24 sept 2024

Tạm biệt Việt Nam

Hoy es nuestro último día de viaje y nos tomaremos todo de una forma más calmada para ir adaptándonos a la vuelta a casa. Nos despertamos a eso de las siete de la mañana, pero por inercia más que por el gato zombie. Organizamos las mochilas y subimos a desayunar, donde una especie de mini berenjena-ajo nos sorprende con un sabor realmente extraño... ¡¡si es que picamos hasta el último día!! Aunque parezca mentira, hay un montón de frutas y verduras que no utilizamos en occidente y, como somos curiosos, nos hemos llevado muchas sorpresitas a lo largo del viaje, descubriendo nuevos sabores generalmente desagradables. ¿Cuántas cosas hemos probado para luego apretar la cara porque picaba que mataba? De todas las frutas que hemos probado, nos quedamos con lo frecuente que aquí es el mango... es una fruta que nos encanta y que en España no se suele comer mucho.

En la calle volvemos a comprobar, un día más, que aquí siempre es "la hora de comer". Da igual cuándo y dónde, siempre hay gente preparando y consumiendo comida. Por supuesto, hay pho por todos los lados, esa sopa de fideos y "cosas" que tiene infinitas combinaciones. Al principio lo cogimos con muchas ganas, pero estos últimos días hemos dejado de consumirla... quizá al haber visto cómo la preparan en cualquier acera. La comida, por lo general, ha estado bastante bien, aunque pensamos que está bastante limitada a fideos, arroces y carnes. Para los occidentales, que a veces asumimos la comida asiática como "un todo", nos ha sorprendido que hay mucho restaurante japonés y koreano... para nosotros no son muy diferentes, pero se ve que ellos sí que saben diferenciar los matices.

En cuanto a las ciudades, nos han parecido algo caóticas. El no poder pasear por las aceras limita mucho al turista interesado en "patear la ciudad". El tener que andar sorteando obstáculos en las aceras y el tráfico en la calzada, nos ha chocado con nuestra idea de "paseo" que tenemos en Europa. El comercio también nos ha parecido radicalmente diferente: aquí los escaparates no reclaman tu atención para que entres a comprar; si necesitas algo simplemente buscas una tienda y lo compras.






La limpieza es también algo que nos ha impactado. Tanto Vietnam como en Camboya, con lo que llueve, son países muy verdes y con capacidad para convertirse en paraísos. Sin embargo, los ríos terminan siendo los estercoleros de las ciudades y, de hecho, hemos llegado a ver en Saigón alguno que parecía más de petróleo que de agua. También nos ha llamado la atención la cantidad de ratas que hemos visto... hoy nos sentamos en un parque a "pasar la rata" en lugar de "pasar el rato".

Damos un último paseo por el centro de Saigón, que nos sirve también como resumen del patrimonio de ambos países. En Vietnam, nos ha llamando la atención que los edificios a visitar son legado de los indios, de los chinos o de los franceses; en Camboya, sin embargo, nos ha dado la sensación de que han sabido desarrollar un estilo arquitectónico propio, si bien Angkor Wat acapara toda la atracción con el legado de los jemer. En ambos países nos ha faltado una seña de identidad propia y única, algo que haga irreconocible al país con una sola mirada. Quizá sea una idea muy "europea", al vivir en un continente donde cada país ha desarrollado un "algo" que lo identifica claramente.

Pero, sobre todas las cosas, con lo que nos quedamos es con la gente. Su caracter tranquilo, sereno y amable, nos ha encandilado. Durante todo nuestro viaje no hemos visto a nadie discutir o gritar. Dentro del caos del entorno ha imperado la amabilidad de los vietnamitas y camboyanos que nos han acogido durante todos estos días. De hecho, hoy quedamos para comer con Khuyen, una compañera de Pablo que trabaja en la oficina de Mondelez en Saigón. La conversación es muy agradable y divertida, y con su sonrisa dulce y tímida, nos enamora. ¡¡Hasta nos trae productos de una marca local!! Pablo tiene curiosidad de ver la oficina y nos acompaña para que la veamos. ¡¡Si es que son muy buena gente!!

Han sido diecinueve intensos y sensoriales días, pero esto toca a su fin. Un último Grab nos lleva al aeropuerto, donde hacemos un último check-in y... ¡¡donde vemos que está la agresora agredida del vuelo en el que iniciamos el viaje!! ¿Habrán aprendido de la calidez humana del Sudeste Asiático? En dos horas y media llegamos a Hong Kong y, tras hora y media de espera, embarcamos en el vuelo a Madrid. Tenemos por delante la friolera de 14 horas y media de vuelo... donde tendremos tiempo de sobra para juguetear con el mapa e imaginar cuál será nuestro siguiente destino: un viaje termina, pero otro se empieza a imaginar.