Desde el aire abandonamos la península por el cantábrico... 'Aquello es Bilbao' dice Pablo... Quizá por la presión atmosférica, quizá por el olor al desayuno que están preparando en la parte de atrás del avión, pero tardo en reconocer la capital de mi Vizcaya querida. Una hora después, con desayuno y medio en el estómago (la dieta de Pablo es muy generosa, pero sólo conmigo), veo que sobrevolamos una ciudad bastante grande... 'Eso es París' dice Pablo. ¿Pero con quién vuelo, con Google Earth?
Con un tiempo nublado, aterrizamos en el aeropuerto de más tráfico de Europa... y esto debe de hacer referencia tanto a sus pistas como a los pasillos de la terminal, porque entre la gente circulan cochecitos, segways, bicicletas y maletas... ¡¡Sí, maletas!! Cuando crees que ya está todo inventado en el transporte rodado, va y aparece un hombre montado en un monopatín integrado en su maleta... ¡¡y a menuda velocidad!! ¿Qué carné habrá que sacarse para poder conducir eso?
Una hora después volvemos, casualmente, al mismo avión y a los mismos asientos... casi conseguimos mantenerlos calentitos. Seguimos rumbo al noreste, ya hacia nuestro destino final, la capital de Estonia. El tiempo por esta parte está bastante nublado, así que no hay capitales por adivinar (y rezo porque no exista Google Cloud). Entre una mayoría de alemanes y estonios, una azafata que nos sirve la comida nos pregunta que a ver de dónde somos, ya que nuestro acento le resulta familiar. Como en todo avión, siempre hay una que juega a azafata mala y otra a azafata buena, así que estamos de suerte. Nos cuenta que ha estado en Málaga de vacaciones, que ha aprendido algo de español y que se encontró un gato que se llevó a Alemania y al que ha bautizado como Pedro. Por favor, si a algún malagueño que nos lea le falta un gato, que se pase por Baden-Baden. Empiezo a pensar que esta relación hispano-alemana del rescate se está poniendo peligrosamente de moda.
Y por fin llegamos al aeropuerto pequeñínn de Tallinn. No tendrá hombres montados en maletas, pero sí una cabina telefónica ¡que funciona con Skype! Y es que, resulta que la compañía líder de llamadas por internet nació en esta ciudad y en ella sigue teniendo su sede. No hay tiempo de telefonear, así que nos dirigimos a recoger las maletas. ¿Sabéis eso de cuando estás esperando nervioso porque ves que no terminan de salir tus maletas y te pones a pensar en qué aeropuerto estarán tus calzoncillos y en si le diste a algún botón que no debías en la facturación on-line? Pues no, no nos ha pasado, porque nuestras maletas salen de las primeras como si tuviesen las mismas ganas de empezar a descubrir la ciudad que nostros.
Anochece en Toompea y empieza a refrescar. Pero, antes de cenar, queremos ver un poco más de lo que nos espera mañana, así que bajamos hacía Raekoja Plats, la plaza del ayuntamiento. ¿Vamos por la pata larga o la pata corta? Resulta que la ciudad alta y la baja sólo estaban conectadas por dos calles, para evitar que los nobles y el 'populacho' se mezclasen... Pikk Jalg es la pata larga, por la que la gente iba montada a caballo; Lühike Jalg es la pata corta, por la que la gente iba andando. En cualquier caso nos vamos 'pata abajo'... y llegamos a la maravillosa plaza del ayuntamiento, con preciosos edificios que hay por todos sus laterales y muy animada con los bares y restaurantes. ¡¡Bien merecido tiene el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco!!
Se va haciendo tarde y toca reponer fuerzas... como ya tendremos tiempo para disfrutar de la gastronomía báltica en los 14 días que tenemos por delante, visitamos un restaurante que mucha gente recomendaba en foros de internet: African Kitchen. Como no suele haber muchos restaurantes africanos, probamos suerte y resulta ser todo un acierto. La comida mezcla dulce y salado, comida occidental con africana, lo tradicional y lo arriesgado. ¡¡Altamente recomendable!! Un último paseo, y a descansar... mañana hay mucho que descubrir... ¿Tallinn? ¡¡Tallinazo!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario