14 sept 2022

Monument Valley

No recuerdo nunca antes, haberme tenido que quitar ropa para salir a la calle. Hemos dormido con más capas que una cebolla, y ahora toca ponerse ropa más ligera porque fuera hace una temperatura más agradable que dentro de esta lata de metal. Como experiencia, ha tenido su punto; como comodidad, ha tenido su contrapunto. Sin tentar a la suerte en los baños, ni en lo que el propietario llamaba cocina, recogemos nuestras cosas y nos vamos, despidiéndonos de los holandeses que hablan con otra chica mientras se supone que desayunan… hay miradas empáticas que lo dicen todo.

Anoche recibí un correo electrónico con la cancelación de una visita al Antelope Canyon que habíamos reservado hace meses. Es una pena, porque es un lugar que tenía muy buena pinta aunque, siendo sinceros, ya hemos visitado un buen número de estrechos cañones y a estas alturas la cancelación no supone necesariamente un disgusto. Además, este cañón está en la reserva de los indios navajos, y por la visita nos habían cobrado casi 70 dólares por cabeza… un auténtico “navaja-zo”.

La parte buena de la cancelación es que hoy dispondremos de más tiempo, por lo que empezamos el día con calma. A los pocos kilómetros de retomar la carretera vemos un lugar donde sirven desayunos… curiosamente ¡¡todo el día!! Por fuera el “Yak’s” no parece gran cosa, pero al entrar descubrimos un lugar realmente genuino. Hay unos gordos moteros, unos amigotes veteranos, un matrimonio que no conversa… y poco después, ¡¡entran los holandeses!! Una vez más queda demostrado el poderío ibérico… por algo cayeron bajo el control de nuestro imperio.

Pedimos café y nos damos un homenaje con unos buenos desayunos: huevos, beicon, patata rayada, salchicha, hamburguesa, tostadas…; y lo realmente americano: tortitas con sirope y barra libre de café. Nos hace mucha gracia cuando pasa la camarera ofreciendo “More coffee?”. Como le pedimos que rellene varias veces, cada vez que vuelve a pasar nos sonríe… no sé si porque ha conseguido que ya no queramos más o porque es consciente de que esto del café sin límites nos hace gracia.


Estamos en el condado de San Juan, así, en perfecto castellano. Desde la carretera, Pablo divisa un lugar donde se ven diligencias y casas de madera, con un letrero de que la visita es gratuita. Paramos y descubrimos un lugar que nos fascina: el Bluff Fort. Se trata de una especie de parque etnográfico donde cuentan cómo se vivía en la comunidad de Bluff. Es como sumergirte en un western, donde piensas que Billy el Niño va a aparecer en cualquier momento.

La visita es muy interesante, ya que puedes ver tanto las casas de los vaqueros, como las tiendas de los indios nativos; por un lado de la de los Navajos, y por otro la de los Ute, que son los que dan el nombre al estado de Utah. La verdad es que, aunque está todo muy bien reconstruido y expuesto, es como el gara: cuenta sólo lo que le interesa. Te hacen creer que los ingleses eran unas monjas de la caridad y que sólo querían ser “amigos” de los indígenas… eso claro, después de haber aniquilado a la mayoría de la población; pero claro, eso ni se menciona.

Por curiosidad, y, sinceramente, por ponerlos un poco a prueba, le preguntamos a uno de los que cuentan la historia de por qué se llama el condado de “San Juan”. Nos dice que porque el río se llama así. Ah, muy bien. ¿Y algo más? Pues no… Está claro que para ellos “su” historia empieza cuando llegaron los anglosajones y todo lo anterior o no se sabe o no interesa. Les suena que antes hubo algún lío con Méjico, pero poco más. Sin embargo, a este hombre le pica la curiosidad y consulta en su móvil a ver de dónde viene el dichoso nombre, y al comprobar que viene de España, viene a donde nosotros. Pablo, mientras yo estoy en el baño, le da un repasito de historia al pobre hombre… le cuenta que este territorio perteneció a España, pero que luego se independizó formándose Méjico y que más tarde esta parte se la arrebataron a ellos; también le cuenta a modo de curiosidad que Nevada viene de que los españoles cuando llegaron justo hubo una gran nevada y llamaron a las montañas del norte “Sierra Nevada”; y así otras cuantas cosas mucho más relevantes que las fechorías que cuentan al estilo de los hermanos Dalton y el justiciero Lucky Luke.


