de ropa... ¡¡vayamos a traerlas llenas de recuerdos!!