Siguiendo las normas del buen viajero, la noche previa dormimos poco, por no decir nada. Después de dejar la casa como una patena, la ropa planchada y las plantas de “campamento de verano” en casa de la vecina, nos disponemos a dormir en torno a cinco horas. Pero el subconsciente está en alerta para no quedarnos dormidos y el despertador suena a las tres de la mañana dejándonos con la sensación de no haber descansado.
Sin entretenernos mucho nos ponemos en marcha y a las cuatro en punto ya estamos en el Cabify camino al aeropuerto. Siendo tan temprano todo resulta rápido y llegamos a la puerta de embarque rápidamente. La antigua Alitalia que ahora se llama ITA Airways nos llevará hasta Sao Paulo vía Roma… y es, literalmente, el primer vuelo del día… las pistas tienen que tener legañas. Entre los pasajeros que aguardamos en la puerta de embarque, dos nos llaman la atención y los bautizamos como Nerviosito y Boliche; el primero porque no para de ir de un sitio a otro, preguntar la hora, etc.; el segundo porque cuida su alimentación no dejando escapar ningún alimento que le ofrece Nerviosito. Lo curioso de esta pareja es que en la cola de embarque consiguen colocarse en la pole y adelantarnos dos puestos… menos mal que una señora les sabe hacer el placaje que nosotros no teníamos en el rádar.
Con música de Laura Pausini embarcamos y para cuando nos queremos dar cuenta estamos aterrizando en el aeropuerto de Fiumicino, que más bien parece un centro comercial: Gucci, Prada, Dolce&Gabana… y nosotros con estos ropajes que seguramente no vuelvan de regreso. Nos enfilamos hacia la puerta de embarque del segundo vuelo y en poco tiempo estamos en un autobús que recorre las pistas entre decenas y decenas de Fiat Panda de los operarios. Enseguida abandonamos el Lazzio para comenzar un vuelo que durará 12 horas.
A nuestro lado viaja una bebé que se ha tragado un altavoz. Está en esa fase en la que está probando los sonidos que es capaz de hacer y del poder que tiene para enloquecer a los demás. Por suerte la pequeña brasileira cae dormida y, sólo será ocasionalmente cuando haga ruido para captar nuestra atención y sonreirnos.
Probamos a ver alguna película con el entretenimiento abordo del cual, curiosamente, el doblaje está en español latino. Y claro, hasta en las escenas más tensas parecen que están de broma y le quita emoción a la película. Pero estás películas, ¿de dónde las han obtenido? ¿De mejortorrent.com? Eso sí, cada vez que tienen que pronunciar alguna palabra o nombre inglés, lo hacen con un perfecto acento gringo.
Surcamos el oceano Atlántico y cruzamos la línea del Ecuador, por segunda vez en nuestras vidas. Y, como ya vamos haciendo hambre, nos sirven la comida. Como somos de reutilizar y muy previsores, nos guardamos un tenedor, cuchillo, cuchara, azúcar, sal y pimienta… ¡¡y ya tenemos el kit supermercado para el viaje!!
Echamos algunas partidas al Tetris, a Dónde está Carmen San Diego, etc. mientras otros, como nuestro vecino “pantalones rosas” se dedica a levantarse del asiento mil veces. Con la tarjeta de embarque no sé si deberían dar una muestra de Hemoal o de Loctite.
Y, por fin, entramos en Sudamérica. En el mapa donde va marcando por dónde vamos, empiezan a salir ciudades con nombres muy curiosos: Funlandia, Uberlandia, Divinopolis, Bom Despacho, Formiga, etc. ¡¡Esto promete!! Poco a poco nos vamos aterrizando al aeropuerto de Guarulhos y, tras largas horas de no saber cómo acomodarnos en el asiento, tocamos suelo brasileño. Aquí también todo resulta bastante rápido: desembarque, control de pasaportes, cambio de terminal, control de equipajes, y a esperar en la tercera y última puerta de embarque… donde, por cierto, sí que se realizan anuncios de embarque por megafonía… hay una brasileira que no deja de dar voces.
Estamos borrachos del cansancio, porque ya no es sólo el desorden de sueño que llevamos encima sino que, además, aquí son cinco horas menos y nuestro reloj biológico nos está diciendo que busquemos una cama. Así que, como ya hemos tenido suficiente meneo por hoy, decidimos cogernos un Uber que nos lleve hasta el hotel… donde caemos rendidos. ¡¡24 horas de viaje, que se dicen pronto!!