Toca continuar nuestro camino, entrando ahora en un lugar muy curioso: la Navajo Nation, una de las reservas de indios nativos americanos. Con una pequeña parte en Utah y una gran parte en Arizona, esta nación tiene sus propias leyes, su propia bandera y está autogobernada, aunque, eso sí, no renuncian a la identidad americana, dado que la bandera está por todos los lados. Pasamos por uno de los extremos de las montañas rocosas en Wasatch (donde entendemos que para comunicarse lo hacen así… por Wasatch) y paramos en el Mexican Hat, una piedra en suspensión con una forma muy original.

Pero, sin duda, el plato fuerte del día (por no decir del viaje) es el Monument Valley. Inmortalizado en numerosas películas de vaqueros, es una de las visitas obligadas en cualquier viaje por el oeste norteamericano. Antes de llegar, paramos en uno de los lugares más fotografiados: el punto en el que Forrest Gump dejó de correr, que se ha convertido en una atracción turística. Con el Valle de los Monumentos de fondo y una recta e interminable carretera, es la primera toma de contacto con este lugar mágico.

El Parque Nacional, se encuentra en el estado de Arizona, aunque se entra desde el de Utah. Al cambiar de estado pensábamos que íbamos a encontrar un cartel de “Welcome to Arizona” y, sin embargo, sólo vemos un ridículo letrero “Arizona state line”. Aquí tienen que venir los de Bildu y plantar un buen cartel en condiciones que ponga “Arizona Herria, ongi etorri”, al más puro estilo labortano… y cuidado que igual hasta te cambian la estrella por un bost-buru y se quedan tan campantes.

Llegamos a la entrada del parque y, tras enseñar la entrada (a lo que llaman tarifa de admisión), le pedimos un mapa; nos dice que le hagamos una foto al que está pegado en la cabina. Y ni hola, ni adiós, ni gracias. ¡Qué majo el Navajo! Nada más entrar, está el centro de visitantes, que se traduce en una tienda de souvenires a precios de Harrods. Una taza, que estará hecha en China, quince dólares; un llavero, diez; un jarrón ciento cincuenta. Lo de apoyar a las minorías está genial, pero tampoco hay que pagarles el Ferrari, ¿no? Y, además, con esos precios, ¿podrían arreglar un poco la carretera, no? Porque, para realizar la visita, vas en tu propio coche y un asfaltadito no estaría de más.

En cualquier caso, Monument Valley es un lugar fascinante. Mesas y pináculos de piedra salpicados por aquí y por allá, hacen que te transportes a otro planeta. A algunos de los monumentos le han puesto nombre, como “las manoplas”, “el elefante”, “el camello”, etc. Pero, desde mi punto de vista, no es necesario inventar nada: el lugar es tan espectacular en sí mismo, que sobran todas las palabras. Eso sí, tienes la sensación de que en cualquier momento va a haber una pelea entre John Wayne y sus hombres contra los indios navajos.




Salimos del parque y continuamos ahora dirección noreste, dentro de la Navajo Nation. Paramos a echar gasolina y vemos que los trabajadores son todos indios, que la gasolina es mucho más barata por no tener impuestos y que hay perros sueltos por la calle.

Hoy dormiremos en Big River, y, al poner en el google maps la dirección, empezamos a liarnos con la hora. Menudo lío tienen montado… California y Nevada tienen la misma hora; Utah y Arizona comparten también uso horario; sin embargo, Arizona no cambia la hora en verano; a su vez, la Navajo Nation va con la hora de Utah… así que, ¿qué hora es? Imposible entenderlo… porque encima, google maps dependiendo de si tiene cobertura o no, pone cosas diferentes. Llegamos al hotel y, una de las primeras cosas que preguntamos es, ¿qué hora tienes? La recepcionista nos lo explica y añade un nuevo componente: en el hotel se utiliza la hora de Arizona y no la de Utah. ¡¡Demencial!! Nos confiesa que ella vive en Arizona y trabaja en Utah, y que en verano muchas veces se lía con la hora. Después de varios intentos y ya a estas alturas de la noche, sigo sin saber en qué hora estoy… sólo sé que ya va siendo la hora ¡¡de dormir!!

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