Tras nueve días por Georgia y Armenia, con sus baches, algún día de lluvia y bastante contaminación, ¿cómo pueden dejar un coche blanco? Pues digamos que como un batido de tiramisú. Así que, como no queremos que nos cobren por la limpieza, buscamos un autolavado... y parece imposible porque en los dos que encontramos no lo puede lavar uno mismo, sino que tienes que dejarlo para que te lo laven. El hombre del segundo sitio, aunque en un principio parece un poco borde, termina siendo supersimpático, cobrándonos menos de lo que nos pedía y encima con una sonrisa en todo momento. Y el coche, nos lo deja como recién salido del concesionario.
Y ahora toca el tema de la gasolina. Como no lo queremos devolver lleno, dado que no nos lo dieron lleno, echamos 10 laris en una gasolinera. "¡¡Mierda, no ha subido!!", pensamos. Así que vamos a otra, echamos otros 10 laris y sigue sin subir; y le decimos que eche otros 10 más... "¡¡Pero es imposible!!". Vamos a otra gasolinera a ver si durante el trayecto con el movimiento sube el indicador. Pedimos que nos echen 20 laris, y a la mitad nos dice que el depósito está lleno... "¡¡pero si marca dos rayas vacías!!" Así que, llegamos a la conclusión de que el nivel no funciona bien, y realmente nos lo dieron lleno y que finalmente lo vamos a devolver lleno, aunque el indicador diga otra cosa.
En la agencia de alquiler sorprendentemente todo va bien: ven que no hay ningún arañazo, está limpio, y el tema del nivel de gasolina que no nos preocupemos, que el lo intenta llenar y que si hay algún problema que ya nos lo dice. Con el tema del coche resuelto, ahora toca el tema de la multa de tráfico. Entramos en el primer banco que encontramos y nos dicen que tenemos que pagarlo en una especie de cajero automático similar a cientos que hemos visto por todo el país. Resulta que son una especie de ventanilla al ciudadano en el que puedes desde pagar la factura de la electricidad, contratar una línea móvil o hacer una apuesta. La chica del banco nos ayuda, y en muy poco tiempo tenemos nuestras cuentas saldadas con la autoridad de carreteras. La verdad es que sorprende que en algunas cosas estén tan avanzados... en España seguro que tienes que hacer cola y pasar por varias ventanillas para realizar gestiones que aquí lo puedes hacer en estas máquinas.
Y ahora sí, a disfrutar como peatones de lo que queda de viaje: dos días y medio en Tiflis, o Tbilisi como llaman a la capital en lengua georgiana. Empezamos el recorrido por la Avenida Rustaveli, la "Gran vía" de la ciudad, donde se encuentran la Ópera, un pequeño Paseo de la Fama, museos, el Parlamento, y hasta un centro comercial en el que la tienda H&M tiene el logotipo en alfabeto georgiano. Esta avenida termina en la Plaza de la Libertad, donde está el antiguo ayuntamiento y una columna con una escultura dorada de San Jorge.
Después, nos adentramos en lo que se conoce como "El Viejo Tiflis", que es la parte histórica de la ciudad. Descubrimos calles restauradas, con agradables rincones donde comer o tomar algo, puestos en los que los artistas exponen cuadros, objetos artesanales o puestos de comida. Además, hay muchos turistas y está muy animado. Un sitio que nos llama la atención es el la torre del reloj del Teatro de Marionetas. Una estructura inclinada y apuntalada, que parece que se va a caer, pero que en realidad fue construida así hace no mucho.
Después, pasamos por el Puente de la Paz, una moderna pasarela peatonal sobre el río Kurá. En el otro lado, están los dos tubos metálicos del auditorio, que aún no están en uso porque parece que no han podido acabarlos por falta de presupuesto. Y encima de la colina encontramos la residencia del Primer Ministro, una especie de Casa Blanca con medio huevo de cristal en la parte superior. Todo ello, en una zona verde de esparcimiento para los tiflisianos y turistas, que recuerda un poco al Madrid Río.
Si en Ereván estaba la Madre Armenia, aquí en Tiflis está la Madre Georgia. Son bastante parecidas: dos mujeres de aspecto solemne y con espada en mano. Sin embargo, la de Georgia tiene una vaso de vino en la otra mano. Con el vino simboliza que el pueblo georgiano es muy hospitalario y que te da la bienvenida con un vino (algo muy arraigado a su cultura); pero por otro tiene la espada, como queriendo decir que no dudará en defenderse si lo considera necesario. Esta estatua, se encuentra en lo alto de otra colina, a la que se puede acceder en teleférico o andando, y merece la pena subir porque desde arriba se divisa toda la ciudad.
Empieza a anochecer y los monumentos se van iluminando, con la luna llena de fondo. Nuestro primer día en Tiflis nos ha encantado, y casi ha sido contra todo pronóstico porque el día que llegamos en tren sólo para coger el coche, nos dio la sensación de que iba a ser una ciudad gris, ruidosa y desordenada. Y no podíamos estar más equivocados porque ha resultado ser amable, acogedora y muy interesante. Mañana, más Tiflis.
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