Anoche nos fuimos a la cama a las 'tantas', después de distribuir nuestro equipaje para que no supere el peso máximo... ¡qué arte haciendo maletas! Y ya, como unos profesionales, hasta con una mini báscula que compramos hace unos días. Ya por la mañana, somos los primeros en desayunar, pues hay que aprovechar este último día. Nos dirigimos al aeropuerto, para dejar el Chevrolet Aveo gris que nos ha llevado por tantas y tantas millas estadounidenses. Dejamos el equipaje en una consigna, y... let's go!!
El metro nos lleva hasta Battery Park, donde cogemos un ferry que nos lleva hasta la Estatua de la Libertad. Esta inmensa estatua de 46 metros de altura en realidad se llama 'La libertad iluminando el mundo', y fue un regalo de Francia a EEUU en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia. Es obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi y la estructura interna fue diseñada por el ingeniero Gustave Eiffel.
La estatua tiene en su base un museo, pero lo que realmente es interesante es poder ascender por su estructura interna y llegar a la corona. Sin embargo, sólo 240 personas al día pueden subir hasta arriba, por lo que tuvimos que comprar las entradas con tres meses de antelación. Eso sí, la espera ha merecido la pena y ante la atónita mirada de los cientos de turistas que sólo llegan hasta el museo, nosotros vamos por la cola VIP. Las medidas de seguridad son similares a las de un aeropuerto, y tienes que dejar todas tus cosas en unas taquillas que no tienen llave, ya que funcionan con la huella digital.
Ya de nuevo en Manhattan, comemos como unos ejecutivos agresivos comprando algo en un puesto callejero, pues no tenemos mucho tiempo. Ahora toca visitar la Reserva Federal. En pleno centro del Downtown, está la reserva de oro más grande del mundo. En la visita guiada te explican que los bancos muchas veces no almacenan su propio oro, sino que lo guardan en la reserva, donde además, hacen sus propias transacciones. Es decir, si un banco hace una transacción de oro, es ahí donde lo pesan y lo cambian de 'celda' ante tres testigos. Todo es muy manual, nada de tecnología digital; hasta la báscula es con pesos, pero con una exactitud que detectaría hasta un grano de arroz. Uno no está todos los días delante de 285 billones de dólares en lingotes de oro...
Gastamos nuestros últimos dólares antes de dejar la ciudad. Hoy hemos puesto el broche final al viaje visitando el icono americano por excelencia, presenciando su poderío económico y también recordando su vulnerabilidad. Iberia nos llevará a casa, pero el viaje nunca acabará, pues siempre estará vivo en nuestra memorial, digo memoria.
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